Balance y Memoria de 2011

Se acerca el fin de año y, una vez más, siguiendo la tradición inaugurada por mi hermana Zalasa, llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2011:

  • Arthegarn punto com de una vez. Ahí sigue, más muerto que nada. Últimamente el insigne Haplo Schaffer se ha ofrecido a ayudarme, e incluso Mithur ha levantado una ceja. Pero no sé yo…
  • Enseñarle España a Schizo. ¡Conseguido! En febrero pasamos una semana magnífica los tres, paseando por Madrid y por Castilla, con anécdotas de todo tipo a tutiplén. La única pena es que no la pudierais conocer.
  • Escribir más. No lo he conseguido. He escrito una media de tres tristes artículos al mes, y de esos uno es el de los libros leídos. Es cierto que algunas de esas entradas han tenido mucho éxito, particularmente las del 15-M, pero al final he escrito mucho, mucho menos.
  • Hacer ejercicio cinco días de cada siete. Esto funcionó mientras tuvimos en casa bicicleta estática (que era de J.A.S.O. y se la llevó). Le doy un cumplimiento “a medias”, fundamentalmente porque he conseguido bajar bastante peso y nos vamos a comprar otra.
  • Hacer finalmente planes a largo plazo con Ana. Nada que pueda comentar al respecto.
  • Ir a la Semana Negra: ¡Conseguido! Difícil de creer, pero conseguí huir a Gijón en esas fechas y volverme con otra tonelada de libros.
  • Montar un restaurante: ¡Conseguido! Bueno, en realidad no lo he montado yo, el mérito es de HK y Chrome yo solo he puesto el dinero (con Ana), pero desde septiembre es realidad 13, el mejor restaurante de Gijón,de España y del mundo mundial, y ya estáis tardando en ir a conocerlo (ya dejaros los eurines). Ver como tira p’alante en nuestro último viaje ha sido muy, muy gratificante.
  • No beber alcohol los días de diario salvo excepciones justificadas. No, esto, no. He reducido mi ingesta de alcohol otro año más, eso está claro, pero todavía me falta hasta hacerla llegar a donde yo quiero. De momento he decidido (recientemente) dejar la cerveza (¡y lo estoy cumpliendo!) ya que ésta constituye el 80% de mi ingesta de alcohol y tiene el problema de que la bebo como agua. Pero de ahí al propósito, nada de nada.
  • No emborracharme ni una sola vez. Esta tampoco. Este año me he cogido exactamente seis cogorzas de importancia, lo que (todo sea dicho) es bastante menos que en 2010 y muchísimo menos que en 2009.
  • Perder seis kilos. He perdido tres, así que a medias.
  • Seguir ahorrando. ¡Conseguido! Entre la inversión (la amortizada) en el 13, el plan de pensiones y la CAV he conseguido ahorrar el 14,35% de mi sueldo neto, que no está nada mal. No obstante el año pasado ahorré comparativamente más, un 15,75. Teniendo en cuenta que mis ingresos netos han subido un 10% entre ambos años, me gustaría saber en qué rayos me he gastado tanto dinero.
  • Seguir con Ana. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos, pero ¡conseguido!
  • Volver a Londres a visitar a Rustythoughts. No ha podido ser, qué se le va a hacer.

Cosas buenas de 2011:

  • El nacimiento de mi sobrina Victoria. La boda de mi hermana Zylgrin con Xinxas.
  • Los meses que pasó Zalasa en La Mazmorra. Que se haya ido sabiendo más o menos quien soy, y al menos confiando en las partes que no conoce.
  • Ana, por supuesto. Mi madre. Mi padre. Mi familia. Mis amigos (es increíble pensar que tengo amigos entre los 19 y los 46 años). En general, la mejora de los amigos que más preocupado me tenían el año pasado por estas fechas, y el notable éxito profesional de Zaryss.
  • La visita de Schizo. Sentir que estaba haciendo algo bueno, que estaba contribuyendo a restablecer el equilibrio kármico del universo sin creerme nada de eso. Abrazar finalmente en persona a alguien a quien hacía casi una década que quería abrazar.
  • Perder peso. Beber menos. Ser más sano. Hacer ejercicio.
  • El orgullo profesional, aunque sea por cosas que no tienen nada que ver con mi trabajo. Sentir, por primera vez desde hace años, que verdaderamente podría hacer otra cosa si me diera la gana y que hay gente (mucha más de la que creo, al parecer) que verdaderamente cree que haría un buen profesional en otros campos y que no son mi papá, ni mi mamá, ni mis amigos que me conocen muy a fondo. Aunque otros me los habían dicho antes, y aunque al final no llegó a ningún sitio, todavía le debo una cena a Reich Hell por hacerme sentir valorado y respetado.
  • Gastrochigre 13. Y a por ellos.
  • Perderle el miedo a darse un viaje (de vez en cuando, no puede uno largarse todos los fines de semana) y disfrutar en el mismo sin obsesionarme por lo que me va a costar. Sentir como a veces te disuelves en el paisaje, en la naturaleza, y te pierdes y dejas atrás la responsabilidad y la culpa (quien me conozca sabe que esto es casi imposible para mi) y como a veces eres más tú que nunca, un gigante en un mundo a escala, sin duda ni inseguridad (otra cosa casi imposible). Volver al mismo mundo que dejé, pero con más ganas.
  • Recuperar a mi abuela Carmenchu, en todo el esplendor de quien me contaba cuentos de Jim Tirapalante.

Cosas malas de 2011:

  • Ver irse a mi hermana Zalasa a hacer las Américas, sin estar nada convencido del tema, y tener callarme mis dudas, objeciones y protestas porque, aunque para mi siempre será mi hermanita, hace muchos años que le cambié el último pañal y tiene derecho, no solo a tomar sus propias decisiones, sino a esperar además mi apoyo incondicional. Teniendo en cuenta lo difícil que ha sido ver irse a mi hermanita para mi, lo de ver irse a una hija tiene que ser atroz.
  • El fiasco del 15-M. Ver como algo que podría haber sido un verdadero movimiento reformista y regenerador de la democracia en España era rápidamente absorbido por la izquierda, luego por la izquierda radical anarquista-libertaria y, finalmente, acababa en un entristecedor bluff. Otra oportunidad perdida.
  • Darme cuenta de que nunca, nunca, nunca debí haberme ido de Clifford Chance. Dejando de lado todo lo demás (que lo hay, y para rato), allí hice amigos el primer día que mantengo año y medio después de haberme ido. Aquí… pues, en una palabra, no.
  • Ver tan, tan poco a mi familia y mis amigos; sobre todo a estos. La decadencia de la escena siniestra madrileña.
  • Dejar el BDSM.
  • Las peleas con Ana, que ha habido muy pocas pero han sido tan estúpidas como dolorosas y, la última, muy peligrosa.
  • Los excesos de todo tipo, que son muy escasos pero muy puñeteros.
  • Sigo echando de menos a Dios, a Cristo, al sentido y objetivo del universo. La física cuántica es preciosa y fascinante pero no contesta a mis preguntas, aunque muy probablemente sea porque le estoy preguntando a la persona equivocada. El problema es que la única persona a quien le puedo hacer ciertas preguntas parece ser que soy yo mismo, y yo no me fío de mi mismo. La desviación típica tiende a infinito.
  • La crisis. Los amigos que han perdido su trabajo (p.ej. Ana, sin ir más lejos) o que buscan y no encuentran. Como comentaba hace unos días con un amigo de la adolescencia, estar “al loro a ver si sale algo” pero darte cuenta de que hay muy poco “loro” para tanto comensal.
  • Los idiotas. Darme cuenta de que cierta gente es, simplemente, idiota. Que no son pobres diablos que repiten dicen estupideces que no se han parado a considerar y que pueden discutirse con un poco de razonamiento, sino que verdaderamente son idiotas que han oído las mil goebbelsianas veces una estupidez y verdaderamente se la han creído y la han hecho suya hasta el punto de construir sus personalidades y estructuras de creencias sobre esas bases. Darme cuenta de que con cierta gente no merece la pena discutir y, lo que es peor, de que cierta gente simplemente no merece la pena.

