A medida que se acerca el aniversario del 15-M sin que se le vea una salida a la crisis, con el PP metiendo la tijera en todos los gastos del Estado y de las Comunidades Autónomas, con el PSOE, IU y los sindicatos metiendo caña, con España en recesión y una tasa de paro del 24% que no hace más que seguir subiendo, la gente está enfadadísima. Ante todo están enfadados con nuestros políticos, todos, de un lado y del otro, por no resolver la crisis; y luego están enfadados también por distintas razones con los banqueros, los empresarios, los ricos, los intelectuales y ese fuzzy group que es la llamada ”clase dirigente” pero que es, aparentemente, incapaz de dirigirles a ningún sitio (a ningún sitio fuera de la crisis, vamos).
Lo primero que hay que decir es que este sentimiento de enfado e indignación es … ¿obvio? ¿de lo más natural? ¿esperable? Nadie puede intentar, como he leído por ahí, que los españoles no se sientan así. Por las mismas razones por las que si vas andando por el bosque y de repente se levanta un oso al lado tuyo sientes miedo, es normal que cuando te ves atrapado en una situación incómoda a la que no le ves salida sientas frustración, desesperación, dolor y rabia. Lo sé muy, pero que muy bien. La pregunta es qué vamos a hacer con toda esa energía, toda esa rabia e indignación que todos, yo también, tenemos dentro. La pregunta es cómo vamos a salir de esta.
Si nos guiamos por la historia reciente parece que lo único que haremos con esa energía será lo que el amigo Eduardo Marqués llama ”liarla parda”, particularmente en sus dos primeras acepciones: tendremos gente volcando coches y quemando contenedores, y tendremos otra gente (mucha más) expresando estas emociones con “una algarada, una revolución, un «todos a la calle contra todo», una catarsis puramente emocional”, un (otro) bluff que no llevará a ningún sitio y que será capitalizado(1) para sus propios fines por este o aquel grupúsculo marginal cuyos “líderes” tendrán sus cinco minutos de fama y, si tienen suerte, acabarán de tertulianos en algún sitio o cobrando 250 euros por charla. Pero desde luego eso no nos acercará a la salida de la crisis; lo más probable es que de hecho nos aleje de ella(2). Aun así siempre estarán los cuatro idealistas trasnochados de siempre que, de forma más o menos bienintencionada, lo verán como el inicio de la revolución proletaria o la rebelión del Pueblo contra sus opresores políticos y económicos o [Inserte aquí su demagogia favorita], por supuesto, y que llamarán a la gente a la calle en nombre de todas esas cosas y con la promesa de un futuro mejor y más brillante, sin crisis y con libertad, en el que todos seremos listos y responsables y las piedras manarán leche y miel. Y habrá gente que se lo crea y les siga, porque es lo que la gente quiere creer, lo que la gente quiere que le digan y porque sentirán, en su corazón y en sus entrañas, que es lo que tienen que hacer. Porque cuando estás frustrado y rabioso a lo que te lleva la naturaleza es a la violencia, a “sacudirte las cadenas”, a acabar con la amenaza o el obstáculo que tienes delante. Y esto es tan obvio, natural y esperable como el que aparecieran los sentimientos de los que hablaba antes, pero por mucho que sea obvio, natural y esperable, no nos va a sacar de esta, ni va a arreglar la crisis, ni nos va a dar trabajo. Más bien al contrario.
Claro que… si la algarada y la “revolución” no son los caminos para solucionar el problema, si acabar con quienes “nos han metido en esto” o quienes “no saben sacarnos de aquí” (3) no va a llevar a ningún sitio, entonces, ¿qué podría hacerlo? ¿Quién podría hacerlo?
Pues tú. Pero muy probablemente no como como crees.
A nadie se le escapa que hay que cambiar muchas, muchas cosas en España. Pero lo primero que el auténtico revolucionario, el auténtico idealista, tiene que cambiar, es a si mismo. Tiene que tener claro donde quiere ir, ver cómo se puede llegar y ponerse a ello. Y, con toda probabilidad, lo primero que tendrá que cambiar de si mismo será su fe inquebrantable en la verdad de su causa y en que su solución es la (única) correcta.
