Sic Transit Gloria… Olive

Este lunes 11, en una decisión que sorprendió al mundo entero, Benedicto XVI anunció que renunciaría al Papado a finales de mes. Hay que remontarse 600 años (¡antes del descubrimiento de América!), a la crisis de los tres papas de Aviñón, para encontrar un precedente. Y no hay muchos más. Como es lógico, esta noticia ha dado la vuelta al mundo(1) y ha suscitado todo tipo de opiniones, comentarios, especulaciones y quinielas. Y aunque quien calce las sandalias del pescador ya no me interesa tantísimo como en el último Cónclave el tema sigue siendo an importante como apasionante, así que, por petición popular, voy a dar las mías.

Pero antes, un aviso.

Para seguir mis razonamientos es imprescindible aceptar como cierta la siguiente premisa: el Papa es católico. Esto quiere decir que de verdad cree en Dios, que de verdad le preocupa hacer la voluntad divina y que de verdad supedita sus deseos y -en la medida de lo posible- sus acciones a lo que él considera que es la voluntad divina. Esto debería ser algo tan obvio(2) como para no tener que ser mencionado, pero por alguna razón en España no lo es. El odio visceral y la desconfianza que en muchísimos españoles genera la Iglesia Católica y particularmente sus altas jerarquías hacen que la gente (y buena parte de mis lectores) parta de la base de que todo miembro del clero es una mezcla entre un embaucador de postín, un chupasangres de la peor especie, una mala persona que se aprovecha en beneficio propio de la ignorancia y superstición de sus semejantes y un frustrado sexual que solo alcanza la felicidad diciéndole a los demás lo que tienen que hacer en todos los aspectos de su vida. Los que llegan a algo de entre ellos (y no digamos ya nada de obispo para arriba) son unos santurrones hipócritas que a duras penas contienen sus deseos carnales hacia sus monaguillos y los mejores (o los menos malos) son unos pobres hombres, una gente simple y buena que está totalmente equivocada al pertenecer a una organización tan corrupta y diabólica como la Iglesia Católica.

Bien, pues si es esto lo que piensas y no estás dispuesto a aceptar que puedes estar equivocado, mejor que lo dejes aquí mismo porque todo lo que sigue parte de la premisa, no sólo de que el Papa es católico, sino de que encima es honrado y tiene una mente brillante que dedica, como otros usan la suya para el descubrimiento del bosón de Higgs, el cálculo de estructuras o la difusión de la teoría queer, al descubrimiento, ejecución y difusión de la voluntad de Dios.

Y ahora, mi opinión del porqué de esta renuncia. Aunque es posible que hubiera escrito algo sobre esta renuncia de cualquier manera, decidí que tenía una cierta obligación moral de hacerlo tras la lectura del infecto y malintencionado artículo de Salvador Sostres publicado en El Mundo bajo el título El Rayo de Dios. A mi, las razones alegadas por Benedicto XVI para abandonar el cargo me parecen suficientes y su decisión legítima; al igual que las razones de Juan Pablo II para no abandonar el cargo me parecen suficientes y su decisión legítima. En ambos casos los pontífices hacen lo que hacen tras largos y sinceros exámenes de conciencia y, aunque llegan a conclusiones diametralmente opuestas sus decisiones, si se interpretan correctamente, están llenas de fe y enseñanza.

Juan Pablo II, en contra de la opinión tan desinformada como imperante en este país, ni se mantuvo en el cargo hasta su muerte por agarrarse al trono de San Pedro, ni fue obligado a hacerlo por una curia que le manejaba a su antojo y que no quería perder el poder si se elegía un nuevo Papa que fuera dueño de sus acciones. Juan Pablo II quería transmitir a través de su permanencia en el papado el mismo mensaje básico que transmitió durante todo su pontificado: que la vida humana, toda vida humana, es sagrada y preciosa en si misma y que no puede valorarse en función simplemente de lo que aporta a los demás o de su inteligencia, edad, independencia o lugar de residencia. Para él, tan pecado era el aborto como la eutanasia, el rendir la sagrada vida que Dios nos da a nuestros propios intereses, incluyendo la evitación del sufrimiento, y con al final de su vida quiso dar ejemplo de ello, apurando la copa hasta las heces mientras rogaba a Dios que le dejara descansar(3).

A mayor abundamiento, no olvidemos que Juan Pablo II era, sobre todo al final, bastante místico. Creía a pies juntillas que la Virgen en persona le salvó la vida en el atentado del 81 y trataba en todo momento de que su alma siguiera Cristo no como mero punto de referencia sino de la forma más literal posible. Para él, sus últimos años fueron reflejo del sufrimiento de Jesús en la cruz por lo que, por muchas ganas que tuviera, no podía abandonar la carga que Dios le había impuesto como Jesús tampoco lo hizo cuando se le presentó la oportunidad(4).