Propósitos para 2012:

  • Seguir avanzando en mi vida y en mi relación. Asegurar el futuro.
  • Dejar la cerveza. No agarrarme una borrachera ni una sola vez en todo el año. Definimos «borrachera» como «beber lo suficiente como para levantarme al día siguiente sin tener muy claro lo que pasó a partir de un punto pero con la idea de que debería estar avergonzado y en efecto avergonzarme cada vez más de lo que hice, dije y me gasté según lo averiguo».
  • Ser más sincero y espontáneo con Ana. Ingeniármelas para prescindir de mis mecanismos de censura previa. Recordad que la integridad (aparentar ser por fuera como en realidad eres por dentro) no tiene solo que ver con la virtud sino también con el vicio. Esto no es que suela mentirla ni nada semejante, es que muchas veces me callo cosas que no debería callarme.
  • Seguir perdiendo peso. Hacer ejercicio cinco días de cada siete (desde que tenga bici).
  • Sacarme el título de traductor jurado de inglés y, con un poco de suerte, otro sobresueldillo (Copito de Nieve me comentó que si me sacaba el título de jurado me encargaba a mi las de Vestas, eso es un incentivo importante aunque sea más trabajo).
  • Comprarme un ordenador decente, una mesa decente, una silla decente y escribir.
  • Arthegarn punto com. Ja, ja.
  • Ver más a la gente que quiero. Eso quiere decir ver al menos una vez al mes a mis padres y hermanas (aunque sea por Skype en el caso de Zalasa) y al menos dos veces al año (que tampoco es mucho pedir) a gente a la que quiero mucho y veo muy, muy poco como (por ser SMART) Albus, Alma y Vigara, CP y Tardis, Ignatius e Inaeternitas, Morti, Nedox y Sheila, Roweena, Shelly, Hudson Hawkes y más gente de Clifford Chance, Slanter y Spock, Vieja Bruja y Ercole, Warden y Rut o Zor y Eris.
  • Progresar profesionalmente, en Vestas o en otro sitio. No quedarme parado donde estoy. Buscar más retos, más responsabilidades, un título más largo y, ante todo, más dinero Involucrarme más en las asociaciones profesionales en las que me he inscrito este año.
  • Seguir ahorrando. Este año, a por el 20%. Que yo puedo. Hop, hop, hop.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2012 a todos.

Abrazos,

Arthegarn

 

Dios no creó el infierno. Fui yo.

La gente nace, vive y muere y eso lo tengo asumido. Mis seres queridos vienen y se van, y también lo tengo asumido. Y, cuando se van, sé que no los volveré a ver, que no volverán a quererme ni a reir con mis alegrías ni a llorar con mis penas, y siento que estoy un poco más solo y eso me entristece. Pero no sufro particularmente por ellos, porque han desaparecido y, por tanto, están mucho, mucho más allá de sentir dolor, angustia o sufrimiento. Todo eso lo llevo bien.

Pero cuando tengo una misa funeral por alguno de estos seres queridos, cuando intento expresar mis sentimientos en un marco de referencia y con un lenguaje cristiano (porque eran cristianos), cuando pienso en una acción de gracias o escribo una oración pidiendo que “gocen de la gracia prometida por Jesús, que Dios les conceda la felicidad de la Vida Eterna y el conocimiento de lo importantes que fueron y de lo que les seguimos queriendo”… Entonces se me parte el alma que no tengo, porque ya no creo en ninguna de esas cosas, porque ya no hablo ese idioma aunque sepa decir las palabras. Y me siento vacío, estéril y sucio, como si intentara hacer el amor con el cadáver de mi amada. Y me enfado conmigo mismo, con el mundo y con Dios, por hacerme desenterrar de vez en cuando los despojos de aquello que me fue tan precioso, por obligarme a volver a mirarlo a los ojos y volver a fundir mi espíritu, que no tengo, con el suyo, para encontrar las palabras adecuadas.

Y luego estoy roto y miserable porque recuerdo, una vez más, todo lo que he perdido por subirme a esta torre de marfil intelectual en la que estoy, tan alto, lleno de razón y solitario. Y me odio porque sé que, aunque podría, aunque lo deseo desesperadamente, no voy a volver; no voy a dejar entrar en mi torre a esa hermosa figura que espera, vestida de blanco, toda sonrisas, abrazos, amor y perdón, a que le abra la puerta a la que llama suavemente, como pidiendo perdón por molestar, de vez en cuando.

Cuando era católico solía decir que el infierno es un estado del alma en el que esta se aleja completamente de Dios y que, como Dios es ubicuo, la única forma de ir al infierno era voluntariamente, dándole la espalda a Dios y rechazándole a sabiendas. ¡Cuánta razón tenía, sin saberlo! Cuánta razón…

¿Por qué quiero lo que quiero?

Esta semana he tenido cinco ofertas para cambiar de trabajo. Dos de ellas eran para aquella compañía de seguros que aquellos que me conocéis personalmente ya sabéis (si, otra vez, es la séptima vez que me ofrecen ese puesto y sigue estando igual de absurdamente bien pagado). Otra es irrelevante. Pero tengo dos, ahora mismo, que me están dando tanto que pensar que ya no puedo más.

Una es en la misma línea en la que ya trabajo, en uno de los despachos de abogados más importantes de España (en las Torres KIO, y a buen entendedor pocan palabras bastan). Están encantados conmigo, pero soy caro. Debo de estar ahora mismo como un 50% por encima de lo que pagan a gente de mi nivel, y yo obviamente quiero más para cambiarme, así que tienen que pensárselo. Pero la decisión final (seguro) la tomará el socio del departamento, que aun no me ha visto pero a quien estoy seguro de que puedo convencer de que valgo lo que cuesto. Supondría un diez o quince por ciento más de lo que ya cobro (y que me paguen las horas extra, algo que no hacen en Vestas, y quienes hayan trabajado conmigo saben que yo rindo cada minuto de cada hora, no me voy a fumar pitillos o tomar «cafeses» a cada rato) y ahorrarme una hora de viaje cada día. Ah, y trabajar a 700 metros de Ana.

La otra opción es irme a ser abogado de verdad. Hace falta ser amigo mío para entender lo que quiero decir con esto y no espero que la mayoría lo entendáis. Se trata de un despacho pequeño, de diez o quince abogados, en el que me especializaría en procesal civil, Seguro que se pregunta lo mismo a cada penalty. Más o menos...lo cual curiosamente fue la razón por la que estudié Derecho (siempre he pensado que tengo el tipo de mente estúpidamente inteligente y desarraigada de la realidad que hace falta para el procesal). Saben toda mi historia profesional y hasta qué punto tengo que reciclarme pero creo que se han dado cuenta de lo que valgo. Lo que me estoy planteando en ese despacho (que, por cierto, está justo enfrente de la oficina de Ana) es ganar un diez o un quince por ciendt menos de lo que estoy ganando ahora, y eso sin contar que sería un contrato mercantil con todos los problemas que tiene y que valoro como en otro diez por ciento. Pero es volver a ser abogado (de verdad) y, si soy tan bueno como creo que puedo serlo, abrir las puertas a un tipo de salario y nivel adqusitivo que está un 200 o 500% por encima de lo que puedo esperar cobrar si me quedo en «mi categoría» (y eso a pesar de que estoy convencido de que, en lo mío, soy de los mejores de España).

Y no debemos olvidar la tercera opción, por supuesto, que es contarle a Copito de Nieve (lo haré la semana que viene) como están las cosas a ver si me contraoferta para que me quede en Vestas, donde estoy haciendo (opino) un magnífico trabajo. Tanto en dinero como en carrera Vestas tiene aun algo que decir. Pero, en realidad, no es esta la razón por la que escribo esto.

La verdad es que ya no sé qué quiero. O ya no sé por qué quiero las cosas. Ayer tuve una conversación con Vieja Bruja (que se alargó hasta bien entrada – y etilizada- la madrugada) que me hizo volver a recapacitar sobre el hecho de que (i) la gente que me quiere me quiere por como soy (o sea, por las cosas que hago constantemente sin darme cuenta) pero que (ii) yo sólo me quiero a mi mismo en función de cómo veo en el espejo de los demás las cosas que hago. En otras palabras, que carezco casi por competo de autoestima.

Volver a ejercer es una tentación. Es una tentación horrible. No solo por lo que podría, en potencia, ganar, sino sobre todo (o quizá no), porque podría volver a llamarme a mi mismo abogado sin que me le caiga la cara de vergüenza. Podría dejar de decir medias verdades sobre en qué trabajo y volver a decir «soy abogado» con todas las letras (insisto en que esto solo es comprensible para quien me conoce de verdad). Y eso es algo que quiero, que deseo, que ambiciono.

Pero ¿por qúé?

