Estaba yo ayer planchándome la camisa para ir al despacho cuando, echándole un ojo a la revista de prensa que hace María López en Telemadrid (y que me gusta por su formato pese a ser bastante tendenciosa) me enteré de que El Mundo y ABC llevaban en su portada una foto de la familia Rodríguez-Espinosa con el matrimonio Obama en la que las hijas aparecían vestidas de góticas. En teoría, la noticia era que La Moncloa había intentado censurar las fotos y evitar su difusión y publicación; en la práctica, la noticia era que Alba y Laura habían ido a cenar vestidas de fantoche(1) con el Presidente de los Estados Unidos.
El tema me hizo mucha gracia y ya está. Me pareció divertido por lo grotesco, algo para echarse unas risas bienintencionadas tomando un café y para comentar en los foros o en el 666 con el público especializado y unas cervezasy nada más. Quizá diera para una entrada de blog y todo, pero nada más.
Pero hoy, al llegar al despacho, me sorprendió la actitud de la mayor parte de mis compañeros y compañeras. Y luego, cuando lo comenté con mi familia, la de algunos de sus miembros (principalmente mi madre y mi hermana Andruin). Y cuando me puse a hojear(2) internet, la de la mayor parte de los comentaristas. Había mucho cachondeo, desde luego, part
e bienintencionado (como el fake que incluyo en esta entrada), parte malintencionado o con mala leche (como otros fakes que no voy a incluir), y parte auténticamente indignado y que daba gritos hablando de la imagen internacional de España y blablabla.
Personalmente no creo que las pintas de estas dos chicas tengan nada que ver con la imagen internacional de España. En primer lugar hay que recordar que no es la familia del Presidente del Gobierno la que representa a España; para representarnos a ese nivel ya tenemos otra familia a la que pagamos bastante bien y que, en mi opinión, hace muy bien su trabajo. A esa familia sí que es legítimo exigirle que se comporte en todos los ámbitos de su vida con la dignidad y corrección que queremos que refleje la España del Siglo XXI, pero a la familia del Presidente del Gobierno, sinceramente, creo que no. Y, en cualquier caso, si de la imagen internacional de España se trata, creo que deberíamos estar todos profundamente agradecidos a Laura y Alba porque, gracias a ellas, se habló el viernes de una frivolidad como los trapitos que llevaban y no de las estupideces que dijo papá en la ONU, que sí que hubieran dañado de verdad la imagen de España.
Respecto a la anécdota en si, la verdad es que tengo sentimientos encontrados. Yo no veo nada malo en si mismo en que las hijas del Presidente, ciudadanas particulares con vidas privadas, se visten como les de la gana en una etapa como es la adolescencia. Lo que es más, tampoco vería mal que se vistieran de góticas ya alcanzada la madurez porque, al fin y al cabo, las pintas de cada uno debería decidirlas cada uno (bueno, por eso y porque yo lo hago). No veo nada malo en ser gótico y, por tanto, no veo nada malo en vestirse como un gótico. Pero…
El problema es que no se esperaba a las niñas en la cena de marras. Si hubieran estado invitadas y si sus pintas no infringieran la letra del cuaderno de protocolo de la Casa Blanca (cosa que dudo que hagan porque a nadie se le ocurre decir que las damas deberán abstenerse de llevar botas de combate) me pondría al 100% del lado de la familia Zapatero. Bueno, al 95% y luego explicaré por qué. Si no estaban invitadas, entonces estamos ante el típico cohecho sin víctimas en el que un cargo público aprovecha su condición de tal para favorecer a su familia sin causar perjuicio a nadie; en este caso llevando a las niñas a conocer a Obama, cosa que aunque en el plano de la Alta Ética Teórica seguro que está mal, en la práctica a mi me parece comprensible; tanto que no seré yo quien critique la práctica en si misma. Claro que cierta gente aprovechará para arremeter contra PetaZeta con esta excusa, pero solo es una excusa. Si, a pesar de no estar invitadas y habérselas llevado, no rompían el cuaderno de protocolo, tienen mi apoyo al 90%.
