¿Qué es la fe? ¿Tengo fe?

Ayer uno de los nuevos becarios de Clifford Chance y yo estuvimos hablando de la existencia de Dios.

En nuestra conversación salió, como es inevitable cuando se habla de Dios, el tema de la fe. Y se me ocurrió que debería escribir mi opinión actual al respecto (que, por otro lado, y tras este espiritualmente ajetreado año, es la que he tenido casi desde siempre). En vista de que El Desertor ya me ha pisado el otro tema sobre el que me apetecía escribir, la chinita canora, os voy a calentar un poco los cascos con esto.

La verdad es que yo no sé si tengo fe. Cuando me voy al diccionario encuentro que la fe es el «conjunto de creencias de una religión» o el «conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas». Pero eso no dice nada sobre la fe como medio de conocimiento.

Me explico. Ya comenté en otro momento (aunque por motivos distintos) que Dios es tan improbable como infalsable. Me resultó muy curioso darme cuenta de que el paradigma científico no es válido para lo divino. Algunos de vosotros diréis «toma, claro, es obvio» pero para mi no era tan obvio. Soy un firme defensor del paradigma y del método científico, creo que la observación de la realidad, la duda metódica y la experimentación son las cosas que nos han hecho avanzar como especie como lo hemos hecho en los últimos siglos. Siempre he pensado que la única herramienta segura para expandir nuestro conocimiento, o al menos para entender y modelizar nuestro entorno de tal forma que podamos predecirlo era la ciencia. Para mi era la única forma de conocimiento y todo aquello que no podía ser probado científicamente era mejor tratarlo como inexistente.

Por eso dejé la magia, por cierto (salvo dos o tres cosas que todos conocéis). Mi acercamiento a la magia fue siempre muy científico: la idea era que se podía establecer una relación causa-efecto clara entre el ritual y su efecto, pero en todos mis experimentos no la observé nunca. Cuando algo daba resultado se revelaba con claridad como una coincidencia (en otras palabras, no era necesario introducir el ritual en la explicación para averiguar la causa del fenómeno) y nunca, jamás, obtuve ningún resultado contra causal. Hay gente que me ha criticado, desde las esferas taumatúrgicas, acercarme a la magia con esta mentalidad cientifista, manteniendo que si no crees en la magia, la magia no funciona. Pero resulta que yo tengo clara la distinción entre la magia y los milagros: estos exigen fe y aquellos no. Lo siento, pero las escuelas mágicas que exigen fe a sus acólitos no son escuelas mágicas, sino sectas religiosas. La magia se reivindica a si misma a través de los resultados, incluso la brujería(1) lo hace. La religión, en cambio, no.

Esto me lleva a comentar brevemente la confusión entre magia y religión que tienen muchos creyentes. Me resulta verdaderamente fascinante la cantidad de gente que es creyente porque cree en los milagros. En otras palabras: creen en Dios porque tienen pruebas de su existencia a través de los milagros, sea porque les han pasado a ellos, sea porque les han pasado a alguien, sea porque les han dicho que ocurren. Cada uno cree lo que le da la gana y por las razones por las que le da la gana, por supuesto, pero creer en Dios por este motivo me parece, aunque os resulte extraño, una de las peores razones; porque el hecho de que ocurra un milagro no quiere decir que Dios exista. Bueno, vale, si los milagros son únicamente causados por Dios y ocurren, entonces Dios existe. A lo que me refiero es a que no se puede asignar a un evento altamente improbable la etiqueta de «milagro» así porque si.

Veréis, supongamos que Jesús llega a la tumba de Lázaro, que ya huele mal, y le dice «levántate y anda». Y el tío se levanta y anda. ¿Quiere decir esto que Dios existe? Pues me temo que no. Desde un punto de vista científico tenemos que escoger la explicación más sencilla para este fenómeno, y hay multitud de explicaciones más sencillas que Dios. Por ejemplo: podría haber estado catatónico y no realmente muerto, o podría haberse producido un fenómeno cuántico que haya reiniciado su cerebro y sus órganos. Estas explicaciones son disparatadamente improbables, pero el hecho es que, al menos, no exigen para ser ciertas la existencia de toda una realidad sobrenatural. Curiosamente la magia es más científica que la religión, en el sentido de que es más creíble al ofrecer explicaciones que, a pesar de ser sobrenaturales, por lo menos son más sencillas que Dios. Es más sencillo suponer que Jesús es un nigromante de nivel 17 que suponer que la resurrección es el resultado directo de la intervención de un ente infinito y atemporal. No os digo nada si suponemos que en realidad Jesús es un viajero en el tiempo dotado de alta tecnología…

No, los milagros no son pruebas de la existencia de Dios. Por eso, y aunque os suene increíble, la existencia de milagros es irrelevante para el hombre religioso. Ni creo en Dios porque hay milagros ni dejo de creer en Dios porque no los hay; los milagros no quieren decir nada (y además tengo la teoría de que si Dios interviniera en la Creación más allá del hecho de la singularidad del acto Creativo lo haría de acuerdo a la teoría de la mariposa aleteante definitiva).

Entonces, si los milagros no son una evidencia de la existencia de Dios, ¿cómo se cree? Bueno, hay gente que cree en Dios por revelación. Muchísima gente afirma que Dios le habla, o que habla con Dios. Otro montón de gente dicen sentir a Dios a su alrededor, como una manta. Si Dios me habla, si le siento, es que tiene que existir, ¿no? Una vez más nos enfrentamos al problema de la infinitud. Es mucho más probable que estés en un estado autohipnótico, por ejemplo, o que estés alucinando, a que Dios exista. La autohipnosis es un fenómeno natural, científicamente probado y puede producir todos esos efectos sin exigir la existencia de un ente infinito.

Resumiendo: el hecho de que alguien haga milagros no es prueba de que Dios exista; y el hecho de que Dios le hable a uno tampoco es prueba de que Dios exista. Lo mejor de todo es que, desde mi punto de vista, esta visión está reflejada en la propia Escritura. Por ejemplo, en la parábola de Lázaro (Lc. 16, 19-31), tras que Epulón es condenado habla con Abraham y le suplica que envíe un aviso a su familia para que no cometa los mismos errores que él, a lo que Abraham se niega diciendo que su familia tiene, como él, a Moisés y los profetas. Epulón le contesta que si su familia viera un milagro se convertiría y Abraham le dice que «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite». Y no es este el único ejemplo: de forma mucho más dramática vemos a Jesús negándose a realizar milagros ante Herodes a riesgo de su propia vida (Lc. 23) y, consistentemente, negándose a realizar milagros cada vez que se los piden como prueba de su condición mesiánica. Lo que es más, Jesús se niega consistentemente a afirmar su propia divinidad y, cuando Pedro le dice que es el hijo de Dios, Jesús le prohíbe que se lo diga a nadie (Mt. 13-20). Un mensaje consistente en la Escritura es que las pruebas de la existencia de Dios no están fuera de uno, y la ciencia está de acuerdo: no hay absolutamente ninguna forma de probar a Dios.

Pero me pierdo en divagaciones cristianas y no quiero hablar del cristianismo en concreto en este artículo. No, lo que quiero decir es que no hay, ni puede haber, evidencia clara de la existencia de Dios. La creencia en Dios se manifiesta así como un acto absolutamente voluntario. La fe, lo que yo opino que es la verdadera fe, es el resultado de una decisión libre e individual. Creer en Dios no va a cambiar el mundo, y creer que no existe tampoco. Llega un momento, tras todas estas disquisiciones en las que el intelecto y el método científico, exhaustos, se encuentran con que no pueden dar una respuesta racional a la pregunta ¿existe Dios? porque ni siquiera Dios, si existiera, podría probar su propia existencia dentro del paradigma científico. Al final nos quedamos solos ante la pregunta, sin pruebas, sin indicios, sin nada.