¿Por qué estaría dispuesto a rebajar mi nivel adquisitivo en un 30 o 35%? ¿Qué es, verdaderamente, lo que me impulsa a hacerlo? Sinceramente, ya no lo sé. Antes pensaba que la motivación era estrictamente económica (inversión a medio-largo plazo) pero la verdad es que el poder volver a llamarme a mi mismo abogado y, sobre todo, ver mi imagen reflejada en los demás, en ti mismo que lees esto, con la palabra «abogado» aunque sea entre otras (ya se sabe, entry «gótico» «calvo»,. etc.) es un factor importante. Importantísimo, quizá el fundamental. Ahora mismo vivo bien, tengo tiempo y dinero y me puedo permitir ahorrar casi un 25% de lo que gano, Gano más dinero del que gasto, y vivo bien. Busco siempre ganar más, claro, porque ganar más es bueno, pero no me hace falta cambiar de trabajo y mucho menos de línea. Así que…

No sé. Quiero volver a ejercer. Quiero volver a ponerme la toga. Quiero volver a experimentar la satisfacción que se siento cuando alguien pone sus esperanzas en el Sistema, y en mi como su interlocutor, y al final las cosas salien bien. Echo de menos ganar dinero demostrando queReally? tengo razón, aunque sea menos, pero ¿por qué? ¿Es verdaderamente una decisión lógica, meditada, una inversión en mi futuro, en plan «ahora ganarás menos, pero te abre las puertas a lo que siempre has querido hacer y a hacer algo que merezca que te paguen lo que reamente vales»? ¿O es simplemente mi subconsciente buscando desesperadamente reconocimiento, buscando ganar estima en el espejo de los demás(*) diciendo «soy abogado»? Sé que lo que quiero, lo que siento que quiero, es aprovechar la oportunidad que me ha brindado Riech Hell (quien trabaja en ese despacho, quien me ha conseguido la entrevista y a quien debo una cena solo por lo feliz que me hace que piense en mi de esa manera) pero ¿por qué me siento así? ¿Es verdaderamente «yo» hablando, ese que quiere jugársela, o son mis complejos y miedos haciéndome tomar una decisión equivocada? ¿Hay verdaderamente alguna diferencia entre «yo», «yo-Spock», «yo-Kirk» y «yo Hamlet«, en el sentido de «esta forma de pensar es una enfermedad de la que debo sanar» o resulta que somos todos «yo»? ¿Y SI LUEGO NO SOY TAN BUENO? ¿Y si ese es el problema, que no quiero enfrentarme a un reto que implique poner toda la carne en el asador porque si fracaso, fracaso y no tengo excusa? Para mi es fácil ser de los mejores de España en un puesto mediocre, pero ¿y si me lo tomo en serio, me la juego y fallo? ¿Quizá sea que todo esto es porque tengo miedo de arriesgarme?

Nunca terminé La Ilusión de la Consciencia, pero sigo prensando así. Sigo pensando que «yo» no existe, que es simplemente una reducción, una precipitación de mecanismos simpes e individuales que dan como resultado una mente humana, increiblemente compleja. Pero ahora mismo ese «yo», que existe como ente cognitivo que exige reconocimiento, no sabe qué hacer. Porque sabe lo que quiere, pero no sabe ni (i) por qué quiere no lo que quiere, ni (ii) si lo que quiere es lo que le conviene, ni (iii) si lo que percibe que quiere es verdaderamente lo que quiere o simplemente la sublimación de otra cosa que quiere y que no puede conseguir. ¿Dónde está la Verdad en todo esto?

Todo consejo será bienvenido. Sobre todo el de seis o siete que habéis llegado aquí y tenéis que decir.

Arthegarn__________________________
(1) «Los demás» probablemente quiere decir «la imagen que tengo de mi padre», pero eso es otro tema. Lo digo simplemente para que os déis cuenta de hasta qué punto pienso las cosas (que es bueno) o me como el tarro (que es malo).
Y lo mejor, pero lo diré aquí abajo, por lo bajini, donde nadie lo lee, es que se lo que quiero. Quiero volver a Coward Turner a trabajar para Albus. Eso es lo que quiero.

El chantaje emocional en la familia.

No entiendo cómo es posible que en tantas familias en España, y probablemente en el mundo, sus miembros se maltraten los unos a los otros a golpe de chantaje emocional. Amarse, que es hermoso y voluntario, se convierte de pronto en una obligación que además debe ser manifestada de determinadas formas y a intervalos regulares, so pena de ser «un mal hijo» (o padre, o hermano, o lo que sea) y sistemáticamente machacado moralmente por esa gente que dice quererle tanto a uno. No lo entiendo.

No entiendo a las familias cuyos miembros se ponen a parir los unos a los otros porque Fulanito no ha ido a cenar en Nochebuena a casa de Menganito. O en Nochevieja, o a comer en Navidad, o al cumpleaños de alguien, o lo que sea. O porque no van regularmente a visitar a sus padres o hermanos  o sobrinos o nietos o abuelos o lo que sea. Es como si la gente pensara que solo por estar emparentado con alguien ya tiene el derecho de ser visitado por ese alguien, o de imponer su visita, o lo que es más, de reglamentar cuan a menudo debe ese otro ver a un tercer pariente, que a veces ni pincha ni corta, y a juzgarle y condenarle si no se porta como él cree que es debido, todo supuestamente en el nombre del amor familiar que se profesan. Lo siento, no me cabe en la cabeza.

Yo cuando voy a ver a alguien, sea quien sea, y sobre todo si implica coger el coche e irme a verle, es porque ha hecho algo, en positivo, para que quiera verle. Por ejemplo, quiero de todo corazón al Profesor Ignatios, Inaeternitas, y Héctor (o a Alma, Vigara y Joel) pero, a menos que reciba una invitación o que ocurra alguna circunstancia concreta en general no cojo el coche para ir a verles. A veces me entre el mono y les llamo y les invito yo a algo y a veces es posible y a veces no, pero nuestra relación no se resiente y deteriora porque nos veamos poco. Es posible que nos distanciemos, claro, porque tenemos menos contacto, pero mis sentimientos hacia ellos siguen siendo igual de cálidos y estoy seguro que los de ellos hacia mí también, y cuando les veo mi alegría es igual de sincera y natural que si les hubiera visto anteayer. Quizá más precisamente por eso. Pero lo importante es que nadie se enfada con nadie porque las visitas sean irregulares o espaciadas, nadie cree que haya una especie de contrato firmado entre nosotros que dice que si no les voy a ver cada mes soy un mal amigo, o que si no le compro un regalo al crío por Navidad soy digno de reprobación. Simplemente saben cómo soy, saben lo que siento, saben cómo lo expreso y ya está. Me aceptan como soy y yo a ellos, por eso nos queremos y nos llevamos bien. No se nos ocurre criticar la personalidad del otro porque «no nos hace caso», eso es de cajón, es estúpido y egoísta rayano en el narcisismo el exigirle a otra persona cambie su forma de ser para adaptarse a lo que nosotros esperamos de ella; si nos gusta como es, bien, y si no tarde o temprano se termina la relación porque tenemos formas incompatibles de verla. Si esto es así, yo todos lo hacemos con nuestros amigos, nuestros conocidos y nuestros compañeros de trabajo, ¿por qué hay tanta gente que espera que las cosas no sean así con su familia, que respeta menos a sus parientes que a sus amigos?

Todo esto que digo es como yo veo que funciona mi familia(1), que es una de las más funcionales y unidas que conozco. Yo quiero mucho a mi familia, igual que quiero mucho a mis amigos. A algunos más que otros, como es lógico, pero lo importante es que el hecho de que les quiera no significa que quiera verles a todas horas. Y si el hecho de que les quiera no significa eso, ¿por qué lo va a hacer el hecho de que compartamos genes? A mi abuela, por ejemplo, no la veo desde hace un año. A mis padres pueden pasar meses sin que les vea y38655_1491556801583_5561391_n les quiero con adoración y disfruto una enormidad cuando estamos juntos. A mi hermana Andruin (casada y con hijos) la veo completamente de uvas a peras y lo que es quedar ella y yo para charlar y estar juntos a lo mejor lo hacemos una o, con suerte, dos veces al año. Tenemos vidas muy diferentes, vivimos a 30 kilómetros el uno del otro y a nadie le extraña ni le importa, nos queremos exactamente lo mismo. A mis sobrinos Dani y Cristina, sus hijos (6 y 4 años), por poner otro ejemplo(2), les veo cuando veo a su madre porque van pegados a sus faldas. No se me ocurre (y es que es así, no se me ocurre, no aparece esta idea de forma espontánea en mi mente) coger el coche para ir a verles a ellos. Y mi hermana no piensa que yo sea una mala persona por ello, ni me lo recrimina, ni (creo) se le ocurre.

