Sin entrar en el tema de si la reforma ya la empezó Zapatero o el de la supuesta mamandurria de los sindicatos (que me parecen falaces, si uno hace huelga es porque está de acuerdo con la protesta y no porque apoye a quien la convoque, son temas distintos), yo es que estoy de acuerdo con las medidas contenidas en la reforma. De hecho creo que se han quedado cortos en ciertos puntos y que no le han metido mano a algunos fundamentales, como precisamente una ley de huelga. Entiendo que recorta los derechos de los trabajadores, que no olvidemos que también son los míos como asalariado que soy, pero es que opino que éstos eran excesivos en determinados campos. Sinceramente creo que una mayor flexibilidad es buena a medio-largo plazo, algo que entiendo que es inconcebible para los que solo pueden pensar en el miedo que tienen a que les despidan.
¿Y por qué pienso esto? Porque yo, como asalariado, me veo tanto a la vez como comprador y vendedor en el mercado de trabajo. Yo vendo mi fuerza laboral a cambio de un salario, desde luego, y tengo que “venderme” y conseguir que me ”compren”, pero al mismo tiempo elijo en que condiciones y para quien trabajo y, en ese sentido, si una empresa quiere contar conmigo tiene que convencerme y “venderse” también.
No nos engañemos: los empleadores no son unos esclavistas gordos con chistera, puro y dientes afilados que chasquean un látigo sobre sus trabajadores mientras les esquilman sus plusvalías. Puede que históricamente lo fueran en el momento en el que nació la lucha obrera y puede que en ese momento toda esa retórica de lucha de clases estuviera justificada, pero en el mundo en el que vivimos hoy en día, y más aun en el mundo hacia el que vamos, los empresarios que se portan así quiebran. Sí, mis queridos lectores, quiebran, y lo saben. ¿Y por qué? Porque en un mercado en el que hay libre competencia, los más rentables crecen y los menos rentables quiebran.
Si te portas como un negrero o un capitalista arquetípico de la revolución industrial con tus trabajadores te encontrarás con un fenómeno en tus recursos humanos: la gente buena de tu empresa se irá a otras en las que les traten mejor y les paguen más y tú te quedarás con los malos, vagos e ineficientes a los que no quiere nadie. Eso te hará ser menos rentable y producir con menos calidad, por lo que serás menos competitivo, y acabas quebrando (no te digo nada si esto es cierto en las grandes empresas de capital…). Desde esa perspectiva del mercado de trabajo, en la que los empleadores tienen que atraer y retener talento, estas reformas no son nada sino positivas porque: (i) si eres bueno no te van a echar porque a la empresa no le interesa y (ii) si eres malo tendrás que, o cambiar de actitud, o hacerte a la idea de que te van a pagar por lo que vales (y probablemente en otro sitio) y no por lo que crees que vales, o por lo que te han dicho tus camaradas que vales.
El incremento de eficacia de las empresas españolas, que ahora mismo es desastroso debido entre otras cosas a la mentalidad de la poltrona, incrementará su rentabilidad relativa. Eso incrementará en número de empresas y eso, a medio plazo, resultará beneficioso para los trabajadores, o al menos para los buenos trabajadores, que se encontrarán con que tienen más sitios donde elegir y con que su valor sube, por la simple ley de la oferta y la demanda. Más rentabilidad supone más incentivo para crear empresas, más empresas suponen más competencia para atraer y retener talento y eso redunda en unas mejores condiciones para los buenos trabajadores, estén en la categoría que estén y se dediquen a lo que se dediquen.
Porque todo esto no es aplicable simplemente a los grandes ejecutivos o los abogados de prestigio. Es aplicable a todos los profesionales, particularmente a todos los buenos profesionales, estén en el ramo en el que estén. Al igual que hay buenos y malos abogados (por ejemplo) hay buenos y malos mecánicos, obreros, chóferes, administrativos, secretarios, vigilantes de seguridad o comerciales. Y al igual que (caeteris paribus) los buenos abogados acaban siendo socios de Clifford Chance o de Uría&Menéndez, los buenos mecánicos acaban siendo jefes de equipo en Ferrari. Los buenos profesionales, en cualquiera que sea su ramo, acaban siendo mejor tratados, cobrando más y trabajando en mejores empresas que los malos y esto es simple selección natural.
Ni que decir tiene que la famosa rebaja de la indemnización por despido animará a los empresarios a hacer más contratos fijos. Eso facilitará la incorporación de jóvenes (y la reincorporación de parados) al mercado laboral en puestos estables, lo que facilitará su acceso al crédito. Y, si bien es cierto que al principio de tu vida profesional o si te quedas en paro tendrás que entrar un poco “donde puedas” (y cualquiera que me conozca sabe que hablo por experiencia) también lo es que si eres bueno irás ascendiendo, cambiando de puesto, o de empresa, o de las dos cosas, y acabarás en un puesto acorde con tu valía profesional. Eso sí, con tu valía profesional de verdad, que no tiene por qué tener nada que ver con lo que tú consideras que te mereces o lo que te contaba tu mamá.
Todo esto respecto a los buenos profesionales, que son los que salen fundamentalmente beneficiados de esta reforma. Y como yo soy un buen profesional y creo que esta reforma me beneficia, porque aunque ahora sea más barato despedirme no creo que fuera una decisión inteligente por parte de la empresa, pues no voy a ir a la huelga en contra de mis propios intereses.
Ahora, respecto a los que se conforman con “ir tirando” para “cubrir el expediente” y trabajan lo mínimo imprescindible… pues lo siento, pero cobrarán lo mínimo imprescindible para cubrir el expediente e irán tirando, porque si no dan más, no veo por qué esperan recibir más (supongo que al decir esto me cuelgo la etiqueta de “insolidario” o algo así). Y los que no hacen ni eso, los que vaguean en el puesto y se buscan cualquier excusa para no trabajar, pues se encontrarán con que su fuerza de trabajo es un producto tan malo que nadie quiere comprarlo, o que quienes lo compran saben lo que están comprando y le tratan como al ineficaz que es. ESOS sí que acabarán en empresas de tres al cuarto dirigidas por negreros, y la razón por la que serán tratados como esclavos será porque habrán demostrado que si no se les trata así no producen en lo más mínimo. Y en el mundo real, o produces, o mueres.
It’s nature, red in tooth and claw, es la base de la selección natural, es lo que nos ha traído a ser lo que somos desde que no éramos más que polvo de estrellas y no entro a valorar éticamente sus procesos; me limito a decir que existen y que existen en la naturaleza, y que creo que quienes afirman que las cosas se pueden hacer mejor de otra manera probablemente pequen de arrogancia.
En definitiva, independientemente de que la reforma recorte los derechos de los trabajadores, y eso es así y quien diga lo contrario miente, yo es que creo que estos derechos eran excesivos en la España del siglo XXI y tenían efectos perniciosos. Si entendemos la relación laboral no como una lucha de fuerzas entre empleado y empleador, sino como una simbiosis en la que el trabajador y el empleado se intercambian lo que necesitan (el uno, dinero, el otro, fuerza de trabajo) veremos que cuando una de las partes tiene excesivos derechos la relación corre el riesgo de dejar de ser simbiótica y convertirse en parasítica. Y así, a largo plazo, perdemos todos, y quien diga que no que mire como estamos.
Y, sí, “otro mundo es posible”, sinceramente lo creo. Pero hasta que estemos en él hay que legislar de acuerdo a la realidad o el sistema colapsará y nunca llegaremos a ese “otro mundo”.
Salud y evolución,
Arthegarn