Los libros de diciembre

9788466330831La ley del desierto

Los Alatristes ya caen en mi casa por tradición. Este El Puente de los Asesinos, sin estar a la altura de los mejores volúmenes de la saga (en mi opinión, los tres primeros), continúa la línea ascendente que ésta está trazando desde Corsarios de Levante, tras la mediocre El Oro del Rey y la completamente infumable El Caballero del Jubón Amarillo. Literatura de aventuras, de capa y espada, fácil de leer, nada exigente, impecablemente ambientada y documentada, mantiene el estilo soldadesco y cuartelario de los otros seis libros. Imprescindible para los amantes de la saga, pero poco recomendable para quienes no hayan leído (al menos) Las Aventuras del Capitán Alatriste, ya que los niveles de antiheroicidad que alcanza el personaje en este relato casi seguro que impedirán al lector primerizo identificarse con él. Particularmente cierto esto que digo en lo que, a mi ver, es la mejor parte de la novela: la relación entre Alatriste y su némesis, Gualterio Malatesta, con quien se ve obligado a trabajar codo con codo en esta aventura, y que no es comprensible (sobre todo al final) sin haber leído los tomos anteriores, por más que Pérez-Reverte intente poneros en situación a base de comentarios y recuerdos.

Si ya habéis leído otros Alatristes, probablemente leáis este, y si no lo habéis hecho todavía, hacedlo. Aunque la saga tenga luces y sombras, los tres primeros son realmente buenos, y (al menos para alguien como yo) leer las aventuras de este héroe tan políticamente incorrecto y con una psicología y valores tan del siglo de oro resulta harto refrescante. Una pena que la película fuera un espanto de semejante calibre.

Y, por fin, después de casi un año, fui capaz de terminarme Gödel, Escher, Bach, un Eterno y Grácil Bucle, libro que me recomendó Zor, prestándome su ejemplar (so pena de ser atropellado por un portaaviones si no se lo devolvía en perfecto estado, tal es el cariño que le tiene) y del que, aproximadamente a las 200 páginas, me compré mi propia copia, no solo porque veía que la lectura se alargaba y temía que le ocurriera algo al tapa dura de Zor sino porque me estaba gustando tanto que quería incluirlo en mi biblioteca.

Es difícil decir de qué va Gödel, Escher, Bach, pero lo voy a intentar. Lo primero que diría, aunque parezca una paradoja, es que es un libro de metafísica materialista. Es un libro de metafísica, porque las preguntas a las que intenta responder (¿Qué es la mente? ¿Puede la mente comprenderse totalmente a si misma? ¿Puede una mente residir en una máquina? ¿Es imprescindible un cerebro biológico para la existencia de la mente?) son de índole metafísico; pero los métodos y razonamientos que utiliza son estrictamente materialistas, científicos, matemáticos y, como mucho, cuánticos. Lo segundo que diría es que es un libro de divulgación científica; aunque aviso que no estoy hablando de divulgación a la Carl Sagan o Stephen Weimberg. Es divulgación seria, exigente, 700 páginas de razonamiento complicado y de datos, datos, datos y creación de estructuras para asimilar, procesar y aprovechar esos datos (y estructuras). Zor me dijo que suponía que me gustaría pero que, en cualquier caso, sería más inteligente al terminármelo, y estoy de acuerdo con él. No es un libro que simplemente te enseñe cosas sino que se las ingenia, a través de paralelismos con el arte y la, digamos, “vida real”, para que crees mecanismos intelectuales que interpretan la realidad de forma distinta (y me atrevería a decir que más precisa y, por lo tanto, más hermosa) a como lo hacías antes de leerlo. No llega a ser La Nueva Mente del Emperador (por ejemplo) en lo que tiene que ver con la rigurosidad y la aridez, desde luego, pero tampoco es un paseo por el campo.

Desde mi punto de vista, además, el libro tiene dos partes muy diferenciadas. Una en la que habla de la mente humana, preciosa y fascinante, y otra en la que habla de la inteligencia artificial que, a mi, me ha resultado bastante pesada. Supongo que como humanista que soy me interesa mucho más como funciona nuestro cerebro, por ejemplo, a todos los niveles (lo de los niveles en la estructura de ideas es fascinante); que como funciona un ordenador y cuales son sus posibilidades y limitaciones. Y, a pesar de que cualquier aficionado a las matemáticas que lea el título ya conoce la respuesta a la pregunta troncal (¿Puede un sistema representarse a sí mismo?) el camino recorrido y el paisaje observado desde la pregunta a la respuesta es tan hermoso como enriquecedor.

En definitiva, un libro magnífico, pero que solo es recomendable para los aficionados a la filosofía o, como mínimo, a la informática. Hace falta una cierta actitud ante la vida para disfrutarlo, algo así como una poderosa curiosidad y capacidad para maravillarse, mezclada con inteligencia, tenacidad y flexibilidad conceptual. Para que os hagáis idea, quitando a mi familia directa (y no las tengo todas conmigo sobre Zalasa) no se me ocurre mucha gente a quien le fuera a gustar, A Zor (claro), a , probablemente a , quizá a y HK… y poco más.

Ah, por cierto, se liga muchísimo leyendo este mamotreto a las cuatro de la mañana en un bar de lesbianas. Ya ves tú.

Memoria y balance de 2017

Se acerca el fin de año y, una vez más llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2017:

  • Reorganizar mi vida profesional: Conseguido. En efecto, en febrero dejé  mi puesto en Cerberus y me fui a otro de mucha más responsabilidad (pero el mismo sueldo, es que en Cerberus pagan muy bien) en Asgard Homes. Es un cambio muy importante en mi vida profesional porque dejo el tipo de puesto auxiliar que tan bien se me ha dado estos once años y vuelvo a lo que yo llamo «el equipo productivo», los que verdaderamente se dedican a cumplir la misión de la empresa y sobre los que directamente recae su éxito o fracaso. Todo un reto, pero de los de verdad.
  • Trabajar menos horas. Fracaso estrepitoso. Mira que yo pensaba que sería difícil trabajar más de lo que trabajaba en Cerberus… pues lo he conseguido. Esto de ser Vice President queda muy bien en las tarjetas, pero la verdad es que entro casi todos los días a las ocho (o antes) y salgo como muy pronto a las siete. Y encima he tenido menos vacaciones y ahora sí que tengo que tener a todas horas un ojo en el correo electrónico. Trabajo una verdadera burrada ahora mismo.
  • Seguir haciendo ejercicio No conseguido aunque tengo una excusa decente y es que no me he decidido a entrar en ningún gimnasio porque la empresa ha estado todo el año a punto de cambiar de localización y me parecía una tontería pagar para estar solo un par de meses y luego tener que buscar otro gimnasio y volver a pagar. Y yo el ejercicio lo tengo que hacer por la mañana antes de la oficina porque… porque nunca sé cuando salgo.
  • Bajar mi consumo medio de alcohol a 5 UU.AA diarias: No conseguido aunque he rebajado mi media de 7,23 a 6,43 (es decir, de litrona y media a cuatro tercios diarios) que ya es algo. Hay que decir, además, que este año he tenido unos meses de «última juerga» que han sido muy destroy y han subido mucho la media.
  • Escribir una entrada de blog a la semana. Otro fracaso estrepitoso. Contanto este he escrito ocho miserables artículos en todo 2017. Diría que el trabajo no me deja tiempo, pero en realidad lo que no me deja son fuerzas.
  • Leer al menos un libro al mes. Milagrosamente, conseguido. Este año me he leído Dark Allies, Requiem, Restoration y Renassiance de la saga de Star Trek: New Frontier de Peter David, la saga completa de Víctor Ros de Jerónimo Tristante (El Misterio de la Casa Aranda, El Enigma de la Casa Calabria, El Caso de la Viuda Negra, La Última Noche de Víctor Ros y El Gran Robo del Oro Español), La Red Oscura de mi amigo Eduardo Casas (que os sigo recomendando aunque no sea novela), Los Huevos Fatídicos de Bulgakov (que está muy bien pero no es El Maestro y Margarita) y me he releído Thief of Time y Feet of Clay. Todo muy facilito, ya sé, pero es en el capítulo de lecturas serias estoy con From Bacteria to Bach and Back, el TractatusEl Camino a la Realidad (y este es tan exigente que no me he atrevido con él en inglés) y llevan mucho tiempo – y requieren bastante concentración.
  • Seguir ahorrando. Conseguido. Conseguido brutalmente, añadiría. Es cierto que este ha sido un año muy bueno y que cuanto más ganas más te sobra para ahorrar, pero echando cuentas entre amortizar hipoteca, el plan de pensiones y lo que tengo invertido he ahorrado para mi sorpresa aproximadamente el 70% de mis ingresos netos. Es para replantearse si de verdad es necesario que me rompa la crisma trabajando como lo hago… Mmmm… Sí, sí, es necesario.
  • Traer esos nuevos Izquierdo al mundo: No conseguido. Palo brutal, por cierto, del que hablaré más adelante.