Pero que nos veamos poco no quiere decir nada, nos queremos absolutamente con locura y estamos muy, muy, muy unidos. Lo que pasa es que cada uno tiene su vida y todos entendemos y respetamos eso y a ninguno de nosotros se le ocurriría enfadarse con otro porque no va a verle, o a sus hijos, o a sus padres. Todos entendemos que cuando alguien coge el coche y se va a ver a fulano es un regalo, es algo especial por lo que estar contento y que lo normal es que no se haga y que cada uno esté en su casa, con su vida y sus preocupaciones. Jamás se nos ocurriría pensar en como tiene que vivir su vida el de al lado, ni cuan a menudo tiene que ir a visitarme (o recibir mis visitas), o a que ir ver a sus padres o a sus hijos o a sus sobrinos. Si a mí me apetece ver a alguien cojo el teléfono, le llamo y le propongo quedar y buscamos cuando nos viene bien y ya está. Y si le apetece a mi hermana, o a mi padre, o a mi sobrina, hacen los mismo y también ya está. Pero la vida y la relación de los demás es suya personalísima, ¿cómo nos vamos a meter ahí?

A mí no se me ocurriría jamás, pero jamás de los jamases, recriminar a uno de mis familiares (o de mis amigos) porque no venga a verme o porque no acepte mi invitación a celebrar conmigo la noche de Walpurgis. Muchísimo menos se me ocurría criticar a mi primo Sito que es lo más parecido que tengo a un hermano), por ejemplo, porque no va a ver lo suficiente a su madre. Por poner un ejemplo completamente verídico y reciente, mi hermana Irene que se casa en mayo en Lisboa en una ceremonia íntima y familiar, ha invitado a los padres de Sito pero no a Sito (con quien se lleva muy bien). Y a mi jamás se me pasaría por la imaginación criticarla eso y decir que es una mala prima, que le está haciendo un feo o alguna de las estupideces que oigo a mi alrededor cada dos por tres en situaciones mucho más mundanas. ¡Es SU boda, es SU relación! Y además resulta que tengo fe y confianza en mi hermana, que es una persona extremadamente inteligente y sensible, y estoy absolutamente seguro de que sus razones tendrá, de que son buena y de que no son asunto mío. Ah, también tengo confianza en mi primo, por cierto.

Recriminar a mi hermana (o a quien sea) que no va a ver lo suficiente a mi madre, por ejemplo,  o a mi hijo, si tuviera uno, sería una injerencia en la relación entre mi hermana y mi madre (o mi hijo) absolutamente intolerable. La relación de mi hermana con mi madre es suya y la llevan ellas y, aunque yo puedo dar alguna vez algún consejo si se me pide (ahora estoy pensando en otra hermana, tengo muchas), jamás se me ocurriría entrometerme motu proprio. Idem con mi hijo: su tía es como es ¿por qué debería aparentar ser de otra manera? Si quiere verle mucho le verá mucho y si no quiere verle tanto no le verá tanto y ya está. El desarrollo psicoemocional de mi hijo no se va a ver afectado por cuán a menudo le visitan sus tías así que ¿a qué la frustración? Y esto que pienso creo que es exactamente lo mismo que piensa Andruin que nunca, jamás de los jamases, me ha recriminado que no les vaya a ver. Si yo quiero ir, bien, y si no quiero, también bien.

Y es que, volviendo a un punto anterior, no entiendo por qué rayos iba yo a querer quedar con mis sobrinos para verles, así, out of the blue. No me sale, igual que no me sale quedar con muchísima otra gente. Mis sobrinos son guapos (mucho, por cierto), inteligentes y simpáticos, pero también son unos infantes con los que no tengo intereses en común. Les puedo querer mucho, y lo hago, pero eso no tiene nada que ver con que me apetezca pasar un domingo con ellos, menos aún un domingo al mes. No me apetece, es así de sencillo, prefiero estar en casa leyendo tranquilamente o saliendo a tomar copas o jugando al Agrícola o atando chicas en el Consentido. Y estoy bastante seguro de que a mis sobrinos les apetece más jugar con sus amigos en el parque que ver a su tío Arthergarn. Y en el crecientemente hipotético caso de que de repente Dani levantara la cabeza y le dijera a mi hermana que hace mucho que no me ve, mi hermana me llamaría encantada unos días después (si se acordara) y me diría “mira que cosa tan mona dijo Dani el otro día” y entonces a mí me saldría una sonrisa de oreja a oreja y me apetecería ir a verle y muy probablemente fuera ese fin de semana. O no. Pero lo haría porque me apetece a mí, no porque sea mi obligación, ni porque mi hermana piense que lo es. Y si no fuera, a mi hermana no le importaría, porque como mucho pensaría que en el pecado llevo la penitencia, que me lo estoy perdiendo, y nunca, nunca, nunca, bajo ningún concepto, permitiría que afectara a nuestra relación, porque cada uno es libre y hace lo que quiere.

Desde luego, lo que no haría es coger el teléfono y echarme una bronca de media hora diciéndome que soy un mal tío que no ve nunca a su sobrino y que mira el pobre todas las ganas que tiene de verme que ha dicho que X y que no me ve nunca y que toda la culpa es mía que soy un desnaturalizado y bla, bla, bla. Entre otras cosas porque igual la mandaba a la mierda(3).

No entiendo a la gente que se pregunta cosas como «¿qué he hecho yo para que no vengas a verme?» o «¿es que tan mala es tu madre que no quieres quedar a comer con ella todas las semanas?». La volición es completamente espontánea, no se puede generar voluntariamente, uno no puede «querer querer»(4). Dale la vuelta a la pregunta(5), si tu deseo de entender a esa persona es sincero, y pregúntate qué haces tú para generar en esa persona el deseo de ir a verte. Desde luego, si cada vez que quedáis, o una proporción alta de las veces que quedáis, las cosas terminan mal, con broncas, críticas, presiones y en general intentos de vivir la vida del otro o de decirle como debe vivirla a golpe de chantaje emocional («mala hija que no vas a ver a tu madre», etc.) lo normal es que esa persona no quiera verte. Algo que debería ser un acto voluntario y deseado de manifestación de amor se convierte en una obligación desagradable, que se realiza a regañadientes y por no por amor, sino por temor a las consecuencias (i.e. broncas, peleas, recriminaciones) y que trata de ser eludido por todos los medios porque se asocia con sentimientos desagradables (culpa, tristeza, inseguridad). En mi humilde opinión cada vez que alguien presiona a otro alguien para que haga lo que no quiere hacer (i.e. lo que no le apetece en ese mismo momento) en nombre de una supuesta relación está perjudicando la relación porque intenta que el otro sea como no es en vez de aceptarle. Y ese perjudicar la relación, si se mantiene lo suficiente, acaba siendo un envenenamiento, en el que la persona presionada no quiere tener relación con la otra porque está harta de ser presionada, castigada, vejada y criticada.

Me parece una norma de sentido común que rige todas las relaciones humanas, las mías y las de cualquiera. De hecho es una norma económica: si quieres que alguien compre tu producto tienes que hacerlo atractivo, no decirle al público que está obligado a comprarlo y que como no lo compre es una mala persona. Si haces lo segundo lo único que conseguirás será que la gente se rebele, le coja manía a tu producto, lo compre cada vez menos y cada vez más a regañadientes y, eventualmente, se las ingenie para dejar de comprarlo. Sustituye «tu producto» por «tú» y tienes la respuesta.

Arthegarn________________
(1) Por «familia» aquí entiendo hasta el tercer grado de consanguineidad, es decir: ascendientes, descendientes, tíos, sobrinos, primos hermanos y (en su caso) sus respectivas parejas, que en mi caso son un total de 29 incluyendo a quien, divorcio o no divorcio, siempre será mi tía Marga.
(2) Y, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
(3) No lo haría, pero me quedaría totalmente helado, dejaría que hablara para que se desahogara y luego intentaría averiguar a golpe de inteligencia emocional qué le pasa a mi hermana para desahogarse así conmigo o, en su caso, de qué planeta viene el alienígena con el que hablo por teléfono y qué ha hecho con ella. Ahora, si fuera su forma rutinaria de hacer las cosas desde luego que la mandaría a la mierda o, como poco, pondría distancia entre nosotros. Y cualquiera que conozca mi historia familiar sabe que no hablo estrictamente en teoría y que no lo digo por decir. Y que dejar a la gente a su aire a veces funciona muy, muy bien..
(4) Bueno, sí que puede querer querer, lo que no va a conseguir es querer algo solo por desear quererlo. A menos que metamos la hipnosis y semejantes medios de modificación del inconsciente de por medio, claro.
(5) Para ser exactos: «Métete en tus asuntos y, si tu deseo de entender a esa persona es sincero…»

De los toros

Hoy voy a hablar de toros.

No voy a hablar específicamente de la prohibición de los toros en Cataluña(1). Creo que todo el mundo está hablando ya de ello así que, ¿para qué? Ya se ha dicho todo, desde los argumentos más estúpidos a los más sensatos, así que no creo que tenga nada interesante que añadir. Por si alguien está interesado en mi opinión diré que me parece un error por motivos estrictamente económicos y que no creo que en el ánimo de la mayor parte de los que han votado a favor de la prohibición haya estado, como se dice tanto por ahí, el “romper con España” y el “acabar con un símbolo español en Cataluña”; de hecho creo que son muchos más los diputados que han votado en contra de la prohibición por este único motivo (para mantener en Cataluña un “símbolo de España”) que los que lo han hecho a la inversa, y no miro a ningún grupo en concreto (no, que va).

