Lo que más me enerva de la visita del Papa a Madrid no son las molestias que causa ni el dinero desperdiciado, sino la intolerancia, el odio y la hipocresía que está exponiendo. Porque en España hay que ser tolerante con todo… menos con los católicos, claro.
Esta es una opinión que vengo teniendo desde hace cosa de quince años: en España hay que ser tolerante con todo, permitir todo tipo de opiniones, creencias, formas de vida, ideas políticas, sexualidades, modas, comportamientos, modelos de estado y religiones con la excepción del catolicismo romano. Todo el mundo se anda con cien ojos antes de descalificar a un colectivo por
los actos de un indivíduo(1), antes de hacer tábula rasa y decir “todos los homosexuales son iguales”; se tira de relativismo moral a espuertas para mirar hacia otro lado frente a creencias, actitudes e incluso acciones que yo considero completamente intolerables con frases como “es que es su cultura”, “es que es su religión”, “sus valores no son los mismos que los nuestros”, etc. menos cuando esas diferencias las tiene uno con el vecino de al lado, que es católico.
Cuando formé esta opinión yo mismo era católico. Y a mucha honra. Durante muchos años no expuse demasiado en público este asunto porque no podía evitar pensar que era juez y parte, que a lo mejor era todo un poco de manía persecutoria mía, que al fin y al cabo me encantaba meterme en fregados y llevar la contraria a la gente y que, siendo una forma muy buena de hacerlo el defender a la Iglesia, a lo mejor esa impresión que tenía no era más que una consecuencia lógica de mi gusto por la polémica. Al igual que si te subes a un ring de boxeo lo lógico es que te peguen, si vas de Cruzado Católico Dura Lex lo lógico es que encuentres gente que ataca a los católicos. Buscad y encontraréis(2). Pero ahora no soy católico y sigo viendo exactamente lo mismo y me parece fatal.
Quiero que quede una cosa diáfanamente clara en este momento, sobre todo para aquellos que me conocen de hace muchos años y que probablemente tengan una idea de mi un tanto cristalizada a este respecto: no soy católico y no volveré a serlo jamás. El catolicismo me sigue pareciendo una religión magníficamente lógica y coherente si aceptas sus premisas, una obra maestra del pensamiento y de la mente humana. Lo que pasa es que sus premisas incluyen algunas estupideces de marca mayor. No creo que haya ni un solo católico romano inteligente que sea capaz de ponerse frente al espejo, mirarse a los ojos y, sabiendo lo que dice, preguntarse por ejemplo “Vamos a ver, ¿de verdad, de verdad, de verdad creo en la intercesión de los santos?” (o en la transubstanciación de la Eucaristía, o en la asunción corporal, o en muchos otros dogmas tal y como están formulados) y contestar, sinceramente, “Sí”. Yo mismo, cuando era católico, le daba vueltas y más vueltas a los conceptos para poder contestar ese “sí” (famoso es mi artículo sobre la virginidad de la Virgen) que en realidad en muchos casos era un “no, pero tampoco creo lo contrario así que sigo en el club”. Pero ya hace años que creo que los católicos se equivocan(3). Tanto al aceptar estas premisas como al basar sus vidas en bases como estas Caeteris paribus, creo que es más probable encontrar la felicidad y vivir en paz con tus semejantes y en armonía con el Cosmos fuera de la Iglesia Católica que dentro. Mi admiración por las estructuras teológicas,
éticas, morales y filosóficas de la Iglesia Católica son paralelas a mi admiración por el lógico, complejo y coherente mundo construido por George R.R. Martin en A Song of Ice and Fire o por Gene Roddemberry y Michael Piller en Star Trek(4). El hecho de que admire esas estructuras no quiere decir que crea que son ciertas, al igual que el hecho de que me guste Star Trek no quiere decir que crea en los klingons. Las opiniones que siguen a continuación, pues, no son las de un católico defendiendo lo suyo, sino las de un agnóstico que opina que todos los católicos están equivocados y que probablemente vivieran más felices si jamás hubieran sido católicos que resulta que tiene ojos en la cara y un sentido quizá exagerado de la justicia(5).