El 5% ese que dejo es por las propias niñas. Si bien me parece muy correcto y de muy buen padre que PetaZeta deje que sus hijas se vistan como les de la gana en un periodo como es la adolescencia, me parece que algo falla cuando ellas mismas no se dan cuenta de las consecuencias que puede tener su indumentaria y no se ofrecen a, por una vez y ya que vamos a conocer a Obama, hacer una excepción y vestirse de forma más discreta (que se puede ser gótico y discreto y aquí estoy yo en Clifford Chance con mi traje negro para probarlo). Igual que me parece normal que no todas las familias de España, ni de Presidentes de Gobierno de España, sean como los Aznar-Botella me parece también normal, de una forma triste, que estas chicas se comporten de forma tan distinta a como yo me hubiera portado a su edad. Hay veces que hay que ser responsable y hay que sacrificarse por Papá y esta era una de ellas. El nivel de egoísmo que destila no pararse a pensar los problemas que le puede causar a Papá ir con las New Rock a la cena con el Presidente de los Estados Unidos, o en el caso de parárselo a pensar, ir así de cualquier forma, me parece preocupante. No anormal, insisto, así están saliendo estas generaciones, pero sí preocupante.
Si tuviera que criticar a alguien por este tema, después de criticar a todos los periodistas hipócritas que hicieron saltar la noticia de las pintas de estas chicas como si de lo que estuvieran informando fuera de que Moncloa intentó retirarlas, y después de criticar a toda la caterva de pijos que se sienten amenazados porque alguien distinto a ellos está en lugares tradicionalmente reservados a los de su clase pero a los que en realidad ellos, personalmente, nunca podrán llegar; sería precisamente a las chicas. Y no por vestirse de góticas ni muchísimo menos por serlo sino por no darse cuenta de que, de vez en cuando, hay que hacer algún sacrificio por papá, aunque no lo pida, que bastante majo es que nos deja ir a todas partes como nos da la gana.
En fin. Yo llamando majo a José Luis Rodriguez Zapatero, qué cosas hay que ver. Pero conste que le apoyo como padre, no como Presidente.
Arthegarn____________ (1) Lo de vestirse de fantoche lo digo con todo cariño. Como sabe cualquiera que me lea normalmente yo describo el proceso por el cual dejo de ser un respetable y conservador ciudadano de ilustre raigambre y rancio abolengo y me convierto en Arthegarn, el Brujo como «vestirme de fantoche».
(2) Y yo me pregunto, aunque no venga al caso… Internet se ojea pero ¿se puede hojear, ya que tiene páginas?
NOTA PRELIMINAR: esta entrada son unas reflexiones-comentarios a los Apuntes de Flujo III del amigo Zor.
Como me pasa muchas veces que te leo no entiendo lo que quieres decir. Cada uno de los párrafos, aislado, tiene sentido, pero no entiendo a dónde quieres ir.
Lo de la represión del orden social es cierto en términos absolutos. La pregunta es si el precio en términos de satisfacción de nuestros apetitos que pagamos por vivir en sociedad compensa los resultados, también en términos de satisfacción de nuestros apetitos, que nos da vivir en sociedad. Yo creo que sí.
Creo que utilizas un lenguaje extremadamente negativo. Por ejemplo, si en vez de decir que la sociedad requiere que sus miembros sean «obligados a aprender los hábitos y las habilidades que la cultura requiera» dices que la sociedad requiere que sus miembros sean «instruidos en modos de comunicación y convivencia» (que en mi opinión son las verdaderas bases de la sociedad, no la división del trabajo por castas, por ejemplo) dices lo mismo pero de otra forma. Es curioso. No puedo no estar de acuerdo con lo que dices cuando voy más allá de las palabras e intento averiguar lo que quieres decir, pero ¡suena tan misantrópico como tú lo expresas!
La esencia de la socialización no es hacer depender a los individuos de los controles sociales. Los controles sociales son procedimientos que tienen las sociedades para mantener la cohesión y son progresivamente más útiles, hasta el punto de volverse necesarios, a medida que la sociedad se hace más compleja. Pero siguen siendo adiciones, siguen siendo contingentes. Otra cosa diferente es que sea necesario que los individuos sean predecibles, en el sentido de trustworthy. Esa previsibilidad es sobre lo que se construye una sociedad, pero eso es así porque el universo es así.
Si desproveés el universo de teleología, incluyendo la humana, lo que encuentras es que las sociedades, como todo grupo organizado, son el resultado natural de la fiabilidad de sus integrantes. No es la sociedad la que «intenta» que sus integrantes sean fiables, lo que pasa es que las sociedades que se apoyan en individuos no fiables perecen. No es la vida la que se apoye en el carbono por sus particulares propiedades, son las propiedades del carbono las que han dado lugar a la vida. Con las sociedades, igual, son la evolución natural y sin causa final de la química del carbono. Así pues no hay «forma más efectiva de socialización», hay sociedades con integrantes tales, y con estos ordenados de forma tal, que son evolutivamente más competitivas y que, generación tras generación, crean individuos más interdependientes para lograr un «fenotipo» más competitivo. No hay dicotomía entre los fines del individuo y los fines de la sociedad porque ninguno de los dos (los fines) existen, son completamente ilusorios.