Cosas buenas de 2017:

  • Ana y punto pelota
  • La vuelta a España de Zalasa, que pone fin (¡espero!) a la emigración de mis hermanas por motivos laborales. Ya volvemos a estar todas.
  • Mi vida profesional. Ya he hablado del cambio que he hecho y que es todo un reto pero, sobre todo, una gran oportunidad. Los compañeros son muy buenos y hay una cierta sensación de «familia» que no había en Cerberus, probablemente porque estamos sacando entre todos un proyecto titánico y sufrir bajo el mismo yugo, quieras que no, une.
  • Haber podido ayudar a mi familia y a mis amigos cuando lo han necesitado. De las coass más gratificantes de lo que consigo deslomándome a trabajar.
  • La vuelta a España de Vieja Bruja y Ercole, que llevaban ya años queriendo hacerlo. La verdad es que he echadoi muchísimo de menos a Vieja Bruja todos estos años y quedar con ella para hacer cosas culturetas oscuras e irnos a un concierto de Collection D’Arnell Andrea o a ver Tío Vanya en montaje alternativo o a doscientas mil planes que podría haber habido y que no hubo, pero que habrá.
  • Corpus y Kia, que se han venido a vivir a Vallecas y son unos amigos maravillosos. Particular mención merecen las cervezas políticas con Kia en Las Aguilas durante lo peor de la crisis catalana, con él hablándome en catalán y yo a él en inglés, ante la estupefacción de los viandantes y camareros. Lest we forget.
  • Mi grupo de política de WhatsApp. Os parecerá una chorrada pero son todos gente lista e informada con la que disfruto discutiendo.
  • El nacimiento del Foro de Nevershire. Y es que a rey muerto…
  • Ver que los amigos que merecen la pena luchan por mi amistad aunque la hayan cagado un tanto, revalorizando la relación; y que los que no merecen la pena se pierden en el ocaso sin pena, gloria, lágrimas ni fanfarrias.

Cosas malas de 2017:

  • Perder a Cayo y Claudia. No fue muy publicitado pero en otoño Ana y yo perdimos nuestro primer embarazo y fue un palo terrible para los dos – y parte de la culpa de que mi media de alcohol no haya bajado lo que debía. Tuvimos muy mala suerte, la verdad, y esperamos que la próxima vez salga todo bien, pero me parte el corazón pensar que nunca llegaré a conocerlos. Es lo malo que tiene esto de ser coherente e íntegro y tener la idea de que la persona existe desde que existe su irrepetible cadena genética; si pensara en los embriones o en los fetos como cosas no lo pasaría tan mal, pero para mi eran mis hijos y se ido casi sin vivir.
  • La crisis de Cataluña. Soy un experto en encontrarle el lado positivo a las cosas, pero es que esto es malo. Malo, malo, malo, malo, malo, de lo peor que le ha pasado a España al menos desde el 11-M. No tiene lado bueno, ni siquiera las últimas elecciones con victoria de Ciudadanos y desplome de Podemos. Es un maldito desastre de dificilísima solución que probablemente se cierre en falso y se infeste más todavía. O se recupera la cordura y se vuelve al marco legal o lo peor está por venir.
  • Los atentados en Cataluña, que no tienen nada que ver con lo anterior pero fueron otro palo que probablemente tuvieran que ver, encima, con que perdiéramos a Claudia y Cayo. Casi en el mismo capítulo debería decir «Trump», sobre todo por la retirada del Acuerdo de París, pero, mira, paso.
  • Mi vida profesional. Me pasa lo mismo que el año pasado: gano mucho dinero y todo lo que quieras, pero trabajo muchísimo, muchísimas horas, y este año, encima, con un nivel de estrés que había olvidado que se podía tener.

Propósitos para 2018:

  • Hacerme un viaje a Barcelona fundamentalmente para conocer en persona a un  nutrido grupo de gente que es de allí y que, a diferencia de Corpus y Kia, no se vienen a vivir a Vallecas. Todavía
  • Hacerme un viaje a Londres aunque eso está garantizado si se mantienen ciertos planes de boda de los que no hablo porque no sé como son de públicos. Allí también tengo una colección de amigos y amigas a los que me gusta ver todo lo posible y este año no he podido ir.
  • Volver al ejercicio regular hasta los 150 días al año.
  • Bajar mi consumo medio de alcohol a 2.5 UA diarias, o sea medio litro de cerveza. Seguro que pensáis que es muy ambicioso y que no lo voy a conseguir, pero yo creo que sí.
  • Escribir una entrada de blog cada quince días. Seamos realistas…
  • Leer al menos un libro al mes.
  • Terminarme los tres libros «duros» con los que estoy.
  • Seguir ahorrando.
  • Y traer por fin esos nuevos Izquierdo al mundo.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2018 a todos.

Abrazos,

Arthegarn.

 

La Red Oscura

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Martes, cuatro y media de la tarde, interior. Arthegarn está en su oficina cuando uno de sus jefes, que está hablando por teléfono, le hace señas de que se acerque. «Mira a ver si tú te enteras de qué pasa, anda» le dice. «Es una tía de nosedónde que dice que quiere hablar con algún indio de la oficina de Nueva York que no sé quién es».  En efecto, al otro lado del hilo telefónico hay una mujer que habla en un inglés con un fuerte acento asiático (no indio) que dice que está en el aeropuerto de Singapur a punto de coger un avión y que ha de hablar urgentemente con el Sr. Koothrappali,  alto directivo de la empresa, pero que no le cogen el teléfono en su oficina y necesita su teléfono móvil. Sabe a donde llama, por quién pregunta, el cargo que ocupa, y no hay nada a priori sospechoso en la llamada en si…

Pero Arthegarn está leyéndose un libro sobre delitos tecnológicos y como ya ha terminado el capítulo en el que se habla de ingeniería social le saltan las alarmas. Trata la llamada como sospechosa y, cuando se repite, da instrucciones a su oficina de que le pasen diréctamente a él esas comunicaciones. A la cuarta vez la historia cambia, ahora la voz necesita hablar con alguien del equipo del proyecto Ceylan. A la sexta llamada siendo antendida por la misma persona, la desconocida desiste. Unos días después nuestro héroe recibe un serio pero cálido correo electrónico del CTO (con copia a quienes deciden su gratificación a fin de año) felicitándole por haber detectado el intento de phishing  y haber protegido los intereses de la compañía y, sobre todo, del Sr. Koothrapali que está siendo objeto de un ataque de robo de identidad.