Entonces es cuando elegimos qué creer. Cuando, enfrentados a esa pregunta, libremente elegimos creer que Dios existe, empezamos a tener fe. Cuando el convencimiento de la existencia de Dios llega a través de cualquier otro cauce que no sea la admisión de la incognoscibilidad de Su existencia y de una libertad absoluta de elección es que se basa en evidencias. Y esas evidencias son por necesidad, si no erróneas, al menos inaceptables.

Por esto digo tantas veces que no sé si tengo fe. Porque casi nadie interpreta esta palabra como yo.

Saludos.

Arthegarn
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(1) Recordemos que, técnicamente, la brujería no es la magia. La magia es la imposición a la naturaleza de la voluntad del mago; la brujería es la obtención de un resultado en el mundo natural con la mediación de un ente sobrenatural (p.ej. un pacto con el diablo).

Vivir sin Dios

Una de las referencias que Richard Dawkins cita en The God Delusion es la conversión al ateísmo de Julia Sweeney (una actriz americana que salía en Saturday Night Live), que había sido creyente toda la vida y que ella misma narra en su libro Letting go of God. Llega un día en el que escucha una voz que resuena en su mente,l que le dice «Dios no existe». Al principio se asusta, pero decide ponerse «sólo un instante» las gafas de «no-creo-en-Dios» y dar un vistazo rápido al mundo. Y cuando lo hace, se da cuenta de que no cambia nada y que no necesita a Dios.

Personalmente, me alegro mucho por Julia Sweeney y su indolora (más bien jubilosa) conversión al ateísmo, pero mi caso es profundamente diferente. No sé el tipo de relación que ella tenía con Dios, pero por mucho que diga que Dios y ella «tenían algo juntos» (expresión que entiendo y con la que me identifico) sinceramente creo que nadie que haya sentido a Dios a su alrededor puede reaccionar de esta manera.

Yo estoy triste. Me siento como si hubiera perdido un amigo o un hermano. Dios ha estado conmigo todos los días de mi vida, siempre he podido recurrír a Dios; cuando he estado triste y sólo, sin nadie que pudiera ayudarme ni conslorame, Dios estaba susurrándome que, al final, todo saldría bien; cuando nada parecía tener sentido Dios me recordaba que todo tiene un propósito y que ni una pluma cae sin que se de cuenta; cuando estuve a punto de suicidarme no lo hice porque no podía hacerle eso a Dios. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que le debo la vida. Y, de repente, no está. Es innecesario.

El verdadero problema no es que sea innecesario, es que es infinitamente complejo. Es completamente imposible probar a Dios desde el punto de vista científico. Supongamos que Dios decide demostrar que existe, ¿cómo iba a hacerlo?. Si se abrieran los cielos y se apareciera a la totaldiad de la humanidad rodeado de las cohortes celestiales, ¿demostraría eso que es Dios? No. Aunque parezca mentira, no. Demostraría que un ente desconocido, a través de procedimientos que desconocemos, ha aparecido diciendo ser Dios, pero todos sabemos que una teconología suficientemente avanzada siempre parece magia a un pueblo primitivo. ¿Qué es más plausible, que ese señor sea verdaderamente Dios, o que estemos siendo víctimas del pasatiempo de una raza alienígena increiblemente avanzada? A pesar de que la existencia de alienígenas es casi imposible, a pesar de que somos absolutamente incapaces de imaginar el tipo de tecnología necesario para abrir los cielos, el hecho es que es más probable que todo tenga una explicación dentro del Universo que el que la explicación sea un ente tan inconcebiblemente grande y complejo que creó el Universo entero, con toda su grandeza y esplendor. La navaja de Occham siempre corta a Dios: es más simple imaginar una raza superpoderosa que un Dios que creó todo el universo capaz de albergarnos a todos y capaz de albergar a esa raza superpoderosa. No, ahí estoy de acuerdo con Dawkins, Dios es el 747 definitivo(1).

Una vez,  me preguntó qué era lo que me daba Dios. Como todos sabéis no creo en los milagros (2), creo que el infierno está vacío y mi concepto de la Vida Eterna como atemporal se parece mucho a la no-existencia (aunque últimamente estaba pensando otra cosa). Así pues, ¿por qué Dios? Le contesté que, cuando contemplaba la belleza de la Creación,cuando disfrutaba con mi propia felicidad, Dios me daba alguien a quien dar definitivamente las gracias. Otra vez Devogue me preguntó si no me daba cuenta de que Dios no era necesario y le contesté: «You’re right, there is no necessity to add God (at least I don’t feel it). And I don’t feel the necessity of another pinch of curry in my noodles, either, but I happen to like them better with that extra touch of spice«.

Julia Sweeney puede estar más a gusto sin Dios que con Dios y no me cabe duda. Pero yo le echo de menos. No es que las cosas sean peores sin Dios, pero desde luego eran mejores cuando estaba conmigo. Todo era mejor.

Tengo que volver al trabajo, ya seguiré reflexionando mañana. Abrazos a todos.

Arthegarn_______________________
(1) Lo del 747 definitivo tiene que ver con una frase de Fred Hoyle que cita Dawkins y, discutiblemente, refuta, en The God Delusion. Básicamente Hoyle dijo que las posibilidades de que la vida se generara espontáneamente sobre la tierra son semejantes a las posibildiades de que un huracán desencadenado sobre un desguace ensamblara un Boeing 747. Dawkins postula que el creador ha de ser más complejo que lo creado, así pues el creador de la vida ha de ser más complejo que la misma vida. Eso quiere decir que, independientemente de la astronómicamente escasa probabilidad de la abiogénesis como explicación de la vida, la existencia de un Creador es aún más improbable, ya que ha de ser más complejo que lo creado. Si encima pensamos que Dios es infinito resulta que su validez científica como explicación de cualquier fenómeno tiende a cero.
(2) Esto puede merecer una puntualización, porque no quiero decir que Dios no sea capaz de hacer milagros si quiere. Después de la famosa Teoría del Rinoceronte Fosforito desarrollé, y formulé en el foro de Richard Dawkins la Teoría de la Mariposa Aleteante Definitiva (Ultimate Flapping Butterfly theory), que básicamente dice que, si partimos de la base de que Dios crea el Universo desde fuera del tiempo y con él todas las leyes que gobiernan la realidad y siendo omnisciente, puede perfectamente crearlo con unas condiciones iniciales que impliquen que, por la mera aplicación de leyes naturales, determinados fenómenos extremadamente improbables estén condenados a producirse en determinados momentos. Por ejemplo, es extremadamente improbable que las moléculas de un bastón de madera de repente vibren de tal modo que cambien su configuración interna y se reordenen dando lugar a una serpiente, pero no es imposible y, si resulta que has escrito el Universo, sabes exactamente qué leptón debería haber estado donde hace diez mil millones de años para que, justo cuando Aarón arroja el bastón de Moisés ante el Faraón, se produzca inevitablemente ese hecho. con esto no estoy defendiendo que deba interpretarse la Biblia literalmente ni que verdaderamente ocurriera semejante cosa, lo que quiero demostrar es que Dios es capaz de hacer milagros sin violar el principio de causalidad. Dios no necesita violentar la Naturaleza, porque la Naturaleza Le sirve.

I am not Spock.

Tengo que hacer una confesión: yo tampoco he alcanzado el Kolinahr.

Orgulloso como estoy de mi lógica, de mis habilidades discursivas y argumentativas, de mi racionalidad y de mi pensamiento analítico, he de decir que he fracasado en mi intento de alcanzar la lógica absoluta, de eliminar las emociones de mi razonamiento, si no de mi persona. Probablemente haya fracasado hace mucho tiempo, pero el viernes tuve la más dolorosa de las pruebas de ese fracaso.

Todo empieza cuando, hace ya unos meses, Julian y yo empezamos a hablar de la existencia de la libertad. Con argumentos semejantes a los que describí en La Libertad es Antinatural (y que están mucho más desarrollados en la paralela de Opus Nigrum) demostró más allá de toda duda razonable que la libertad no existía o, al menos, que era ilógico e irracional pensar que existía aplicando el método científico.

Y ¿qué hice yo entonces? ¿Acepté acaso que le libertad no existe? ¿Cambié mi opinión, como siempre he dicho que hago cuando alguien me deja sin argumentos? Pues no. Apelé a la fe y decidí creer que la libertad existe pese a que no hay prueba alguna de que exista y a que la navaja de Ockham diga que es improbable que exista. Renuncié a la ciencia y a la lógica para no abandonar una creencia (porque no es otra cosa) que me es muy querida y que es una de las piedras angulares de mi personalidad, de mi religión y de mi cosmogonía.

Es cierto que es raro (extremadamente raro) que yo haga algo semejante, pero eso dice algo de mi personalidad. Dice que, when push comes to shove, cuando me veo arrinconado entre una verdad lógica y mis creencias más profundas elijo quedarme con ellas, caiga quien caiga. Dice que, en determinadas circunstancias, soy capaz de actuar como cualquier otro fanático, taparme las orejas ante lo que dicen el mundo y la ciencia y repetir muy alta mi creencia para alejar de mi los demonios de la racionalidad. Y es que no me sirve creer en eso que Julian y yo convinimos en llamar «middle-world free will» y que yo llamo «libertad microscópica» y que consiste en la percepción de la ilusión de la libertad a nivel de ser individual. No, para que el mundo (mi mundo) funcione de verdad tenemos que ser libres de verdad.

Lo malo de esto es que resulta frustrante, y yo sé cuanto. Dedicas dos semanas de sesuda conversación y esfuerzo intelectual para demostrar tu punto de vista y cuando lo demuestras el otro te dice: «Sí, vale, lo has demostrado, tienes razón. Pero aunque tengas razón voy a seguir creyendo lo que me de la gana y me da igual que sea demostrable o no, voy a seguir creyendo que es cierto aunque me hayas demostrado de acuerdo a las reglas de la lógica y la ciencia que no lo es.» Entonces, ¿para qué debatimos? Es muy fácil decir, como hice yo en su momento, que si debates para intentar convencer al otro es posible que salgas decepcionado y que actitud correcta es debatir para, simplemente, dejar clara tu postura. Es tan fácil que no me lo creo ni yo.

Así que lo siento, Julian. De verdad lo siento porque llevo lustros debatiendo, demostrando que tengo razón y encontrándome con la misma respuesta «me da igual que tengas razón, yo voy a seguir en mis trece», y sé lo frustrante que puede llegar a ser, máxime cuando la conversación no es casual ni baladí y has estado dos semanas devanándote las meninges para demostrar tu posición con argumentos bien fundados contra las preguntas, también bien hechas, de tu contertulio, máxime cuando pones parte de ti en el debate y no llega a donde se supone que iba y no cumple las reglas que se supone que lo regían. Y te pido también perdón a ti, Arthegarn, porque acabas de descubrir que no eres tan lógico ni tan coherente como creías que eras.

Nos queda el consuelo de que sólo soy un fanático irracional en lo que tiene que ver con veinte o treinta axiomas. Ese y el de que Spock tampoco alcanzó el Kolinahr.

 

Manifiesto Gótico Profundo

La Vida y la Muerte

Todos, en algún momento, hemos de morir.

Es esta una verdad absolutamente indiscutible que la sociedad occidental trata de obviar con denodado esfuerzo. Durante un tiempo desarrollamos respuestas supersticiosas o pseudo-religiosas con el único objeto de convencernos a nosotros mismos de que la muerte no era real, que era un mero tránsito a una segunda vida o a otra forma de existencia. Incluso en los tiempos recientes decementerio_belgrado superación de estas ideas, enfrentado a la propia mortalidad, el occidental tiende a convertirla en el último tabú. La muerte es algo de lo que no se habla, que no se contempla, que se obvia en la vida cotidiana porque duele y angustia, algo que se esconde en lo más profundo del corazón para sacarlo sólo cuando es imprescindible.

Pero es precisamente la muerte la que define el valor de la vida. Precisamente porque vamos a morir, porque la vida es finita, es preciosa. Los esfuerzos dedicados a obviar la realidad de la muerte tienen como consecuencia directa la devaluación del valor y la importancia de la vida. La superación mediante la negación o la ceguera de la angustia existencial degradan la existencia.

Es importante, por tanto, recordar que vamos a morir. Y, teniendo esto en mente, exprimir la vida hasta el último segundo, apurar la copa hasta las heces, sernos hasta lo indecible en cada momento de la vida. En el tiempo del que disponemos debemos experimentar la existencia humana tan intensamente como sea posible, en todas sus facetas, sin miedos, sin tabúes, sin preconcepciones. El gótico profundo comprende y conoce estas verdades y vive su vida, mortal y finita, en constante presencia de la Muerte como perenne recordatorio de la irreemplazabilidad de cada segundo.

La Moral :

La existencia humana no se detiene en uno mismo. Ser uno mismo, experimentar hasta las heces lo que es ser un ser humano, no se reduce a, ni implica, el hedonismo individualista. La comunidad, y la relación conla comunidad, son parte integral de la experiencia humana y como tales deben ser apreciadas en su medida.

Es el individuo quien, a partir de su exploración y definición de en lo que consiste la experiencia humana, fija sus propios patrones morales y de conducta y relación con el resto del Universo. Pero los patrones, la definición del bien y del mal y la coherencia en la actuación deben estar ahí, ya que la moral y el concepto del bien y del mal son parte integral de la experiencia humana.

La Verdad:

Independientemente de la existencia de una verdad ideal y cósmica e independientemente de la posibilidad de alcanzar tal conocimiento, la búsqueda de la Verdad es parte de la existencia humana. En muchos casos la verdad es incómoda, pero esa incomodidad se define como un precio necesario para la obtención de un bien en si mismo superior y necesario para la verdadera y real experiencia de lo que es serse. La búsqueda de la verdad es implícita, necesaria, y nuclear para el Gótico profundo, al igual que la lucha contra la Mentira.

Específicamente beligerante es el gótico profundo ante la preconcepción y el prejuicio. Estas dos mentiras disfrazadas de verdades amenazan directamente la percepción real del medio por el individuo y le llevan a basar su vida en falsedades, alejándose de la experiencia vital que propugna el Movimiento. Tan importante como la búsqueda de la verdad es la lucha contra la falsedad.

La Estética:

La estética es la rama de la filosofía relativa a la percepción y expresión de la belleza.

En lo relativo a la percepción, y en consonancia con su búsqueda de la verdad, el individuo no se queda en la superficie de la percepción. La verdad es, en si misma, bella. Y todo lo que nos hace sernos es igualmente bello. Es obvio encontrar belleza en lo superficialmente bello, pero la belleza se esconde también en lo superficialmente feo y encontrarla, aunque requiere un cierto esfuerzo intelectual (o precisamente por ello) resulta tan o más gratificante que la observación de la belleza superficial. El gótico profundo es especialmente sensible a este tipo de belleza oculta, y tiene una tendencia a buscar y encontrar belleza allí donde aparentemente no la hay. Producto de esta tendencia, el gótico profundo se ve estéticamente atraído por las formas artísticas que reflejan este carácter.

Si bien el gótico profundo no busca ni desea el dolor, la soledad, la tristeza, la melancolía, tumblr_ngkd5dS4IT1skelofo2_500la angustia y otras emociones universalmente desagradables comprende que todas ellas son parte de la existencia humana y, cuando se ve obligado a experimentarlas, intenta exprimirlas y saborearlas. No se trata de un deseo enfermizo de prolongar el dolor sino de una canalización del mismo hacia la emoción positiva de la belleza, el conocimiento y la experiencia íntimas. Además de las armas ordinarias que todo ser humano tiene para luchar contra esta negatividad, el gótico profundo tiene el conocimiento de que su experimentación le conduce a ser más humano, más si mismo. Su particular percepción estética hace que sea capaz de extraer belleza de estos estados y, de esa forma, compensarlos y dar un paso hacia delante en la recuperación, u obtención, de la felicidad a la que todo ser humano aspira.

Como consecuencias de su particular sentido estético y de su particular relación con la Muerte, el gótico profundo tiende a proyectar una estética luctuosa. Gran parte de la proyección de su personalidad (su estilo de vestir, de decorar, etc.) tenderá a lo fúnebre y luctuoso. El gótico profundo no está muerto en vida ni desea la muerte sólo por rodearse de objetos que la sugieren; antes bien está vivo y quiere vivirse hasta el final y recordarse a si mismo y a quienes les rodean la importancia de la vida a través de la inevitabilidad y cercanía de la muerte.

La Política:

El Movimiento no tiene implicaciones políticas. Algunas ideas, no obstante, llevan aparejados códigos de conducta incompatibles en diversa medida con los postulados positivos de este Manifiesto. Es labor del gótico profundo, como individuo, dar coherencia a su vida si se producen estas contradicciones.

La Religión:

La religión no es una mera vía de escape a la propia mortalidad, sino la relación íntima entre Dios y el individuo. Las creencias religiosas (incluyendo su ausencia) matizan y ayudan a d

efinir el concepto que el individuo tiene de lo que es la experiencia humana en función de la voluntad de Dios o del destino del Universo. Considerando esto, el Movimiento no tiene implicaciones religiosas ya que el núcleo del mismo es el afán de serse a uno mismo, independientemente del contenido único y personal que ese serse tiene para cada individuo.

Algunas creencias implican la creencia en la vida después de la muerte. En tanto en cuanto esta creencia no disminuya la importancia de la vida terrenal, sea considerándola fungible e intercambiable con la ultraterrena, sea hipotecándola a la ultraterrena no hay contradicción aparente entre estas creencias religiosas y el Movimiento. En tanto en cuanto esta creencia considere la vida y la experiencia humanas un bien y un fin en si mismas, no hay contradicción aparente entre esta creencia religiosa y el Movimiento.

Algunas creencias implican códigos de conducta incompatibles en diversa medida con los postulados positivos de este Manifiesto. Es labor del gótico profundo, como individuo, dar coherencia a su vida si se producen estas contradicciones.

Apéndice: Sobre el nombre :

Es muy probable que «gótico profundo» no sea la mejor expresión para denominar este movimiento, pero es la que he encontrado. El término «profundo» se usa aquí en su acepción de hondo o penetrante, haciendo referencia tanto a la característica más espiritual o trascendental del movimiento como a la extensión con la que impregna la vida del individuo. El gótico profundo no es un movimiento de fin de semana, caracterizado fundamentalmente por la ropa que visten sus integrantes, la música que escuchan o los sitios que frecuentan. El gótico profundo tiene que ver con las convicciones íntimas de la persona, su percepción de la belleza, su búsqueda de la verdad y, en definitiva, su modo de vivir.

El objetivo de este manifiesto no es dividir, sino definir.

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Frustrado como llevo todos estos años por la absoluta indefinición que rodea al término gótico y por la increible amplitud con la que se interpreta esta etiqueta he decidido que no es adecuada para definirme. Bueno, no es que no sea adecuada para definirme, es que no es adecuada para definir nada.

En vista de lo cual, y a la vista del nacimiento dentro de la Escena de diversas corrientes o subtribus (los robertitos, los góticos mansonitas, etc.) perfectamente definidas he decidido subirme al carro y crear mi propia y personalísima subcultura de uno, ponerle un nombre y publicar un manifiesto en busca de almas afines.

Este manifiesto está abierto a reproducción y propagación (aunque lo más lógico es que lo modifique un poco en los próximos días para incrementar su exactitud) por las susodichas almas afines. Había pensado en publicarlo mañana, como primer día del año, sugiriendo el lanzamiento de algo nuevo, pero mi luctuosidad me puede y considero más apropiado, por razones que cualquiera que la presente leyere y entendiere consideraría obvias, publicarlo el último día y no el primero.

Los fines son principios. Feliz 2008 a todos.

La libertad es antinatural. O es magia o no existe.

Supongamos que no hay nada de sobrenatural en la aparición de la vida en la Tierra. Supongamos que Dios no existe o que, si existe, no tuvo nada que ver de forma directa con la aparición de la vida – por ejemplo, pudo haber creado el Universo con unas leyes que llevaran fatalmente a la combinación de átomos que produjo la primera molécula autorreplicante. Si aceptamos esta premisa, es necesario concluir que la aparición de la vida se debe a causas naturales, que fue producto del azar el que se encontraran, en la sopa primordial, las moléculas que generaron el primer replicador. Las probabilidades reales de que eso ocurriera son astronómicamente escasas pero a estos efectos no son relevantes: estamos aquí y estamos vivos luego, por muy improbable que fuera que la vida apareciera, el hecho es que apareció.

Supongamos asimismo que todo lo que ocurre en el mundo real está gobernado por leyes naturales. Estas leyes pueden ser simples o complejas y pueden estar a nuestro alcance o no, pero lo que importa es que existen. La materia se organiza de acuerdo a determinadas normas, la energía se comporta de acuerdo a otras normas y el tiempo y la gravedad también responden a esas normas. De acuerdo con esto, todo lo que ocurre en el universo tiene una causa dentro del propio universo y una explicación dentro de las leyes naturales.

Así pues, la evolución de la vida viene regida por estas leyes naturales. Fueron leyes naturales las que gobernaron la densidad de proteínas en la sopa primordial, fueron leyes naturales las que ordenaron la radiación ultravioleta de la tierra primigenia, fueron leyes naturales las que hicieron que las plantas empezaron a liberar oxígeno a la atmósfera, fueron leyes naturales las que hicieron que algunos replicantes se especializaran en unas cosas y otros en otras y que aparecieran los animales, parásitos de las plantas, y la evolución competitiva de estos. Igualmente fueron leyes naturales las que gobernaron el proceso por el que algunos animales se volvieron más adaptables que otros y las que determinaron que adquirieran algo que ahora mismo llamamos inteligencia.

Pero en realidad no hay nada «más» detrás de esto: todo son leyes naturales, todo es explicable por la ciencia.

Lo que pasa es que, si esto es así, la libertad no existe. Si todo es explicable por leyes naturales todo comportamiento del ser humano, por aparentemente libre o incluso aparentemente aleatorio que parezca ser en realidad es perfectamente explicable. Simplemente nos haría falta tener suficiente información respecto a como funciona la vida, como funciona el universo y como funcionan las reacciones químicas que crean eso que llamamos «consciencia» para ser capaces de anticipar en la totalidad de los casos las acciones, reacciones, pensamientos y sentimientos de un ser humano. No existe un «yo» realmente que esté detrás de mis acciones, detrás de mis ojos o incluso detrás de este ensayo, todo lo que existe es una colección de normas inmutables y de átomos ordenados de acuerdo a esas normas. «Yo» no soy libre, aunque me lo crea. Mis sentimientos y pensamientos están determinados desde el principio del Universo. No hay nada que «yo» pueda hacer para evitar ser lo que soy, hacer lo que hago, todo está determinado y es explicable e incluso mis mayores protestas de libertad no son más que reacciones neuroquímicas completamente explicables. Incluso en el hipotético caso de que tenga alma no hay nada que el alma pueda hacer, a menos que tenga poderes mágicos y sea capaz de alterar la realidad física – es decir, mis conexiones neuronales, mi equilibrio químico, mis hormonas – de mi cerebro y, de esa forma, hacerme decidir algo diferente a lo que, por aplicación de las normas naturales, se supone que debería haber elegido.

O sea, que la libertad no existe dentro del orden natural y que, si existe, es necesariamente sobrenatural y tan intangible e indemostrable como Dios mismo.

Arthegarn____________
Como siempre, discusión paralela en Opus Nigrum

Los libros de Noviembre

Resulta increible que con todo lo que he trabajado este mes me haya dado tiempo a leerme tres libros, aunque dos sean relecturas.

Memory es otro de los libros de la saga de Miles Vorkosigan que tanto os he recomendado una y otra vez. Tiene algunas escenas magníficas; por ejemplo, cuando echan a Miles de SegImp (lo que implica acabar con el almirante Naismith) este se va completamente deprimido a su casa. Durante apenas dos páginas McMaster Bujold describe ele stado en el que pasa las primeras 48 horas, entre el shock y la depresión, y os garantizo que me describe perfectamente en ciertas etapas de mi vida (gracias a Dios hace años que no me pasan cosas tan horribles como para dejarme en ese estado, pero me han pasado y lo conozco). La exploración del personaje de Siomn Illyan, que todos sabíamos que daría mucho de si, es interesante, y el papel de Lady Alys Vorpatril pressagia lo que será luego en A Civil Campaign. No es ciencia-ficción, es space opera (aunque la trama del libro se base en una premisa de ciencia-ficción, el sabotaje del chip de memoria edietetica implantado en el cerebro de Illyan) pero es una space opera buenísima. Como todos los Vorkosigans, muy recomendable.

A Civil Campaign transcurre un año después de Memory (hay otro libro entre ellos, Komarr, que perdí hace dos años y que me acaba de llegar por Amazon), con Miles ya firmemente asentado en su nuevo rol de Auditor Imperial, y narra sus aventuras y desventuras mientras trata de cortejar a Ekaterin Vorsiosson, personaje que se nos presentó en Komarr y que acaba de quedar viuda, con la sana intención de convertirla en Lady Vorkosigan. Salpicado con los problemas de su hermano Mark, que anda liado nada menos que con Kareen Koudelka, la aparición estelar de sus padres (¡Me encanta Cordelia Naismith! ¡Es mi madre!) y diversas intrigas políticas todas relacionadas con el sexo, el libro se lee sólo. Como escenas a destacar, la de la cena en la Residencia Vorkosigan (Your talent leaves me speechless, Enrique) y la de la sesión del Consejo de Condes (Why, certainly, madame. Right now?). Un poco flojo el final del libro por la escena con Gustioz, que no está la altura, Aun así, y como todos los Vorkosigans, muy recomendable. Como nota curiosa, me había olvidado de que este libro me lo regaló Fridaluna y de que está dedicado. Vae victis.

A Flash for Freedom! es otro Flashman. Nunca le agradeceré bastante al que me recomendara esta saga y me dejara los primeros libros. Me lo paso pipa con ellos. En este libro Flashman se ve involucrado (contra su voluntad, como siempre) en el negocio de la trata de esclavos de mediados del siglo XIX, cuando ya era ilegal en medio mundo civilizado. Aparte de sus siempre entretenidas peripecias y de su absoluta incapacidad para mostrar un átomo de decencia, incluso cuando comportarse decentemente es lo que le salvaría (vid. la escena con Cassy a orillas del Ohio) sales, como siempre, con un baño de historia de lo más agradable. La disposición de un barco esclavista, las leyes estadounidensas sobre el tráfico de esclavos y la situación previa a la guerra de secesión se ven en este libro en el que Abraham Lincoln asoma la cabeza un par de veces, como quien no quiere la cosa. También muy recomendable.

Este mes empezamos otra vez con cosas serias.

La Teoría del Rinoceronte Fosforito

Supongamos un debate sobre la existencia de los rinocerontes fosforito.

Nunca se ha podido probar científicamente la existencia de los rinocerontes fosforito. Desde luego, está claro que hay rinocerontes y que hay colores fosforito, pero nunca se han producido evidencias científicas contrastables de modo experimental y reproducibles en un entorno controlado de que haya rinocerontes fosforito. La historia, no obstante, está llena de gente que dice haber visto rinocerontes fosforito e incluso hay tribus enteras que dicen que han convivido durante generaciones con rinocerontes favoritos o que son regularmente visitadas por los mismos, pero ese hecho nunca ha podido documentarse.

¿Existen los rinocerontes fosforito, se preguntan en el Reform Club de Londres? Bien, hay tres posturas básicas:

1.- Los rinocerontes fosforito existen. Nunca los hemos visto ni tenemos pruebas directas de su existencia, pero existen.
2.- No sabemos si los rinocerontes fosforito existen o no. Las pruebas sobre su existencia son bastante débiles por lo que afirmar que existen es temerario; pero no obstante hay indicios de que podrían existir por lo que decir que no existen es igualmente temerario. Hasta que no haya más pruebas es estúpido tomar partido en esta discusión.
3.- Los rinocerontes fosforito no existen. No tenemos pruebas de su existencia, sólo una serie de leyendas tribales y de alucinaciones de gente que se pasa con el peyote. No hay nada serio que nos induzca a pensar que los rinocerontes fosforito existen, así que no existen.

¿Existen los rinocerontes fosforito? La respuesta correcta es la segunda: no lo sabemos. La respuesta verdadera es, necesariamente, la primera o la tercera, pero la correcta, desde un punto de vista científico, es la segunda. No sabemos si los rinocerontes fosforito existen o no y es tan temerario afirmar que existen como que no existen.

La única forma de afirmar la existencia de los rinocerontes fosforito es dar un salto de fe. Hasta aquí creo que todo el mundo estará de acuerdo; el que afirma la existencia de los rinocerontes fosforito lo hace porque cree en ellos: no tiene pruebas de que existan pero elige creer que existen(1). No es racional ni se puede llegar a esta conclusión de forma lógica tras la observación del mundo real, pero aun así hay gente dispuesta a dar el salto de fe y creer que los rinocerontes fosforito existen.