Es el debate de fondo el que me interesa, porque resulta que a mi me gustan los toros(2).  Sí, es cierto, qué se le va a hacer. De pequeño (hace treinta años, vamos) quería ser torero y practicaba verónicas(3) con una toalla de baño delante de la tele y de ahí, p’alante. No suelo ir a Las Ventas (es caro), pero estos últimos años no he dejado de ir un par de veces en San Isidro porque Ana, que es toda una aficionada, consigue entradas muy buenas y muy gratis. Y me gusta, me gusta el toreo como me gusta el vino: cualquiera puede agarrarse una cogorza con un Don Simón, pero disfrutar de verdad de una corrida requiere un cierto entrenamiento: como con el vino, hace falta saber qué es lo que tienes que buscar para apreciarlo en todos sus matices. No espero, ni intento, ni quiero, que a todo el mundo le gusten los toros, pero a mi sí que me gustan.

¿Me convierte eso en una mala persona? Leyendo blogs por ahí, y opiniones de muchos de mis amigos, cualquiera diría que sí. Yo creo que no, pero también tengo que decir que el hecho de que me gusten los toros no es algo que me haga sentirme particularmente orgulloso de mi mismo. Todo el mundo(4) sabe que yo soy especista(5), es decir, a la hora de decidir quien tiene derechos y quien no, trazo una línea iuris tantum entre los seres humanos y el resto de los seres vivos. Los seres humanos tienen derechos y los demás no. Desde el punto de vista de la asignación de derechos no hay diferencia alguna para mi entre un orangután(6) y un helecho. Eso quiere decir a grandes rasgos que desde un punto de vista moral no veo nada malo en matar animales para comérnoslos, para abrigarnos o para lo que sea, ni en hacerles sufrir para estudiar enfermedades o desarrollar medicamentos o, sí, para disfrutar con ello. Los animales, para mi, no tienen más derechos que las piedras.

Ahora bien, el hecho de que no conceda derechos a los animales no quiere decir que no tenga empatía con ellos. Desde luego, mi empatía con los animales es muy, muy pequeña cuando la comparamos con la que siento hacia mis congéneres, pero al menos tengo mucha más empatía hacia ellos que hacia las piedras. Aparte, y sobre todo últimamente, tengo muchísimo respeto por la vida, por cualquier vida. No porque el animal tenga derecho a que respeten su vida, ojo, sino por la misma razón por la que es un crimen liarse a cañonazos con los budas de Bamiyán. Si mostramos respeto y aprecio por las obras de arte de la humanidad que, en el fondo, no son más que cosas, ¿cómo no vamos a mostrar respeto y aprecio por las obras de arte de la biología? Dios tardó millones de años en conseguir una bacteria y miles de millones en conseguir un saltamontes(7) (o un toro), ¿acaso esa peculiar  forma de ordenarse la materia no merece respeto? Para mi no es que la vida o el arte tengan por si mismos derecho a ser respetados, pero sí creo que caeteris paribus quien no los respeta obra mal(8).

Por ambas razones, el respeto a la vida y la (escasa) empatía con los animales no soy totalmente indiferente a su suerte y siempre dependiendo del contexto. Ver sufrir a un animal sin motivo me mueve a la caridad y al deseo de que deje de sufrir, supongo que como a todo el mundo; pero no me tiemblan las manos al zamparme medio lechal, ni al condenar al marisco a una tortura horrorosa escaldándolo hasta la muerte o al comerme media docena de ostras vivas y encima con limón. Con el toreo me pasa un poco lo mismo porque yo no creo que el toro tenga una muerte dolorosa y sin sentido.

Que muere está claro, que le duele está claro, pero no creo que no tenga sentido. Siempre hay razones para soportar una muerte dolorosa, y al igual que un animal se sacrifica por su manada o su descendencia o un ser humano lo hace por su patria o su deber, creo que la muerte del toro en el ruedo sirve para algo, creo que crea algo bello(9), hermoso y emocionante y creo que, si existen realmente tales cosas como «el destino» o una «muerte con sentido», pocos animales pueden tener tanto destino y una muerte con tanto sentido como un toro de lidia tras una buena faena. El toro de lidia es una idea, desde antes de su concepción, orientado a ese momento. Nace, se cría y se cuida con ese objetivo en mente, disfruta de una calidad de vida y una atención sanitaria muy superior a la de el 40% de los seres humanos que pueblan el planeta, su reproducción está prácticamente asegurada… ¿qué más quiere? El toro de lidia es un guerrero, un soldado, me recuerda a aquellos ciudadano, hombres libres, que voluntariamente ingresaban en escuelas de gladiadores y, a cambio de una vida mejor y de la posibilidad de alcanzar la fama y la fortuna, se arriesgaban una muerte cruel y violenta para regocijo de los romanos. No, lo siento pero no considero que matar un toro en la plaza sea crueldad innecesaria y sin sentido, de hecho creo que tiene mucho más sentido que hervir medio kilo de bígaros, y no me siento más culpable por obtener placer y satisfacción del toreo de lo que lo siento al comérmelos.

El problema que le veo a todo esto es precisamente la comparación con los romanos. Estoy seguro de que igual que yo veo hermoso y plástico el toreo, los romanos (o, por lo menos, los entendíos) sentían algo parecido ante las luchas de gladiadores. Bien, no puedo evitar pensar que cualquiera que se obtenga placer de una actividad que causa dolor y muerte a otro ser humano no tiene todas las neuronas en su sitio. Personalmente estoy seguro de que podría apreciar la emoción y belleza de un combate a muerte entre seres humanos, pero también estoy seguro de que no obtendría el más mínimo placer de ello porque el precio me parecería demasiado alto. No importa la cantidad de placer que vayas a obtener, no importa la belleza plástica que vayas a crear, para mi la vida humana es más hermosa y más importante; cualquier placer o emoción ante las evoluciones de los luchadores quedaría ahogado con el último estertor del perdedor y me al llegar a mi domus iría directamente al vomitorium. Y al igual que yo me siento así ante las luchas de gladiadores entiendo que muchísima gente se sienta así ante el toreo porque considera que la muerte del toro es un precio demasiado alto.

Y hay otro buen argumento contra el toreo, que tiene que ver con en quién nos queremos convertir, hacia dónde queremos que vaya nuestra sociedad y nuestra evolución como especie. Personalmente creo que una sociedad que obtiene placer del sufrimiento de otro ser vivo, o que considera el sufrimiento de otro ser vivo un precio razonable a pagar para su propio placer, es moralmente inferior a una sociedadque opina lo contrario. Reducido al absurdo eso quiere decir que acabaremos todos siendo veganos, por supuesto, pero eso es lo de menos. Lo que quiero decir es que entiendo las razones de fondo detrás de los que consideran el toreo cruel. Y luego está, aplicado a la vida, el argumento Madred: When children learn to devalue others, they can devalue anyone – including their parents(10). Si enseñamos a nuestros hijos y congéneres que está bien causar sufrimiento y muerte y montar un espectáculo a su alrededor, ¿les estamos dando un buen ejemplo? Supongo que no.

Con todo y con esto a mi me siguen gustando los toros. Qué le voy a hacer, es así. Probablemente fuera mejor persona si no me gustaran, pero el hecho es que no tengo mi empatía animal tan desarrollada como, por ejemplo, mi amiga Sheila, y a mi la muerte del toro en la plaza, con todo lo que conlleva, me sigue pareciendo hermosa y llena de sentido. Pero entiendo perfectamente bien a quienes opinan lo contrario e incluso a los que opinan que soy un monstruo por ello. Y, como digo siempre, si se juntan todos y consiguen 300.000 firmas para proponer una ley y la llevan al parlamento y esta se aprueba y se prohíben los toros, acataré esa norma porque son las reglas de la sociedad en la que creo, con toros o sin toros.

Y mi corazón estará dividido porque, aunque en su mayor parte estará triste porque muere algo que aprecio, también habrá un puntito brillante de orgullo por pertenecer a una sociedad que es lo suficientemente humana como para considerar que la muerte de un ser vivo, de cualquier ser vivo, es un precio demasiado alto. Me quedaré sin toros, pero sé que, muy en el fondo, tampoco me importaría tanto.