Nunca un libro le había resultado tan rentable…

Cambiando algunos detalles, esta anécdota es verídica. De la semana pasada, en concreto, y es que La Red Oscura, de Eduardo Casas, es un libro sorprendentemente práctico. Oh, desde luego no os va a enseñar a programar un cortafuegos ni incluye entre sus páginas la secreta identidad del lider de Anonymous, pero sí que os ayudará, de forma simple e inmediata, a entender los peligros de Internet y como evitarlos en su inmensa mayor parte.

Tengo que decir que me ha gustado mucho. Es un libro de divulgación, directo e interesante, y que amén de sus virtudes propias me parece perfecto para que aquellos que solo han leído novelas se adentren en el gratificante mundo de la no-ficción. Sin presuponer nada, comienza con un capítulo introductorio para dar las bases tecnológicas (¡y culturales!) necesarias para entender qué es Internet, más allá de abrir el navegador y buscar cosas en Google. Sin ser particularmente técnico a mi no se me va a olvidar la diferencia entre una LAN y una WAN y ya sé qué rayos es eso de la IPv6, el protocolo TOR y cómo se hace un ataque DDOS(1). Y me ha llamado mucho la atención (a mi, claro, que nací sin Internet) que herramientas que para mi son tan básicas y anticuadas como el IRC sean, en realidad, parte de la famosa Internet Profunda. Insisto: no le va a descubrir la pólvora a un experto pero es que no es esa su intención y en cambio sí que es muy informativo «a nivel de usuario». O a mi me lo ha resultado, qué queréis que os diga…

El resto del libro se dedica a analizar, dedicando un capítulo a cada tema, los diversos tipos de ilegalidades que se pueden cometer por internet, desde la pornografía infantil, asunto del que el autor es (desgraciadamente) una autoridad, a la insurgencia política, pasando por robos, chantajes, timos, tráficos ilegales y un sorprendentemente amplio etcétera. La estructura de cada capítulo es paralela: una introducción «novelando» un caso real del tema a tratar (como la de este artículo a modo de homenaje) seguido de información, información e información, tanto teórica como «práctica», en forma de ejemplos reales de esos delitos y su investigación. Algunos de estos abren los ojos a la realidad de un mundo que, cuando se ve en una película o una serie desde el salón de casa, puede parecer tan real como el cuento de la lechera, pero que resulta ser mucho, muchísimo más auténtico y aterrador. Y aviso desde ahora que el libro está muy bien escrito: el capítulo cuatro, por ejemplo, titulado «La Muerte Retrasnmitida» y dedicado a los videos snuff y otros tipos de delitos contra las personas está tan bien documentado y narrado, fría, objetivamente, sin un ápice de morbo, que algunos párrafos le quitan a uno las ganas de ver Criminal Minds durante unos meses(2) y se las dan de irse a buscar a los policías que, como el autor, investigan ese tipo de crímenes y se exponen rutniariamente a ese tipo de escenas, para darles un abrazo y llevárselos de cañas a ver qué se puede hacer para compensar un poco los jirones de alma que, por protegernos, se deben de dejar diariamente ante sus monitores(3).

Pero el libro no es duro ni descarnado. El capítulo de los timos, por ejemplo, admito que a mi me ha hecho sonreír malvadamente en un par de ocasiones y el de las conspiranoias (que, sí, causan víctimas, pensad en los antivacunas) también, en este último caso mientras meneaba la cabeza ante los niveles a los que puede llegar la tonería humana. Y también es informativo y didáctico en campos que uno no esperaría en un libro de esta temática. Por ejemplo, a mi me lleva aproximadamente una hora y media de charla explicarle a un lego el concepto de «dinero fiduciario»; bueno, pues el autor lo hace, clara y correctamente, en seis párrafos. Seis. Párrafos. De la economía de trueque al dinero fiduciario en seis, camaradas, seis, ni siquiera páginas, SEIS PÁRRAFOS. Lo hace parecer tan simple que es insultante, oiga, es injusto…

Y poco más puedo añadir aparte de insistir en que, además de una interesante lectura, el libro es práctico. A mi ya veis que me ha servido para que me den una palmadita en la espalda desde Nueva York a la vista de mis jefes directos, pero a un número sorprendente de gente le vendría bien por la información y los consejos que contiene sobre, por ejemplo, la sextorsión, o chantaje que (me consta) han sufrido amigos y amigas cuando alguien ha amenazado con hacer públicos fotos o vídeos en los que aparecen y que, digamoslo así, no estaban destinados para el público en general. Y es que incluso el más listo de nosotros puede tener un día tonto en Badoo, o un hijo o una sobrina que los tengan, y no saber que hacer.

En serio, leedlo. Por lo que cuesta es todo un negocio.

Salud y evolución,

Arthegarn_________

(1) Bueno, sé cómo se hace de la misma forma que sé cómo se hace una carga de caballería, usté mentiende…
(2) Si hay vídeos, como Two Girls, One Cup, que no se pueden «desver» una vez vistos, espero que el sorprendentemente accesible de los «maníacos de Dnepropetrovsk» (llamado en ciertos círculos Three Guys, One Hammer) ocupe el poduim absoluto porque prefiero no tener ni que imaginar que haya algo peor. Mi hermana Irene, que también se lo ha leído, me comentó que había ciertos párrafos que había tenido que saltarse y algo me dice que son estos.
(3) Técnicamente la especialidad del autor es la pornografía infantil, sobre la que es bastante menos gráfico. Leyendo los tres grandes grupos de edad en los que se clasifican los gustos de los pederastas de red TOR y desde la ventaja que me da conocerle desde hace veinte años algo me dice que no es por falta de material, sino por proteger al lector y a la víctima, por lo que esto es así.

Memoria y balance de 2016

Se acerca el fin de año y, una vez más llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2016:

  • Seguir haciendo ejercicio regularmente: Conseguido. He hecho más ejercicio este año que el anterior, más exigente, y me ha costado menos.
  • Cumplir mi plan de adelgazamiento ligado al alcohol. No conseguido, pero fundamentalmente porque he perdido bastante peso y dejó de tener sentido.
  • Escribir una entrada de blog a la semana. No conseguido. A lo que añado ja, ja, ja. Es dificilísismo, cada vez necesito más tiempo para escribir lo que quiero decir porque quiero ser exhaustivo y al final acabo no escribiéndolo. Me da una cierta envidia sana Eduardo, quien entre sus dos blogs y sobre todo sus estados expandidos de Facebook no tiene este problema. Cuando tiene una idea la desarrolla en siete párrafos y listo, que el debate matice lo que quiere decir y lo que no.
  • Reunir el Circle of Vicious Philosophers una vez al mes. No conseguido, pero entre otras cosas porque en junio dije que dejaría de organizar las reuniones y como era de esperar nadie ha cogido el testigo.
  • Leer un libro al mes. Conseguido, pero haciendo la media y gracias a CP y sobre todo a Mithur que me descubrieron The Expanse y es que cuando te lees cinco libros en quince días es muy fácil llegar a doce en el año. Los otros que han caído, por cierto, han sido The Shepherd’s Crown, The Last Hero, The Colour of Magic y The Light Fantastic (relecturas), Los Huevos FatídicosEl Maestro y Margarita (relectura), The Tipping Point y El Capital en el Siglo XXI (que me ha llevado casi un año y del que tengo que escribir una reseña como sea).
  • Seguir ahorrando. Conseguido. Entre el piso, el plan de pensiones y el fondo he ahorrado algo más del 65% de mis ingresos netos. Hay que ver lo que cambian los números cuando la vivienda deja de ser gasto y se convierte en ahorro…
  • Reproducirme de una vez: No conseguido pero en buen camino. A la vista de lo visto Ana y yo ya hemos ido al médico y esperamos conseguirlo este año por las buenas o por las malas.

Cosas buenas de 2016:

  • Mi relación con Ana, que siento últimamente que ha pasado a otro nivel. A nivel emocional no necesito nada más que estar con ella y abrazarla y verla sonreir para sentirme feliz. Doce años son muchos años…
  • Nevershire. O sea, nuestra casa. Nos gusta, no nos ha dado malas sorpresas, los vecinos son majos, el patio mola y da todo el juego que esperábamos y no veas lo bien que se está en invierno con la chimenea bebiendo un vinito y arrebujados en el sofá.
  • Mi vida profesional. Pues qué queréis que os diga. En enero me volvieron a subir el sueldo (¡más de un 25%!), mis jefes en Londres confían en mi y me valoran y he tenido dos ofertas (una por headhunter y otra por LinkedIn) para cambiar de empresa y otra interna para irme a Londres, que rechacé en octubre tras mucho meditarlo. Lo mío me ha costado llegar a donde estoy pero, las cosas como son, soy de los mejores de España en mi trabajo y ya no es que lo sepa yo como cuando estaba en Vestas, es que lo sabe el mercado.
  • Mis nuevas amigas. Así como quien no quiere la cosa he afianzado mucho mi relación con Pandora, he conocido más a fodo a Shera y Mystico, y conocido a secas a Corpus y Kia. Y me caen todas muy bien y me lo paso muy bien con ellas. Me encanta tener relaciones que andan más cerca de la veintena que de la cuarentena, me mantienen joven y de buen humor. Y no olvidemos a Moreno, que merece mención aunque sea amigo desde hace mucho.
  • Lo que he ligado. Me siento Amy Farrah Fowler, ojalá pudiera irme a mi yo de secundaria a decirle que sí, oye, que el asunto mejora con el tiempo. O a mi yo de la Universidad para decirle que ya ligaría con universitarias en unas décadas. Tener mi edad y sentirse atractivo y deseable (y no solo sentirlo sino tener pruebas… am… «tangibles» de serlo) por chicas no solo inteligentes y guapas sino encima con veinte años menos que yo es… Pues es genial, qué queréis que os diga.
  • Mi primera ópera. A muchos os sorprenderá esto sabiendo como soy, pero no había ido a la ópera hasta la semana pasada pese a lo que me gusta. Y he descubierto que (como era de esperar) en directo me gusta aun más.
  • Las vacaciones con Ana en Canarias y, por fin, en Benidorm. Doce años llevaba sin ir a Benidorm, oiga…
  • Rogue One. ¡Ya era hora, caray! Star Trek: Beyond tampoco estuvo nada mal, pero hay que quitarse el sombrero con Rogue One.

Cosas malas de 2016:

  • Darme cuenta de que cierta gente no me aporta lo que me cuesta y mandarla a la mierda. Si el año pasado me impuse a mi mismo permitir que mi más vieja y querida amiga se alejara de mi si le daba la gana en vez de salir corriendo detrás de ella, en 2016 he redefinido a la defrensiva tres relaciones con gente a la que quiero y aprecio pero que llevan aparejado un precio emocional demasiado alto. Son relaciones de muchos años, en algún caso condenadas a mantenerse con otro formato, con gente que, por ser como son, me hacen daño una y otra vez y que (i) ni se aperciben (ii) ni, cuando se les explica el asunto, muestran arrepentimiento ni propósito de enmienda. Gente que opina que el problema lo tengo yo, que soy demasiado sensible o demasiado inflexible, no ellos, y que reivindica su derecho a ser como es. Y lo tiene, desde luego, pero ya he decidido que lo tiene en su casa, no en la mía; que cuando el balance de una relación es emocionalmente negativo lo que tengo que hacer es distanciarme. Es lo que tengo que hacer y está compensando, pero me sigue dando pena haber terminado así.
  • Mi trabajo. Sí, gano mucho dinero(1) y todo lo que quieras, pero trabajo muchísimo, muchísimas horas, y con mucho estrés. Salgo de casa a las siete y cuarto y suelo volver pasadas las nueve con las fuerzas justas para cenar un poco, charlar algo con Ana, verme un capítulo de algo (a veces dos) y meterme en la cama a las once como muchísimo. Y ya no tengo treinta años como cuando tenía tres trabajos, me hacía 125 kilómetros al día y me quedaban ganas de juerga todas las noches. Me canso, me estreso, me sale psoriasis y mis amigas me dicen que estoy a la que salta.
  • El fin del Circle of Vicious Philosophers, actividad a la que la verdad es que tenía mucho cariño pero que está claro que, como me temía, si no la muevo yo no la mueve nadie y es que es muy fácil minusvalorar el tiempo y esfuerzo que costaba el asunto. Así es la tragedia de los comunes
  • El ascenso del populismo personificado en el triunfo de Trump y, en menor medida, en el Brexit y del que ya estoy hablando en Lo que se Juega Occidente. Es un asunto que me preocupa muchísimo y con el que espero francamente estar muy equivocado.

Propósitos para 2017:

  • Reorganizar mi vida profesional y hasta aquí puedo leer.
  • Trabajar menos horas. 
  • Seguir haciendo ejercicio regularmente hasta los 150 días al año.
  • Bajar mi consumo medio de alcohol a 5 UU.AA diarias, o sea un litro de cerveza.
  • Escribir una entrada de blog a la semana.
  • Leer al menos un libro al mes.
  • Seguir ahorrando.
  • Y traer por fin esos nuevos Izquierdo al mundo.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2017 a todos.

Abrazos,

Arthegarn.

(1) Me da pudor decir esto y, debido a la empresa en la que trabajo y a lo que cobran mis compañeros, me sale decir «aunque tampoco tanto» o algo así. Pero la verdad es que, objetivamente, estoy en el famoso 1% así que decir que «tampoco gano tanto» es un puñetero insulto a muchísima gente y no pienso hacerlo. Gano más de lo que nunca pensé que ganaría y si os preguntáis por que no voy por ahí en Lexus la razón está ahí arriba: vivo muy tranquilo por debajo de mis posibilidades, muchas gracias.

El libro de marzo

La corona del pastor

Es difícil escribir un comentario objetivo de La Corona del Pastor, el último libro de nuestro bienamado Sir Terry. Simplemente tenerlo en las manos sabiendo que ya no habrá más Mundodisco ya le emociona a uno, y la emoción es muy mala para ser objetivo. Pero voy a intentarlo, con los menos spoilers posibles.

En primer lugar y ante todo: a mí me ha gustado. Claro que también me ha gustado Gentleman Jole and the Red Queen, así que mis gustos tampoco están precisamente libres de sospecha. Los tres primeros capítulos son MUY buenos, en particular el segundo, que juega con las emociones del lector y estoy seguro de que os hará llorar a todos, del más grave y aguerrido a la más emotiva truhana. El problema es que el libro, que no la historia, alcanza su clímax en esos capítulos y a partir de entonces cae y no vuelve a elevarse a esa altura. Oh, desde luego no es el bodrio que fue Snuff ni la decepción de A Todo Vapor*, pero tampoco es un buen Pratchett. Duele decirlo, pero se nota, en primer lugar, que el relato no está pulido, y en segundo lugar que la mente de Pratchett ya no era lo que fue con Papa Puerco o Lores y Damas.