Lo mismo pasa cuando hablas de cuestionarnos las «sugerencias» de la genética. La genética no sugiere, ordena. Estableces una dicotomía psique-soma en la que yo ya no creo (por no hablar de que en el sustrato básico de tu escrito subyace la idea del libre albedrío contra-causal que yo creo que no te crees tú mismo): todos mis deseos vienen dictados por mi genética, y todas mis capacidades para satisfacerlos, también (bueno, y por otra serie de factores, todos los cuales escapan a mi control). El hecho de que mi genética no haya sido «suficientemente lista» como para «prever» que el fenotipo podría desarrollar «intereses» propios, distintos y a veces contrapuestos a los suyos no quiere decir nada.
Y claro que hay gente que utiliza nuestros deseos y apetencias para controlarnos. Todo el mundo lo hace, y tú contigo mismo el primero. Si vivimos en sociedad es (yo creo) porque la satisfacción que obtenemos de ello nos compensa el precio en términos de individualidad que pagamos y al que aludía más arriba. Sin sociedad no hubiéramos pasado de ser unos monos particularmente listos. Sin sociedad no habría memoria de especie y tendríamos que inventar la rueda y conquistar el fuego una y otra vez. No sé tú, pero yo es que nunca creí en la idílica existencia del Buen Salvaje.
En fin, no sé. Hablas del sometimiento al programa genético como si fuera algo evitable y olvidas que tú mismo (que, en cualquier caso, no existes, pero bueno) eres un resultado de tu programa genético. Es como si intentaras separarte de tu cuerpo cuando en realidad la existencia humana es holista, en el sentido de inseparable. Somos la consciencia (¡ja!) sí, pero en el mismo término en el que somos el bazo y el genoma y el carbono y el límite hacia el que tiende la función que determina dónde y cuándo está cada una de nuestras partículas esenciales. No sé como expresar esto, pero la pregunta no es si somos capaces de conseguir controlar nuestros impulsos, la única pregunta es si el universo evoluciona de tal modo que parte de él exhiba un comportamiento que un observador exterior que quisiera asignarle una causa final podría traducir en «tener éxito en el intento de evitar caer bajo la explotación de los demás». Pero en realidad no es cierto.
Como me decía mi padre cuando tenía cinco años y le pedía dinero para jugar a los marcianitos, no son luces que se mueven, son luces que se encienden y se apagan y parece que se mueven.
Arthegarn.
PS: Me resulta curioso que tú hables de tu relación con el entorno y yo conteste derivando la conversación a mi relación conmigo mismo. Curioso…
Como Follar con Todas es, probablemente, el mejor manual de seducción que he leído. Y, creedme, he leído unos cuantos desde que, con 15 años, empecé con aquel Como Ligar Con esa Chica que Tanto te Gusta y a la que le Gusta Otro tan divertido como inútil. Me lo regaló Pardus por mi cumpleaños y me pareció que era lo mejor para vaciar de tanto en tanto mi mente de ecuaciones. La verdad es que no esperaba que fuera tan bueno. El libro empieza explicando de forma lógica y razonable por qué las chicas dicen que quieren «un buen chico» pero luego se van del bar con el primer cabrón que las entra con gracia y que obviamente no es un buen chico. Sigue definiendo correctamente al macho alfa (que no es el más fuerte, el más atractivo ni el más listo, sino el que folla con todas) y da las instrucciones necesarias para evolucionar del habitual estado de TPF (Típico Pardillo Frustrado) a PAS (Perfecto Artista de la Seducción). Desde como vestir, como andar o qué colonia llevar a cómo mirar a esa chica que te cruzas en el metro, el libro sigue un buen método para cambiar la mentalidad del típico hombre inseguro del siglo XXI y convertirle en un seductor. O sea, el cabrón que se lleva a las chicas del bar. Contiene instrucciones para seguir de forma general, como la regla 3S (un descubrimiento que estoy aplicando) y herramientas para entrar a las chicas y conseguir su teléfono en menos de tres minutos (exploración de valores, proyección situacional, kino…) y alguno para llevártelas directamente a la cama (como la afamada Técnica del Gran Maestro, consistente en soltarle a la chica una obscenidad detrás de otra pero con gracejo) a veces muy detallados (p.ej. la GM incluye una serie de chistes verdes brutales, impagable el de La Casa de las Bragas Voladoras). Es extrañamente recomendable, la verdad, pero sólo para hombres (no queremos que las chicas se enteren de ciertas cosas). Eso sí, el título es muy exacto: este libro ayuda a follar con todas, no a follar con esa. Si quieres convertirte en un seductor, en un conquistador al que las mujeres, en general. encuentran atractivo, te lo recomiendo. Si te gusta una en concreto, este libro no te va a ayudar en absoluto, me temo.