Si verdaderamente queremos salir de esta, lo primero que tenemos que cambiar es esa mentalidad tan española de sostenella y no enmendalla. Si la realidad nos muestra que el ideal por el que estamos luchando es imposible e inalcanzable (como pasa siempre con los ideales, que son orientadores, puntos de referencia, no objetivos) lo que tenemos que hacer es dirigirnos al punto alcanzable, posible más cercano a ese ideal. Al decir esto me hago acreedor a decenas de comentarios con eslóganes del tipo “seamos realistas, pidamos lo imposible” o “hasta la victoria siempre”, pero me importa un pimiento. Si queréis ese tipo de cosas y prestáis oídos a ese tipo de frases hechas, a ese tipo de demagogia que os llama a la fe irracional como los Papas llamaban a las cruzadas, allá vosotros y sinceramente no sé qué hacéis leyendo este blog. Si lo que queréis es eso, salid a la algarada. Si lo que queréis es verdaderamente luchar por vosotros y por los que os rodean para mejorar la situación de una forma palpable y posible, si estáis dispuestos a sacrificar vuestros ideales intangibles, espirituales y sobrenaturales en aras del materialismo palpable, de la comida que de verdad se puede comer y del trabajo que de verdad se puede realizar, entonces seguid leyendo.
Una vez seamos capaces de admitir, individualmente, uno por uno, yo, tú que estás leyendo esto, que es posible que estemos equivocados, lo siguiente que hay que cambiar es ese otro mecanismo que es “hay que quitar de en medio a quien nos ha metido en esto”. Todo el problema, todo este artículo, si os fijáis, está basado en esto. La rabia y la frustración contra quien “nos ha metido en esta crisis” y quien “no nos sabe sacar de ella” es tan lógica como estúpida e improductiva. Es una antropomorfización del problema, es el mismo mecanismo que te hace darle una patada al hardware cuando se estropea el software, algo que está en nuestra naturaleza, en nuestros genes, pero que aunque tuvo su lugar cuando éramos animales irracionales y vivíamos en los tiempos en los que nuestras respuestas al medio debían ser, rápidamente, una de las famosas Cuatro Efes(4), hoy en día no está simplemente obsoleto, sino que es contraproducente. «¿Algo va mal? Tiene que tener una causa. Hay que encontrarla y destruirla, muerto el perro se acabó la rabia». Ese mecanismo está en nuestro hardware, está en nuestros cerebros y aunque sea natural, lógico y esperable y resultado de la evolución por selección natural, no nos es más útil para resolver estos problemas que el hecho de tener apéndice(5).
De verdad, no hay una mano negra, no hay una conspiración, no hay unos malvados capitalistas de dientes afilados que se han quedado con todo el dinero que antes teníamos y que ahora no tenemos y lo están usando para encenderse puros. No es cierto. Esto os lo podéis creer como artículo de fe basándoos en la auctoritas que me confiráis, o podéis estudiar (pero estudiar en serio, no leer un titular de Público y contrastarlo con la Wikipedia) las causas del Credit Crunch, la contracción de la masa monetaria por la pérdida de confianza en los mercados (sí, el problema está en que la gente, o sea tú y yo, hemos perdido la confianza en “los mercados”, y os garantizo que no la vamos a recuperar gritando que la culpa es precisamente de “los mercados” como el año pasado -lo que por cierto es una majadería(6)). El dinero, la riqueza no está en los bolsillos de nadie, ya no existe. No quiero ponerme ahora a explicar la génesis de la crisis y a asignar responsabilidades porque en este momento es mucho menos importante saber cómo hemos acabado en este agujero que se va llenando de agua que cómo vamos a salir de él; pero baste decir que es tan natural como incierto pensar en un gran conjunto de pequeñas causas individuales como una única causa, simplificar las múltiples y complejísimas relaciones de todos y cada uno de los seres vivos individuales que componen, por ejemplo, la persona que está sentada a mi izquierda, con el término “Begoña” y decir que tiene la culpa de la crisis. No. Es el mismo mecanismo del que hablaba antes. El bosque no os deja ver los árboles, y el problema está en los árboles(7), no en el bosque.
Lo siguiente que podemos hacer es acabar con la muy española figura de la intervención divina. La pregunta está mal planteada porque nadie nos va a sacar de esta porque nadie puede. Nadie tiene unavarita mágica, o una solución milagrosa o la fórmula de la Coca-Cola que pueda arreglar este desaguisado por si misma. En primer lugar porque hay muchas cosas que no se pueden “arreglar”: si una familia pide un crédito de forma temeraria y luego se encuentra con que no lo puede pagar, independientemente de que sea una pena, no podemos arreglarlo de un plumazo a golpe de condonación general de deudas “y que lo paguen los bancos”. El dinero con el que los bancos conceden hipotecas es el mismo dinero que yo he metido en mi cuenta corriente y el banco lo ha prestado en la creencia (amparada en la ley) de que tendrían que devolvérselo de una u otra manera. Si haces legal que la gente no pague al banco, ¿cómo me va a pagar el banco a mi? ¿A dónde nos llevaría hacer algo así?