Y es que me resulta extraordinariamente molesto ver como se maltrata, prejuzga e insulta a los católicos en general y a la jerarquía eclesiástica en particular, y como esos maltratadores se creen en su derecho (a veces incluso en su obligación cívica) de hacerlo. Yo aún tengo que escuchar a un obispo llamar a alguien algo peor que «pecador» o «inmoral», pero no creo que sea necesario hacer una recopilación de lo que una parte importante de España está llamando a los católicos, a los obispos, al Papa y a las autoridades y empresas que han apoyado la JMJ para ver que no hay proporción. Y esto no se circunscribe a la JMJ, sino que es parte del pan nuestro de cada día. Muchísima gente no tiene el menor escrúpulo en defender, en el día a día, que todos los curas son unos pederastas, por ejemplo, o unos ladrones, o unos reprimidos, o unos embusteros, o unos hipócritas. Gente que muy probablemente no ha charlado en su vida con un cura, gente que se guardaría muy mucho de decir algo semejante de un indivíduo al que conociera de pasada o de nada en absoluto, gente que jamás diría eso de un colectivo que no conoce basándose en las supuestas acciones de un miembro de ese colectivo que tampoco conoce, ponen a caer de un burro a la Iglesia, los curas y los católicos en cuanto tienen una oportunidad. ¿Por qué? ¿Por qué gente que se excusaría por ofrecerle jamón a un judío considera que está justificado arremeter de esa manera e insultar y demonizar a los católicos, ridiculizar en público sus creencias más profundas y despreciarles profundamente en privado sin concederles los beneficios de la duda o de la réplica?
Pero claro, ellos «se lo han buscado». En España, la Iglesia ha tenido mucho poder durante muchos años, ha influido todo lo que ha querido en las leyes y la vida social de España y ahora que no tienen ese poder todo ese odio reprimido se desata. Vae victis. Es una explicación histórico-sociológica válida, desde luego, pero moralmente es execrable. Moralmente tenemos que pensar, como indivíduos, en las cosas que nosotros hacemos como indivíduos y en como afectan a nuestro entorno, tenemos que tratar a cada uno como se merece por sus propias acciones, suum cuiqu
e tribuendi y todas esas cosas. Por favor, parémonos a pensar un momento, usemos la regla de oro. Supongamos que una persona totalmente desconocida, basándose en información extremadamente fragmentaria pero creyéndose (quizá sinceramente) en posesión de la verdad insultara o ridiculizara a todos y cada uno de los indivíduos de un colectivo al que pertenecemos, ¿cómo nos sentaría? ¿Cómo reaccionaríamos? Muy cercano a los lectores de este blog, pensemos en el caso Mireia Laguna. Independientemente de que diga tonterías y falsedades, independientemente de que no sepa por dónde van los tiros, o precisamente por ello, ¿es justificable su actuitud? ¿Tiene algún tipo de escusa escribir algo que intenta ridiculizar, destruir e insultar de forma gratuita? ¿Qué pensamos de alguien así? ¿Queremos ponernos a su altura? ¿O es que los católicos son, por alguna razón, un «blanco legítimo»? ¿Por qué?
Y luego tenemos a los que, desde un insufrible trono de arrogancia intelectual cuando probablemente no han leído en su vida el catecismo ni tenido una charla distendida con un cura, excusan más o menos a los laicos, pero al clero le aplican presunción de culpabilidad. «Bueno, es posible que los cristianos de a pie sean inocentes de todas las maldades de la iglesia, que sean simplemente unos borregos a los que se ha engañado y se mantiene en la oscuridad y la ignorancia. Pero los curas, todos, son unos hipócritas que saben que lo que están diciendo son mamarrachadas oscurantistas y las siguen diciendo para vivir del cuento y forrarse a costa de la ignorancia, el miedo y la superstición». En serio, ¿qué pruebas tienes de eso? ¿Dónde queda la presunción de inocencia, desde un punto de vista moral? ¿Verdaderamente crees que la gente tiene derecho a ser considerada inocente, a que se piense de ellos que no son unos delincuentes o unos sinvergüenzas hasta que se demuestre lo contrario? ¿O con los curas hacemos una excepción? Aparte, por supuesto, de que eso divide a los mil millones de católicos en el mundo en dos grupos: los imbéciles y los hipócritas, y que creo yo que alguna excepción tiene que haber. En fin, yo fui católico hasta antesdeayer y considero que esté en ninguno de los dos grupos, y lo mismo puedo decir de muchos de los católicos que he conocido a lo largo de mi vida, y de decenas de sacerdotes. Borregos he conocido, pero clérigos hipócritas no. Aparte de que, insisto, partir de la base de que una persona, por haber hecho unos votos es un hipócrita y un sinvergüenza me parece fatal.
