Viaje a Asturias con pintoresca visita a las ruinas de mi vida social.

En estas dos semanas me he dado cuenta de que, al menos de momento, estoy contentísimo en mi trabajo. No está mal pagado y, aunque apenas tengo tiempo de nada, es un trabajo que no supone el más mínimo esfuerzo intelectual. Es casi como estar dormido, una diferencia abismal con mis anteriores actividades laborales. Cuando salgo de la oficina tengo la mente totalmente descansada para dedicarme a mis casos o para enfrascarme en la lectura de cosas como Teología y Sensatez, de Sheen.

Pero claro, por alguna razón inescrutable no puedo esperar a irme a otro lado en el que trabaje sesenta horas y llegue a casa estresado y con dolor de cabeza. Si es que soy tonto.

El fin de semana pasado, que no escribí nada,me fui a Asturias.

Salimos el viernes a eso de las cinco Fridaluna, Zylgrin y yo, y volvimos el lunes para trabajar el martes. Nos turnamos el volante pero yo lo cogí al principio del viernes y la final del lunes. O sea, para chuparme los atascos de entrada y salida a Madrid, si es que soy más majo… A la vuelta me encontré con que se había habilitado un carril adicional de sentido contrario al habitual con que me lancé a por él, pensando que muy mal tendrían que estar las cosas para poner esa medida. En mi vida lo he pasado peor conduciendo por la A-6 en sentido contrario, con coches que se te cruzaban a 140 o 160 y un cretino delante de mí que tenía todavía más miedo que yo e iba dando bandazos. Las montañas rusas son una mariconada comparado con esto. Y todo para que luego no hubiera dificultad alguna en los carriles normales. Tres hurras por nuestra ministra de fomento y nuestro ministro de interior que abren carriles adicionales cuando no son necesarios y pese al peligro que suponen y no lo hacen cuando sí son necesarios. ¡Viva el gobierno del talante!

Entre atasco y atasco tuve la oportunidad de descansar y leer mientras Fridaluna se bajaba el Sella con mis tres hermanas y dos cuñados, de hacer una excursión a los Picos de Europa (un paisaje precioso que ya conocía) y a Covadonga (y oir misa mientras los demás hacían cola para entrar en la Santa Cueva), de dormir bastante, de ir a ver los bufones de Pría (un paisaje precioso que no conocía) y, ante todo, de meterme entre pecho y espalda un par de cajas de sidra, unos centollos, cosa de un kilo de percebes y unos buenos chuletones a la piedra. Al final Fridaluna se enfadó conmigo porque decía que estaba autista. ¿Qué culpa tendré yo de relajarme leyendo, durmiendo y comiendo en vez de andando por los riscos cual cabra? Si ella quiere ir ¿por qué tiene que arrastrarme, con lo agusto que estoy yo con mi libro? Pero bueno, son cosas del matrimonio y todo se soluciona a la mañana siguiente (en realidad se soluciona cuando al final me enfado yo y ella ve que se ha pasado y me pone caritas, pero en fin…). La cosa es que en el viaje tuve la ocasión de dedicarmea descansar y a comer.

De vuelta en el trabajo, el jueves el IRA dejó las armas y decidí en cuanto me enteré que aquella noche Fridaluna y yo nos íbamos a ir a un irlandés con unos amigos a emborracharnos como es debido para celebrarlo. Y coincidió con que esa misma tarde se derrumbó uno de nuestros edificios en Valencia, lo tuvo el efecto en Dirección General análogo al de dar una patada en un hormiguero. Salí de trabajar algo así como dos horas tarde pero con muchas ganas de irme a celebrar lo del IRA. Sin embargo cuando llegué a casa me encontré con que Fridaluna, que se acaba de apuntar a un gimnasio, había vuelto muerta de cansancio y con dolores en las piernas. Con que de celebraciones, nada.

El viernes salí de trabajar con un antojo impresionante de irme a leer al 666. Esas manías mías. Sin embargo, Fridaluna había tenido un mal día en el trabajo y me tocó ejercer de esposo comprensivo y llevarla a cenar a ver si se le pasaba el disgusto, que se le pasó. Se dio la coincidencia de que ese día hacía un año que estábamos viviendo juntos (a lo mejor no fue muy sensible de mi parte decir que me apetecía ir al 666 justo ese día, pero es que cuando no es una cosa es otra), lo que me sirvió para hacer unbalance del efecto de mi matrimonio en mi vida social.

No se si os acordaréis de aquella época en la que yo salía viernes y sábados hasta las tantísimas… Según mis cuentas mis salidas nocturnas por lugares góticos se han reducido en duración en un 65% y en frecuencia en un 90%, por no decir las salidas entre semana que se han reducido en un 100%. Eso quiere decir que lo que he salido este año no es ni un 2% de lo que salí en el mismo periodo del año anterior.