Pero es que no es solo eso. Es que los españoles tenemos que entender de una vez que nadie puede vivir nuestra vida por nosotros y tomar las riendas de la misma. Desde los tiempos de Chindasvinto nuestras revoluciones y nuestros cambios se han basado en cambiar una minoría dirigente por otra minoría dirigente (como mucho, «nuestra» minoría dirigente), tenemos mentalidad de súbditos y no de ciudadanos. Esperamos que el Rey o el Gobierno o la Virgen nos arreglen nuestros problemas y eso no es así, la democracia no funciona así. Si no estamos dispuestos a aceptar la responsabilidad de gobernarnos a nosotros mismos, si vamos a seguir negándonos a entender que si las cosas van mal porque estamos gobernados por incapaces la culpa no es de nuestros gobernantes sino nuestra por haberlos elegido, entonces es que simplemente no estamos preparados para la democracia y lo mejor que nos puede pasar es volver al despotismo ilustrado. Hace un siglo Ortega y Gasset decía que no estábamos preparados, que no entendíamos que era la democracia y tenía razón, Da pena pensar que desde entonces no hemos mejorado casi nada.
Puestos a cambiar la tan española creencia en los milagros, en la Virgen que todo lo cura o el líder que nos sacará de esta, podríamos empezar a pensar en que los problemas complejos tienen causas complejas y que si no se resuelven de esa forma tan obvia que se nos ha ocurrido no es necesariamente porque nuestros dirigentes sean estúpidos o incapaces, sino que puede que sea porque esa medida tiene repercusiones que no hemos considerado. La mentalidad de taxista, de “esto lo arreglo yo en dos patadas” o “lo que hace falta es alguien con dos cojones” para temas que son enormemente complejos y sistemas que son prácticamente impredecibles es tan perniciosa como está extendida. No hay ninguna diferencia entre querer meter en la cárcel a un político porque no previó o resolvió una crisis (o enfadarse porque las cosas siguen yendo mal y no se ve la luz al final del túnel, aunque enfadarse sea natural) y lapidar al brujo porque no hace llover. Lo creáis o no, la influencia(8) que puede ejercer un gobierno para la solución de una crisis como ésta es semejante a la que tiene el brujo para hacer llover y sus resultados solo se notarían a medio plazo (mucho después de la tan satisfactoria lapidación).
Pero es que además la crisis tiene múltiples causas y todas ellas complejas por lo que no hay una única solución a todas ellas (y eso incluye panaceas como el asambleísmo anarquista-libertario, por cierto). Solo hay una persona que te va a sacar de la crisis, y ese eres tú. O, para ser exacto, solo hay una forma de salir de la crisis, y esa es acabando con todas sus múltiples causas, y no hablo de las causas que nos trajeron aquí, porque esas ya no son operantes y por tanto son irrelevantes, sino de las que nos mantienen aquí y las que nos hunden todavía más. Esos son los problemas que tenemos ahora y esos son los que tenemos que resolver. Y como resulta que esos problemas, al final, están causados en mayor o menor medida por todos y cada uno de nosotros, como individuos, lo que tenemos que hacer es arremangarnos hasta los codos y ponernos a cambiarnos a nosotros mismos, como individuos. Y ¿sabéis lo mejor de todo? Pues que esto es algo que no tenemos que esperar a que venga nadie a hacerlo sino que podemos hacer nosotros mismos y que además se trata de una sucesión de pequeñas cosas concretas e inmediatas que está en nuestra mano resolver, no de “acabar con el paro” o de “devolver la confianza a los mercados”. Por supuesto, esto exige de nosotros que tomemos las riendas, y por tanto la responsabilidad, de quienes somos y de en qué nos vamos a convertir, algo que a mucha gente le da miedito y que a todo el mundo debería infundirle, como poco, un sano respeto. Pero ha llegado la hora, insisto, de trabajar y ser valientes y cambiar lo que tenemos que cambiar: nosotros mismos. Porque solo cambiándonos nosotros, individualmente, uno a uno, haciéndonos responsables de lo que hacemos, podemos cambiar al colectivo. Si en algo estamos de acuerdo los perroflautas y yo es que el cambio no se puede imponer de arriba abajo, sino que viaja de abajo a arriba. Así que, lo dicho, sus y a ello.
