6/6/6

Si tuviera que elegir el día más importante de mi vida profesional lo tendría claro: el seis de junio de 2006. El seis del seis del seis. Ese fue mi primer día en Clifford Chance, el despacho que lo cambió todo y en el que empecé, por segunda vez, mi carrera profesional tras el famoso annus horribilis.

Recuerdo que el año había empezado con el primer trabajo decente en lo que se me hizo una eternidad: un puesto de back office en la Banca Rothschild, fijo tras los inevitables seis meses de prueba por 18.000 al año. Y estaba tan contento yo en el banco cuando me llamaron de Hays para decirme que había un proceso en un despacho internacional de abogados para el que querían presentar mi candidatura. Yo ya no estaba en búsqueda activa, pero hacer un par de entrevistas nunca viene mal y, quien sabe, quizá pagaran más y mejor, así que les dije que la presentaran. Esa misma tarde hice mi due diligence (entonces no sabía que se llamaba así) y me estuve informando sobre el despacho en Internet.

C3
Clifford Chance posando tras el proyecto Brick

Salí impresionado, claro. Me di cuenta de la oportunidad que representaba aquel proceso en términos profesionales y mi actitud cambió totalmente, pero no podía ni imaginar lo que iba a significar en términos personales. Recuerdo que las pruebas técnicas y las dos primeras entrevistas, con RR.HH., me salieron muy bien, casi clavadas, y que me pasaron en seguida a entrevistarme con el socio del departamento de «Financiero». Tuve buen feeling en la entrevista pero no salí del todo convencido y tenía razón porque al socio no le había convencido tampoco.  Pero, como Clifford Chance es Clifford Chance, cuando terminó al entrevista cogió el teléfono y llamó al socio director de Inmobiliario y le dijo «Alfonso, acabo de entrevistar a un tío que no es mi tipo pero que me da en la nariz que es exactamente lo que tú estás buscando, ibais a congeniar de maravilla, llámale.» Y, en efecto, a la mañana siguiente me llamaron de Hays diciendo que tenía otra entrevista con otro socio y allí que me fui.

29741_1420957476644_2341067_n
Alfonso y yo, en mi último día en C.C.

Es difícil de explicar lo bien que me cayó Alfonso desde el minuto uno, pero para daros una idea, la entrevista duró cerca de una hora durante la que hablamos del puesto diez minutos y pasamos el resto del tiempo hablando de los libros que leíamos y charlando de lo humano y lo divino. Ni siquiera hablamos en inglés. Salí pensando que me lo llevaba y, en efecto, no me había ni alejado doscientos metros cuando me llamaron de Hays diciendo que el puesto era mío.

No podía creer mi buena suerte. En aquel momento solo pensaba en que era una oportunidad y en que encima iba a cobrar un tercio más de un salario ya de por si digno con el que ya me había acostumbrado a vivir pero, en realidad, lo mejor estaba por venir. Gracias a Alfonso, a quien admito que aun tengo en un pedestal pero es que resulta que es uno de los tíos más inteligentes, simpáticos, amables y de buen corazón que he conocido en mi vida(1), entré en contacto con lo que es una organización y una empresa de élite, una organización que busca a los mejores trabajadores (hasta para hacer fotocopias) y que, como sabe que son los mejores, los trata bien para que no se vayan a otra empresa de élite que les está buscando. Experimenté de primera mano el ciclo virtuoso del trabajo, ese del que hablaba en mis clases de Project Management en la UAX sin haberlo conocido de primera mano y que tanto me abrió los ojos sobre lo que podrían y deberían ser las relaciones entre empleado y empleador.

C
El equipo de Inmobiliario casi al completo.

Y conocí a un grupo de gente formidable, el equipo de abogados de Real Estate de Clifford Chance en el más tonto era controlador aéreo. Profesionalmente sus carreras hablan por si mismas, los que no siguen en Clifford son ahora los socios de Inmobiliario de algunos de los despachos más importantes de España (mención especial para Guillermo por aquello de salir del Madrid y entrar en el Barça) o dirigen departamentos legales en grandes empresas, pero es que, además de ser grandes abogados internacionales y listos como ellos solos eran todos, y lo siguen siendo, grandes personas. Gente que me enorgullece día a día que me consideren su amigo y que, honestamente, aun me sorprende un poco que lo hagan y que vengan a mis saraos y a mis cumpleaños y hasta se vistan de negro para hacerlo. Gente como Roweena, cuyo nombre no voy a dar porque es muy, muy discreta, pero que quizá sea la mujer más extraordinaria que conozco; o como Julieta, que es una luchadora de campeonato que nunca, nunca se da por vencida – y siempre acaba consiguiendo por lo que lucha. Y gente como MariJose.

37762_1491371156942_5903704_n
Marijose, una profesional como la copa de un pino.

MariJose, mi «compi» con la que compartí cubículo todos aquellos años. MariJose, que ya estaba profesionalmente de vuelta de sitios de los que yo ni había oído hablar. MariJose, de la que aprendí tantísimo en los primeros meses y a quien tanto debo de mi carrera profesional. MariJose, socialista de pro y con quien tenía encendidas discusiones políticas de vez en cuando. MariJose a quien he llamado más de una vez porque me había enterado de un puesto en el que pagaban una millonada y para el que querían su perfil pero que no quería moverse de Clifford Chance ni con agua caliente. MariJose, a quien siempre recuerdo con una sonrisa y que, maldita sea, falleció hace un par de semanas víctima de un cáncer fulminante. Descansa en paz, «compi», seguro que la Quinta ya no es lo mismo sin ti.

C2
Foto de grupo de un cumpleaños de Rafa, un tío mayúsculo, socio de Eversheds.

Clifford Chance fue una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida. Tanto por lo que supuso históricamente de punto de inflexión y consolidación en mi carrera profesional como por la gente maravillosa a la que conocí ahí y que sigue estando ahí y siendo igual de maravillosa. Podría alargarme contando anécdotas durante horas, tanto de antes como de después, pero no quiero repetirme (muchas ya están en el blog de aquellos años) y además tampoco es el objetivo de este escrito, en el que solo quería rendir un homenaje a ese bendito equipo y a esa bendita empresa por si acaso algún día, dentro de otros diez años, no recuerdo lo que significaran para mi. Y para decirte, querido lector, que si tienes la oportunidad de trabajar allí no lo dudes ni un segundo y que si estás estudiando derecho y andas un poco perdido dale un vistazo para ver a lo que puedes que aspirar.

O tempora, o mores.

Arthegarn______________
(1) De hecho, si de algo me arrepiento de aquella época es de haber sido tan estúpidamente clasista como para, en su momento, no haberme permitido hacerme amigo de Alfonso (que sí que me consideraba su amigo) porque «no era lo correcto»; porque tropa y oficiales no intiman y ese tipo de cosas. Qué idiota he llegado a ser en mi vida, Señor, menos mal que a él, como a la gente que de verdad tiene clase, mis clasismos se le daban una higa y ahora se ríe cuando le recuerdo aquello.

Un comentario en “6/6/6”

Contesta aquí

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: