Dios crece con nosotros.

Ayer estuve pensando que Dios no puede ser eterno e inmutable.

Dios crea el universo y con él el tiempo, por lo que el tiempo para él es algo contingente y no necesario, pero no necesariamente ajeno. Puesto que Dios existe fuera del tiempo, sus restricciones y definiciones, la medida de las cosas según el antes y el después, malamente pueden aplicarse a Dios de forma necesaria, Dios no cambia ni envejece ni desea o desespera .

Pero lo que sí cambia y lo que sí que está sujeto al tiempo es el universo. Si Dios es perfecto se deduce que tiene que ser perfecto, no para el universo en su globalidad, en su media, sino perfecto para todos y cada uno de los instantes y estados del Universo, y el Dios que es perfecto para el Big Bang no es necesariamente el Dios que es perfecto para el momento actual.

Si la herramienta perfecta para clavar clavos es un martillo, la herramienta perfecta para atornillar tornillos es un destornillador y Dios fuese la herDiosramienta perfecta, Dios no sería un martillo cuyo mango es un destornillador ya que la funcionalidad adicional es superflua cuando no es requerida y una herramienta con funcionalidades superfluas, es decir inútiles en un momento dado, se aleja de la perfección en la medida en la que presenta esas superfluidades. La perfección es, entre otras cosas, eficacia y lo que no es eficaz no es perfecto en la medida en la que desperdicia recursos y funcionalidades, en la medida en la que está sobrediseñado. La herramienta perfecta es el martillo perfecto cuando te enfrentas a un clavo y el destornillador perfecto de cabeza perfecta cuando te enfrentas a un tornillo, no las dos cosas a la vez. La herramienta perfecta es la que es capaz de cambiarse a si misma en función del cometido que tiene delante.

De la misma forma, Dios no puede ser perfecto para cada instante de un universo en evolución sin estar sobrediseñado, lo que implica que la configuración de Dios cambia con la configuración del universo, para mantener esa perfección en cada instante.

Dios no puede ser a la vez perfecto e inmutable. Dios cambia con Su creación, manteniéndose eso si perfecto en cada instante. Y por ministerio del libre albedrío nosotros definimos, aunque no nos demos cuenta, cómo va a cambiar Dios en el futuro.

Lo cual es muy bonito de pensar… si crees en el libre albedrío. O en Dios, ya que estamos…

Balance y Memoria de 2011

Se acerca el fin de año y, una vez más, siguiendo la tradición inaugurada por mi hermana Zalasa, llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2011:

  • Arthegarn punto com de una vez. Ahí sigue, más muerto que nada. Últimamente el insigne Haplo Schaffer se ha ofrecido a ayudarme, e incluso Mithur ha levantado una ceja. Pero no sé yo…
  • Enseñarle España a Schizo. ¡Conseguido! En febrero pasamos una semana magnífica los tres, paseando por Madrid y por Castilla, con anécdotas de todo tipo a tutiplén. La única pena es que no la pudierais conocer.
  • Escribir más. No lo he conseguido. He escrito una media de tres tristes artículos al mes, y de esos uno es el de los libros leídos. Es cierto que algunas de esas entradas han tenido mucho éxito, particularmente las del 15-M, pero al final he escrito mucho, mucho menos.
  • Hacer ejercicio cinco días de cada siete. Esto funcionó mientras tuvimos en casa bicicleta estática (que era de J.A.S.O. y se la llevó). Le doy un cumplimiento “a medias”, fundamentalmente porque he conseguido bajar bastante peso y nos vamos a comprar otra.
  • Hacer finalmente planes a largo plazo con Ana. Nada que pueda comentar al respecto.
  • Ir a la Semana Negra: ¡Conseguido! Difícil de creer, pero conseguí huir a Gijón en esas fechas y volverme con otra tonelada de libros.
  • Montar un restaurante: ¡Conseguido! Bueno, en realidad no lo he montado yo, el mérito es de HK y Chrome yo solo he puesto el dinero (con Ana), pero desde septiembre es realidad 13, el mejor restaurante de Gijón,de España y del mundo mundial, y ya estáis tardando en ir a conocerlo (ya dejaros los eurines). Ver como tira p’alante en nuestro último viaje ha sido muy, muy gratificante.
  • No beber alcohol los días de diario salvo excepciones justificadas. No, esto, no. He reducido mi ingesta de alcohol otro año más, eso está claro, pero todavía me falta hasta hacerla llegar a donde yo quiero. De momento he decidido (recientemente) dejar la cerveza (¡y lo estoy cumpliendo!) ya que ésta constituye el 80% de mi ingesta de alcohol y tiene el problema de que la bebo como agua. Pero de ahí al propósito, nada de nada.
  • No emborracharme ni una sola vez. Esta tampoco. Este año me he cogido exactamente seis cogorzas de importancia, lo que (todo sea dicho) es bastante menos que en 2010 y muchísimo menos que en 2009.
  • Perder seis kilos. He perdido tres, así que a medias.
  • Seguir ahorrando. ¡Conseguido! Entre la inversión (la amortizada) en el 13, el plan de pensiones y la CAV he conseguido ahorrar el 14,35% de mi sueldo neto, que no está nada mal. No obstante el año pasado ahorré comparativamente más, un 15,75. Teniendo en cuenta que mis ingresos netos han subido un 10% entre ambos años, me gustaría saber en qué rayos me he gastado tanto dinero.
  • Seguir con Ana. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero ¡conseguido!
  • Volver a Londres a visitar a Rustythoughts. No ha podido ser, qué se le va a hacer.

Cosas buenas de 2011:

  • El nacimiento de mi sobrina Victoria. La boda de mi hermana Zylgrin con Xinxas.
  • Los meses que pasó Zalasa en La Mazmorra. Que se haya ido sabiendo más o menos quien soy, y al menos confiando en las partes que no conoce.
  • Ana, por supuesto. Mi madre. Mi padre. Mi familia. Mis amigos (es increíble pensar que tengo amigos entre los 19 y los 46 años). En general, la mejora de los amigos que más preocupado me tenían el año pasado por estas fechas, y el notable éxito profesional de Zaryss.
  • La visita de Schizo. Sentir que estaba haciendo algo bueno, que estaba contribuyendo a restablecer el equilibrio kármico del universo sin creerme nada de eso. Abrazar finalmente en persona a alguien a quien hacía casi una década que quería abrazar.
  • Perder peso. Beber menos. Ser más sano. Hacer ejercicio.
  • El orgullo profesional, aunque sea por cosas que no tienen nada que ver con mi trabajo. Sentir, por primera vez desde hace años, que verdaderamente podría hacer otra cosa si me diera la gana y que hay gente (mucha más de la que creo, al parecer) que verdaderamente cree que haría un buen profesional en otros campos y que no son mi papá, ni mi mamá, ni mis amigos que me conocen muy a fondo. Aunque otros me los habían dicho antes, y aunque al final no llegó a ningún sitio, todavía le debo una cena a Reich Hell por hacerme sentir valorado y respetado.
  • Gastrochigre 13. Y a por ellos.
  • Perderle el miedo a darse un viaje (de vez en cuando, no puede uno largarse todos los fines de semana) y disfrutar en el mismo sin obsesionarme por lo que me va a costar. Sentir como a veces te disuelves en el paisaje, en la naturaleza, y te pierdes y dejas atrás la responsabilidad y la culpa (quien me conozca sabe que esto es casi imposible para mi) y como a veces eres más tú que nunca, un gigante en un mundo a escala, sin duda ni inseguridad (otra cosa casi imposible). Volver al mismo mundo que dejé, pero con más ganas.
  • Recuperar a mi abuela Carmenchu, en todo el esplendor de quien me contaba cuentos de Jim Tirapalante.

Cosas malas de 2011:

  • Ver irse a mi hermana Zalasa a hacer las Américas, sin estar nada convencido del tema, y tener callarme mis dudas, objeciones y protestas porque, aunque para mi siempre será mi hermanita, hace muchos años que le cambié el último pañal y tiene derecho, no solo a tomar sus propias decisiones, sino a esperar además mi apoyo incondicional. Teniendo en cuenta lo difícil que ha sido ver irse a mi hermanita para mi, lo de ver irse a una hija tiene que ser atroz.
  • El fiasco del 15-M. Ver como algo que podría haber sido un verdadero movimiento reformista y regenerador de la democracia en España era rápidamente absorbido por la izquierda, luego por la izquierda radical anarquista-libertaria y, finalmente, acababa en un entristecedor bluff. Otra oportunidad perdida.
  • Darme cuenta de que nunca, nunca, nunca debí haberme ido de Clifford Chance. Dejando de lado todo lo demás (que lo hay, y para rato), allí hice amigos el primer día que mantengo año y medio después de haberme ido. Aquí… pues, en una palabra, no.
  • Ver tan, tan poco a mi familia y mis amigos; sobre todo a estos. La decadencia de la escena siniestra madrileña.
  • Dejar el BDSM.
  • Las peleas con Ana, que ha habido muy pocas pero han sido tan estúpidas como dolorosas y, la última, muy peligrosa.
  • Los excesos de todo tipo, que son muy escasos pero muy puñeteros.
  • Sigo echando de menos a Dios, a Cristo, al sentido y objetivo del universo. La física cuántica es preciosa y fascinante pero no contesta a mis preguntas, aunque muy probablemente sea porque le estoy preguntando a la persona equivocada. El problema es que la única persona a quien le puedo hacer ciertas preguntas parece ser que soy yo mismo, y yo no me fío de mi mismo. La desviación típica tiende a infinito.
  • La crisis. Los amigos que han perdido su trabajo (p.ej. Ana, sin ir más lejos) o que buscan y no encuentran. Como comentaba hace unos días con un amigo de la adolescencia, estar “al loro a ver si sale algo” pero darte cuenta de que hay muy poco “loro” para tanto comensal.
  • Los idiotas. Darme cuenta de que cierta gente es, simplemente, idiota. Que no son pobres diablos que repiten dicen estupideces que no se han parado a considerar y que pueden discutirse con un poco de razonamiento, sino que verdaderamente son idiotas que han oído las mil goebbelsianas veces una estupidez y verdaderamente se la han creído y la han hecho suya hasta el punto de construir sus personalidades y estructuras de creencias sobre esas bases. Darme cuenta de que con cierta gente no merece la pena discutir y, lo que es peor, de que cierta gente simplemente no merece la pena.

Propósitos para 2012:

  • Seguir avanzando en mi vida y en mi relación. Asegurar el futuro.
  • Dejar la cerveza. No agarrarme una borrachera ni una sola vez en todo el año. Definimos «borrachera» como «beber lo suficiente como para levantarme al día siguiente sin tener muy claro lo que pasó a partir de un punto pero con la idea de que debería estar avergonzado y en efecto avergonzarme cada vez más de lo que hice, dije y me gasté según lo averiguo».
  • Ser más sincero y espontáneo con Ana. Ingeniármelas para prescindir de mis mecanismos de censura previa. Recordad que la integridad (aparentar ser por fuera como en realidad eres por dentro) no tiene solo que ver con la virtud sino también con el vicio. Esto no es que suela mentirla ni nada semejante, es que muchas veces me callo cosas que no debería callarme.
  • Seguir perdiendo peso. Hacer ejercicio cinco días de cada siete (desde que tenga bici).
  • Sacarme el título de traductor jurado de inglés y, con un poco de suerte, otro sobresueldillo (Copito de Nieve me comentó que si me sacaba el título de jurado me encargaba a mi las de Vestas, eso es un incentivo importante aunque sea más trabajo).
  • Comprarme un ordenador decente, una mesa decente, una silla decente y escribir.
  • Arthegarn punto com. Ja, ja.
  • Ver más a la gente que quiero. Eso quiere decir ver al menos una vez al mes a mis padres y hermanas (aunque sea por Skype en el caso de Zalasa) y al menos dos veces al año (que tampoco es mucho pedir) a gente a la que quiero mucho y veo muy, muy poco como (por ser SMART) Albus, Alma y Vigara, CP y Tardis, Ignatius e Inaeternitas, Morti, Nedox y Sheila, Roweena, Shelly, Hudson Hawkes y más gente de Clifford Chance, Slanter y Spock, Vieja Bruja y Ercole, Warden y Rut o Zor y Eris.
  • Progresar profesionalmente, en Vestas o en otro sitio. No quedarme parado donde estoy. Buscar más retos, más responsabilidades, un título más largo y, ante todo, más dinero Involucrarme más en las asociaciones profesionales en las que me he inscrito este año.
  • Seguir ahorrando. Este año, a por el 20%. Que yo puedo. Hop, hop, hop.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2012 a todos.

Abrazos,

Arthegarn

 

Dios no creó el infierno. Fui yo.

La gente nace, vive y muere y eso lo tengo asumido. Mis seres queridos vienen y se van, y también lo tengo asumido. Y, cuando se van, sé que no los volveré a ver, que no volverán a quererme ni a reir con mis alegrías ni a llorar con mis penas, y siento que estoy un poco más solo y eso me entristece. Pero no sufro particularmente por ellos, porque han desaparecido y, por tanto, están mucho, mucho más allá de sentir dolor, angustia o sufrimiento. Todo eso lo llevo bien.

Pero cuando tengo una misa funeral por alguno de estos seres queridos, cuando intento expresar mis sentimientos en un marco de referencia y con un lenguaje cristiano (porque eran cristianos), cuando pienso en una acción de gracias o escribo una oración pidiendo que “gocen de la gracia prometida por Jesús, que Dios les conceda la felicidad de la Vida Eterna y el conocimiento de lo importantes que fueron y de lo que les seguimos queriendo”… Entonces se me parte el alma que no tengo, porque ya no creo en ninguna de esas cosas, porque ya no hablo ese idioma aunque sepa decir las palabras. Y me siento vacío, estéril y sucio, como si intentara hacer el amor con el cadáver de mi amada. Y me enfado conmigo mismo, con el mundo y con Dios, por hacerme desenterrar de vez en cuando los despojos de aquello que me fue tan precioso, por obligarme a volver a mirarlo a los ojos y volver a fundir mi espíritu, que no tengo, con el suyo, para encontrar las palabras adecuadas.

Y luego estoy roto y miserable porque recuerdo, una vez más, todo lo que he perdido por subirme a esta torre de marfil intelectual en la que estoy, tan alto, lleno de razón y solitario. Y me odio porque sé que, aunque podría, aunque lo deseo desesperadamente, no voy a volver; no voy a dejar entrar en mi torre a esa hermosa figura que espera, vestida de blanco, toda sonrisas, abrazos, amor y perdón, a que le abra la puerta a la que llama suavemente, como pidiendo perdón por molestar, de vez en cuando.

Cuando era católico solía decir que el infierno es un estado del alma en el que esta se aleja completamente de Dios y que, como Dios es ubicuo, la única forma de ir al infierno era voluntariamente, dándole la espalda a Dios y rechazándole a sabiendas. ¡Cuánta razón tenía, sin saberlo! Cuánta razón…

Los libros de diciembre

I Shall Wear Midnight es el último Pratchett  (salió en septiembre) y el cuarto de la saga de Tiffany Aching que, como ya he mencionado otras veces, está escrita para adolescentes (un público más joven que para el que Pratchett suele escribir). En esta novela Tiffany tiene ya quince años y asistimos a, entre otras cosas, la evolución de su relación con Roland (el hijo del Barón), a su encuentro nada más y nada menos que con Eskarina Smith, protagonista junto con Yaya Ceravieja del primer libro de la saga de las Brujas (Equal Rites Ritos Iguales) y a la que no habíamos vuelto a ver desde entonces (hace ya más de 20 años) durante un viaje relámpago a Ankh-Morpok en el que aparece una nutrida selección de miembros de la Guardia (Zanahoria, Angua y Wee Mad Arthur, el «gnomo» del halcón de Monstruous Regiment) y a su relación con las dos brujas de Lancre (con especial atención a Tata Ogg, a la que se trata en este libro con otra óptica aunque uno se sigue echando unas risas con ella unas risas con Tata Ogg) y a las siempre hilarantes aventuras y explicaciones de los Nac Mc Feegle.

Una vez más se trata de una historia metememética. Pratchett está escribiendo mucho últimamente sobre sobre el poder de las historias y los cuentos, de como configuran la mente(1) , con ella, la realidad tal y como la percibe esa mente. El argumento (la base filosófica de la trama) es relativamente semejante al de Wintersmith lo que me hace pensar que toda la saga intenta formar las mentes de los niños y preadolescentes que la leen para que se den cuenta de que todo lo que han aprendido hasta entonces sobre como se supone que son las cosas es, en realidad, una especie de simplificación, algo así como unos cuentos que te cuentan para ayudarte a hacer un modelo prático, simple y suficientemente bueno de como fuciona el mundo, pero del que no te puedes fiar literalmente porque, en realidad, está basado en cuentos y mentiras. Creo que la saga trata de introducir en las mentes de sus lectores la idea de que la vida, de aquí en adelante, en realidad no va a ser tan simple y de que las apariencias engañan; que no te puedes fiar de alguien solo porque aparezca con una brillante armadura sobre un caballo blanco, y que no todas las brujas son malas. Una siempre recomendable lección de espíritu crítico, incluso para muchos adultos, que tiene además la virtud de hacer que te eches unas risas.

Y, casi dos años después, finalmente encontré el tiempo para releerme The God Delusion. Sigo pensando que es un libro soberbio, pero esta segunda lectura me ha mostrado puntos muy interesantes que en mi fascinación y avidez no percibí la primera vez, probablemente porque estaba demasiado interesado en lo que Dawkins quería decir que en los detalles de sus argumentos. Por ejemplo, uno de los que más me impactaron en su momento fueron los cargo cults y sus similitudes con el cristianismo; la relectura me ha hecho que ver que esas similitudes se deben a que los misioneros clristianos llevaban introduciendo memes como la ubicuidad o la parusía en las culturas indígenas desde hacía siglos; no aparecieron espontáneamente tras la partida de John Furm, evolucionaron tras ser introducidos en esa cultura por los misioneros. La segunda lectura me ha recordado también cuánto se equivoca Richard Dawkins cuando habla de cristianismo en general y de catolicismo romano en particular. Sus apologistas dicen que el hecho de que Dawkins se equivoque por ejemplo al hablar de Purgatorio es irrelevante, porque lo importante no es si el traje del emperador lleva jaretas fruncidas o chorreras dobles, sino que el traje en si mismo no existe. Y ese argumento es tan ingenioso como falaz, porque cuando utilizas como argumento para demostrar que el traje del emperador no existe la estupidez de su descripción es necesario saber la diferencia entre una jareta y una chorrera o, además de notarse que no sabes de lo que hablas, perderás credibilidad.

Y me ha resultado curioso releerlo sabiendo toda la física y toda la matemática que sé ahora, que The God Delusion me impulsó a leer y que por tanto desconocía la primera vez. Uno de los capítulos más demoledores para mi, el único que me hizo verdadera mella, de hecho, fue el último, La Madre de todos los Burkas, en el que Dawkins habla de lo extrañísimo que es el universo y de hasta qué punto no estamos equipados para entenderlo en su totalidad. Ese capítulo me hizo darme cuenta de que el Dios en el que creía no era, a pesar de toda su sofisticación, más que papá elevado a infinito. Si Dios existía, un Dios que ha creado un universo como este, con agujeros negros que desafían la noción de continuidad del tiempo y en el que todo está hecho de la precipitación de la probabilidad de que un montón de cosas individuales ridiculamente pequeñas existan o no en un momento dado (si existe tal cosa como un «momento dado», claro)… si Dios existía, como digo, y se parecía al universo, entonces era tan extraño, tan alienígena, que era imposible relacionarse con el mismo. Si Dios existía, no podía ser el, en el fondo, Zeus magnificado en el que creía, y no podía concebir a Dios de otra manera. No obstante ahora, tras leerlo sabiendo todo lo que sé, que tampoco es tanto, he tenido una epifanía distinta que tengo que dejar que se asiente antes de hablar de ella.

Vuelvo a decirlo: un libro soberbio que todo el mundo debería leer. Y vuelvo a decirlo: si eres creyente y tu religión te hace feliz y mejor persona, piénsatelo dos veces porque una vez leído no se puede desleer. Y si yo pudiera elegir volver atrás en el tiempo y no leerlo lo haría. Y no sería el único.

Por último, y tras haberme visto la película, me leí Going Postal, otro Pratchett y el primero de Moist von Lipwig. Ya me he leído la segunda, Making Money y, entre nosotros, espero como agua de mayo la tercera, Raising Taxes. Tengo que decir que más allá de las complejidades de Yaya Ceravieja o, sobre todo, de Sam Vimes (que se está convirtiendo en el personaje más rico del Mundodisco), mi saga favorita es la de Lipwig. Este libro en concreto trata de la resurrección, aunque es virtualmente la introducción, del sistema postal en Ankh-Morpok, dirigido por este personaje, un timador profesional que empieza el libro prácticamente en la horca. Es muy bueno, muy divertido y muy interesante; no tanto como el segundo (que preludia con la introducción de los sellos) pero por encima de la media incluso de los Pratchetts. Una pena que ninguno esté traducido…

Ah, sí, una nota curiosa. El título del libro, Going Postal, hace referencia a una expresión estadounidensa que significa algo así como «cabrearse, perder la cabeza, agarrar una escopeta, subierte al tejado de un McDonald’s y liarte a tiros con todo lo que ves». Tiene su origen en el curioso dato estadístico de que desde mediados de los 80 apenas pasa un año sin que un cartero, específicamente un cartero, de los Estados Unidos haga exactamente eso, o algo muy parecido. Ultimamente la gente se lo piensa dos veces antes de hacer perder los estribos a un empleado del USPS… Nunca sabes por donde va a salir.

Y saludos a todos de un insomne Arthegarn____________
(1) Y, por supuesto, el inconsciente colectivo y el  Weltanschauung…

La Virginidad de la Virgen / The Virginity of the Virgin

Cansado ya de tener que explicar esto decenas de veces, he decidido ponerlo en mi journal para poder remitir a todo el mundo aquí cuando el tema vuelva a salir en otro debate.

Vamos a ver. El Dogma de la Virginidad de la Virgen no tiene absolutamente nada que ver con el himen de la virgen. La Biblia no es un libro científico, sino religioso. Así pues, a la hora de leerlo no debemos preguntarnos, por ejemplo, que quiere decir «virgen» desde el punto de vista técnico, sino que quiere decir «virgen» desde el punto de vista teológico.

La palabra utilizada en los originales para hablar de la cualidad de María como virgen es עלמה, que transcribiremos como almah. Almah es una mujer joven que no está casada (lo de la virginidad se supone). Betulah, ( בתולה) una palabra sugerida en muchas ocasiones como el equivalente «técnico» en hebreo de «virgen», es decir, «mujer que no ha tenido contacto con varón», es una palabra mucho más imprecisa de lo que se dice ya que puede hacer referencia a una mujer físicamente virgen o a una mujer que ha pasado los esponsales pero no ha llegado al matrimonio (lo que es una diferenciación técnica en términos históricos: una betulah de este segundo tipo, betulah m’oroshah no tenía por qué ser físicamente virgen de su marido).

En cualquier caso esta es una discusión bizantina porque el tema de las discusiones sobre el himen de la virgen es posterior a las traducciones. Los Evangelios utilizan «almah» y no «betulah». La razón por la que se utiliza esa palabra es que Isaías usa almah en Is 7:14. A los evangelistas les importa tres pepinos si la virgen tenía himen, lo importante es que era la almah anunciada por Isaías, que es lo que proclama el Dogma. El hecho de que la palabra almah se tradujera al griego por parthenos (por cierto, esas palabras eran intercambiables en la época, era la traducción aceptada) es totalmente incidental y solo lleva a hablar del himen de la virgen a los desinformados que se creen que tienen idea de lo que hablan. Isaías, al hablar de una almah, lo que quiere decir como concepto es «una mujer que es lo más bajo de lo bajo», ya que en aquella sociedad las mujeres solo valían en tanto en cuanto tenían relación con un hombre, ya fuera como hijas (y valían a través de su padre), esposas (y valían a través de sus maridos) o lo mejor de todo, madres (y valían a través de sus hijos). Una almah, una mujer en edad de casarse pero que no se había casado, era la paria de la sociedad hebrea (porque si no se había casado algo malo tendría, encima). Lo que dice Isaías es que Dios elije al ser más despreciado y débil de la sociedad para ensalzarlo y ensalzar al mundo a través suyo.

Lo importante es que la almah concibió y tuvo un hijo llamado Emmanuel. Negar la condición de almah de María es negar que fueran ella y Jesús los anunciados por Isaías, por eso es Dogma que María es almah. Como la palabra original hebrea no hace referencia alguna al himen, el Dogma tampoco hace referencia alguna al himen. El hecho de que la tercera traducción haya llevado a una palabra que exige himen no quiere decir nada más que qué la Biblia ha sufrido mucho en sus pasos por los diversos idiomas y que hay que INFORMARSE MUCHO ANTES DE HACER EXEGESIS.

Cum Deo.

Arthegarn

The Virginity of the Virgin

Tired as I am of having to explain this tens of tines I have decided to write it all in my journal so I can link everyone here when the subject pops up in some other debate (and, things as they are, and 30 months after the original version was posted, to translate it into English).

Let’s see. The dogma of the Virginity of the Virgin, as it is formulated, has nothing at all to do with the Virgin’s hymen. The Bible is not a scientific book, but a religious one. Therefore, when we read it, we must not ask ourselves what does «virgin» mean from a technical or medical point of view, but from a theological point of view.

The word used in the original texts to describe Mary’s quality as virgin is עלמה, which we will transcreibe as almah. An almah is a young woman who is not married (physical virginity is asumed to be there, but not neccesary). Betulah, (בתולה) onsexy-virgin-mary the other hand, a word many times suggested as the Hebrew «technical» equivalent for «virgin», meaning «woman who has had no contact with a man», is a word much more imprecise than it is usually accepted since it can refer to a physically virgin woman or to a woman who has gone through the esponsales but isn’t married yet (which is a technical difference in historical terms, a betulah of this second kind, betulah m’oroshah needed not to be physically virgin from her would-be-husband).

At any rate this is a Byzantine discussion because the matter with the Virgin’s hymen is posterior to the translation. The Gospels use almah and not betulah. The reason why that word is used is because Isaiah uses almah in Is 7:14. The Evangelists cared very little about whether the Virgin had a hymen or not. The important point is that she was the almah that Isaiah prophetised, and that is what is important for the Dogma. The fact that almah was translated to Greek as parthenos (which was, at the time, the accepted translation used time and again) is totally incidentañ and only leads the uninformed who have no idea of what Isaiah prophetised to talk about the Virgin’s hymen. Isaiah, when talking about an almah does so in the context of a woman who is the lowest of the low. In a society as man-centered as Isaiah’s was, women only had a worth as long as they had a relationship with a man. They could be daughters, having value through their father; wives, having value through their husbands; or best of all, mothers having value through their sons. But an almah, a woman in the age of marriage but who is not married, is a pariah in the society the Hebrews had at the time, (also because if she wasn’t married there had to be something wrong with her). What Isaiah says is that God chooses the most vilified and weak being of society to rise him and rise the world through her.

The important point is that the almah conceived and had a son named Emmanuel. Denying that Mary was an almah is denying that she and Jesus were the ones prophesied by Isaiah, and hence the dogma. As the original word makes no mention to hymen, the Catholic dogma is not about her hymen either. The fact that the third translation of the original word has led to a word that implies hymen doesn’t mean anything other than that the Bible has suffered a lot on its successive translations and that one must READ A LOT BEFORE DOING ANY EXEGESIS.

Cum Deo.

Arthegarn

Oración, hipnosis y BDSM

Hace tiempo, cuando era católico y rezaba, oía a Dios en mi mente. No es que le oyera exactamente, pero sentía sus respuestas a mis preguntas y a mis oraciones. Era como si, a medida que iba verbalizando y expresando mis sentimientos con palabras, o al menos a medida que iba siendo consciente de lo que sentía y pensaba, fuera descubriendo la respuesta de Dios en mi interior. Mis conversaciones con Dios consistían en un «descubrir», en un retirar una capa de duda o miedo o dolor que cubría una respuesta que siempre había estado en mi interior. No eran, comoaudrey_hypnosis-202x300 le pasa a otros muchos creyentes, un diálogo con un ente externo. Era mucho más parecido al eco de un pensamiento: yo concebía algo y sentía como «rebotaba» dentro de mi mente y se convertía en una respuesta. Pero la oración nunca salía de mi cabeza, no tenía que recorrer los vastos espacios interestelares hasta el borde del Universo para encontrarse con Dios. Cuando yo era católico y rezaba, Dios estaba en mi. Yo le sentía en mi, como un compañero de viaje, como un órgano más de mi cuerpo o una faceta de mi personalidad, más que como una especie de árbitro universal y sabelotodo

Por supuesto, nunca llegué a creerme esto del todo…

Yo aprendí a hipnotizar con 21 años(1) y es uno de los aprendizajes más importantes que he tenido a lo largo de mi vida. Siempre lo he dicho (y lo volveré a decir): quienquiera que desee adentrarse en el mundo de la magia, del ocultismo, de la brujería o de la religión debería aprender antes hipnosis. La hipnosis es una ciencia, no tiene nada de esotérico ni de arcano ni de mágico, está demostradísimo como funciona (los primeros estudios serios tienen 150 años(2)) y tiene efectos sorprendentes sobre la consciencia. Te enseña hasta que punto es maleable la mente, como en general no te puedes fiar de tus recuerdos y, en determinados estados, ni siquiera de tus percepciones inmediatas. Es un jarro de agua fría racionalista al entusiasmo que experimenta todo el que trastea con el mundo de lo sobrenatural cuando «le sale algo». Cuando te desdoblas y empiezas un viaje astral y verdaderamente ves tu cuerpo desde fuera; cuando te tiras media hora salmodiando en hebreo dentro de un pentáculo y, finalmente, ves ante ti las puertas del infierno; cuando estás desesperado y rezas y sientes de repente que Dios está ahí y tus penas desaparecen como por ensalmo(3)… Bueno, cree lo que quieras, por supuesto, pero lo más probable es que no haya nada sobrenatural en el tema y que te hayas hipnotizado sin saberlo.

Entre nosotros, fue una bendición que aprendiera hipnosis tan joven. Si no fuera así hubiera opuesto al naturalismo y al escepticismo metódico mi propia e innegable experiencia personal y vete tú a saber en qué rayos andaría metido ahora.

Pero, con todo y con eso, como ya dije una vez, no soy Spock. Por muchas barreras racionales y muchas salvaguardas que me pusiera a mi mismo para no convertirme en un fanático(4), por mucho que despreciara a los kumbayás y gente de semejante Mas claro, agua. Y os lo dice Nick Caveralea, el hecho era que yo obtenía un beneficio genuíno de algo que sólo podía denominar comunicación con Dios. Si era sincero conmigo mismo y me preguntaba si esa voz que oía en mi interior era Dios o era producto de mi imaginación no podía evitar contestarme que tenía que tener un componente divino. No llegaba a creerme que tuviera un teléfono directo para hablar con Dios, pero sí que me parecía posible, incluso probable, que Dios hubiera diseñado el Universo, nuestras mentes y nuestros cerebros tal que, de alguna forma que no era capaz de explicar, cuando tratábamos de comunicarnos con Dios desde las circunstancias apropiadas de alguna forma nuestro pensamiento, nuestra oración, producía algún tipo de onda con una configuración determinada que interactuaba con la propia estructura de la Realidad de tal forma que volvía a nosotros, modificada, con algo así como la intuición de la respuesta. Puede sonar descabellado (y probablemente lo sea) pero, tal y como yo lo veía, si Dios existía verdaderamente y tenía la configuración que yo pensaba (un ente omnipotente y omnisciente que existía fuera del tiempo y el espacio y que se interesaba por nosotros hasta el punto de amarnos) me parecía una chapuza el que cada dos por tres anduviera interviniendo en la Creación a golpe de milagros y  sucesos sobrenaturales. Una Creación verdaderamente bien diseñada, elegante, tenía que contener todas las respuestas en si misma, y eso implicaba un mecanismo inscrito, natural, de comunicación con el Creador. Desde mi punto de vista el Dios atemporal en el que creía había creado el universo, pasado, presente y futuro, como un todo perfecto en cuyo diseño ya estaban incluidas mis preguntas y sus respuestas. Todo lo que había que hacer era situarse en la circunstancia apropiada para activar ese mecanismo y establecer esa comunicación que en realidad no tenía nada de sobrenatural, para hablar con Dios.

Esa circunstancia era el estado de oración.

Lo del estado de oración es difícil de explicar a quien no ha estado allí. En primer lugar hay que decir que se trata, sin duda alguna, de un estado hipnótico. Te relajas, te concentras enProbablemente no haya sitio sobre la faz de la tierra para orar como Taize. ti y en Dios y Le buscas en tu interior. Cada uno tiene su procedimiento, hay miriadas de cosas que ayudan: las velas, el olor a cera o a incienso, un icono o un punto fijo al que poder mirar hasta que se extravíe la mirada, la música suave, simple, rítmica y repetitiva en tonos graves, el color azafrán, la salmodia, la postura… Te concentras en relajarte, te esfuerzas en relajarte y en «salir de ti», en, de alguna forma, dejar de pensar en ti mismo como indivíduo y disolverte con el resto de la Creación, en entrar en comunión lo que te rodea, en buscar a Dios dentro de ti y en la belleza y armonía del Universo. Buscas el amor de Dios dentro y fuera de ti, convenciéndote a ti mismo de que está ahí, de que es perceptible y al fin lo encuentras. Es como una especial densidad y calor en el aire que te rodea y un sentimiento de absoluta felicidad, de armonía, de abandono. En ese momento no te importa nada, contemplas a Dios y te humillas, agradecido porque tenga un rato para estar contigo y todo en lo que puedes pensar es en darle las gracias por lo que ha creado, en devolverle algo de toda la maravilla que sientes, en hacerle feliz. Sabes que nada malo te puede pasar porque, al final, allí está Dios que se ocupará de todo y no dejará que te pase nada. El futuro se desvanece, las dudas y las asociaciones a largo plazo se esfuman y todo lo que queda es una confianza infinita, un radical abandono del ego en las manos de Dios y una vocación, no una compulsión de servicio absoluta. Nada importa, sólo Dios y el amor que os tenéis y el deseo de servirle porque, sirviéndole, sirves al universo y en último término a ti mismo, y te das cuenta de la naturalidad y la lógica de esa relación Dios-mortal y, una vez más, te maravillas de que tenga un rato para estar contigo y que, siendo lo que es, todavía se interese por ti y quiera algo de ti, de que haya creado un objetivo para tu vida y que a través del mismo haya dado sentido a tu existencia.

A estas alturas tres o cuatro de vosotros ya habréis visto por donde voy. Es el subespacio del esclavo.

Recuerdo que cuando empezó a interesarme la D/s (a través de los amigos de Shmeng, o tempora!) y leí las historias sobre el subespacio del esclavo me resultó todo obvio. Todo era de cajón: lo que era, como se entraba y qué se experimentaba una vez dentro. Una de las razones por las que como instructor dejo bastante que desear es porque a mi me resulta sencillísimo entrar y salir del subespacio del esclavo (bueno, salir no tanto)Toy Dolls... Mi primer contacto con el BDSM y tiendo a pensar que mis esclavas lo tienen igual de accesible que yo, con la misma facilidad y la misma intensidad, cuando muchas veces ni siquiera entienden el concepto. Mucha gente (mucha vainilla) sólo es capaz de entender (o de concebir) el poder de la dominación y la satisfacción que siente el top, pero opinan que el under tiene que estar necesariamente enfermo. Poder coger a una tía y decirle en cualquier momento «pídeme que te deje comerme la polla hasta que me corra en tu boca» y que ella se arrodille al momento y comience a suplicar tiene obvias ventajas, pero ¿a quién puede gustarle que le peguen o que le exhiban o que le dominen y le manden hacer cosas humillantes, incluso en público, y encima obedecer de buen grado?

Por supuesto, esa gente no entiende nada de nada. Pero si leyendo hasta aquí no han entendido el origen de la satisfacción del esclavo y hasta qué punto es gratificante entregarte totalmente y ser sometido a pruebas y exigencias para profundizar más en esa entrega, tampoco creo que fueran a hacerlo aunque fuera más explícito…

Toda esa vainilla, sobre todo la religiosa, olvida la maravillosa sensación de seguridad, de abandono de uno mismo y de liberación que produce el estado de oración. La hagiografía está llena de ejemplos semejantes, de arrebatos, de santos y mártires que gozan en el dolor y el martirio no porque estén enfermos sino porque tienen el íntimo convencimiento de que ese es el plan que Dios, el Señor, tiene para ellos. ¡Incluso dan gracias a Dios por la posibilidad que les ofrece de dar la vida por Él! Y no nos vamos a poner a analizar medianamente a fondo ese mecanismo en le Biblia en general y en el Nuevo Testamento en particular. ¿A alguien se le puede ocurrir una frase más digna de la mejor de las esclavas que «he virgin-mary-noistaraquí a la esclava de mi Señor, hágase en mi según tu voluntad(5)«? ¿Quizá algo aun más explícito, como «no se haga mi voluntad, sino la tuya(6)«? ¿Estaban enfermos la Virgen María y Jesucristo en persona cuando eligieron renunciar a su voluntad en aras de la del Señor? ¡Claro que no!

Ya, ya sé que no es lo mismo. Lo que me lleva al punto de este artículo.

Si verdaderamente Dios existe, y si verdaderamente la forma que tiene de interactuar con nosotros y de escuchar nuestras oraciones y responder a ellas tiene algo que ver con lo que he expuesto, la dominación se convierte posiblemente en uno de los actos más perversamente antinaturales que existen. No es sólo que el sumiso se convierta automáticamente en un idólatra que adora a su amo, es que el amo ¡usurpa la posición de Dios! El BDSM toma un instrumento diseñado para realizar espiritualmente al ser humano y que pueda ponerse en contacto místico con su Creador y lo convierte en una método de amplificación del goce carnal, un disolvente de tabús y represiones, un canal para que el esclavo pueda entrar en contacto con sus deseos más inconfesables y hacerlos realidad sin preocuparse por las consecuencias ni por nada que no sea el aquí y el ahora, un instrumento que el amo puede utilizar para satisfacer más y más a su esclavo y que éste se le entregue cada vez más completamente y con más fervor. ¡Un pecado como éste no se le habría ocurrido ni al propio diablo!

Probablemente por eso es taaaan cojonudo

Arthegarn

PS: Tengo que decir que, personalmente, dudo muchísimo que a Dios le importara tres pepinos que usáramos ese canal para aumentar nuestro goce. Al fin y al cabo… ¡ya lo sabía cuando lo creo! A.
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(1) En honor a la verdad he de decir que yo empecé a autohipnotizarme, sin saber lo que hacía, a los 12 años tras leer algo sobre meditación shugenja en el Manual de los Jóvenes Castores. Asimismo, la primera vez que hipnoticé a otra persona tendría 14 años pero, insisto, no sabía lo que estaba haciendo, sólo lo descubrí cuando me puse a estudiar hipnosis.
(2) P.ej. Neurohipnosis, de James Braid (1841) o Hipnotismo, de Albert Moll (1859). Más o menos a la altura a la que Ignaz Semmelweis descubrió, para su sorpresa, que lavarse las manos para atender partos reducía drásticamente la mortalidad infantil (1847) o a la que Christoph Hendrik Diederik Buys-Ballot se le ocurrió la genial idea de montar a una orquesta de trompetas que tocaba constantemente una única nota en un vagón descubierto de un tren que atravesaba la campiña holandesa a una velocidad determinada para demostrar experimentalmente el efecto Doppler (1845).
(3) Sí, yo he experimentado todas estas cosas.
(4) Ver En Amor a la Verdad.
(5) Lc. 1, 38 et. al.
(6) Lc. 22, 42 et.al.

En amor a la Verdad

Llevo toda la vida enamorado de la Verdad. Y no me he dado cuenta hasta que he constatado que no le pasa a todo el mundo.

No hay nada tan hermoso como la Verdad. No me preguntéis por qué, es lo que siento. Hay gente a la que le gusta la ensaladilla o los helados de queso de Cabrales y estoy seguro de que si les preguntas por qué no acertarán a decírtelo; a mí me pasa lo mismo. Quizá sea que estoy condicionado genéticamente a que me guste la Verdad, al igual que estoy condicionado a que me guste el dulce o el sexo; quizá sea que estoy mentalmente condicionado por la sociedad que me rodea o por los padres que me educaron y la familia de la que vengo. No lo sé, pero a mi la Verdad me pierde. Veritas liberabit vosCada vez que consigo levantar una esquina del velo que la separa de mi y ver una pequeña porción de la Verdad siento una alegría infantil y despreocupada, un sentimiento de humildad y maravilla que me puede tener de buen humor durante semanas. Sólo puedo compararlo a la entrada en contacto con el Mundo de las Ideas, o la emoción artística, o cuando vuelves a ver a alguien a quien quieres de corazón después de mucho tiempo sin hacerlo y esa persona te ve y te sonríe.

Últimamente, merced sobre todo a conversaciones con Zylgrin y Mithur me he dado cuenta del compromiso tan intenso que he tenido siempre con la Verdad. Hace un año, en plena crisis espiritual, me estuve preguntando si tenía fe, si alguna vez había tenido fe. Cuando ahora lo miro con una cierta perspectiva me doy cuenta de que, en realidad, nunca he tenido fe. No, al menos, como la describen los Padres de la Iglesia, como un convencimiento firme e inamovible en una verdad revelada. Incluso en mis momentos de mayor fervor siempre he concedido una posibilidad a que pudiera estar equivocado y que, en realidad, Dios no existiera o no fuera como yo creía que era. Esa fe fanática, ese cerrar los ojos y apretar los puños mientras repites «las cosas son como yo creo, las cosas son como yo creo, las cosas son como yo creo» una y otra vez mientras la vida te muestra indicios y evidencias de que, en realidad, las cosas no son como tú crees, nunca me gustó. Me parecía la muerte del intelecto, el fin de todo posible crecimiento porque, si ya conocías la Verdad en su totalidad, ¿qué preguntas te quedaba por hacerte? ¿qué selvas por explorar y qué montañas por escalar? Por supuesto, era posible (eso creía yo entonces) que alguno de los que dicen eso realmente estuviera en posesión de la verdad pero ¿quién? ¿Y qué pasa con los otros millones de personas que mantienen que están en posesión de la Verdad con la misma certeza con la que lo hace ése cuando ambas con incompatibles? ¿Cómo saber cual de todos era el verdadero profeta, el que verdaderamente estaba tocado por el dedo de Dios y hablaba con Él, y cuáles eran los que hablaban solos? No había forma de saberlo, pero estaba claro que la mayor parte de la gente que basaba sus creencias en ese mecanismo estaba equivocada, porque sólo uno podía tener razón.

Creo que por eso nunca me gustó la fe. Porque si yo me dedicaba a cerrar los ojos y apretar los puños como todos los demás, aunque yo creyera sinceramente que tenía razón ¿acaso no lo creían verdaderamente todos los demás? Y, si mirándoles a ellos y cogiendo uno al azar las posibilidades de que fuera ese el que tuviera la Verdad era de una entre millones, ¿cuál era la posibilidad de que fuera yo el que la tuviera? ¿No sería también de una entre millones? ¿Y si consagraba mi vida a algo que me convencía que era cierto pero que luego, al morir, descubría que era falso? ¿No habría desperdiciado mi vida, cerrado a cal y canto a cualquier soplo de Verdad? Por eso nunca me gustó el fanatismo, porque parte de la base de que tienes toda la razón y eso es muy improbable. Muchas de mis lecturas posteriores en el plano teológico me llevaron al convencimiento íntimo de la relación del ser humano con Dios estaba basada precisamente en la búsqueda, en el eterno reconocimiento de que, a pesar de todo, podrías estar equivocado. De hecho el fanatismo llegó a parecerme un insulto a Dios y un verdadero pecado. No puedo evitar pensar que sí Dios existe y se comunica con nosotros lo hace a través de eso que llamamos realidad, luego si te encierras en tu creencia y no miras alrededor, ¿no estás expulsando de ti la realidad verdadera, la divina, la que ha creado Dios? Es difícil explicarlo, pero creo que quien renuncia a buscar la Verdad en la realidad le está dando con la puerta en las narices a Dios, y encima a un Dios particularmente humilde que no viene al hombre en una columna de fuego o en una nube de oro sino en una brizna de hierba, en un rayo de sol, en un soplo de la brisa(1).

Si de verdad Dios existe y de verdad se comunica con nosotros creo que lo hace a través de la globalidad de la Creación. Es sólo a través de entender el mundo que nos rodea, la realidad, como podemos hacernos alguna idea de cómo es Dios. Y, aunque Dios no exista, la Verdad tiene una importancia propia. ¿Quién necesita a Dios para buscar la Verdad, para maravillarse ante el universo? Sólo es a través de la búsqueda de la Verdad como podemos empezar a formarnos un modelo que responda a las grandes preguntas de la existencia, y que las responda de forma real, de forma que podamos crear en nuestras mentes una representación válida del universo y de nuestro papel en él. Si creamos un modelo que nos da tranquilidad, seguridad e incluso felicidad, pero en algún momento renunciamos a seguir perfeccionándolo por temor a que se estropee, ¿no estamos construyendo una casa sobre arena? Quid est veritas?¿No estamos, de una forma u otra, encerrándonos en nuestra pequeña, segura y confortable realidad y tratando de aislarla de los ataques, suaves pero persistentes de la Verdad? ¿No nos engañamos a nosotros mismos, aunque sea un poco, no nos volvemos unos fanáticos «de baja intensidad», no viciamos todo aquello que queríamos obtener?

Fue por amor a la Verdad por lo que enfrenté mi fe en Dios a los mejores argumentos que encontré y, cuando Dios desapareció de mi vista, de mi modelo de la realidad, aunque dolió mucho, me quedó la Verdad. Muchas veces he estado tentado de sumergirme en una espiritualidad autohipnótica y recuperar mi vida espiritual donde la dejé; podría hacerlo y podría hacerlo sin problemas. Pero me parece una traición a mi mismo absolutamente inconmensurable. Si Dios existe, alegría; si las cosas son como yo quiero que sean, magnífico. Pero si no son así no cerraré los ojos y apretaré los puños. No puedo hacerlo. Si no estoy cerca de la Verdad, si renuncio a mi relación con ella… la vida no tendría sentido. Prefiero adentrarme en un naturalismo frío y sombrío con los ojos abiertos que ser feliz con ellos cerrados y engañarme a mi mismo con lo que sea. Puedo equivocarme, pero no me engañaré. No conscientemente.

Pero es que hay otra razón. Si Dios verdaderamente existe, DiAshes-Heart-01os ES Verdad. Y estoy absolutamente convencido de que entendería y perdonaría que me perdiera buscándolo y que de hecho prefiere eso a la fe ciega de quien cree que lo ha encontrado cuando, como mucho y si tiene suerte y de verdad ha encontrado algo es solo es una minúscula esquina de Su manto. Quien se conforma con lo que ha encontrado y vive en un constante estado de comunión mística, extático, estático, y renuncia a buscar más y a conocer más puede que tenga una relación con Dios pero creo que esa percepción de Dios es análoga a como una cuchara percibe el sabor la comida. Si mi búsqueda de Dios , que es la Verdad, me cuesta a Dios (en realidad la imagen, el modelo, la idea que tengo de Dios), sea. Povo serán, más polvo enamorado.

En este mundo en el que vivo y en el que no es posible estar seguro de verdad metafísica alguna no me queda nada más que serme fiel a mi mismo. Porque Dios puede que exista, y puede que no, pero la Verdad sí que existe y ¿acaso no es ya de por sí suficientemente hermosa? Zylgrin dice que tengo que parar de dudar en algún momento, Mithur se sonríe y dice que soy el más enconado positivista que ha conocido pero es que ¿acaso me queda otra? Si no puedo estar seguro de nada, al menos lo estaré de mi mismo y de mi compromiso con encontrar la verdad y, en la medida en que lo logre, de intentar ocupar el lugar que me corresponde en el universo, sea el que sea.

Y, en serio, la Verdad es suficientemente hermosa por si misma para compensar cualquier penuria atravesada en su busca. Y puede que nunca la encuentre, pero ella no me abandonará.

Arthegarn____________________
(1) Concretamente en la estructura molecular del ADN de la hierba, en un fotón de alta energía y baja entropía, en las relaciones causa-efecto de la mecánica de fluídos. Supongo que por eso soy gótico, porque veo a Dios en todo eso.

¿Qué es la fe? ¿Tengo fe?

Ayer uno de los nuevos becarios de Clifford Chance y yo estuvimos hablando de la existencia de Dios.

En nuestra conversación salió, como es inevitable cuando se habla de Dios, el tema de la fe. Y se me ocurrió que debería escribir mi opinión actual al respecto (que, por otro lado, y tras este espiritualmente ajetreado año, es la que he tenido casi desde siempre). En vista de que El Desertor ya me ha pisado el otro tema sobre el que me apetecía escribir, la chinita canora, os voy a calentar un poco los cascos con esto.

La verdad es que yo no sé si tengo fe. Cuando me voy al diccionario encuentro que la fe es el «conjunto de creencias de una religión» o el «conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas». Pero eso no dice nada sobre la fe como medio de conocimiento.

Me explico. Ya comenté en otro momento (aunque por motivos distintos) que Dios es tan improbable como infalsable. Me resultó muy curioso darme cuenta de que el paradigma científico no es válido para lo divino. Algunos de vosotros diréis «toma, claro, es obvio» pero para mi no era tan obvio. Soy un firme defensor del paradigma y del método científico, creo que la observación de la realidad, la duda metódica y la experimentación son las cosas que nos han hecho avanzar como especie como lo hemos hecho en los últimos siglos. Siempre he pensado que la única herramienta segura para expandir nuestro conocimiento, o al menos para entender y modelizar nuestro entorno de tal forma que podamos predecirlo era la ciencia. Para mi era la única forma de conocimiento y todo aquello que no podía ser probado científicamente era mejor tratarlo como inexistente.

Por eso dejé la magia, por cierto (salvo dos o tres cosas que todos conocéis). Mi acercamiento a la magia fue siempre muy científico: la idea era que se podía establecer una relación causa-efecto clara entre el ritual y su efecto, pero en todos mis experimentos no la observé nunca. Cuando algo daba resultado se revelaba con claridad como una coincidencia (en otras palabras, no era necesario introducir el ritual en la explicación para averiguar la causa del fenómeno) y nunca, jamás, obtuve ningún resultado contra causal. Hay gente que me ha criticado, desde las esferas taumatúrgicas, acercarme a la magia con esta mentalidad cientifista, manteniendo que si no crees en la magia, la magia no funciona. Pero resulta que yo tengo clara la distinción entre la magia y los milagros: estos exigen fe y aquellos no. Lo siento, pero las escuelas mágicas que exigen fe a sus acólitos no son escuelas mágicas, sino sectas religiosas. La magia se reivindica a si misma a través de los resultados, incluso la brujería(1) lo hace. La religión, en cambio, no.

Esto me lleva a comentar brevemente la confusión entre magia y religión que tienen muchos creyentes. Me resulta verdaderamente fascinante la cantidad de gente que es creyente porque cree en los milagros. En otras palabras: creen en Dios porque tienen pruebas de su existencia a través de los milagros, sea porque les han pasado a ellos, sea porque les han pasado a alguien, sea porque les han dicho que ocurren. Cada uno cree lo que le da la gana y por las razones por las que le da la gana, por supuesto, pero creer en Dios por este motivo me parece, aunque os resulte extraño, una de las peores razones; porque el hecho de que ocurra un milagro no quiere decir que Dios exista. Bueno, vale, si los milagros son únicamente causados por Dios y ocurren, entonces Dios existe. A lo que me refiero es a que no se puede asignar a un evento altamente improbable la etiqueta de «milagro» así porque si.

Veréis, supongamos que Jesús llega a la tumba de Lázaro, que ya huele mal, y le dice «levántate y anda». Y el tío se levanta y anda. ¿Quiere decir esto que Dios existe? Pues me temo que no. Desde un punto de vista científico tenemos que escoger la explicación más sencilla para este fenómeno, y hay multitud de explicaciones más sencillas que Dios. Por ejemplo: podría haber estado catatónico y no realmente muerto, o podría haberse producido un fenómeno cuántico que haya reiniciado su cerebro y sus órganos. Estas explicaciones son disparatadamente improbables, pero el hecho es que, al menos, no exigen para ser ciertas la existencia de toda una realidad sobrenatural. Curiosamente la magia es más científica que la religión, en el sentido de que es más creíble al ofrecer explicaciones que, a pesar de ser sobrenaturales, por lo menos son más sencillas que Dios. Es más sencillo suponer que Jesús es un nigromante de nivel 17 que suponer que la resurrección es el resultado directo de la intervención de un ente infinito y atemporal. No os digo nada si suponemos que en realidad Jesús es un viajero en el tiempo dotado de alta tecnología…

No, los milagros no son pruebas de la existencia de Dios. Por eso, y aunque os suene increíble, la existencia de milagros es irrelevante para el hombre religioso. Ni creo en Dios porque hay milagros ni dejo de creer en Dios porque no los hay; los milagros no quieren decir nada (y además tengo la teoría de que si Dios interviniera en la Creación más allá del hecho de la singularidad del acto Creativo lo haría de acuerdo a la teoría de la mariposa aleteante definitiva).

Entonces, si los milagros no son una evidencia de la existencia de Dios, ¿cómo se cree? Bueno, hay gente que cree en Dios por revelación. Muchísima gente afirma que Dios le habla, o que habla con Dios. Otro montón de gente dicen sentir a Dios a su alrededor, como una manta. Si Dios me habla, si le siento, es que tiene que existir, ¿no? Una vez más nos enfrentamos al problema de la infinitud. Es mucho más probable que estés en un estado autohipnótico, por ejemplo, o que estés alucinando, a que Dios exista. La autohipnosis es un fenómeno natural, científicamente probado y puede producir todos esos efectos sin exigir la existencia de un ente infinito.

Resumiendo: el hecho de que alguien haga milagros no es prueba de que Dios exista; y el hecho de que Dios le hable a uno tampoco es prueba de que Dios exista. Lo mejor de todo es que, desde mi punto de vista, esta visión está reflejada en la propia Escritura. Por ejemplo, en la parábola de Lázaro (Lc. 16, 19-31), tras que Epulón es condenado habla con Abraham y le suplica que envíe un aviso a su familia para que no cometa los mismos errores que él, a lo que Abraham se niega diciendo que su familia tiene, como él, a Moisés y los profetas. Epulón le contesta que si su familia viera un milagro se convertiría y Abraham le dice que «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite». Y no es este el único ejemplo: de forma mucho más dramática vemos a Jesús negándose a realizar milagros ante Herodes a riesgo de su propia vida (Lc. 23) y, consistentemente, negándose a realizar milagros cada vez que se los piden como prueba de su condición mesiánica. Lo que es más, Jesús se niega consistentemente a afirmar su propia divinidad y, cuando Pedro le dice que es el hijo de Dios, Jesús le prohíbe que se lo diga a nadie (Mt. 13-20). Un mensaje consistente en la Escritura es que las pruebas de la existencia de Dios no están fuera de uno, y la ciencia está de acuerdo: no hay absolutamente ninguna forma de probar a Dios.

Pero me pierdo en divagaciones cristianas y no quiero hablar del cristianismo en concreto en este artículo. No, lo que quiero decir es que no hay, ni puede haber, evidencia clara de la existencia de Dios. La creencia en Dios se manifiesta así como un acto absolutamente voluntario. La fe, lo que yo opino que es la verdadera fe, es el resultado de una decisión libre e individual. Creer en Dios no va a cambiar el mundo, y creer que no existe tampoco. Llega un momento, tras todas estas disquisiciones en las que el intelecto y el método científico, exhaustos, se encuentran con que no pueden dar una respuesta racional a la pregunta ¿existe Dios? porque ni siquiera Dios, si existiera, podría probar su propia existencia dentro del paradigma científico. Al final nos quedamos solos ante la pregunta, sin pruebas, sin indicios, sin nada.

Entonces es cuando elegimos qué creer. Cuando, enfrentados a esa pregunta, libremente elegimos creer que Dios existe, empezamos a tener fe. Cuando el convencimiento de la existencia de Dios llega a través de cualquier otro cauce que no sea la admisión de la incognoscibilidad de Su existencia y de una libertad absoluta de elección es que se basa en evidencias. Y esas evidencias son por necesidad, si no erróneas, al menos inaceptables.

Por esto digo tantas veces que no sé si tengo fe. Porque casi nadie interpreta esta palabra como yo.

Saludos.

Arthegarn
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(1) Recordemos que, técnicamente, la brujería no es la magia. La magia es la imposición a la naturaleza de la voluntad del mago; la brujería es la obtención de un resultado en el mundo natural con la mediación de un ente sobrenatural (p.ej. un pacto con el diablo).

Vivir sin Dios

Una de las referencias que Richard Dawkins cita en The God Delusion es la conversión al ateísmo de Julia Sweeney (una actriz americana que salía en Saturday Night Live), que había sido creyente toda la vida y que ella misma narra en su libro Letting go of God. Llega un día en el que escucha una voz que resuena en su mente,l que le dice «Dios no existe». Al principio se asusta, pero decide ponerse «sólo un instante» las gafas de «no-creo-en-Dios» y dar un vistazo rápido al mundo. Y cuando lo hace, se da cuenta de que no cambia nada y que no necesita a Dios.

Personalmente, me alegro mucho por Julia Sweeney y su indolora (más bien jubilosa) conversión al ateísmo, pero mi caso es profundamente diferente. No sé el tipo de relación que ella tenía con Dios, pero por mucho que diga que Dios y ella «tenían algo juntos» (expresión que entiendo y con la que me identifico) sinceramente creo que nadie que haya sentido a Dios a su alrededor puede reaccionar de esta manera.

Yo estoy triste. Me siento como si hubiera perdido un amigo o un hermano. Dios ha estado conmigo todos los días de mi vida, siempre he podido recurrír a Dios; cuando he estado triste y sólo, sin nadie que pudiera ayudarme ni conslorame, Dios estaba susurrándome que, al final, todo saldría bien; cuando nada parecía tener sentido Dios me recordaba que todo tiene un propósito y que ni una pluma cae sin que se de cuenta; cuando estuve a punto de suicidarme no lo hice porque no podía hacerle eso a Dios. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que le debo la vida. Y, de repente, no está. Es innecesario.

El verdadero problema no es que sea innecesario, es que es infinitamente complejo. Es completamente imposible probar a Dios desde el punto de vista científico. Supongamos que Dios decide demostrar que existe, ¿cómo iba a hacerlo?. Si se abrieran los cielos y se apareciera a la totaldiad de la humanidad rodeado de las cohortes celestiales, ¿demostraría eso que es Dios? No. Aunque parezca mentira, no. Demostraría que un ente desconocido, a través de procedimientos que desconocemos, ha aparecido diciendo ser Dios, pero todos sabemos que una teconología suficientemente avanzada siempre parece magia a un pueblo primitivo. ¿Qué es más plausible, que ese señor sea verdaderamente Dios, o que estemos siendo víctimas del pasatiempo de una raza alienígena increiblemente avanzada? A pesar de que la existencia de alienígenas es casi imposible, a pesar de que somos absolutamente incapaces de imaginar el tipo de tecnología necesario para abrir los cielos, el hecho es que es más probable que todo tenga una explicación dentro del Universo que el que la explicación sea un ente tan inconcebiblemente grande y complejo que creó el Universo entero, con toda su grandeza y esplendor. La navaja de Occham siempre corta a Dios: es más simple imaginar una raza superpoderosa que un Dios que creó todo el universo capaz de albergarnos a todos y capaz de albergar a esa raza superpoderosa. No, ahí estoy de acuerdo con Dawkins, Dios es el 747 definitivo(1).

Una vez,  me preguntó qué era lo que me daba Dios. Como todos sabéis no creo en los milagros (2), creo que el infierno está vacío y mi concepto de la Vida Eterna como atemporal se parece mucho a la no-existencia (aunque últimamente estaba pensando otra cosa). Así pues, ¿por qué Dios? Le contesté que, cuando contemplaba la belleza de la Creación,cuando disfrutaba con mi propia felicidad, Dios me daba alguien a quien dar definitivamente las gracias. Otra vez Devogue me preguntó si no me daba cuenta de que Dios no era necesario y le contesté: «You’re right, there is no necessity to add God (at least I don’t feel it). And I don’t feel the necessity of another pinch of curry in my noodles, either, but I happen to like them better with that extra touch of spice«.

Julia Sweeney puede estar más a gusto sin Dios que con Dios y no me cabe duda. Pero yo le echo de menos. No es que las cosas sean peores sin Dios, pero desde luego eran mejores cuando estaba conmigo. Todo era mejor.

Tengo que volver al trabajo, ya seguiré reflexionando mañana. Abrazos a todos.

Arthegarn_______________________
(1) Lo del 747 definitivo tiene que ver con una frase de Fred Hoyle que cita Dawkins y, discutiblemente, refuta, en The God Delusion. Básicamente Hoyle dijo que las posibilidades de que la vida se generara espontáneamente sobre la tierra son semejantes a las posibildiades de que un huracán desencadenado sobre un desguace ensamblara un Boeing 747. Dawkins postula que el creador ha de ser más complejo que lo creado, así pues el creador de la vida ha de ser más complejo que la misma vida. Eso quiere decir que, independientemente de la astronómicamente escasa probabilidad de la abiogénesis como explicación de la vida, la existencia de un Creador es aún más improbable, ya que ha de ser más complejo que lo creado. Si encima pensamos que Dios es infinito resulta que su validez científica como explicación de cualquier fenómeno tiende a cero.
(2) Esto puede merecer una puntualización, porque no quiero decir que Dios no sea capaz de hacer milagros si quiere. Después de la famosa Teoría del Rinoceronte Fosforito desarrollé, y formulé en el foro de Richard Dawkins la Teoría de la Mariposa Aleteante Definitiva (Ultimate Flapping Butterfly theory), que básicamente dice que, si partimos de la base de que Dios crea el Universo desde fuera del tiempo y con él todas las leyes que gobiernan la realidad y siendo omnisciente, puede perfectamente crearlo con unas condiciones iniciales que impliquen que, por la mera aplicación de leyes naturales, determinados fenómenos extremadamente improbables estén condenados a producirse en determinados momentos. Por ejemplo, es extremadamente improbable que las moléculas de un bastón de madera de repente vibren de tal modo que cambien su configuración interna y se reordenen dando lugar a una serpiente, pero no es imposible y, si resulta que has escrito el Universo, sabes exactamente qué leptón debería haber estado donde hace diez mil millones de años para que, justo cuando Aarón arroja el bastón de Moisés ante el Faraón, se produzca inevitablemente ese hecho. con esto no estoy defendiendo que deba interpretarse la Biblia literalmente ni que verdaderamente ocurriera semejante cosa, lo que quiero demostrar es que Dios es capaz de hacer milagros sin violar el principio de causalidad. Dios no necesita violentar la Naturaleza, porque la Naturaleza Le sirve.

I am not Spock.

Tengo que hacer una confesión: yo tampoco he alcanzado el Kolinahr.

Orgulloso como estoy de mi lógica, de mis habilidades discursivas y argumentativas, de mi racionalidad y de mi pensamiento analítico, he de decir que he fracasado en mi intento de alcanzar la lógica absoluta, de eliminar las emociones de mi razonamiento, si no de mi persona. Probablemente haya fracasado hace mucho tiempo, pero el viernes tuve la más dolorosa de las pruebas de ese fracaso.

Todo empieza cuando, hace ya unos meses, Julian y yo empezamos a hablar de la existencia de la libertad. Con argumentos semejantes a los que describí en La Libertad es Antinatural (y que están mucho más desarrollados en la paralela de Opus Nigrum) demostró más allá de toda duda razonable que la libertad no existía o, al menos, que era ilógico e irracional pensar que existía aplicando el método científico.

Y ¿qué hice yo entonces? ¿Acepté acaso que le libertad no existe? ¿Cambié mi opinión, como siempre he dicho que hago cuando alguien me deja sin argumentos? Pues no. Apelé a la fe y decidí creer que la libertad existe pese a que no hay prueba alguna de que exista y a que la navaja de Ockham diga que es improbable que exista. Renuncié a la ciencia y a la lógica para no abandonar una creencia (porque no es otra cosa) que me es muy querida y que es una de las piedras angulares de mi personalidad, de mi religión y de mi cosmogonía.

Es cierto que es raro (extremadamente raro) que yo haga algo semejante, pero eso dice algo de mi personalidad. Dice que, when push comes to shove, cuando me veo arrinconado entre una verdad lógica y mis creencias más profundas elijo quedarme con ellas, caiga quien caiga. Dice que, en determinadas circunstancias, soy capaz de actuar como cualquier otro fanático, taparme las orejas ante lo que dicen el mundo y la ciencia y repetir muy alta mi creencia para alejar de mi los demonios de la racionalidad. Y es que no me sirve creer en eso que Julian y yo convinimos en llamar «middle-world free will» y que yo llamo «libertad microscópica» y que consiste en la percepción de la ilusión de la libertad a nivel de ser individual. No, para que el mundo (mi mundo) funcione de verdad tenemos que ser libres de verdad.

Lo malo de esto es que resulta frustrante, y yo sé cuanto. Dedicas dos semanas de sesuda conversación y esfuerzo intelectual para demostrar tu punto de vista y cuando lo demuestras el otro te dice: «Sí, vale, lo has demostrado, tienes razón. Pero aunque tengas razón voy a seguir creyendo lo que me de la gana y me da igual que sea demostrable o no, voy a seguir creyendo que es cierto aunque me hayas demostrado de acuerdo a las reglas de la lógica y la ciencia que no lo es.» Entonces, ¿para qué debatimos? Es muy fácil decir, como hice yo en su momento, que si debates para intentar convencer al otro es posible que salgas decepcionado y que actitud correcta es debatir para, simplemente, dejar clara tu postura. Es tan fácil que no me lo creo ni yo.

Así que lo siento, Julian. De verdad lo siento porque llevo lustros debatiendo, demostrando que tengo razón y encontrándome con la misma respuesta «me da igual que tengas razón, yo voy a seguir en mis trece», y sé lo frustrante que puede llegar a ser, máxime cuando la conversación no es casual ni baladí y has estado dos semanas devanándote las meninges para demostrar tu posición con argumentos bien fundados contra las preguntas, también bien hechas, de tu contertulio, máxime cuando pones parte de ti en el debate y no llega a donde se supone que iba y no cumple las reglas que se supone que lo regían. Y te pido también perdón a ti, Arthegarn, porque acabas de descubrir que no eres tan lógico ni tan coherente como creías que eras.

Nos queda el consuelo de que sólo soy un fanático irracional en lo que tiene que ver con veinte o treinta axiomas. Ese y el de que Spock tampoco alcanzó el Kolinahr.