¿Y cómo podemos cambiar? Bueno, pues insisto, haciéndonos responsables de nuestras vidas, nuestras actitudes, nuestros hechos, nuestras palabras. Midiendo las repercusiones en los demás y las consecuencias a medio y largo plazo de lo que hacemos. Por ejemplo, es posible que en este momento esté tan frustrado y enfadado que lo que de verdad quiera hacer, lo que mis entrañas me dicen que haga, es salir a pegar gritos, quemar contenedores y lanzar piedras a la policía. O puede que lo que me apetezca sea largarme a Sol a demostrarle a “los mercados”, “los banqueros” y “los políticos” (ah, no, que eso ya lo hemos resuelto) que no soy su marioneta y que no pueden jugar conmigo; por ejemplo no respetando los horarios o recorridos de las manifestaciones o intentando okupar la plaza de mi pueblo. Pero ¿qué repercusiones tendrá eso? ¿Estaré generando riqueza? ¿Confianza en España? ¿O estaré dando la impresión de que a los españoles nos importa mucho más demostrar lo fuertes e independientes que somos que trabajar para salir del hoyo? Y lo mismo que con los actos, con las palabras. Es posible que lo que me apetezca en este momento, lo que me dice mi corazón que debo hacer, es lanzar una soflama poética e idealista sobre las virtudes del idealismo utópico y las maldades del capitalismo, pero, una vez más ¿qué consecuencias va a traer esto? ¿A medio y largo plazo? ¿Para mi y para los que me rodean?
Una vez que hayamos decidido de verdad tomar las riendas de nosotros mismos, no ser esclavos de nuestros impulsos y apetencias y pensar antes de hacer ha llegado el momento de replantearnos muchas, muchas cosas sobre nuestros hábitos y formas de comportarnos. Alguno habrá que debería informarse antes de opinar, algún otro que debería escuchar tratando de entender lo que el otro intenta comunicar y no preparando el contraargumento… Otro se dará cuenta de que, por mucho que su instinto le diga que alquilar es tirar el dinero, meterse en una hipoteca de 600 euros a 35 años cobrando 1.000 con un contrato de obra y servicio es una mala idea porque probablemente, en algún momento no podrá pagarla. Muchos se desharán de la mentalidad y el mecanismo de “lo quiero, así que lo voy a comprar y ya veré como lo pago”. Ha llegado el momento de tirar a la basura la tarjeta de crédito, que te da ahora lo que pagarás luego, y mirarte a ti mismo y a tus bolsillos en el espejo y saber qué puedes consumir y qué no. Y lo que es mas importante, el momento de dejar de derivar tu autoestima en función de lo que consumes, de dónde vives, de cuánto ganas o de en qué trabajas. Eres quien eres y no está nada mal, y si quieres ser más, plantéate con realismo quien quieres ser (porque querer lo imposible solo conduce a la frustración) y cómo llegar a ello, sabiendo que no todo depende de ti y que es posible que no lo consigas. Y si caes en la lucha y no llegas a conseguir todo lo que querías, sigue luchando o cambia de objetivos, pero no te frustres. Tente un poco de respeto. Ah, y no le eches la culpa a otro, porque muchas veces nadie tiene la culpa.
Y hablando de no echarle la culpa a otro, probablemente haya llegado el momento de hacer examen de conciencia. Nadie te puso una pistola en la cabeza para pedir ese crédito ruinoso. Nadie te garantizó que sacándote esa carrera conseguirías ese puesto de puta madre, y si te lo garantizaron, aunque el otro sea un hijoputa o un imbécil, algo de culpa tendrás tú por habértelo tragado. Aprende, échate la china al bolsillo, no te fíes ni de tu madre (porque aunque ella te quiere tiende a sobrevalorarte y puede que te de consejos que ella cree buenos pero que acaban no siéndolo), haz tus propias cuentas, sé crítico, contrasta, toma tus propias decisiones y hazte responsable de ellas. Y si tienes los redaños para hacerlo de forma retroactiva y hacerte ahora responsable de las decisiones que tomaste en el pasado “por culpa de otros” te habrás ganado mi caluroso y sentido aplauso. Y te garantizo que cuando te mires al espejo del que hablaba antes verás que has crecido un par de centímetros.