Lo que pasa es que tanta fe tiene el que afirma la existencia de los rinocerontes fosforito como el que la niega y tan basada en la fe está una29586-3_1_xnl postura como la otra. No es lo mismo la negación de una creencia(2) que una creencia negativa(3). Se formulan casi de la misma forma y con exactamente las mismas palabras pero no es lo mismo no creer X que creer que no X. El hecho es que, exactamente igual que no hay pruebas que demuestren de forma incontrovertible la existencia de los rinocerontes fosforito tampoco hay pruebas que demuestren que no existen de forma igualmente incontrovertible. Creer que los rinocerontes fosforito no existen no es una conclusión derivada de la observación y constatación de la no existencia de los rinocerontes fosforito, es una creencia no basada en pruebas y tan lógicamente respetable(4) como creer que existen.

Hay un principio lógico que reza: «la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia». En otras palabras: la falta de pruebas a favor de una tesis no es prueba de la falsedad de la tesis. Para defender lógicamente que los rinocerontes fosforitos no existen no basta con decir que no hay pruebas de que existan, hay que aportar pruebas de que no existen o, al menos, reducir el argumento al absurdo. Pero hacerlo así, por las buenas, no es lógico. Es tan digno y respetable como creer que sí existen, pero no es lógico. Lo cual demuestra que, cuando se habla de Dios, la única postura intelectualmente honesta es el agnosticismo y que los ateos, a nivel de creencias ciegas e irracionales, están al mismo nivel que los creyentes.Arthegarn________________
(1) Sí, bueno, también habrá quien crea que las pruebas demuestran irrefutablemente la existencia de los rinocerontes fosforito y hablará de que están entre nosotros, circulando por las autopistas y tirándose pedos en los ascensores y que no los vemos porque nos engañan los sentidos, pero dejemos a esa panda de lerdos por el momento, ¿vale?
(2) En nuestro ejemplo: «no creo que los rinocerontes fosforito existen».
(3) En nuestro ejemplo: «creo que los rinocerontes fosforito no existen».
(4) O sea: nada.

La heróica gesta de España II

Este fin de semana ha sido el Hockey meets Soccer 2007, un evento anual en el que representantes de todas las oficinas de Clifford Chance del mundo se reúnen para jugar al fútbol y al hockey (hierba), hacer una chuletada y salir a tomar cervezas. Es uno de esos eventos corporativos que los que creemos en ellos opinamos que «hacen empresa» y que los que no creen en ellos opinan que es ganas de tirar el dinero. En fin, como es lógico yo no jugué a ninguna de las dos cosas, pero estuve echando una mano a los organizadores y, gracias a ello, pude asistir a una serie de acontecimientos que me han resultado heroicos e inspiradores.

El viernes había una copa de bienvenida en el Irish Rover a la que asistieron como 400 personas y que estuvo verdaderamente bien. Salimos de allí a las tantas y algunos llegamos a Pozuelo, donde se disputaban los partidos, con sólo un par de horas de sueño. Ya al final de la tarde, con todo montado y funcionando, pude seguir a algunos de mis compañeros, que componían el equipo de España II, a su último partido de la fase previa, contra Inglaterra I. El equipo estaba compuesto por Godric, Isildur y Anarion, Ander, Iker, Astinus, Alcoz, Jandro, Lanzón, Jimmy, Elliott y los hermanos McMahon, y todos ellos llegaban bastante reventados al partido, que esperaban perder y que finalmente resolvieron con un contundente 5-2… y la mitad del equipo lesionada. En contra de lo que ellos mismos esperaban se clasificaron para la fase final, lo que quería decir que esa noche había que descansar para el domingo levantarse a las ocho para jugar el primer partido a las nueve y media. Nada de ir a la fiesta del Ananda.

Claro, ya.

Aquella mañana de domingo recogí a Jimmy, que «sólo» había salido hasta las tres y algo. «Bueno he dormido cuatro horas y pico seguidas, pisha», me dijo. Godric se había lesionado en el brazo y le dolía tanto que le costaba conducir, Isildur y Anarion tenían diversos compromisos que les impedían asistir el domingo, Iker tenía una herida en la mano de achicar balones que también le incapacitaba y, en el último momento, Ander llamó para decir que estaba tan dolorido que no podía moverse. Para colmo de males Jandro (que había dormido dos horas después de hacerse con el título de más bailón de la noche) había perdido su transporte, lo que dejaba el equipo con el mínimo absoluto de siete jugadores para enfrentarse a Holanda I, y de esos Alcoz estaba lesionado en los dedos del pie lo que le impedía chutar con la puntera… Los supervivientes a la jornada del sábado se habían reunido con la idea de, al menos, presentarse al partido para salvar el honor de España. Pero cinco minutos antes de empezar el partido, Jimmy dijo «Oye, que digo yo que ya que nos hemos dado el madrugón, vamos a ver si les ganamos ¿no?». Y, tras haber decidido que Lanzón, que estaba demasiado lesionado para correr, se quedaría de portero con los guantes de una caja de herramientas que encontraron por ahí, salieron a partirse el pecho con los holandeses, que alineaban once jugadores y podían hacer cambios para mantenerse frescos. Cuando el partido llevaba cinco minutos apareció Jandro a la carrera.

En contra de lo que ellos esperaban no se limitaron a ganar el partido, sino que endosaron a los holandeses un contundente 6-3. Eso les colocaba en cuartos, con sólo veinte minutos de descanso, volvieron a saltar al campo para batirse con Rusia, que llegaba fresca a jugar su primer partido del día, tras haberse clasificado como primera de grupo y haberles endosado a España II un contundente 3-0 en la primera ronda.

Estaban cansados, pero había ganas de revancha. Sacaron corazón y empezaron a correr. Jandro, sin duda el jugador más rápido del torneo, cayó abatido tras un pisotón que le propinó uno de los moscovitas y que le levantó la uña. Aun así llegaron al descanso empatados a cero y en la segunda mitad, merced a las buenas artes de Lanzón bajo los palos y Elliott y Jimmy en la defensa, de las espectaculares carreras que se daba Astinus en cuanto menos te lo esperabas, de la concentración de los hermanos McMahon y del ejemplo que daba Alcoz, que a sus treinta y tantos años y con el pie como lo tenía se negaba a darse por vencido y retirarse a descansar alegando su obvio dolor en el pie; a fuerza, insisto, de ponerle corazón, consiguieron marcar un gol contra los rusos y evitar por la mínima la ronda de penaltis.

Apenas podían creerse que habían pasado a la semifinal, estaban como locos de contentos. Pero poco dura la alegría en casa del exhausto y según dejaron de saltar y beber agua se acercó el árbitro de la semifinal para decirles que jugaban contra Asia en diez minutos. ¡Diez minutos! Aquellos chicos casi no habían dormido y llevaban ya dos partidos a la espalda, casi sin poder hacer cambios y con un intervalo entre ellos de apenas veinte minutos. Y, seamos sinceros, por mucho corazón que le pongas a las cosas, después de un partido como el que jugaron contra Rusia, bronco y lleno de esfuerzo físico, al final acabas tan cansado que ya no hay ni corazón. Encima, el equipo de Asia estaba muy buen entrenado, en muy buena forma física, viajaban con un entrenador-preparador físico y se les notaba que estaban acostumbrados a jugar juntos, con alineaciones instintivas y jugadas muy bien coordinadas.