Arthegarn______________

(1) Por si acaso os habéis pasado un par de días en Ganímedes,con los ojos cerrados y muy apretados y tapándoos las orejas mientras coreáis el waka-waka a todo pulmón, ayer el Parlamento de Cataluña aprobó una ley que prohíbe los toros en esa comunidad.
(2) Cuando hago declaraciones como estas es cuando me alegro un poco de haber tenido aquel troll que me obligó a activar el filtro de comentarios. Por favor, si tu única contribución a este blog va a ser una sarta de epítetos sobre lo mala persona que soy y me vas a llamar asesino y torturador mejor no lo hagas, ¿vale?
(3) Siempre me ha gustado mucho el toreo con capa, que hoy en día está casi perdido. El Cid, Morante y poca cosa más…
(4) Todo el mundo que me lea con una cierta regularidad, vamos.
(5) Aunque mi especismo es solo una base general: en realidad mi criterio pasa asignar entidad moral tiene que ver con el cumplimiento de determinados requisitos que no me voy a poner a explicar, lo que ocurre es que en ausencia de prueba en contrario considero a los seres humanos sujetos morales y al resto de los animales, las plantas y las piedras, no. Por deferencia a Zor los cangrejos han estado tradicionalmente excluidos de esta norma.
(6) Salvo que trabaje de bibliotecario, claro, ventajas de la separación iuris tantum.
(7) Que nadie se haga ilusiones que hablo de Dios en el sentido Einsteiniano. Por cierto, una copa al primero que averigüe a quién estoy parafraseando y de qué hablaba. Si no me equivoco sigue: “Considerando nuestra falta de experiencia en estos temas, creo que lo estamos haciendo bastante bien”.
(8) A ver cuándo aparece a decirme que hilo muy fino.
(9) Bueno, o por lo menos lo intenta, porque yo le he visto a Talabante tardes para olvidar, El Cid parece incapaz de matar con menos de tres pinchazos y lo que hacía Jesulín de Ubrique a finales de los 90 no tiene nombre.
(10) «Cuando los niños aprenden a menospreciar a otros pueden menospreciar a cualquiera – incluso a sus padres» – Picard en STTNG, Chain of Command II.

Y salió de debajo del puente

Esta mañana, mira tú por donde he identificado a uno de los trolls que me rondaban y la verdad es que me he quedado de piedra.

Supongo que me he quedado de piedra por no ser capaz de pensar de forma creativa (think outside the box). Como esto del trolleo es una actividad básicamente infantil y los comentarios rezumaban una especie de odio envidioso y destructivo siempre pensé que el individuo en cuestión tenía que proceder de la Escena, que es un tanto infantil y un campo abonado para ese tipo de cosas, por lo que limitaba mi universo de sujetos a los practicantes del gothilleo. Pero no.

Ha resultado que uno de mis trolls es un señor hecho y derecho, de 35 añazos, que no tiene nada que ver con la Escena y con quien tuve la mala suerte de coincidir en EGB. El asunto se hace todavía más inverosímil si tenemos en cuenta que corté la relación con él hará quince años (oficialmente, quiero decir, ya de antes trataba de encontrármelo lo menos posible) y que no coincido con él desde hará unos diez. Ha sido a través de Facebook que-todo-lo-une como hemos vuelto a tener contacto hace poco, y ya ves.

Uno pensaría que con una cierta edad, una cierta carrera profesional y unas ciertas responsabilidades hasta los chulos de patio de colegio sientan cabeza y encuentran mejores cosas que hacer que tollear y seguir comportándose como chulos de patio de colegio persiguiendo a sus víctimas de antaño. Pues no, señores, no. Parece ser que hay gente que, en un mundo tan hermoso e interesante, con tantas cosas que estudiar y que aprender, no encuentra nada mejor que hacer con su vida que repetir los peores patrones de conducta de cuando tenía doce años.

Así que me quedo con la duda (a la que le voy a dedicar unos quince segundos) de si es que Nelson Muntz está abocado a seguir siendo Nelson Muntz incluso de adulto, o de si hay gente que puede tener 35 años y tan poca vida como para esto.

En fin. Cosas veredes, Sancho, que non crederes.

Y salió de debajo del puente

Esta mañana, mira tú por donde he identificado a uno de los trolls que me rondaban y la verdad es que me he quedado de piedra.

Supongo que me he quedado de piedra por no ser capaz de pensar de forma creativa (think outside the box). Como esto del trolleo es una actividad básicamente infantil y los comentarios rezumaban una especie de odio envidioso y destructivo siempre pensé que el individuo en cuestión tenía que proceder de la Escena, que es un tanto infantil y un campo abonado para ese tipo de cosas, por lo que limitaba mi universo de sujetos a los practicantes del gothilleo. Pero no.

Ha resultado que uno de mis trolls es un señor hecho y derecho, de 35 añazos, que no tiene nada que ver con la Escena y con quien tuve la mala suerte de coincidir en EGB. El asunto se hace todavía más inverosímil si tenemos en cuenta que corté la relación con él hará quince años (oficialmente, quiero decir, ya de antes trataba de encontrármelo lo menos posible) y que no coincido con él desde hará unos diez. Ha sido a través de Facebook que-todo-lo-une como hemos vuelto a tener contacto hace poco, y ya ves.

Uno pensaría que con una cierta edad, una cierta carrera profesional y unas ciertas responsabilidades hasta los chulos de patio de colegio sientan cabeza y encuentran mejores cosas que hacer que tollear y seguir comportándose como chulos de patio de colegio persiguiendo a sus víctimas de antaño. Pues no, señores, no. Parece ser que hay gente que, en un mundo tan hermoso e interesante, con tantas cosas que estudiar y que aprender, no encuentra nada mejor que hacer con su vida que repetir los peores patrones de conducta de cuando tenía doce años.

Así que me quedo con la duda (a la que le voy a dedicar unos quince segundos) de si es que Nelson Muntz está abocado a seguir siendo Nelson Muntz incluso de adulto, o de si hay gente que puede tener 35 años y tan poca vida como para esto.

En fin. Cosas veredes, Sancho, que non crederes.

Los libros de junio

La Rebelión de Atlas es un regalo del ínclito Profesor Ignatius. No deja de sorprenderme la habilidad que tiene este hombre de descubrirme joyas como ésta o la saga de Flashman y no equivocarse nunca, muchas gracias, caballero. Aparte de lo dicho, no sé si es que estoy particularmente sensible por las cosas que digo de ciertos libros últimamente (ver Alicia en el País de los Cuantos, por ejemplo) o que tengo mucha suerte con mis lecturas, pero he disfrutado como un cerdo en un charco de barro con La Rebelión de Atlas. No había leído nada de Ayn Rand y tenía informes contradictorios de Lord Warden (“Ayn Rand es maravillosa”) y Mithur (“Esa gilipollez es digna de Ayn Rand”), pero tras haberla leído y haber leído sobre ella, me decanto sin fisuras del lado de Lord Warden.

La Rebelión de Atlas son 1.250 páginas en las que la autora narra los esfuerzos de Dagny Taggart, Vicepresidente de Operaciones de Taggart Transcontinental (una de las mayores operadoras ferroviarias en unos Estados Unidos imaginarios de mediados de los 50) para salvar la compañía de la ruina a la que la está llevando la inepta dirección (en realidad, el inepto desgobierno) de su hermano Jim, a la sazón presidente de la compañía. A medida que avanza el libro vemos que los problemas de la compañía no son sino un reflejo de los problemas del país y vamos conociendo a los pocos personajes (sobre todo Francisco D’Anconia y Hank Rearden pero también Ellis Wyatt o Dwight Sanders) que podrían salvar la situación y que, a medida que avanza el libro, van desapareciendo misteriosamente entre las críticas y el desprecio de unos Estados Unidos cada vez más deprimidos y que culpan de su situación a la avaricia y el egoísmo de estos empresarios y no a su propia incapacidad; todo ello mientras toda la nación se pregunta quién es John Galt.

Independientemente de que el libro sea interesante y que contenga, entre otras muchas cosas, escenas de sexo que fueron censuradas en las primeras ediciones (y no por lo explícito, sino por el (leve) componente sadomasoquista y, sobre todo, de D/s que impregna las mismas), tengo que decir que me ha impactado muchísimo. El libro plasma, blanco sobre negro, pensamientos que yo siempre he tenido y a los que no he podido dar forma hasta ahora; realiza además una durísima crítica al buenismo; cuestiona muchas de las bases de la moralidad (que no moral) social que damos por descontadas, como por ejemplo que los ricos tienen que (como en «están obligados a») ayudar a los pobres simplemente porque los ricos son ricos y los pobres, pobres; y no deja piedra sobre piedra del principio marxista «A cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad».