Estate orgulloso de ser quien eres. Estate orgulloso de ser un ciudadano y no un bárbaro, de ser parte de la civilización que construye y no de la barbarie que saquea y rapiña. Respeta a tus semejantes como te respetas a ti mismo y como te gustaría que te respetaran a ti (y si crees que ya lo haces, cuéntaselo al del espejo cuando haya crecido ese par de centímetros, te garantizo que te sorprenderás). Y exige que los demás te respeten como deben. Critica y persigue cada céntimo que pagas en impuestos, entérate de a dónde va y por qué. Deja de pensar que “lo público» es «de todos” y empieza a pensar que “lo público” es en realidad tuyo, porque lo has pagado tú, y tienes que exigirle rentabilidad y eficacia, tanta como te exigen a ti en los estudios o el trabajo. No des dinero a corruptos, vagos y deshonestos y cuando te encuentres uno exponlo y denúncialo ante tus conciudadanos. Se acabó congratularse por hacerse un simpa, por saltarse el torno del metro, por defraudar a Hacienda, por cobrar el paro y trabajar a la vez, se acabó encumbrar al pícaro que “es más listo que el sistema” porque cada vez que comete una de sus fechorías te está robando a ti, no “al Estado” o «al Sistema». No hay diferencia entre el concejal que se va de putas con dinero público y quien se cuela cada día en el metro porque, total, nadie le dice nada(9). Cumple las normas, que las hemos acordado entre todos, y si no te gustan lucha por cambiarlas, habla con tus conciudadanos, convéncenos de que tienes razón… y respétanos como te respetas a ti mismo, que estamos tan orgullosos de ser nosotros como tú de ser tú, y si no nos convences (o hasta que lo hagas) no te tomes la justicia por tu mano. Y estate orgulloso de no hacerlo, porque someterte a la voluntad del Pueblo aun cuando crees que el Pueblo se equivoca es el precio que hay que pagar por la democracia (real ya).
Así que, hala. Menos dilución de la responsabilidad personal en el colectivo, menos buscar cabezas de turco que cortar, menos pensar que los problemas tienen causas sencillas y soluciones sencillas y que lo que pasa es que alguien es demasiado estúpido o demasiado malvado para ponerlas, y más darse cuenta de que el problema somos en realidad todos y cada uno de nosotros y que la solución, por lo tanto, depende de todos y cada uno. Sobre todo, de cada uno. O eso, o tardaremos mucho más en salir de esta crisis y cuando lo hagamos nos meteremos en otra igual. O no salimos en absoluto, claro…
La solución a la crisis empieza por uno mismo.
Arthegarn_____________________
(1) Tiene bastante chiste que el 15-M, sobre todo en Sol, fuera capitalizado por los anticapitalistas, por cierto.
(2) Por dos razones fundamentales. Primera: habremos gastado nuestra energía “al pedo” y nos quedará menos para trabajar, arrimar el hombro y dedicarnos a cosas realmente constructivas; y segunda, este tipo de comportamientos, agitaciones sociales y disturbios lo que consiguen en el panorama económico internacional es alejar capitales e inversión extranjera, lo que nos deja solos para salir de este fregado. Y si creéis que no, mirad Grecia. Si tuvierais dinero que invertir ¿lo haríais en un país que no es solo que esté arruinado, sino que además tiene un Pueblo cuya actividad principal es protestar en la calle, destruir la propiedad (pública y privada) y protagonizar algaradas, al borde de la revolución o, como me decía ayer Mithur, de la guerra civil? Pues eso.
(3) Admito que hasta ahora he hablado solo de luchar y pegar gritos y no de que hacer una verdadera revolución (aquello que los propios revolucionarios de principios del siglo pasado definían como cambiar la minoría dirigente por nuestra minoría dirigente), mucho menos de que esta triunfe y encima sin costes, pero seamos generosos.
(4) Fight or Flight or Feed or Copulate © Daniel Dennett.
(5) De hecho, mucho menos, porque hoy en día cuando el apéndice da problemas se elimina con una operación sin complicaciones, pero este mecanismo de suponer intuitivamente que todo tiene un culpable y buscar como destruirlo no hace más que dar problemas y no hay quien lo remueva.
(6) Porque un mercado no puede tener la culpa de nada, es un sitio en el que se intercambian bienes y servicios por sus precios. Si alguien tuviera la culpa de algo serían los mercaderes, no los mercados.
(7) De hecho está en las puntas de las hojas de esos mismos árboles, así que cuidado no sea que el árbol no os deje ver las hojas.
(8) La influencia positiva, claro. Influencia negativa puede tener a espuertas, es increíble lo fácil que es cargarte la economía intentando arreglarla, no te digo nada cuando lo que estás intentando es ganar elecciones…
(9) Caeteris paribus, por supuesto. Hay casos de estado de necesidad, por supuesto, pero no estoy hablando de esos casos y lo sabes, así que deja de preparar el contraargumento y presta atención a lo que quiero decir.