La historia, como dice el editor en el epílogo, tiene planteamiento, nudo y conclusión y se deja leer, pero poca cosa más. Es cierto que es del arco de Tiffany y por lo tanto está orientado a un público más joven, así que no cabe esperar la complejidad tanto de ideas como de tramas de los libros “nucleares”, pero… Hay personajes de toda la vida que se comportan de formas muy raras (el Patricio, por ejemplo); se echa de menos un antagonista de nivel (de hecho no queda muy claro quién es el antagonista: ¿los elfos en general? ¿El Rey? ¿Beladona, que ya fue derrotada en Pequeños Hombres Libres? ¿Flordeguisante, que desde el principio aparece como venal y débil?); los personajes secundarios están muy desdibujados y faltos de pulido por ejemplo, Del Rocío el Relucir se presenta primer como un agente de la Reacción que se opone a los cambios que están experimentando los trasgos y luego si te he visto no me acuerdo). Todos estos defectos quizá se podrían haber corregido si hubiera habido más tiempo para revisar…

Pero hay otras cosas que no tanto. Ya desde Snuff se puede ver un declive claro en la calidad de la prosa y del humor de Pratchett. En esos libros los mejores chistes ya han sido contados en otros libros y en este pasa lo mismo, con permiso de los Fleegles que siempre son muy divertidos. De la misma forma, la temática, la “moraleja” del libro, que es que debemos ser tolerantes y hacer un esfuerzo para respetar e incluir en la sociedad incluso a sus elementos más marginales, la trató en Pies de Barro y estuvo en el subtexto de todos los libros de la Guardia, y luego la repitió una y otra vez hasta llegar al paroxismo en Snuff. Y el final del libro es anticlimático por lo facilón, sobre todo comparado, insisto, con los primeros capítulos que me da a mí que deben estar escritos desde hace diez años.

Pero a mí me ha gustado, porque soy fan de Pratchett y de su mundo y personajes. Así que, como hice con la última reseña, siendo un libro objetivamente no recomendable lo recomiendo sobre todo para fans de la saga, porque lo he pasado muy bien leyéndolo aunque a ratos se haga triste.

Arthegarn

PS: Mención especial para la traducción de Manuel Vizcaíno, que ha vuelto con los Feegles a la genial idea de Javier Calvo en Carpe Jugulum respecto a su forma de hablar y la eliminado la (para mi) horrenda traducción de «Crivens» como “¡Por Cristo!”, algo que no pegaba ni con cola en el Mundodisco.

(*) Para quien no lo sepa, el tercer libro de Moist von Lipwig no se iba a haber llamado Raising Steam sino Raising Taxes y nuestro héroe iba a ocupar el nada simpático puesto de Canciller del Tesoro de Ankh-Morpok. Conociendo a Pratchett seguro que el libro hubiera resultado keynesiano, nadie es perfecto, pero aun me río imaginando por ejemplo las posibilidades de un conflicto entre un Lipwig liberal y un Vimes podemita (recordemos la teoría Botas de la injusticia socioeconómica), o a Hex explicando el funcionamiento mágico de La Mano Invisible (que seguro que sería visible para los gatos).

El libro de febrero.

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Llevábamos desde noviembre de 2012 sin un mal Vorkosigan que llevarnos a la boca y, tres años después, Lois McMaster Bujold ha escuchado los ruegos de la legión de fans irredentos de Miles que andan por el mundo y nos ha obsequiado con este Gentleman Jole and the Red Queen a ver si nos callamos.

Y, bueno, para callarnos vale… durante aproximadamente 48 horas.

Lo mejor que se puede decir del libro es que es un Vorkosigan. Entre otras cosas porque si no eres fanático de la saga lo más probable es que te aburras bastante. Lois escribe muy bien y los personajes de este libro, particularmente Cordelia, tienen mucha profundidad y matices – aunque no sea más que lleva 25 años escribiendo sobre ellos. Pero, aparte de ese estudio de personajes y de la narración de un romance en la madurez de la vida entre una viuda y un… un confirmed bachelor, que diría HK, el libro tiene bastante poco. No hay ni rastro de la acción y el misterio al que nos tiene acostumbrada la saga – ni siquiera en dosis escasas como en Cryoburn, o ya al final como con el libro de Iván. Miles aparece, junto con Ekaterin y sus hijos, pero al final del libro, en un papel totalmente secundario, y bastante apagado comparándolo con el brillante treintañero de A Civil Campaign (la propia Ekaterin está bastante desdibujada). Incluso Cordelia, que como digo es la protagonista del libro, aunque sigue teniendo la fuerza interior de la capitana del Servicio Astronómico de Exploración Betano que nos presentaron en Shards of Honor, está más roma, menos brillante, menos en el magistral control físico y sobre todo psicológico de la situación. Durante toda la narración los personajes parecen un eco de si mismos – aunque algunos ecos resuenan más potentemente que otros, claro.

En fin, no es recomendable a menos que seáis fans de la saga, e incluso en ese caso solo relativamente. Pasan muy pocas cosas nuevas y nos enteramos de muy pocas cosas que ya hubieran pasado y que no supiéramos. No llega a motivar ni siquiera en su vertiente de culebrón. Lo mejor: la narración del romance maduro. Porque la premisa de ciencia-ficción, que es muy interesante y habría dado para una buena historia (Cordelia le ofrece a Marcus Jole, almirante de Sergyar y amante de Aral, unos óvulos suyos sin carga genética y unos gametos congelados de Aral para que, combinados con esperma de Jole, este pueda tener hijos del difunto Conde Vorkosigan) se diluye en los primeros cuatro o cinco capítulos sin mayor pena ni gloria.

Y, dicho todo lo anterior, y siendo un libro objetivamente no recomendable, yo personalmente me lo he pasado muy bien leyéndolo. Friki que es uno, supongo.

 

 

El libro de enero

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En realidad me llevaba leyendo Intuition Pumps and Other Tools for Thinking, el que si no me equivoco es el último libro de mi filósofo (vivo) favorito, Daniel Dennett, a ratos desde el verano pasado, pero con las navidades que tuve algo de tiempo, y a la vista de que no me estaba gustando demasiado, decidí volvérmelo a empezar para hacerle justicia y me lo terminé en cinco o seis semanas.

El libro, supuestamente, es una especie de visita guiada al pensamiento racional con descripción pormenorizada de alguna de sus más importantes vistas. La idea que sugiere el autor en el prólogo es que nos va a enseñar a pensar como filósofos y que, más allá de la pura lógica formal, nos va a dar unas herramientas especiales para acelerar nuestro pensamiento – eso sí, con un manual de instrucciones y advertencias porque las herramientas que nos va a dar no son «lógicas», no son formalmente válidas para defender una postura o para desentrañar la realidad aunque sí puedan, por virtud de la intuición y del pensamiento preconsciente (aunque el autor no lo llamaría así ni borracho), indicarnos en general dónde se oculta, probablemente, la Verdad, o incluso darnos acceso a una hipótesis que luego podamos probar o refutar formalmente. Es, al parecer, una guía de viaje del pensamiento que explica los atajos y las rutas escondidas del mismo así como los peligros que podemos encontrar en el camino, para que los usemos sabiamente si decidimos hacerlo.

Sin embargo y en mi opinión se queda en buenas intenciones. Algunas de las herramientas que da el libro son tan básicas como la reducción al absurdo (en serio, le dedica un capítulo) y en otros puntos lo que intenta es prevenirnos de las falacias que sus adversarios han utilizado en el pasado para discutir sus teorías o apoyar las propias. Por ejemplo, dedica tres apartados a las diversas manifestaciones de lo que denomina «goulding», el envoltorio retórico con el que Stephen Jay Gould presentaba muchos de sus argumentos (algo que podría haber tenido mucha más gracia si Gould no llevara diez años muerto, por cierto).