Con que me vais a permitir que despotrique un rato.

¡ME CAGO EN LA LECHE!

Estoy absolutamente harto de ser tan jodidamente comprensivo. Cuando Fridaluna se vino a España sabía con quien se venía y cuando se casó conmigo sabía con quien se casaba. Yo no es solo que sea gótico hasta la médula, es que en la Escena me encuentro con una paz y una libertad que no he experimentado nunca antes. Cuando salgo por ahí me siento un vampiro, cojo fuerzas de la gente que me rodea, del ambiente, me siento en paz, en casa, con mis amigos y con mi gente. Oh, sí, seguro que eso es todo derivado de un complejo de inadaptación y de mi necesidad de socializar y sentirme parte de un colectivo y… ¿Y a mi que rayos me importa de dónde me viene el hambre? El hecho totalmente innegable es que TENGO hambre y tengo que satisfacerla. Tengo conversaciones agradables, interesantes, me rodeo de gente inteligente y conozco gente nueva con nuevos puntos de vista. Por supuesto que puedo vivir sin salir a gotiquear pero es que no veo que exista una maldita buena razón para no hacerlo. Primero fue una noche si y una no. Luego fue una noche un rato y una no. Luego un rato una noche un fin de semana si y otro no. Ahora es “cada vez que digo que tengo ganas de salir de negro tenemos un drama o una excusa maravillosa o un dolor de cabeza”. Y cuando finalmente viene tiene que dejar claro que lo hace arrastrada, tanto que más de la mitad de las veces no es capaz ni de vestirse de negro (ya sabéis que yo soy defensor acérrimo del dress code) y creedme que no es ni porque no le guste vestirse de negro ni porque no tenga ropa negra. Y se supone, por supuesto, que tengo que estar pendiente de ella toda la noche en vez de poder ir a mi aire.

Maldita sea, si a ella no le gusta el tema ¡perfecto! Si se siente cohibida por el ambiente ¡perfecto! ¡Que no vaya! Pero ¿por qué demonios tengo yo que privarme de hacer las cosas que a mi me gustan solo porque a ella no le gustan? ¡Sobre todo cuando el “acuerdo” es tan poco razonable que supone que ella se sale con la suya el 98% de las veces! ¡No tenemos que hacerlo todo juntos! ¡Somos esposos, no siameses! Pero no, la solución al conflicto es que ceda Arthegarn y nos quedemos en casa viendo la tele.

Claro, es que ella no tiene amigos en la Escena ¿Y por qué no los hace? Es que hablamos de cosas de los foros ¿Y por qué no se mete en los foros? Y aunque no se meta ¿es que para tener una opinión sobre el desarme del IRA o sobre la postura de la Iglesia con los condones hay que haber leído el foro? Os aseguro que si yo me hubiera ido a EE.UU. en vez de al revés yo ya habría hecho un grupo de amigos, góticos o no, y soy MUCHO más tímido que ella.

Así es que nada, mi vida social está en ruinas, apenas veo a mis amigos, apenas hago nuevos amigos, apenas salgo por los sitios que me gustan y dentro de un par de años seré padre y todas esas cosas se acabarán para siempre. Para que luego me hablen de daños colaterales…

Pero en fin, supongo que esto es como la gata: venía de serie en el modelo. Y sigo queriendo al modelo y sigo empeñado en que esto funcione a pesar de lo que sea.

Pero como no hay mal que cien años dure, el sábado, finalmente, estuve un par de horas en el 666. Un par de horas que me supieron a gloria y que incluyeron una charla con Pinkpollo Maligno, con Kurgan, con Cribby (que guapa es esa mujer y que buena está), con Molydeus (con lectura de cartas incluída)… Luego me ha parecido ver que anduvieron por el 666 Escipión y compañía, pero la verdad es que ni les vi. Problemas de ser animal de barra y no de pista. ¡Que delicia! ¡Qué bien le sabe un mendrugo de pan a un hambriento, mejor que las lenguas de tórtola a un sibarita! Volví de esas dos horas contenti y feliz, deseando abrazar a mi mujer y compartir con ella mi alegría y con las pilas cargadas para mucho tiempo.

Y poca cosa más. Que quiero mucho a mi esposa, que quiero un trabajo en el que me paguen más y me hagan trabajar hasta caer rendido y que tengo que volver a ponerme a hacer bicicleta a ver si adelgazo de una vez que calculo que me sobran unos diez kilos y no quiero acabar como mi padre que le sobran unos cuarenta.