Desde hace más de un mes tengo ganas de escribir un artículo, probablemente dos, con las reflexiones a las que me ha llevado este pedazo de libro. No he tenido tiempo, por desgracia, y quiero escribir algo sobre pastores adocenados próximamente así que aun tendrá que esperar, pero lo que sí puedo hacer es recomendar La Rebelión de Atlas a todo el mundo, especialmente a los buenistas, a los kumbayás y a algún otro que opino que es demasiado bueno, a sabiendas de que a mucha gente no le va a gustar y que habrá quien lo considere una Abominación. Pero así es la vida y, ¿sabéis? no tengo por qué vivir de acuerdo a vuestras normas, conque ahí os quedáis.

Flashman y Señora también es regalo del Profesor Ignatius. En esta ocasión, el cobarde más laureado de la Inglaterra victoriana empieza jugando al cricket y se encuentra, sin saber muy bien como, con su mujer raptada por un príncipe pirata indonesio. En su persecución (a la que, por supuesto, si hubiera podido no hubiera ido), se esconderá detrás de personajes tan interesantes y, para mi, tan hasta entonces desconocidos como James Brooke, el primer Rajá Blanco, y caerá cautivo de la despiadada reina de Madagascar, Ranavalona I, un personaje interesantísimo, una mujer cruel, despiadada y completamente loca que deja a Hitler a la altura de un aficionado, y que en 35 años de reinado asesinó de formas extraordinariamente crueles a casi la mitad de la población de la isla, lo que no está nada mal para los técnicos medios de mediados del siglo XIX. Como todos los Flashmans, recomendable tanto por su divertido guión como por las puertas que te abre a la historia fuera de Europa de ese siglo. A mediados de mes, a Ana le dio un ataque consumista, entre la devolución de Hacienda y la paga extra, que se materializó, entre otras cosas, en una maravillosa fiebre compradora de Pratchetts.

El Quinto Elefante es uno de ellos, en el que seguimos a Vimes a Úberwald, donde va a ser coronado el Bajo Rey de los enanos entre vampiros, hombres lobo, intrigas, emociones y bollos robados. A mi Vimes me parece uno de los personajes más interesantes, completos, complejos y realistas de Terry Pratchett y cada vez que saca un libro suyo me encanta, pero para aquellos que no estén para delikatessen psicológicas (que, entre los lectores de Sir Terence serán los menos, claro) hay que decir que también rondan por ahí Detritus, Jovial, Zanahoria y Angua, que conocemos la historia del ingreso de Igor en la Guardia, que por primera vez oímos hablar de los clacks y de Lady Margolotta, y que conocemos a la encantadora familia de Angua. Bueno, como todos los Pratchetts, éste con una reflexión interesante sobre la feminidad que luego será mucho más explotada en Unseen Academicals.

Ronda de Noche debe ser el libro que sigue cronológicamente a El Quinto Elefante. No lo agarré primero porque creí que ya lo había leído, pero en realidad lo que pasaba es que el título de alguna manera hizo que me patinara una neurona y creí que se trataba de Hombres de Armas. A Ana le pasó lo mismo, conque cuidado, camaradas. En este libro nuestro héroe Sir Samuel persigue al malo a través del tiempo por el pasado de Ankh-Morpok, más o menos a la altura en la que un nuevo Guardia Interino, apodado Vimesito, se une al cuerpo. Además de la reflexión sobre la naturaleza y efectos de las rebeliones populares, en la que vemos que los errores de Murat en Madrid se reproducen por todo el multiverso, este libro nos da la posibilidad de conocer a muchos de los personajes del Mundodisco en su juventud, por ejemplo a un joven sargento (entonces cabo) Colon, a un jovencísimo Nobby Nobbs, a un Vetinari aun no graduado en la Escuela de Asesinos, a un Reg Shoe todavía vivo, o a un Escurridizo que aun no es Y.V.A.L.R.. Bueno, como todos los Pratchetts, particularmente incisivo con el caracter de Vimes y su opinión sobre la Ley, la Justicia Y Todas Esas Cosas.

Beber con moderación

He conseguido que mi neurólogo, asistido al parecer por un internista con bastante sentido del humor, me mande un email en el que me explica, así claramente, qué es «beber moderadamente», eso que se supone que es bueno pero que nadie me ha puesto jamás negro sobre blanco. Resulta que beber moderadamente son tres UU.BB.EE (Unidad de Bebida Estándar) diarias, o sea 21 semanales. A este ritmo, al parecer, el alcohol puede desarrollar todas sus virtudes positivas (que las tiene, y no hablamos sólo del cebollón) sin dañar el hígado ni el cerebro. ¿Y qué es una UBE? Pues 10 gramos de alcohol. ¿Y cómo calculo yo eso? Pues mediante la fórmula:

G x V x 0.8 = X UBEs

donde G es la graduación de la bebida alcohólica que me voy a tomar y V el volumen del mismo. Así, por ejemplo, es un consumo ligero de alcohol (lo que se llama clínicamente «de tipo I») beberse semanalmente:

  • 5 litros de cerveza (5º), o sea una pinta diaria y una extra los fines de semana (incluyendo el viernes) (20 UBE, se queda un poquito corto).
  • Algo menos de 3 botellas (750 ml.) de vino (13º), o sea tres copas (100 ml.) diarias (21,84 UBE, se pasa un pelín).
  • Algo menos de una botella (750 ml.) de whisky (40º). Unos 11 cubatas cargaditos semanales. Seguro que os parece una barbaridad, pero hay tanto alcohol en una botella de whisky como en seis litros de cerveza, que no son más que un par de pintas diarias, digamos una con la comida y otra al llegar a casa…

Para que nos entendamos, el consumo ligero (con la salvedad que me hizo el internista más abajo) le sitúa a uno en la parte verde de esta gráfica, donde en realidad tienes menos riesgo de mortalidad (específicamente por afecciones coronarias y ataques isquémicos). El consumo «moderado» (que en realidad se llama «de tipo II» y ya es excesivo, pero se llama así porque es muy frecuente) empieza en la parte naranja de la tabla; el consumo «perjudicial»  se sale de la tabla (lo siento, es el mejor gráfico que he encontrado) y la curva ahí pasa a ser parabólica.

J-curve-updated

Os recomiendo que hagáis las cuentas(1) de lo que bebéis semanalmente, para aterroizaros (bueno, al menos alguno). Yo, por ejemplo, cuando dejé de beber me estaba bebiendo:

  • De media algo más de un litro de cerveza diario (que si la comida, que si por la noche viendo una peli, etc). Digamos 10 litros semanales, o sea 40 UBE
  • A eso hay que aladir la cerveza de salir los sábados, digamos tres minis en el 666 y dos pintas en el Moscow: 3 litros más, o sea 15 UBE (y si seguía al DH ya ni te cuento)
  • Y algo de los viernes, que menos que otras dos o tres pintas: 7 UBE
  • Y un poco de vino bueno solía caer, digamos media botella, 3 UBE

Total consumido por Arthegarn en una semana normal: 65 UBE. Eso está dentro de lo que el Ministerio de Sanidad considera «Consumo Perjudicial» (MUY dentro, el consumo perjudicial empieza en las 42 UBE semanales…), dentro de lo que mi neurólogo llama «beber hasta la inconsciencia» y dentro de lo que el internista llamó «una pasada» (y no me imagino como lo llamaría mi madre). Vamos, que me estaba bebiendo el equivalente a TRES botellas de whisky semanales. Así tenía los triglicéridos en 305 y la GGT en 140, claro (han mejorado en el último análisis, tranquilos)…

En fin, que definitivamente tenía que echarle el freno. La verdad es que estoy orgulloso de haberlo conseguido. A partir de ahora, moderación.

Por cierto que el internista también me comentó que cualquier ingesta por encima de 10 UEs en una sola toma es «un abuso» y «una patada al hígado», con que me temo que no me vale no beber en toda la semana y luego darme una juerga el sábado. Sólo lo que bebía normalmente en el 6 para empezar la noche ya me estaba fastidiando el hígado con que lo siento, Arthegarn, pero no cuela.

En fin, se acabaron las juergas… A ver como aprendo ahora a divertirme desde la sobriedad.

Arthegarn_________
(1) Para que os hagáis una idea los que tomáis destilados, un chupito (35 ml.) de Jack Daniel’s (43º) son 1,2 UBE. y un cubata de los de Montse deben ser dos, por lo menos 😉

Me salen unos recursos más chulos…

AL DIRECTOR GENERAL DE MOVILIDAD DEL ÁREA DE GOBIERNO DE SEGURIDAD Y SERVICIOS A LA COMUNIDAD DEL AYUNTAMIENTO DE MADRID1

D. Arthegarn el Peregrino, mayor de edad, con Documento Nacional de Identidad número 00000666-E y domicilio en la calle Tal y Cual 4, D, 4, D de Madrid, ante el Director General de Movilidad del Área de Gobierno de Seguridad y Servicios a la Comunidad del Ayuntamiento de Madrid comparezco y, según mi derecho,

DIGO:

1. Que el día 13 de diciembre de 2009 recibí en mi domicilio una notificación de denuncia e incoación de expediente sancionador de referencia 611/32678124.9, copia de la cual adjunto como Documento 1 a este escrito.