Oh, desde luego, tiene algunas partes y herramientas interesantes, como el sorta operator (consistente en poner sorta* delante de un concepto para desproveer ese concepto de su significado técnico y dejar solo el intuitivo) pero en general a mi me ha decepcionado. Muchas de las ideas que expone el libro, sobre todo a partir de la segunda mitad, no son auténticas herramientas para pensar sobre el libre albedrío o sobre la consciencia, como sugieren los capítulos, sino versiones «popularizadas» de sus mejores libros anteriores (sobre todo Darwin’s Dangerous Idea, Freedom Evolves y Consciousness Explained – y tengo que escribir las reseñas de los anteriores) que, en vez de apoyarse en doscientas hojas de observación y razonamiento minuciosos, lo hacen en estas «muletas» intuitivas de las que habla.

No obstante y pese a que no esté a la altura de sus trabajos anteriores no voy a dejar de recomendarlo. Precisamente por esto es una buena lectura para aquella gente que no haya leído a Dennett y que, queriendo hacerlo, no tenga el tiempo, la concentración o la voluntad necesarias para empezar con uno de sus libros «serios». En ese sentido probablemente sea una lectura interesante que abra el apetito para leerse luego con calma alguno de sus otros libros, exigentes pero maravillosos. Ahora, sí ya le has leído la mejor recomendación que puedo hacer es que lo cojas sin demasiadas ilusiones y te lo leas (¡anatema!) casi como un pasarratos. Alguna cosa original y alguna idea nueva sí que tiene, pero no esperes las maravillas a las que nos tiene acostumbrados.

Precisamente por lo que tiene de iniciático, probablemente lo regale bastante este año…

Arthegarn

* Sorta = a sort of. En español vendría a ser algo así como la partícula «más-o-menos». Por ejemplo: podemos decir que el libre albedrío existe o podemos decir que el libre albedrío más-o-menos existe (o, más correctamente, que más-o-menos el libre albedrío existe). Dejando el término sin definir a ultranza, algo que en realidad es fundamental para la filosofía (como bien sabemos los filósofos viciosos) se permite que el discurso prosiga más allá de la discusión semántica y, con el caveat de que quizá luego tengamos que volver a definir detalladamente el término, incluso se posibilita el llegar a un acuerdo o a una conclusión válida sobre el tema analizado.

Todo lo que era Sólido – El libro de septiembre.

No recuerdo cuándo uno de mis escasos pero notorios amigos inteligentes y de centro-izquierda(1) me recomendó Todo lo que era Sólido, de Muñoz-Molina. “Tienes que leerlo”, me dijo, imperativo como nunca se pone(2). Así que, confiando en su buen criterio, lo encargué un par de días después en Amazon, y en mi estantería durmió durante meses el sueño de los justos mientras yo luchaba con Cycles of Time en los escasos ratos libres que me deja mi nuevo trabajo(3). Pero como todo llega a quien sabe esperar, a mediados de agosto y necesitado de descansar por un tiempo del vértigo que me dan algunas de las ideas de Penrose (4), lo recuperé de su estantería y me puse a leerlo, un tanto distraído, y un tanto porque mi amigo no pudiera acusarme de lector de un solo libro.

Todo lo que era Sólido es un libro de ensayo histórico-político que recoge las reflexiones del autor sobre la actual crisis política e institucional española. Formalmente, la narración se divide en unos cinco artículos más o menos enlazados entre sí, escritos en primera persona (en muchos casos del plural) y que narran vivencias y observaciones del autor, así como el trabajo de investigación realizado para escribir el libro. Muñoz-Molina se presenta como un andaluz de medio rural, clase media-baja y (al menos en su juventud) “de izquierdas”. Y esto es lo primero que me resulta interesante, leer la historia desde el punto de vista de alguien lúcido e inteligente de la generación de mis padres (la que vivió conscientemente el final de la dictadura, la transición y el primer felipismo), pero de izquierdas. Porque, aunque mis padres son demasiado inteligentes como para ser calificados como “de izquierdas” o “de derechas”, el hecho es que a excepción de las elecciones del 86 en las que mi padre votó a Felipe González (mi madre, mucho más acertada en mi opinión, votó a Roca) no recuerdo jamás que hayan votado a la izquierda de a Adolfo Suárez. Si a eso añadimos que mis abuelos estuvieron en el bando de los ganadores y que uno de ellos era camisa vieja(5) no me hago ninguna ilusión sobre la objetividad o completitud (6) de mis informaciones de primera mano sobre la guerra y el antiguo régimen. Pero a lo que estamos.

El libro intenta responder a las preguntas “¿qué nos ha pasado? ¿cómo hemos podido llegar hasta aquí?” que se hace todo aquel español con verdadera conciencia política y ciudadana y desde mi punto de vista lo consigue espléndidamente. El autor crea una narrativa(7) que conecta las ideas, las emociones y los hechos en una historia comprensible que explica cómo de un país austero, digno y trabajador como éramos hace treinta o cuarenta años, hemos acabado así; cuáles fueron los errores que se cometieron y por qué fue tan fácil caer en ellos, cuales son las carencias de nuestra ciudadanía y por qué una vez creado el monstruo de la partidocracia dominante (en el sentido en que los partidos exigen políticos sumisos) nos va a ser tan difícil acabar con ella. Como pasamos de la austeridad al despilfarro, del escrupuloso respeto de la ley a la justificación de su inobservancia, de la corrupción escasa y perseguida la generalizada e impune, y como lo hicimos todo con los ojos bien abiertos y sabiendo que lo estábamos haciendo, pero totalmente convencidos de que hacíamos bien y desoyendo a los tres o cuatro españoles lúcidos y honrados que protestaban tildándolos de anticuados, fachas o lo que es peor, aguafiestas.

Y yo coincido en el análisis de la historia y de la sociedad que hace, que no os voy a resumir para no pisároslo. Esto no quiere decir que esté totalmente de acuerdo con todo lo que dice, por supuesto. Como ya os digo el autor tiene una posición de izquierda inteligente que y respeto pero no comparto, y que permea todo el libro, supongo que haciéndolo particularmente fácil de leer para gente que comparta sus ideas. Por ejemplo, en las desiderata finales, cuando habla de lo que España necesita e intenta motivar al lector, entre llamadas a la conciencia ciudadana, al respeto a la legalidad y a la profesionalización de la administración, dice también:

  • Hay que defender sin timidez ni mala conciencia el valor de lo público, que lleva tantos años sometido obstinadamente al descrédito, a la interesada hipocresía de los que lo identifican siempre con la burocracia y la ineficiencia y celebran por comparación el presunto dinamismo de la empresa privada, y a continuación aprovechan contratos públicos amañados para enriquecerse, y renegando del estado saquean sus bienes y se quedan a bajo precio y a beneficio de unos pocos lo que había pertenecido a todos, lo mismo una red de trenes que el suministro de agua de una ciudad, el patrimonio común convertido en despojos.”

Se le ve el plumero a Antonio Muñoz-Molina, y probablemente se le ve porque no hace demasiado esfuerzo en ocultarlo. Ni falta que le hace: el libro es bueno, inteligente y sincero y hasta un irredento liberal como yo(8) puede disfrutar de él y permitirle al autor de vez en cuando un acercamiento del ascua a su sardina, que al menos es claro y honesto en vez de sibilino y demagógico como por desgracia suele ser habitual.

