Por si acaso alguno de vosotros ha estado en Marte durante la última década con los ojos cerrados y los dedos en las orejas resumiré brevemente los hechos: el pasado 17 de diciembre tres miembros de Greenpeace: Juan López de Uralde (director ejecutivo de Greenpeace España, que se hacía pasar por jefe de estado), Nora Christiansen (que se hacía pasar por su esposa(1)) y Christian Schmutz (que se hacía pasar por el guardaespaldas de la pareja) burlaron la seguridad de la policía danesa (que ha hecho el mayor de los ridículos con este tema(2)) y se colaron con tanta audacia como descaro en la cena que la reina Margarita II de Dinamarca ofrecía a los jefes de estado asistentes a la cumbre de Copenhague sobre el cambio climático. Llegaron sin problemas hasta la entrada del Salón de los Caballeros del palacio de Christiansborg(3) y allí desplegaron dos pancartas en las que se leía «Politicians talk Leaders ACT Greenpeace«, siendo reducidos casi de inmediato por el personal de seguridad. Del Palacio de Christiansborg fueron conducidos a dependencias policiales y puestos a disposición judicial. Al día siguiente se detuvo también al responsable la campaña de Cambio Climático, Joris Thijssen. Los cuatro han sido acusados de falsificación de documentos, suplantación de una autoridad y allanamiento de morada(4), habiendo dictado los jueces prisión incondicional e incomunicada hasta el 7 de enero, fecha en la que presumo que se celebrará la vista.
Hasta aquí, los hechos.
Desde entonces se han sucedido las manifestaciones a favor de la libertad de los cuatro conspiradores. Por poner algunos ejemplos:
- El secretario federal de medio ambiente del PSOE, Hugo Morán, muy moderado él, ha pedido que se revise el auto de prisión preventiva ya que en su opinión no hay riesgo de fuga y los detenidos comparecerán al juicio. Más o menos en la misma línea se ha manifestado el PP a través de su coordinador de relaciones internacionales, Jorge Moragas, siempre nadando entre dos aguas y diciendo que la acción «por desgracia merece castigo».(5). No he conseguido averiguar qué ha dicho Rosa Diez.
- El responsable de sostenibilidad de Izquierda Hundida, Adolfo Barrena, rebuznó que es una «auténtica vergüenza» que unos «activistas pacíficos acaben en prisión provisional e incomunicada por mostrar una pancarta en una recepción» y que no se pueden permitir » encarcelaciones por la expresión de ideas».
- En la misma línea, los anarquistas de la CGT se han quejado a Moratinos de la «violenta» actuación policial (Y un cuerno, violenta, no hay más que ver el vídeo de la historia de los «Red Carpet Four», por cierto, muy bueno).
- Por último 50.000 personas, entre ellas varios de los que leen esto, presentaron una petición exigiendo su liberación. A pesar de que lo he buscado, no he conseguido encontrar qué es exactamente lo que piden ni, mucho menos, por qué. 15.000 de ellos salen de un grupo de facebook, por cierto.
Y yo, para no variar, no estoy de acuerdo.
No estoy de acuerdo porque la impunidad me repatea, y la impunidad de la que goza Greenpeace en casi todo lo que hace me parece absolutamente intolerable. Sus activistas se saltan las leyes, los reglamentos, y los derechos de los demás a la torera y se creen que tienen derecho a hacerlo. Invaden la propiedad privada, la pública, recintos militares, bloquean centrales nucleares, se cuelgan de edificios históricos protegidos y nadie hace nada y a todo el mundo le parece bien. Por ejemplo, el bloqueo de la central de Garoña del año pasado supuso unas pérdidas totales para Nuclenor (y, en última instancia, para todos los que pagamos impuestos) de 420.000 euros. ¿Consecuencia para Greenpeace? Una multa a los que participaron en la acción de 200 euros por cabeza, 6.000 en total. ¿Pero qué tipo de patente de corso(6) tiene esta gente?
Porque no es que se crean que la tienen, es que la tienen. El hecho es que transgreden las leyes, causan pérdidas y daños a terceros, interfieren con sus legítimas actividades al margen de todo control judicial y nadie hace nada o lo que se hace es absolutamente testimonial, forzando las leyes todo lo posible para exculpar a los transgresores (ver el caso de Garoña). Un señor no tiene derecho a subirse a la estatua de Colón en Barcelona para poner una pancarta simplemente por llevar una camiseta de Greenpeace, no lo tiene. Si ese mismo señor llevara una camiseta del FC Barcelona y fuera para ponerle una bufanda azulgrana se llevaría una multa de 3.000 euros, ¿por qué no al de la camiseta amarilla? Greenpeace da muestras de un desprecio a la ley y a la propiedad ajenas que me enervan poderosamente.