2. Que los pormenores de la mencionada denuncia son los siguientes:

2.1. El hecho punible denunciado consiste en «estacionar en zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos».

2.2. En concreto, la denuncia dice que estacioné en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30 de Madrid.

2.3. A mayor abundamiento el vehículo que estaba estacionado en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30, era mi Seat León, matrícula 1701-NCC y que, aunque la denuncia no lo dice, es rojo.

2.4. Para ser exactos, el momento en el que mi Seat León rojo matrícula 1701-NCC estaba estacionado en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30 eran las 10 horas y 46 minutos de la mañana del 19 de octubre de 2009

3. Que todos los hechos anteriores son ciertos, incluyendo que mi coche es rojo, y que pido perdón al Excmo Ayto. de Madrid y a todos los ciudadanos de esta Villa y Corte por las molestias que mi acción haya podido causar, si bien he de indicar que aparqué de buena fe pensando que estaba permitido.2

4. Que, no obstante ser ciertos todos los hechos anteriores, aun así no me corresponde pagar esta multa3 por lo que, por medio del presente escrito, y dentro del plazo de quince días hábiles a partir de la notificación al que se alude en el reverso de la misma, vengo a efectuar, en relación con los extremos apuntados, las siguientes

ALEGACIONES

1. De la incoación del expediente 611 /50912150.0

El hecho es que en torno al 20 de noviembre de 2009 recibí en mi domicilio una notificación de denuncia e incoación de expediente sancionador de referencia 611/50912150.0, copia de la cual adjunto como Documento 2 a este escrito.

Como es posible que esté empezando a sospechar, los pormenores de la mencionada denuncia son los siguientes:

1.1. El hecho punible denunciado consiste en «estacionar en zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos».

1.2. En concreto, la denuncia dice que estacioné en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30 de Madrid.

1.3. A mayor abundamiento el vehículo que estaba estacionado en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30, era mi Seat León, matrícula 1701-NCC y que, como ya hemos mencionado, es rojo.

1.4. Para ser exactos, el momento en el que mi Seat León rojo matrícula 1701-NCC estaba estacionado en la «zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» sita en la calle Téllez, 30 eran las 12 horas y 5 minutos de la mañana del 19 de octubre de 2009

No es que me sorprendiera recibir esta notificación, por cierto, ya que varios días antes había tenido que ir a recoger mi Seat León rojo al depósito municipal4, a donde se lo había llevado la grúa desde su incorrecto estacionamiento en la conocida calle Téllez, 30, y los amables funcionarios que me atendieron tuvieron la cortesía de prevenirme de que ya me llegaría la multa a casa.

2. Del pago de la multa del expediente 611 /50912150.0

Como soy un buen ciudadano cumplidor de mis obligaciones5, y a pesar de que de verdad, de verdad, de verdad que yo creía que había aparcado bien, pagué la multa a la que hace referencia el citado expediente el lunes 30 de noviembre de 2009 (por la mañana, por si sirve de algo) a través del excelente servicio que ofrece el Ayuntamiento en su página web http://www.munimadrid.es. Aun no me ha llegado a casa la notificación de pago por lo que no puedo adjuntarla a este escrito, pero señalo a efectos probatorios de este pago los propios archivos del Excmo Ayto. de Madrid referentes al expediente 611 /50912150.0

3. De la identidad de las infracciones y el principio non bis in idem (y perdón por el latinajo)

Como puede deducirse de los documentos aportados, el hecho punible por el que se me incoan ambos expedientes 611 /50912150.0 y 611/32678124.9 es el mismo. En efecto, dejé mal aparcado mi coche y a las 10:46 de la mañana del 19 de octubre de 2009 pasó por allí el agente del SER con número 93/80336 y me puso una multa; y una hora y 19 minutos más tarde, a las 12:05, pasó por allí el agente del SER con número 85/52058 y me puso otra multa, sin duda porque no vería la notificación del primer agente.

No obstante el hecho punible es uno, el consabido «estacionamiento en zona o carril, destinados exclusivamente a la circulación de vehículos» en infracción del artículo 61 de la Ordenanza de Movilidad, sancionado con 90 euros con posibilidad de reducción por pronto pago a 63 y cometido en el momento en el que estacioné donde no debía, y no durante todo el tiempo que el vehículo estuvo ahí. Habiendo ya sido sancionado por ese hecho, y habiendo hecho ya frente a la multa6, no ha lugar a una segunda sanción por el mismo hecho punible, máxime mediando menos de hora y media entre una y otra multa.

El principio non bus in idem como limitación al ius punendi del Estado, es decir la imposibilidad de sancionar dos veces por el mismo hecho, si bien no aparece expresamente reconocido en la Constitución7 sí cuenta con reiterada jurisprudencia constitucional, por todas las SSTC 2/1981, 154/1990, 204/1996 y 221/1997, y es aplicable tanto a las sanciones penales como a las administrativas, proscribiendo la duplicidad en casos, como ésté, en los que adecuadamente se constate que concurre «...la identidad de sujeto, hecho y fundamento«. Además, la exigencia de lex praevia et certa del artículo 25.1 de la Constitución implica que los ciudadanos deben tener garantizado previamente el conocimiento de la reacción punitiva del Estado ante la eventual comisión de un hecho ilícito8, siendo pues el principio non bis in idem un derecho fundamental del ciudadano frente a la decisión de un poder público de castigarlo por unos hechos que ya fueron objeto de sanción9.

En virtud de lo expuesto, al Director General de Movilidad del Área de Gobierno de Seguridad y Servicios a la Comunidad del Ayuntamiento de Madrid.

SUPLICO

que, teniendo por presentado este escrito con los documentos que lo acompañan, se sirva admitirlo y, en su virtud, tenga por formuladas las alegaciones contenidas en el cuerpo del mismo y, previos los trámites pertinentes, acuerde el sobreseimiento del presente expediente sancionador, con archivo de las actuaciones.

OTROSI DIGO que deseo al mencionado Director General de Movilidad del Área de Gobierno de Seguridad y Servicios a la Comunidad del Ayuntamiento de Madrid, y a todos los funcionarios y personal laboral que leyeren el presente escrito, unas felices fiestas y un próspero año 2010, a ser posible sin crisis.

Es de justicia que pido en Madrid, a 15 de diciembre de 2009.

Arthegarn, el Peregrino


(1) Y luego hablan del «Título Largo» del Rey de España. Caray…
(2) Lo que erróneamente creí debido a la larga fila de vehículos estacionados en esa misma zona de la calle. De hecho, no es por presumir, pero después de tres cuartos de hora dando vueltas por mi barrio tratando de aparcar fue un prodigio de conducción por mi parte conseguir aparcar en el minúsculo sitio que había dejado el Smart que se fue delante de mí.
(3) Y no sólo por el famoso argumento: «le juro que no vi la señal, señor guardia Director General de Movilidad del Área de Gobierno de Seguridad y Servicios a la Comunidad del Ayuntamiento de Madrid«.
(4) Aunque cuando fui a recogerlo tenía tal capa de mugre que era difícil de decir de qué color era, la verdad.
(5) Y no de esos que van por ahí diciendo cosas como «No, el coche lo aparcó ahí mi amigo Julian Kelsey, de nacionalidad australiana, que vino un par de días a ver Madrid y le dejé el coche, vayan a por él, como dice la STC 54/2008, referente al recurso de amparo 2381-2005, total, vive en un pueblecito a mil kilómetros de Camberra, al lado del rancho de Crocodile Dundee«. O de los otros, los que dicen «No es verdad, yo estaba con mi coche en Australia visitando a mi amigo Julian Kelsey y me tiene que creer a mi porque el señor del SER no es autoridad según reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo, por todas las SSTS de 1 de octubre de 1991(Ar 7639), de 23 de noviembre de 1993(Ar. 8883) o de 22 de septiembre de 1999 (Ar. 6728)«. No, no, yo pago mis multas sin hacer trampas, que luego los Reyes Magos se enteran de todo y no está la minería del carbón en España como para aguantar más intrusismos profesionales.
(6) Y pagado mi deuda con la sociedad y todas esas cosas…
(7) Más que nada porque es de sentido común, digo yo.
(8) En otras palabras: como de gorda es la multa que te va a caer si dejas mal aparcado el coche en la calle Téllez, 30 (así por ejemplo).
(9) Porque como te pudieran multar tres o cuatro veces por lo mismo y con cómo está el Ayuntamiento, apañados íbamos…