Y salieron, cansados, con las camisetas sucias y empapadas en sudor del último choque y encajaron el primer gol…

Y donde no había compenetración, ni técnica, ni fuerza ni corazón, sacaron lo que les quedaba. Los cojones. Y con unos huevos como el caballo de Espartero, boqueando para respirar como peces fuera del agua, prácticamente sin sentirse las piernas de agotamiento fueron capaces de remontar. Y, luego, de volver a remontar. Y, luego, de meterles cuatro goles como cuatro soles a los hijos de Albión y llegar a la final, que se disputaba contra España I, que había jugado sólo dos partidos y alineaba a la friolera de 14 jugadores.

Salió entonces a relucir la proverbial hidalguía española, esa que algunos dicen que ha desaparecido y LDM, capitán de España I, insinuó así como de pasada la posibilidad al exhausto equipo II de que ambos equipos podrían, simplemente, llegar al campo, escuchar el himno, darse la mano y declarar que «España había ganado». Pero entonces alguien de España II, de nuevo lleno de España dijo algo del estilo de «Gracias, pero venimos a jugar y jugaremos».

Y jugaron. No puedo decir que ganaran, pero bajo ningún concepto me atrevería a decir que aquellos chicos pudieran ser derrotados. Baste decir que, cuando los finalistas se acercaron a recoger la copa del segundo puesto, el equipo campeón les hizo el pasillo y la grada se deshizo en aplausos.

Esta es la pasta de la que están hechos mis compañeros; por esto estoy tan orgulloso de ser parte de Clifford Chance.

Educación para la Ciudadanía.

De todos es sabido que la penúltima reforma educativa en España, la Ley Orgánica de Educación, ha introducido en primaria y secundaria la famosa asignatura de Educación para la Ciudadanía que tanta lata ha dado.

La Ley, en sí misma, no dice casi nada de la asignatura. Se limita a decir que hay que darla en un año de tercer ciclo de primaria y otro de primero de secundaria (en el preámbulo se dice que hay que darla otra vez en bachillerato, pero luego no se desarrolla, un prodigio de técnica legislativa esta ley…). No dice ni pío sobre su contenido, se limita a describirla como un «…espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los tratados y las declaraciones universales de los derechos humanos, así como de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática (…).»

Así expuesto, la verdad es que me parece muy bien. Tan aséptico, tan profiláctico… no se va a tratar de una asignatura obligatoria en la que el Estado adoctrine a todos sus ciudadanos en lo que el gobernante considera que es correcto o incorrecto, bueno o malo, cierto o falso, sino que se va a tratar de un «espacio de reflexión» en el que se plantearán y discutirán varios puntos de vista. Algo así como un aula de debate. Muy interesante, desde luego, pero… ¿cómo se evalúa un aula de debate, un «espacio de reflexión»? ¿En función de la lógica y coherencia de las reflexiones del alumno? ¿O en función de las conclusiones a las que llegue?

Si dejamos la LOE, con sus generalidades, y nos adentramos en el desarrollo legislativo, mucho más concreto, las cosas empiezan a pintar de otra forma. Cuando uno lee el contenido específico se encuentra con cosas como:

  • Autonomía personal y relaciones interpersonales. Afectos y emociones.
  • Las relaciones humanas: relaciones entre hombres y mujeres.
  • Relaciones intergeneracionales.
  • Valoración crítica de la división social y sexual del trabajo y de los prejuicios sociales racistas, xenófobos, antisemitas, sexistas y homófobos.
  • Diversidad social y cultural. Convivencia de culturas.
  • Los impuestos y la contribución de los ciudadanos. Compensación de desigualdades. Distribución de la renta.
  • Un mundo desigual: riqueza y pobreza.
  • La «feminización de la pobreza».
  • Los conflictos en el mundo actual: el papel de (…) las fuerzas armadas de España en misiones internacionales de paz.
  • Relaciones entre los ciudadanos, el poder económico y el poder político.

Pero resulta que no es que se vayan a abrir debates en clase sobre estos temas, no. Resulta que los alumnos van a recibir una educación, una formación sobre estos temas. A todos esos menores de edad les va a llegar el Estado y les va a decir… ¿qué? ¿Alguien es capaz de leer estos temas y decir, verdaderamente y desde su fuero interno, que se van a debatir desde ambos extremos, que se van a enseñar ambos lados de la moneda? Pensemos en el antisemitismo, por ejemplo. Si vamos a debatir y reflexionar sobre el antisemitismo no es suficiente con contar el sufrimiento del pueblo judío, su milenaria discriminación y el holocausto. Habría que exponer también los argumentos en favor del antisemitismo (la usura, el pueblo deicida, la lealtad a la etnia antes del Estado, etc.) y si, de verdad, se supone que el Estado no va a tomar partido, los datos deberían enseñarse con la misma seriedad y neutralidad.

Ahora en serio ¿Alguien se imagina al profesor de educación para la ciudadanía exponiendo con perfecta neutralidad las tesis de Hitler? ¿Malthus? ¿Alguien se imagina a ese mismo profesor exponiendo a debate si los continuos ataques mediáticos al estado de Israel son una forma de antisemitismo (debería, incluso hay una parte en la asignatura sobre la influencia de los medios de comunicación en la formación de la conciencia? ¿Alguien se imagina a ese profesor exponiendo argumentos a favor de la segregación de minorías? No.

El hecho es que el contenido de esta asignatura implica de forma necesaria que el Estado va a tomar partido. Va a enseñar a todos estos menores de edad una serie de valores (tolerancia, igualdad de sexos, distribución de la renta, etc.) y conceptos («identidad sexual» frente a «sexo») «positivos» y una serie de valores (inflexibilidad, discriminación) y conceptos (liberalismo impositivo, roles en función del sexo) «negativos». Y ahí es donde hay que decir basta.

La Constitución Española y todas las declaraciones de derechos reconocen el derecho supremo e inalienable de los padres de dar a sus hijos la educación que deseen, de acuerdo a sus propias convicciones morales y religiosas. Esta asignatura de educación para la ciudadanía es una intromisión absolutamente ilegítima en la esfera más íntima y personal de la familia y de la educación del menor. Muchas religiones y filosofías tienen éticas y morales que no concuerdan con esta especie de mínimo común que intenta enseñar el Estado a sus ciudadanos. Yo, por ejemplo, creo en la tolerancia pero no en el relativismo moral; creo que la igualdad consiste en el trato igual a lo distinto y no en la identidad entre lo distinto y lo uniforme; creo en la paz pero no en el pacifismo; creo en la lucha contra la pobreza pero no en la distribución de rentas por medio del subsidio y creo en valores por los que merece la pena morir. Y para transmitir mis valores a mis hijos no voy a tener que luchar sólo con la apatía, mediocridad y tontería imperante, ahora resulta que en todo en lo que sean diferentes de ese mínimo común (que queda demostrado que no es tan común) voy a tener que luchar también contra lo que diga su profesor del cole. Y, lo que es más, debido al sistema de evaluación (que se fija en las actitudes personales del alumno), se puede dar el caso de que si mi hijo hereda mis valores y estos son claramente diferentes de los que enseña el Estado, a mi hijo le van a suspender. ¿Y si soy musulmán y mi hija se somete al hombre y mi hijo espera sumisión de las chicas? ¿Y si soy hindú y no quiero que mi hijo toque a según los de qué casta? ¿Y si soy mormón y quiero que mi hijo defienda los roles basados en el sexo? ¿Y si soy comunista (porque, no es engañéis, la propiedad privada se enseñará como «positiva» ya que así consta en la Constitución) y quiero que mi hijo considere negativa la propiedad privada? ¿Y si soy ultraliberal y creo que mi hijo piense lo que yo sobre los impuestos progresivos? ¿Y si soy anarquista y quiero que mi hijo crezca rechazando toda autoridad?

