Este Papa tan mediático y estupendo que tenemos ha conseguido tocarme las narices como ninguno otro antes.
Resulta que en la audiencia general de ayer afirmó que los casados por la Iglesia que inician otra relación no están excomulgados y no debería tratárseles así. Y este pensamiento, con el que estoy de acuerdo en el fondo, es una aberración formal tal y como se ha hecho que clama al cielo y un signo de, lo siento, pero nada bueno. Las personas en esa situación, entre las que yo mismo me encuentro, estamos excomulgados (y latae sententiae(1) nada menos) y hay muy buenas razones para que así sea. ¿Que esta aplicación rigurosa y legalista de la doctrina va muy probablemente en contra del mensaje de Jesús? ¡Desde luego! Pero es que cuando la ley está mal hecha lo que tienes que hacer es cambiar la ley, no decir que te vas a limitar a no aplicarla porque, total, no pasa nada por contradecirnos a nosotros mismos. Lo que está haciendo Francisco es una aberración. Y lo dice la Biblia, «todo reino dividido contra sí mismo es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.» (Lc. 11:17)
Recapitulemos.
El matrimonio no es, en la doctrina católica, cualquier unión de pareja. Es un sacramento con unas características específicas, siendo una de las más importantes su indisolubilidad. Cuando uno contrae matrimonio jura fidelidad(2) de por vida, sin atajos ni excepciones. De la monogamia autoimpuesta y aceptada en el matrimonio solo hay tres salidas: la observancia, el pecado y la muerte. No hay vuelta de hoja. Eso quiere decir que quienes tienen sexo fuera del matrimonio pecan, y que quienes mantienen una relación fuera del matrimonio pecan de forma pública y notoria, máxime si formalizan esa segunda relación mediante un matrimonio civil. Y los pecadores públicos y notorios que encima no hacen propósito de enmienda se excomulgan latae sententiae; así son las cosas y así se las hemos contado, no hay vuelta de hoja. No, no me vengas con que, hombre, es que cómo le vas a pedir a alguien que viva así, sobre todo si su pareja le ha abandonado para irse con otro. Nadie dijo que ser virtuoso fuera fácil ni que la vida no estuviera llena de tentaciones, a veces graves y constantes. Tú juraste ser fiel (¡y amar!) a tu pareja de por vida, pasara lo que pasara. El hecho de que tu pareja peque y rompa sus votos no quiere decir que tú no peques al romper los tuyos; si tu marido se va de putas es un pecador y un sinvergüenza, pero eso no te da bula para tirarte tú al fontanero.
Lo que está diciendo el Papa, sin llegar al esperpento del ejemplo anterior, es casi igual de grave. Y es grave porque rompe la coherencia interna del catolicismo romano, que ha sido la piedra angular que ha sostenido esa doctrina y esa institución durante dos mil años. Si los divorciados vueltos a casar no están excomulgados entonces es que esa condición no es inherentemente pecaminosa. Pero ¿cómo no va a serlo, si están cometiendo adulterio, encima en la mayor parte de los casos sin arrepentmiento ni propósito de enmienda? «Bueno, es que eso da un poco igual» me dirá alguno «si a los ojos de Dios no están pecando, y la verdad es que a mi me cuesta mucho imaginar a un Dios de amor condenando al infierno a quien cometió un error, se casó con quien no debía y luego encontró el amor y rehizo su vida, entonces lo que hace el Papa es acercarse al mensaje de Jesús y no alejarse de él». Pues ¿sabéis lo que os digo? Que probablemente tengáis razón. De hecho, es lo que yo pienso(3). Pero es que el problema no está en el fondo sino en la forma.
Si el Papa Francisco quiere terminar con la excomunión de los divorciados y vueltos a casar, cosa que me parece muy bien, tiene que hacerlo como es debido. No puede aplicar el equivalente teológico del «voy a darme este capricho, que me lo merezco, y luego ya veré como lo pago». Lo que tiene que hacer, si las normas canónicas y doctrinales están mal hechas, es cambiar esas normas para que estén bien hechas, no decir que como la norma está mal pues nos la saltamos y ya está, que no pasa nada. Eso es minar la autoridad de la Iglesia justificando que las normas están hechas para ser ignoradas a conceniencia, una pendiente resbaladiza peligrosísima para la misma que no creo que ninguno de sus predecesores haya defendido. Lo que está haciendo el Papa Francisco es básicamente reconocer el divorcio canónico, el fin del matrimonio sacramental por voluntad de los cónyuges y, con él, del pecado de adulterio en la nueva relación. Bien, pues que lo haga. Que cree un procedimiento canónico para obtener ese divorcio «dentro del sistema», sea en forma de divorcio como tal, sea en forma de bula o dispensa. Que tenga la coherencia y las narices de legislar y dar forma a lo que está diciendo, pero que no actúe como si la coherencia monolítica del catolicismo fuera una bagatela de la que puede uno prescindir casualmente cuando le conviene, en primer lugar porque esa idea sí que va en contra de la doctrina cristiana y en segundo lugar porque corre el riesgo de cargarse la Iglesia Católica Romana como institución, con todas sus ventajas(4) para las sociedades en las que opera. Y es que no sé si alguien se acuerda, pero Francisco es Petrus Romanus; este debe ser el primer paso en la destrucción de Roma, ,mis queridos rojos peligrosos deberían estar frotándose las manos…
Las cosas, o se hacen bien, o no se hacen; porque hacerlas mal es peor que no hacerlas.
Arthegarn____________
(1) Latae sententiae quiere decir «sin necesidad de sentencia», es decir: sin que sea necesario un juicio y una declaración episcopal oficial. Es la propia naturaleza pecaminosa de los actos la que coloca a quien los comete fuera de la comunión de la Iglesia, y en el caso que nos afecta la notoriedad y publicidad hacen innecesario el proceso y la declaración oficial.
(2) Por supuesto podríamos ponernos a discutir qué es exactamente la fidelidad, pero os advierto que en este tema también están código, catecismo y doctrina muy de acuerdo: fidelidad es monogamia.
(3) Bueno, vale, lo que yo pienso es bastante más complicado y está lleno de matices y teológica jerigonza, pero básicamente va por ahí.
(4) Quien crea que la unidad de la Iglesia y su estructura no es una ventaja para las sociedades en la que opera, que me lo comente y lo discutimos con ejemplos de alternativas; yo empezaré con el Islam.