En definitiva, una magnífica lectura. Me ha recordado muchísimo al espíritu inicial del 15-M, ese impuso reformista y regenerador que durante tres o cuatro días nos dio la esperanza de que la gente honrada, decente, trabajadora y con principios y sentido común podría volver a la política… antes de que le pasara, a otro nivel, exactamente lo mismo que le pasó a España y que tan bien describe este libro. Así que si queréis saber que fue, y aprender cuales fueron los errores de la buena gente de la transición para no volver a repetirlos, ya lo estáis leyendo.

Saludos a todos,

Arthegarn___________.
(1) Lo curioso es que no recuerdo quien fue ese amigo. Sé que no fue Accolon, que si fuera de centro-izquierda sería porque está entre Trostki y Bakunin. Durante bastante tiempo creí que había sido el Profesor Ignatius, hasta que él mismo me dijo que no se lo había leído. Me decanto últimamente por Andrés de la Quadra-Salcedo, gran tipo que dice cuando habla de mi que “tiene una confusión política importante: cree que es de derechas”. Pero si quien me lo recomendó está leyendo esto, por favor que se manifieste.
(2) No me hace falta recordar quién fue para saber que nunca se pone imperativo: es una característica común de quienes tienen la etiqueta “amigos inteligentes de centro-izquierda”, probablemente para diferenciarse de los gritones, demagogos y todovalistas de la izquierda menos centrada y mucho menos inteligente.
(3) No sé si os habréis dado cuenta, pero antes publicaba una reseña literaria cada mes. Desde que entré en Garmr, hace ya seis meses, creo que este es el primer libro que me termino.
(4) Lo de considerar el big bang un modelo de transición suave entre un espacio-tiempo y otro, ambos gobernados por ecuaciones distintas pero semejantes y (sobre todo) relacionadas determinísticamente entre si da auténticas nauseas.
(5) Uno de los mejores y más brillantes hombres que he conocido jamás, al que Franco no le gustaba un pelo y que decía de él que había tergiversado y manipulado el ideario de José Antonio en provecho de su régimen, para destruir Falange y crear “ese engendro” llamado FET y de las JONS.
(6) Aunque no dude de su veracidad. Si en España con este tema la gente se diera cuenta de la diferencia entre que algo sea cierto y que sea toda la verdad (o, ya que estamos, si a la gente se la diera un ardite conocer la Verdad) haría tiempo que habríamos enterrado el hacha con este asunto.
(7) Tengo que escribir un artículo sobre la narrativa en nuestras vidas. Últimamente he llegado a la conclusión de que la realidad no es sino una alegoría, una fábula, un cuento que nos contamos a nosotros mismos para encontrarle sentido a las cosas, y que es esa capacidad de reducir la realidad a un cuento la que nos distingue de los animales. Pero en otro artículo.
(8) Por cierto que dedica varios párrafos a elogiar a los liberales y a añorar su desaparición del espectro político español.

El libro de enero.


Como la confesión es buena para el alma, confieso que aunque me hubiera parecido un peñazo pensaba hacer una crítica cuanto menos amable de este libro, debido tanto a su procedencia como a su autora. Pero aunque sus 720 páginas me amedrentaron en un primer momento y hizo falta una cierta dosis de valor para decir “venga, voy a meterme este mamotreto de una autora novel como si no tuviera un Star Trek: New Frontier de Peter David esperándome”, la verdad es que el libro es una preciosidad y que me ha gustado muchísimo.

Belmanso cuenta la historia de dos familias en la Francia del siglo pasado, empezando con dos soldados de la Primera Guerra Mundial y contando sus avatares (y los de sus hijos, nietos y bisnietos) hasta llegar al nuevo milenio. Así contado parece que sea una novela costumbrista y para de contar, pero es bastante más que eso.

La historia en si misma es buena, realista, consistente, llena de giros argumentales que no por ser en ciertos casos imprevistos rompen la atmósfera de total credibilidad que impregna el libro. Y es que lo mejor del libro es la atmósfera que crea, que empieza a insinuarse con las primeras páginas y te atrapa totalmente ya con los primeros capítulos transportándote a las épocas y los lugares que describe. Si tuviera que hacer comparación con otras novelas históricas diría que se parece a lo que el lector experimenta con El Dios de la Lluvia Llora sobre México o El Nombre de la Rosa frente a, digamos, las novelas de Colleen MCCollough. La trasposición de época y lugar se realiza en la mente de una forma suave y dulce, como si cada vez que abres el libro una bruma cayera a tu alrededor y, al levantarse tras un par de páginas, te encontraras en el París de entreguerras (o en Belmanso, o en donde sea). Otro tipo de novelas te arrancan también de tu sillón y de tu siglo y hacen que entiendas la mentalidad y la psicología de personajes de otras eras, pero la transición es, a falta de otra forma de explicarlo, bastante brusca y no llega a arrebatarte emocionalmente tanto, no llegas a sentirte tanto in media res con Maurice Duron (que es buenísimo), por ejemplo como con Eco o con Passauth (o con Camino). Es un arte sutil este de la trasposición del lector que la escritora demuestra dominar muy bien y es por ello que esas 720 intimidantes páginas de las que hablaba antes no se hacen largas en absoluto. Un poco cortas y todo.

Y no poca parte de esta atmósfera es debida a los personajes. Todos, absolutamente todos, tienen algo que contar, y es algo creíble, complicado (a veces dentro de la simplicidad) y emocionante. Me resultó facilísimo empatizar con ellos y, claro, una vez que empatizas con los personajes y entiendes sus tribulaciones, todo relato deja de ser una mera historia imaginada y adquiere, subjetivamente, una realidad casi sólida que te lleva a querer saber más de los mismos. Aparte de esto, y probablemente por ciertas similitudes entre la narración de Belmanso y la historia de los Scaevola, tengo que decir que veía a muchos miembros de mi familia reflejados en los personajes. Eve, por ejemplo, que para mi es la protagonista del libro incluso antes de nacer (al igual que el César de Masters of Rome) tiene muchísimas, muchísimas facetas de mi abuela paterna. De igual modo, no me cuesta nada identificar a mi madre en Berthe y Marcelle, a uno de mis tíos en Leopold, a mi abuelo en Pierre (sobre todo el de la guerra) o en el Jean-Marido; o a mi padre o a mi hermanas en el Jean-Genio(*). Porque otra particularidad del libro es que los personajes, además detener múltiples facetas. cambian a medida que pasa el tiempo. Más deprisa algunos, más despacio otros (como Romain, lo que es totalmente esperable) pero a todos les cambian las experiencias y el mundo a su alrededor de una forma consistente y enriquecedora. Al menos para la historia…

En definitiva, un libro muy recomendable, sereno y optimista, magnífico para desenchufar (tiene que ser excelente para unas vacaciones) que te deja con una agradable sensación de paz y quietud cuando lo lees. Ya he regalado uno y tengo otros dos para cumpleaños cercanos de gente que sé que le va a encantar. Y, para los demás, dudo que lo encontréis en tiendas pero está disponible a un click.

Ah, por cierto, no os fiéis de la reseña por defecto. Hace que el libro parezca una cursilada digna de Mujercitas y para nada. En serio, muy recomendable.

Arthegarn______________

(*) «(…) era mucho más frecuente ver [a Jean en los talleres], ataviado con su bata blanca, que sentado en su despacho; de ahí que en la sociedad parisina circulara el simpático chascarrillo de que Bonmidi era quizás la única compañía cuyo sillón presidencial era ocupado por un técnico de dicha empresa». Si esto no son las tres generaciones de Scaevola ingenieros, sobre todo Andruin que baje Dios y lo vea.

Thinking, fast and slow.