Por muy loable que me puedan parecer el 95% de sus contenidos no puedo estar de acuerdo con la existencia de esta asignatura que me parece, sintiéndolo mucho, además de entrometida, inconstitucional. Esta no es, ni puede ser, la solución para la galopante falta de valores que se extiende entre la juventud.

Pasaron las épocas del Comité de Salubridad Pública e incluso de los Principios Fundamentales. El Pueblo necesita formación y educación, pero no adoctrinamiento.

Arthegarn

Periodistas (perodeostias, más bien) en el limbo.

Mucho estoy oyendo y leyendo sobre el limbo últimamente. El opinador desinformado moda tiene la idea de que el Papa ha salido el otro día y ha «cerrado» el limbo, declarando oficialmente que «no existe».

Pongamos las cosas en su sitio.

Lo primero que hay que aclarar es qué se supone que es el limbo. El limbo es una consecuencia no deseada de no crecer con la Fe.

Cuando eres un niño y tienes preguntas de niño te dan respuestas de niño. Si preguntas qué pasa después de la muerte se te contestará algo que puedas entender, de forma simple y fundamentalmente alegórica. Te hablarán de que irás (ir, lo que implica movimiento, espacio, destino, sitio) al cielo o al infierno y te hablarán del cielo como un sitio (otra vez) genial con ángeles y Dios y mucho buen rollo, y del infierno como una especie de volcán con demonios que te torturan a todas horas. Cuando eres un adulto y estás dispuesto a aceptar realidades más complejas te hablarán de que al morir tu alma se encuentra en un estado de proximidad a o lejanía de Dios que experimentará toda la eternidad, llamándose a la total comunión con Dios Cielo y a su total rechazo Infierno. Incluso es posible que alguien teorice que con la muerte termina el paso del tiempo y tu alma cristaliza…

Pero si sólo has preguntado cuando eres un niño y sólo tienes respuestas de niño, al crecer esas respuestas se te quedan pequeñas y aparecen grietas en su superficie. El limbo es una de esas grietas, un «fallo» en una construcción teórica simplista que se manifiesta cuando se intenta observar, de forma compleja, con todas sus variantes. Si al Cielo sólo van los bautizados (no me voy a poner a hablar del bautismus flaminis) ¿Qué pasa con los que han muerto inocentes pero sin bautizar, los que no han hecho nada para llegar al cielo pero tampoco nada para merecerse el infierno? Y si al Cielo sólo pueden ir aquellos redimidos por la muerte de Jesús en la Cruz (el Sacrificio Vicario) ¿qué pasa con todos aquellos justos que no fueron bautizados o que vivieron antes de Jesús? ¿Qué pasa con Isaías y Moisés y Abraham y David? ¿Qué pasa con estas «excepciones» a la norma «los buenos van al cielo y los malos al infierno»? ¿Van al infierno? No deberían ¿Van al cielo? No pueden ¿Van al purgatorio? Tampoco pueden. Conque nos inventamos un sitio al que vayan. Y eso es lo que es el limbo, una invención, una especulación, una teoría, una paja mental. Son dogma el cielo, el infierno y el purgatorio, esos tres sí sabemos (los católicos) que existen, todo lo demás son divagaciones innecesarias para la Fe y absurdas si tenemos en cuenta que se basan en una percepción del tiempo linear y unidireccional que no es la de Dios.

Y eso es lo que ha dicho la Iglesia (que en realidad no lo ha dicho al Iglesia sino la Comisión Teológica Internacional). No es cierto que la Iglesia haya «cerrado» el limbo o que haya declarado que no existe. Lo que se ha dicho, literalmente, es que «existen serias razones teológicas y litúrgicas para creer que los niños no bautizados que mueren se salvarán y disfrutarán de la visión de Dios». Atención al futuro, que es importante: los niños «mueren» (en presente habitual) pero «se salvarán» (en futuro). No se dice que el limbo no exista, no se anula ni se cierra ni se declara anatema, se dice que no es necesario y que lo lógico es pensar que se salvarán o, lo que es lo mismo, que «irán al cielo». ¿Que quieres creer en el limbo? Pues allá tú. Pero el hecho es que el limbo no es necesario. Ninguno de ellos. No lo es para la Fe y desde luego no lo es para Dios. El limbo de los Patriarcas no es necesario porque el Sacrificio Vicario redime ex tunc y no ex nunc (no es que yo me crea mucho lo del Sacrificio Vicario, pero vamos) y el limbo de los niños no es necesario porque si la Iglesia puede bautizar en nombre del Espíritu ¡qué no podrá hacer el Espíritu!

Lo que ha hecho la Iglesia, con bastante sentido común, es que defender que hace falta un sitio al que vayan los inocentes no bautizados sólo cabe en la cabeza de un formalista que tenga una visión de Dios y de la Salvación escasa y restrictiva. Ni la Iglesia ni Dios han dicho nunca que el sacramento del bautismo son condictio sine qua non para la Salvación. ¡Dios es Dios, por Dios! ¿Qué tipo de diosecillo del tres al cuatro sería si estuviera atado a estúpidos ritos mágicos a la hora de otorgar su amor, perdón y salvación? En primer lugar ahí esta el bautismus flaminis, insisto, pero es que además la Gracia de Dios está por definición por encima del pecado, y excluir a los niños no bautizados sólo por no haber sido bautizados no pega ni con cola con el mensaje de Jesús y, sobre todo, con sus encendidas críticas contra los fariseos y demás formalistas. Y, si vamos a ponernos formalistas, el Catecismo claramente dice que hay salvación fuera de la Iglesia para, como es el caso, aquellos que no la conocen.

Y, en tercer lugar, lo que más me sorprende es el absoluto desconocimiento de la gente respecto a la postura de la Iglesia respecto al limbo, que no ha cambiado. La Iglesia nunca ha dicho ni que sí ni que no al tema del limbo. No ha dicho que sí porque es una paja mental innecesaria cuando se estudian las cosas con un poco de seriedad y no ha dicho que no porque el hecho es que no puedes asegurar a ciencia cierta que no exista el limbo, Jesús nunca dijo que no existiera. Probatio diabolica.

El limbo nunca ha estado formalmente admitido, se ha puesto en severísima tela de juicio desde el Vaticano II y Benedicto XVI siempre le ha puesto proa. Un dato poco conocido sobre mi es que yo me bauticé de mayor y sabiendo lo que hacía, no de bebé. Mi abuela dio la murga con lo de que me iba a «quedar morito» (sic) y que iba a ir al limbo durante años y recuerdo que mi padre discutía con el suyo (con su madre no se podía discutir, decía que pertenecíamos a la Iglesia Cismática de Torrejón de Ardoz) citando, entre otros, a un entonces poco conocido cardenal que acababa de publicar el «Informe Ratzinger».

Ya a hace más de 20 años decía que el limbo era un «constructo», en el Catecismo que él supervisó y que es de hace 15 años ni siquiera se menciona y de hecho se sugiere que su existencia es contradictoria al amor de Dios (1261). En 2005, aun en vida de Juan Pablo II dijo que era «sólo una hipótesis»… ¿Dónde rayos está la noticia?