Benedicto XVI en esto es muy diferente a su predecesor. Mientras este era un místico, aquel es, y siempre será, un teólogo. Son formas totalmente diferentes y totalmente válidas de acercarse a Dios: una, mediante la contemplación; otra, mediante la razón. Personalmente siempre he pensado que el misticismo y la contemplación son herramientas muy peligrosas porque puede uno acabar oyendo voces y ya se sabe que quien habla con Dios está perfectamente cuerdo, pero quien le oye está como una orquesta de maracas. Al mismo tiempo, sin embargo, no puedo olvidar mis propias experiencias místicas y contemplativas y la maravillosa paz y certeza que las acompañaban así que no me siento con autoridad moral para criticar per se a los místicos… pero a lo que vamos.

Benedicto XVI no se ve en un camino místico hacia la santidad como probablemente se viera Juan Pablo II. Benedicto XVI opina que lo que Dios quiere de él es que vuelva a casar la fe y la razón (recordemos el famosísimo discurso de Ratisbona) y que prepare el camino para aquel que dirijirá la Iglesia hacia la inevitable renovación en las formas (que no en el fondo) que ha de experimentar en el siglo XXI. Él siempre se ha tenido como un Papa de transición y ha llegado hasta donde ha podido. En este momEL VATICANO - ELECCION NUEVO PAPAento le ha quedado claro que no tiene la fuerza y la energía necesarias para luchar contra las diversas cordadas, para dar un puñetazo en la mesa, poner a todo el mundo en su sitio, mandar callar a clérigos y seglares y convocar un Concilio o ejecutar todo lo que Juan Pablo II dejó de ejecutar del Vaticano II. Porque, seamos sensatos, esa es una tarea colosal. Así pues, como sinceramente cree que ya ha cumplido la misión que el Padre le ha encomendado, ha llegado el momento de seguir cumpliendo Su voluntad descalzándose las sandalias del pescador y dejando que Pedro II, un Papa joven y enérgico, se ocupe de su parte en el Gran Plan de Dios.

Yo interpreto esta renuncia como un gesto de auténtica humildad de una persona que probablemente tenga el alma atormentada por su propia soberbia intelectual (es difícil ser listo y saberlo y ser humilde al mismo tiempo) y que soluciona el problema asignándose un papel secundario en lo material. Importante, pero secundario. Y, no, no creo que Vatileaks ni los curas pederastas hayan ejercido un peso determinante (ni siquiera considerable) en esta decisión.

¿Y ahora hacia dónde?

Pues si queréis mi quiniela, yo a Peter Turkson no le veo de Papa ni de broma, a pesar de que PaddyPower y otras casas de juego le vean de favorito (las apuestas están, a fecha de hoy, entre 3:1 y 4:1). África puede ser el futuro de la Iglesia, pero no creo que la elección de un Papa africano favoreciera particularmente la expansión del Catolicismo en ese continente (y lo mismo se puede decir de Asia). Tampoco veo a Timothy Dolan, que ha cometido además el mismo error que Tukson: olvidar aquello de que quien entra en el Cónclave de Papa sale de Cardenal (y lo mismo le pasa a Scola). Lo está haciendo mucho mejor el canadiense Marc Ouellet, que tiene además la particularidad de que como arzobispo de Quebec es lo más parecido que jamás habrá a un Papa francés (la Iglesia no olvida).

En cualquier caso, la jerarquía de la Iglesia no se ha caracterizado nunca por ser proactiva, que digamos. Si queréis mi opinión, la Curia ve el presente donde la gente ve el pasado, y el futuro donde vemos el presente así que me decanto por un Papa latinoamericano ya que Latinoamérica es el presente de la Iglesia. Scherer, el arzobispo de Sao Paulo, tiene bastantes papeletas ya que es solo relativamente progresista (Rouco le excomulgaría seguro) frente a gente como Madariaga. Aunque siempre cabe la posibilidad de otro Papa europeo, claro pero ¿Cuál? Los italianos andan a la gresca y además todos los demás cardenales están hartos de ellos, así que no lo veo posible (una pena, Martini). Y los mejores candidatos fuera de Italia son un austriaco y un húngaro y no veo yo tres papas seguidos de esa zona. Así que yo creo que o Scherer o Ouellet, que son razonablemente jóvenes y razonablemente dispuestos al cambio.

Y, ¿por pedir? Christoph Schönborn. Pero ya digo que es austriaco así que…

En fin, ahí queda eso. A ver qué pasa ahora. Testor Christim Dominum

Arthegarn_____________

(1) Aunque en España la atención estuviera puesta en asuntos más importantes y el comentario general fuera “su cara me suena”…
(2) En inglés, la pregunta retórica Is the Pope Catholic?, dada como respuesta a otra pregunta, viene a querer decir «no preguntes estupideces, claro que sí».
(3) Lo que se puede apreciar en la famosísima página de su testamento, escrita cinco años de su muerte, en la que decía: «en el año en que mi vida llega a los ochenta años, es necesario preguntarse si no ha llegado la hora de repetir con el bíblico Simeón: «Nunc dimittis«.» Frase que fue oportunamente sacada de contexto e interpretada por los mismos perodehositas de siempre que no tienen ni idea de nada pero que quieren vender periódicos como que había querido dimitir. Claro, claro…
(4) Aun ahora hay algún cardenal, particularmente devoto de Juan Pablo II, que ha criticado la decisión de Benedicto XVI diciendo que «de la cruz no se baja»

El libro de enero.