Y es que hay mucha gente que, además, parece tener la piel particularmente fina allí donde la Iglesia Católica está involucrada, que en cuanto la oye mencionar respecto a un tema se pone automáticamente en contra y del mismo y empieza a buscar en todos los rincones la perversa mano negra del «poder de la Iglesia en las instituciones». Pongamos por ejemplo la JMJ. Para mucha gente, el hecho de que cuente con la ayuda y bienvenida de los poderes públicos es un hecho intolerable, que solo puede comprenderse por el mencionado poder de la Iglesia en el gobierno de Madrid. Sin embargo esa misma gente entiende perfectamente y apoya la candidatura de Madrid a celebrar unos juegos olímpicos, a pesar de que la inversión es infinitamente mayor(6) y la afluencia de público que cabe esperar claramente menor. ¿Por qué? ¿Por qué ese doble rasero? ¿Por qué se ve el sentido (que lo tiene) en gastarse cien veces más en unos Juegos Olímpicos para un retorno menor, pero la JMJ es una idea tan mala, tan mala, que solo puede entenderse a través de unas hipotéticas sotanas susurrantes en Sol? ¿Por qué se pone en duda sistemáticamente que la visita de millón y pico de personas vaya a dejar dinero en la ciudad?
Y luego está lo de la desinformación, claro. Hay gente que odia de tal manera a la Iglesia Católica que se siente justificada en propagar bulos, rumores, mentiras y falsedades con tal de perjudicarla, porque creen que perjudicando a la Iglesia se sirve a un bien mayor, o porque razonan (por llamarlo de alguna manera) de una forma semejante al «vale, esto no será del todo cierto, pero sirva de contrapropaganda por todos los bulos que nos meten ellos»(8). Precisamente Anaiu acaba de publicar una corta pero elocuente entrada en su blog a este respecto… Pensar que algunos de mis amigos, que han sufrido en sus carnes este tipo de rumores malintencionados y saben el daño que hacen y lo difícil que es desmentirlos, se dedican a este tipo de cosas sin el más mínimo remordimiento, siempre partiendo de la presunción de culpabilidad e hijoputez de la Iglesia, me repatea.
Un ejemplo: Hecho 1: La JMJ cuesta 50 millones de euros, de los cuales el 50% los ponen los patrocinadores y el otro 50% instituciones estatales. Hecho 2 Es
tamos en una crisis económica impresionante con un paro horrible y mucha gente pasándolo mal. Conclusión: La poderosa e influyente Iglesia Católica ha conseguido que nos gastemos 25 millones de que son muy necesarios para otras cosas, el Estado paga la mitad de la visita del Papa. Realidad: Las instituciones públicas no ponen un solo céntimo en la JMJ, esos 25 millones son la estimación, en términos financieros, de lo que costarían los terrenos e instalaciones cedidas para el acto si hubiera que pagarlas, así como el importe de los incentivos fiscales a los patrocinadores (medida esta que no tiene nada de espectacular y que se ha usado este mismo año para eventos igual de «privados» como la Ocean Volvo Race (una regata), o el 800 aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa).
Otro ejemplo: Hecho 1: Las instituciones públicas han prestado diversos espacios de forma gratuita para que los peregrunos se alojen. Hecho 2: La organización de la JMJ cobra el alojamiento a 18 euros por peregrino. Conclusión: La pérfida y avariciosa Iglesia Católica se embolsa 18 euros por cada peregrino que duerme en unos colegios que hemos cedido gratis. Realidad: Esos 18 euros se cobran para pagar los suministros (agua y luz), el acondicionamiento y limpieza de esos espacios públicos tras la JMJ (los acuerdos implican dejar los espacios cedidos en las mismas condiciones en que estaban al cederse).
Por no hablar de la gente que, simplemente, tiene fe en que la Iglesia es mala, gente a la que le discutes este tipo de bulos con datos y te contesta que «no le importan los datos», que «no confía en lo que diga el Consejero de Interior», que «le vale mil veces más su intuición». ¿Qué se hace con gente así. que simplemente ya ha decidido en su fuero interno que la Iglesia es una ladrona y que nada de lo que le digas le va a convencer, no ya de que no lo es en general, sino de que no ha cometido el robo específico del que le está acusando? ¿Cómo puede la gente ser tan rematadamente injusta? Escapa a mi entendimiento, de verdad. A mi me da mucha rabia que me demuestren que estoy equivocado y suelo resistirme como gato panza arriba, pero tengo la suficiente integridad intelectual como para aceptarlo y cambiar (y el hecho de que ya no sea católico creo que es el mejor de los ejemplos, no os creáis que me caí del caballo, lo suyo le costó a en noches y noches de discusiones filosóficas sobre la existencia del bien, del mal y del libre albedrío contracausal). Que haya gente que se autoproclama fanática de sus opiniones me supera, máxime si esas opiniones le llevan a vilipendiar, odiar, insultar e intentar destruir lo que otras personas, que a su vez pueden tener razón o no, han construido legítimamente.