Las excusas (cuando alguien se las pide, que es lo raro) son siempre las mismas: que era una «acción pacífica», que lo que s defiende es muy importante y el recurso a la libertad de expresión. Tres falacias, una detrás de la otra. En primer lugar una acción que implica la fuerza en las cosas y la transgresión de los legítimos derechos de un tercero no es pacífica. Escalar una valla para entrar un recinto militar no es una acción pacífica, bloquear la bocana de un puerto no es una acción pacífica, impedir el acceso de trabajadores a sus puestos de trabajo encadenándote a la puerta no es una acción pacífica. Simplemente porque nadie salga herido no puedes decir que tu acción ha sido pacífica, porque lo cierto es que te has extralimitado en tus derechos y has causado perjuicios a quienes te rodean de forma ilegítima. Supongamos que tú, lector, das una fiesta en tu casa y yo me cuelo haciéndome pasar por uno de tus invitados y, una vez dentro, me pongo a dar gritos a favor de… no sé… la reapertura del Heaven, por ejemplo. ¿No me echarías con cajas destempladas, no pensarías que no tengo derecho a colarme en tu fiesta para hacer mis proclamas? ¿Y si encima yo defendiera mi derecho a hacerlo diciendo que es una «acción pacífica»? ¿Te convencería en lo más mínimo? Bueno, y si está mal que yo me cuele en tu fiesta, ¿por qué defiendes a los que se cuelan en otras?
«Pero es que una cosa es la reapertura del Heaven y otra el cambio climático», diréis algunos. Segunda falacia. Vamos a ver, desde un punto de vista subjetivo el Sr. López Uralde tiene todo el derecho del mundo a considerar que el cambio climático es importantísimo; más o menos exactamente el mismo derecho que tengo yo de considerar que la reapertura del Heaven es una cuestión de capital importancia para que nuestros herederos puedan conocer esa mítica discoteca, con cucarachas y todo. Así pues, él tiene tanto derecho (moral y legal) a saltarse la Ley para hacer sus proclamas como yo lo tengo de hacer lo mismo pero en tu casa. En otras palabras: ninguno(7). Es cierto que de vez en cuando se producen situaciones en las que, por la importancia o urgencia de lo que se defiende es legítimo invadir los derechos de los demás, pero como resulta que vivimos en sociedad, (algo que esta panda de maquiavelistas ignora en cuanto le conviene) tenemos unas normas que rigen cuando se dan esas situaciones (estado de necesidad, etc.), normas que hemos acordado entre todos y que, por su propia naturaleza no están hechas para saltárselas cuando pensamos que, en el fondo, lo que nosotros defendemos es más importante. No me cabe duda de que la gente de Greenpeace considera evitar el cambio climático como un fin que justifica, por ejemplo, colarse en una fiesta; pero por esa regla de tres puedo yo considerar que la reapertura del Heaven justifica exactamente lo mismo(8) y resulta que, simplemente, no podemos vivir en sociedad si cada uno se salta las normas cuando cree que está justificado. Es de cajón, pero parece que mucha gente no lo ve.
La tercera falacia es la de la libertad de expresión. Vamos a ver, la libertad de expresión es poder opinar lo que quieras y poder expresarlo, pero tiene límites. No es un derecho absoluto. Estoy aburridísimo de tener que explicarle a los antisistema que se creen muy listos porque vuelven el sistema contra si mismo con el rollo de la libertad de expresión que no, que las cosas no funcionan así y que ese derecho no te ampara para decir lo que quieras ni, mucho menos, como quieras. Yo no puedo irme al Prado con un espray, escribir «¡Que reabran el Heaven YA!» sobre La Familia de Felipe IV y luego intentar escudarme en la libertad de expresión, igual que no puedo escribirlo en las paredes de tu casa, ni colarme en tu fiesta para gritarlo a pleno pulmón en tu salón.
Ah, un último apunte sobre la libertad de expresión y la doctrina finalista. Greenpeace suele decir que el objetivo de estas acciones es llamar la atención del público sobre éste o aquel problema ecológico. Bueno pues siempre, siempre, fracasan estrepitosamente, y sirva este caso como ejemplo. Buscad en Google cuanta gente está, a raíz de esta acción, hablando del encarcelamiento de los cuatro conspiradores y cuantos están hablando del famoso cambio climático. Anda, va. Ni por ahí tienen excusa.