Como la confesión es buena para el alma, confieso que aunque me hubiera parecido un peñazo pensaba hacer una crítica cuanto menos amable de este libro, debido tanto a su procedencia como a su autora. Pero aunque sus 720 páginas me amedrentaron en un primer momento y hizo falta una cierta dosis de valor para decir “venga, voy a meterme este mamotreto de una autora novel como si no tuviera un Star Trek: New Frontier de Peter David esperándome”, la verdad es que el libro es una preciosidad y que me ha gustado muchísimo.

Belmanso cuenta la historia de dos familias en la Francia del siglo pasado, empezando con dos soldados de la Primera Guerra Mundial y contando sus avatares (y los de sus hijos, nietos y bisnietos) hasta llegar al nuevo milenio. Así contado parece que sea una novela costumbrista y para de contar, pero es bastante más que eso.

La historia en si misma es buena, realista, consistente, llena de giros argumentales que no por ser en ciertos casos imprevistos rompen la atmósfera de total credibilidad que impregna el libro. Y es que lo mejor del libro es la atmósfera que crea, que empieza a insinuarse con las primeras páginas y te atrapa totalmente ya con los primeros capítulos transportándote a las épocas y los lugares que describe. Si tuviera que hacer comparación con otras novelas históricas diría que se parece a lo que el lector experimenta con El Dios de la Lluvia Llora sobre México o El Nombre de la Rosa frente a, digamos, las novelas de Colleen MCCollough. La trasposición de época y lugar se realiza en la mente de una forma suave y dulce, como si cada vez que abres el libro una bruma cayera a tu alrededor y, al levantarse tras un par de páginas, te encontraras en el París de entreguerras (o en Belmanso, o en donde sea). Otro tipo de novelas te arrancan también de tu sillón y de tu siglo y hacen que entiendas la mentalidad y la psicología de personajes de otras eras, pero la transición es, a falta de otra forma de explicarlo, bastante brusca y no llega a arrebatarte emocionalmente tanto, no llegas a sentirte tanto in media res con Maurice Duron (que es buenísimo), por ejemplo como con Eco o con Passauth (o con Camino). Es un arte sutil este de la trasposición del lector que la escritora demuestra dominar muy bien y es por ello que esas 720 intimidantes páginas de las que hablaba antes no se hacen largas en absoluto. Un poco cortas y todo.

Y no poca parte de esta atmósfera es debida a los personajes. Todos, absolutamente todos, tienen algo que contar, y es algo creíble, complicado (a veces dentro de la simplicidad) y emocionante. Me resultó facilísimo empatizar con ellos y, claro, una vez que empatizas con los personajes y entiendes sus tribulaciones, todo relato deja de ser una mera historia imaginada y adquiere, subjetivamente, una realidad casi sólida que te lleva a querer saber más de los mismos. Aparte de esto, y probablemente por ciertas similitudes entre la narración de Belmanso y la historia de los Scaevola, tengo que decir que veía a muchos miembros de mi familia reflejados en los personajes. Eve, por ejemplo, que para mi es la protagonista del libro incluso antes de nacer (al igual que el César de Masters of Rome) tiene muchísimas, muchísimas facetas de mi abuela paterna. De igual modo, no me cuesta nada identificar a mi madre en Berthe y Marcelle, a uno de mis tíos en Leopold, a mi abuelo en Pierre (sobre todo el de la guerra) o en el Jean-Marido; o a mi padre o a mi hermanas en el Jean-Genio(*). Porque otra particularidad del libro es que los personajes, además detener múltiples facetas. cambian a medida que pasa el tiempo. Más deprisa algunos, más despacio otros (como Romain, lo que es totalmente esperable) pero a todos les cambian las experiencias y el mundo a su alrededor de una forma consistente y enriquecedora. Al menos para la historia…

En definitiva, un libro muy recomendable, sereno y optimista, magnífico para desenchufar (tiene que ser excelente para unas vacaciones) que te deja con una agradable sensación de paz y quietud cuando lo lees. Ya he regalado uno y tengo otros dos para cumpleaños cercanos de gente que sé que le va a encantar. Y, para los demás, dudo que lo encontréis en tiendas pero está disponible a un click.

Ah, por cierto, no os fiéis de la reseña por defecto. Hace que el libro parezca una cursilada digna de Mujercitas y para nada. En serio, muy recomendable.

Arthegarn______________

(*) «(…) era mucho más frecuente ver [a Jean en los talleres], ataviado con su bata blanca, que sentado en su despacho; de ahí que en la sociedad parisina circulara el simpático chascarrillo de que Bonmidi era quizás la única compañía cuyo sillón presidencial era ocupado por un técnico de dicha empresa». Si esto no son las tres generaciones de Scaevola ingenieros, sobre todo Andruin que baje Dios y lo vea.