Yo entiendo que el que los obispos estén cada dos por tres insistiendo en que el sexo es pecado acaba por cansar (porque aun estoy por que alguien me diga algún dictado moral de la Iglesia con el que no esté de acuerdo y que no tenga que ver con el sexo), pero este odio me resulta injustificado. De acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia yo soy un pecador público que vive en concubinato y me importa un pimiento. Que piensen lo que quieran mientras no me intenten separar de Ana, tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. Tampoco me importa un pimiento lo que opinen el Gran Muftí de Estambul, el Dalai Lama, el Gran R
abino de Jerusalén, el Patriarca de Moscú (que, por cierto, opinan más o menos lo mismo que el Papa), me parece perfecto que tengan su moral y su código ético y que juzguen que, de acuerdo a él, soy un inmoral. Me parece perfecto mientras no intenten obligarme a vivir de otra manera y la Iglesia Católica, la de hoy en día, no intenta obligar a la gente a vivir de una u otra manera. Oh, intenta influir entre sus miembros, desde luego, para que la legislación esté en consonancia con sus ideas, pero el poder lo tienen mis conciudadanos, no la Iglesia, que tiene, como mucho, autoridad. Me pasa lo mismo que con los testigos de Jehová o los Mormones: serán unos plastas, pero me cuesta mucho odiar a quien, en realidad, solo quiere que participe en lo que sinceramente cree que es bueno.
En fin, que no me hace demasiada gracia la JMJ, que no me la hace ahora siendo agnóstico y tampoco me la hubiera hecho siendo católico, que me va a suponer multitud de trastornos y que, aun así, considero que puede ser muy buena para Madrid (si los peregrinos se llevan la idea de que somos un pueblo amable, simpático y acogedor y no unos antipáticos que hacemos todo lo posible para que no se sientan bienvenidos). Y que llamo a muchísimos de los que me léeis a que hagáis una reflexión: si este mismo follón fuera por unos juegos olímpicos, o un mundial de fútbol, ¿estaríais dándole vueltas a la mano negra del COI, planeando concentraciones para protestar por la presencia de la FIFA en España, denunciando el entreguismo deportivo del Estado y sacando a relucir como en todas las escuelas hay campos de fútbol y baloncesto pero en casi ninguna una red de voleyball o, más crucial, un tablero de ajedrez? ¿Saltaríais con «si ya lo decía yo» y «si es que todos los atletas son iguales» al primer titular que dijera que Marta Domínguez está implicada en un asunto de dopaje (esto lo digo entre otras cosas porque la pobre era más inocente que el Niño Jesús pero de eso los periódicos casi no han informado, lo que me parece fatal)?
Pues eso. De verdad, odiar es malo y negativo, trae problemas y hace infeliz, a ti y a quienes te rodean. Intentad no odiar y, en particular, intentad no odiar a la gente por su religión. Aunque sean católicos y crean que vais a ir al infierno.
Pax vobiscum,,
Arthegarn___________
(1) En este tema en concreto hay otra excepción añadida a “los católicos”: “los políticos” (y, últimamente “los banqueros”)
(2) Mt. 7, 7.
(3) Como siempre, estoy hablando de los católicos de verdad, de los que se lo toman en serio, de los que se leen en catecismo, de los que estudian teología. La muchedumbre de “católicos no practicantes” no me merece el más mínimo respeto intelectual (ni me lo ha merecido nunca) porque eso que dicen que tienen no es una religión, es una serie de supersticiones más o menos baratas y más o menos simples, sin la menor integridad como corpus moral y que, en la inmensa mayor parte de los casos, está directamente en contra de lo que la Iglesia Católica propugna como verdad. Ya lo he dicho muchas veces, pero el 90% de los que en España se llaman católicos son unos herejes de cuidado que, simplemente, no saben de qué hablan. Eso sí tienen derecho a llamarse lo que les de la gana y a vivir como les plazca, por supuesto.
(4) Hasta que Rick Berman y compañía se cargan esa coherencia a partir de la tercera temporada de Voyager, claro.
(5) Y los datos son datos.
(6) Barcelona’ 92 fueron 5.750 millones de euros de inversión. No estoy contando otros gastos como seguridad, etc.
(7) La organización de la JMJ espera millón y medio de peregrinos mientras que a Barcelona 92, según los cálculos más optimistas, fueron en total unas 900.000 personas.
(8) Porque la manipuladora y maligna Iglesia Católica nos engaña en cuanto puede, por simple afición, por no perder la práctica. Es bien sabido, que diría Irri…