En fin, que no. Que estoy seguro de que López de Uralde y los otros tres son bellísimas personas, pero no pueden tomarse la justicia por su mano y esperar irse de rositas. Y a todos los que consideráis injustísimo su encarcelamiento (por otro lado, perfectamente lógico y legal) quiero proponeros un ejercicio mental. Suponed que en vez de ser una «acción pacífica» que defiende algo importante con lo que estáis de acuerdo, hubiera sido una acción pacífica para defender algo con lo que no estéis de acuerdo. Supongamos que en vez de desplegar esa pancarta hubieran desplegado otra en la que se leyera «Abortion is Murder«. Supongamos, además, que pertenecieran a una organización mundial(9) cuyos militantes se dedicaran a realizar «acciones pacíficas» como encadenarse a las puertas de clínicas abortistas, bloquear el acceso a los almacenes de RU-486, colarse en hospitales para colgar en sus fachadas pancartas infamantes sobre lo que hacen los médicos de ese edificio, denunciar a las autoridades de países en los que el aborto es ilegal a quienes salen al extranjero a abortar, encaramarse a los tejados de los monumentos y edificios públicos para llamar la atención de los legisladores sobre el aborto y lanzarse al abordaje de los barcos de Women on Waves, encadenándose a las barandas mientras cuelgan el mismo tipo de carteles.
No, lo siento. Han violado las leyes, las han violado de forma grave y deben someterse a juicio. Y no están encarcelados por expresar sus ideas, como rebuzna Izquierda Unida, sino por hacerlo falsificando documentación oficial para hacerse pasar por jefes de estado y así introducirse subrepticiamente en un acto oficial de la Corona de Dinamarca. Lo vergonzoso no es la aplicación de la Ley, lo vergonzoso es creer que te la puedes saltar impunemente. Y exigir la impunidad de delincuentes (impunidad, no perdón, que es que encima el tema tiene miga) no le anda muy a la zaga.
Ah, y una última cosa. A mi, como resulta que en el fondo soy un ser humano, me gustaría que todos ellos pudieran pasar las navidades con sus familias. Pero no porque tengan derecho a ello, sino porque me gustaría que Dinamarca, o la reina Margarita, tuvieran con ellos un acto de gracia, un acto de compasión. Incluso he escrito a la Reina pidiéndole ese acto de gracia. Pero no porque tengan derecho, porque no lo tienen.
En fin, qué mundo este. Saludos.
Arthegarn__________
(1) Hay cierta controversia sobre este punto ya que hay medios que dicen que era Christiansen la que se hacía pasar por Jefa de Estado y López de Uralde por su marido, por un tema de discriminación positiva. No obstante sigo en esto lo que dice Greenpeace en uno de sus comunicados.
(2) Para que os hagáis idea de hasta dónde, las limusinas con las que llegaron llevaban la identificación (falsa) sujeta con calcetines, una de las matrículas llevaba el logotipo de Greenpeace y su matrícula (007, en alusión a James Bond) era claramente falsa y puesta a broma, el vehículo que llevaba al personal de seguridad llevaba una sirena comprada en internet por cinco euros…
(3) Lo del Palacio de Christiansborg es la leche. Es la sede del Parlamento danés, del tribunal supremo danés y además la oficina y residencia del primer ministro danés. Es el único edificio del mundo occidental (con la excepción del Vaticano, claro) que alberga la sede de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, y encima es donde están las salas de recepción de la Corona. Es difícilmente explicable la importancia de ese edificio para Dinamarca, pero es mayor que la Casa Blanca para Estados Unidos, por ejemplo.
(4) No estoy familiarizado con el Código Penal danés, pero os puedo decir que alguien que hiciera lo mismo en España sería reo (como mínimo) de allanamiento de domicilio de persona jurídica pública (Art. 203 CP y como fuera en la Zarzuela sería del 490, mucho más grave) y de falsificación de documento oficial (Art.392 CP) por lo que calculo que, contando el concurso de delitos, le caerían de dos a tres años de prisión.
(5) La contradictio in termnis de decir que algo «por desgracia, merece» otra cosa me pone de los nervios. Vamos a ver, las acciones o merecen una consecuencia, buena o mala, y hay que alegrarse de que cada uno obtenga lo que se merece, Iustitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi; o por desgracia tienen una consecuencia que no merecen. No sé si me molesta más el patético intento de nadar y guardar la ropa o que lo hagan tan mal.
(6) «Autorización que se tiene o se supone para realizar actos prohibidos a los demás.»
(7) Puntualización: determinados sistemas morales del tipo exitus acta probat defenderían que si estás verdaderamente convencido de la justicia y la necesidad de tu causa, todo lo que hagas en su favor es moral, incluso aunque pase por encima de los derechos de los demás. Es el mismo tipo de sistema moral que opina que es moral secuestrar un avión y pasar por encima del derecho a la vida de 3.000 personas por la gloria de Alá. Exactamente el mismo.
(8) O secuestrar un avión y estrellarlo contra Torre Espacio, ya que estamos.
(9) Con unos vículos con, digamos, la Iglesia Católica como los que Greenpeace tiene con, digamos, la OPEC.