Es difícil escribir una reseña de Thinking, Fast and Slow, del psicólogo y premio Nobel de economía Daniel Kahneman. Es uno de esos libros maravillosos como GEB-EGB o La Nueva Mente del Emperador que hace falta que alguien que se lo haya leído te lo recomiende porque si no igual ni te enterabas de que existía. En este caso fue el inefable Julian quien me lo recomendó en mi último viaje a Londres y tengo que darle las gracias porque me ha gustado una burrada. El libro trata fundamentalmente de cómo la mente humana toma decisiones, sobre todo decisiones en las que existe un grado de incertidumbre respecto al resultado o que se prolongan en el tiempo. Habla del tipo de algoritmos que utilizamos para decidir, de los errores sistémicos más habituales existentes en esos algoritmos y de cómo podemos evitar caer en esos errores para tomar las decisiones razonables y no simplemente decisiones razonadas.

La primera tesis del libro es la coexistencia en nuestra mente de dos “sistemas” (que Dennett llamaría homunculi en Consciousness Explained) de pensamiento a los que denomina “sistema 1” y “sistema 2”. El sistema 1 es inmediato, intuitivo e instintivo, fácil de usar y de reacciones rápidas ante lo que ocurre a nuestro alrededor y es el que, en general, tiene el mando de la inmensa mayor parte de nuestra actividad. El sistema 2 es más lento y más pesado, requiriendo mucho más esfuerzo para ponerse en marcha, pero es lógico, analítico y racional y sus conclusiones son mucho más de fiar que las del Sistema 1. La mayor parte de las decisiones de la vida las toma, automáticamente, el sistema 1; y no estamos hablando sólo de cosas como mantener el equilibrio, hacer la digestión o retirar la mano del fuego, sino de verdaderas decisiones humanas, que requieren de obtención, análisis y proceso de información figurativa. El problema es que los seres humanos asociamos nuestro ego con el sistema 2 y, si se nos pregunta por qué tomamos una decisión determinada, decisión que en realidad no nos paramos a pensar sino que la tomamos automáticamente, daremos a nuestro interlocutor una explicación que confundiremos inmediatamente con una causa, a veces hasta el punto de crear un recuerdo artificial en el que valoramos las opciones (con el sistema 2, claro) y llegamos lógicamente a la conclusión que tomamos. Esto es así porque la alternativa “no pensé, la decisión se tomó automáticamente” es extremadamente desagradable en términos de disonancia cognitiva, incluso si añadimos la coletilla “porque no la consideré importante” ya que sugiere que, en realidad, no estamos a los mandos de nuestras decisiones, algo que el 99% de la humanidad da totalmente por sentado.

Por ejemplo, un error de los algoritmos del sistema 1 efecto muy conocido es el «efecto ancla» (anchoring effect) según el cual, dado un rango de posibilidades, la que se menciona cronológicamente la primera se «ancla» en la discusión que de ahí en adelante se desarrolla en torno a esa posibilidad: si estamos discutiendo un posible precio entre 100 y 200 y yo sugiero 115, el resto de la conversación se moverá entre 105 y 150, por ejemplo, pero nunca va a llegar a 185 a menos que la contraparte sea consciente de este efecto ancla y luche contra él (el libro dice como). Otro ejemplo es el efecto marco (framing effect) que hace que se tome una decisión diferente según su resultado se presente como un beneficio o un perjuicio. Por ejemplo, si una epidemia mortal afecta a 400 personas y tenemos la opción de aplicar el tratamiento A (que salva a 100 personas) o el tratamiento B (que ofrece un 25% de posibilidades de salvar a las 400 y un 75% de no salvar a ninguna), la inmensa mayor parte de la gente (72%) elige el tratamiento A. Sin embargo, si ante la misma epidemia hemos de elegir entre el tratamiento A (que deja morir a 300 personas) y el tratamiento B (que ofrece un 25% de posibilidades de que no muera ninguna y un 75% de que mueran las 400), solo el 22% de la gente elige el tratamient a pesar de que las dos situaciones ofrecen soluciones  matemáticamente idénticas. De hecho, cuando a la misma persona se le plantean ambas opciones en el contexto de un test más largo, tienden (65%) a caer en ese mismo patrón, incluyendo a médicos y epidemiólogos que, cuando son expuestos a este detalle y preguntados el porqué de sus elecciones (al sistema 2) , caen en general en un silencio embarazoso y avergonzado. Y este no es en absoluto el único sesgo cognitivo o defecto heurístico que describe (y prueba experimentalmente, el libro está plagado de referencias a diversos experimentos que sostienen sus tesis) sino que otros pueden incluir el efecto WYSIATI (lo que ves es todo lo que existe), el Efecto Linda (falacia de conjunción), o el fascinante efecto sustitución, en el que enfrentados a una pregunta complicada cuya respuesta desconocemos, tendemos a razonar por analogía, buscar una pregunta análoga (emocionalmente análoga) cuya respuesta sí que conocemos y darnos esa misma respuesta más o menos modificada mientras pensamos que, en realidad, lo que hemos hecho es responder a la primera pregunta. Esto explica, por ejemplo, por qué todo el mundo tiene ideas muy claras sobre una cuestión tan compleja como «¿qué debemos hacer para salir de la crisis?»: porque en realidad están contestando a algo del estilo de: «¿qué hace falta para que los efectos que yo percibo de la crisis, como que desahucien a mi vecino, que mi mejor amiga siga en paro, o que mi hermano no llegue a fin de mes, desaparezcan?» Si no me creéis, analizad las respuestas que da la gente a esa pregunta y decidme cuántas incluyen una proyección de las consecuencias a medio o largo plazo de la aplicación de las medidas que proponen…

Toda esta primera parte es fascinante, pero el libro no se queda ahí. La segunda tesis, consecuencia de la primera y básicamente por lo que tiene un Nóbel en economía, desmonta dos de las premisas básicas en las que se ha venido basando esta disciplina, a saber: la idea de que el mercado (y los operadores de mercado) toman siempre decisiones racionales; y el propio concepto de utilidad de Bernouilli, demostrando que la psicología y la economía estudian dos especies diferentes: la primera los seres humanos y la segunda una simplificación de estos a los que podríamos llamar «econs«. La tercera tesis defiende que dentro de nosotros existen dos yos: el «yo que siente» (experiencing self, el yo que experimenta, en el presente, el placer y el dolor) y el «yo que recuerda» (remembering self) que, a pesar de nunca sentir nada, es quien toma las decisiones respecto a qué y cómo vamos a sentir en el futuro. Ahora, los criterios y mecanismos a través de los cuales el «yo que recuerda» toma las decisiones no se parecen nada a lo que imaginaríamos; por ejemplo, sus «objetivos» no son, como cabría esperar, maximizar el placer y minimizar el dolor del «yo que siente» sino…

Y hasta aquí puedo leer. Espero haberos picado lo suficiente para que os lo leáis. Por lo que a mi respecta me parece un libro tan recomendable que, cuando había leído algo más de la mitad, ya había comprado otro ejemplar para regalárselo a Roweena por su cumpleaños y cuando me quedaban unas 50 páginas, encargué otros cuatro más para seguir regalándolos a diversa gente, uno de los cuales ya le ha caído a . Ya tardáis. En serio. Y como nota curiosa y para terminar de animaros, comentar que el otro día mi compañero filósofo Eduardo vino a casa a jugar una partida de República de Roma y me trajo de regalo de reyes… la traducción al castellano, cuya existencia yo hasta el momento desconocía. Pensar deprisa, Pensar Despacio, se titula, y va por la segunda edición. Así que ya no tenéis ni la excusa de que está en inglés. ¡Adelante!

«Buy it fast, read it slow. It will change the way you think