“HUMAN BEINGS MAKE LIFE SO INTERESTING. DO YOU KNOW, THAT IN A UNIVERSE SO FULL OF WONDERS, THEY HAVE MANAGED TO INVENT BOREDOM.» – Death.
Siempre me ha gustado esta cita de Pratchett, Hogfather me parece uno de sus mejores libros. Pero, dándole un par de vueltas al asunto y pensando en el origen de las sensaciones como consecuencia de la evolución por selección natural me he dado cuenta de que hay un poco más de chicha que mascar en esta frase.
El ser humano experimenta ciertas emociones que solemos calificar de negativas. El dolor, el sufrimiento, el miedo… son experiencias que no queremos para nosotros y de las que intentamos aislar a nuestros hijos todo lo posible. Pero, aunque sean desagradables por definición, también tienen su utilidad y su razón de ser.
El dolor nos avisa de que algo va mal, de que algo está haciendo daño a nuestros cuerpos, y nos fuerza a tomar acción para protegernos. Es un amigo al que solo se le echa de menos cuando se va, como ocurre en ciertos estados alterados de la conciencia en la insensibilidad congénita al dolor, circunstancias en las que las probabilidades de sufrir daños y heridas graves se multiplican ya que uno podría, por ejemplo, herirse y desangrarse sin darse cuenta o causarse quemaduras y no enterarse hasta empezar a oler a quemado. Algo parecido pasa con el miedo, que nos avisa del peligro de una forma clara e inmediata y nos prepara para reaccionar ante él de una forma que demuestra hasta qué punto está en pañales nuestra forma consciente de percibir el mundo y prepararnos para él; y con el sufrimiento, que refuerza negativamente conductas perjudiciales ayudándonos a evitarlas en el futuro para beneficio no solo nuestro, sino también de los que nos rodean. Estas y otras son formas que tiene el Universo o la biología o nuestros genes de decirnos que estamos haciendo algo mal y «castigarnos» por ello de forma que cambiemos de actitud y hagamos algo útil; parte del «programa» que nuestros genes han escrito y que nos orienta en la senda de la vida junto con nuestros deseos y ambiciones.
El aburrimiento se produce cuando nuestro cerebro, un órgano increíble diseñado para pensar, para recibir, analizar y procesar información, no tiene nada que hacer; cuando no tiene estímulos y no encuentra nada «interesante» de lo que ocuparse, nada nuevo que analizar, ningún reto que superar. El aburrimiento es, en suma, la forma que tiene el universo de decirnos que deberíamos estar ejercitando nuestras habilidades o, mejor, aprendiendo algo nuevo.
Así que, aún a riesgo de llevar la contraria a la Muerte, el aburrimiento no lo inventamos los seres humanos sino que venía de serie con el modelo. Pero hasta en el aburrimiento es interesante – y maravilloso – el ser humano.
Arthegarn