Y, por fin, tras tres meses de una lectura que podríamos llamar estudio, conseguí terminarme las seiscientas páginas de física y matemáticas de La Nueva Mente del Emperador. Independientemente de que me de un subidón el ser capaz de leer (¡y entender! aunque creo que el mérito es del autor) semejante tocho siendo de letras y teniendo ya 35 años, el hecho es que me ha parecido soberbio. Un prodigio de la divulgación científica exigente para gente exigente. Hasta tal punto es así que he regalado recientemente dos ejemplares a gente despierta, inquisitiva y de ciencias (Mithur e Irene) y no he regalado un tercero (a Zor) porque me dio la impresión de que ya se lo había leído. Tanto me ha gustado que incluso he incluido un link para que, quien no se quiera gastar los irrisorios 10 euros que cuesta el libro, se lo pueda descargar en pdf. Si quieres saber de qué va, pulsa
La premisa del libro es intentar demostrar que un ordenador nunca será capaz de realizar todas las funciones de una mente humana. Pero, para ello, Penrose empieza explicando lo que es un ordenador (partiendo de la máquina de Turing, concepto que ya conocía de la fenomenal The Physics of Star Trek de L.M. Krauss que no sé donde tengo), habla de la inteligencia artificial (fuerte y débil) del test de Turing, de la habitación china de Searle (que siempre he pensado que en realidad sólo demostraría que los ordenadores inteligentes son zombis filosóficos, nada más) y luego se mete ya con matemáticas más serias, hablando de lo que son los conjuntos computables, enumerables, recursivos, de las limitaciones de las máquinas de Turing y, por fin, del teorema de Gödel, al que luego vuelve y cuya formulación literal explica de tal forma que fui por primera vez capaz de entender lo que realmente dice.
Todo este tema de los conjuntos recursivos y tal acaba llevándole a hablar de fractales. El capítulo de los fractales es precioso y me dio una idea para un artículo (sobre el paralelismo entre los fractales, cuyas iteraciones son isomorfas pero no idénticas; y la representación de la realidad en la mente humana a base de modelos que aproximan pero no copian la realidad) que supongo que por desgracia se quedará sin escribir. Aquí se permite unas disgresiones un poco raras y en mi opinión bastante poco científicas sobre la realidad platónica de los conceptos matemáticos que le lleva a serias reflexiones sobre la naturaleza de la realidad (todo desde el punto de vista matemático).
Para apuntar sus tesis, Penrose parte de la base de que el lector tiene un conocimiento bastante simple de ciencia y dedica como cien páginas a llevarle de la mano por la historia de la física, desde Parménides a Galileo, Newton… y a partir de Newton empieza la parte que a mi más me ha gustado del libro, en la que aprendes cosas como qué es el espacio de fases, las ecuaciones de campo de Maxwell, la relatividad de Einstein, la geometría de Minkowski (para mi, todo un descubrimiento a través del cual creo ser capaz de demostrar el determinismo absoluto, ya escribiré al respecto) y, por fin, la física cuántica. El capítulo de la física cuántica me ha fascinado, necesito leer más cosas de física cuántica. La gente habla de física cuántica y de efectos cuánticos y no tiene ni idea de lo que dice. En concreto, cuando se quiere luchar contra una posición filosófica determinista, el que está en contra siempre recurre al tan cacareado indeterminismo de la física cuántica… ¡cuando, en realidad, las normas que regulan la física cuántica dentro de la física cuántica son deterministas! ¡El indeterminismo se produce al ampliar ese resultado a límites que sean perceptibles por la física clásica haciendo los cuadrados de los módulos de las amplitudes cuánticas! En otras palabras: el gato de Schrödinger está muerto o está vivo.
Y podría seguir media hora contando las maravillas que contiene este tomo, la relación entre la flecha del tiempo y la segunda ley de la termodinámica, por ejemplo, o la improbabilidad de que el universo tuviera tan baja entropía en su inicio, o el funcionamiento del cerebro a nivel químico y su sujección a fenómenos cuánticos… pero tengo que parar en algún sitio. Lo suyo es que os lo leáis. Si no, baste decir que el libro no demuestra en absoluto lo que intenta demostrar, pero que el viaje a través del tiempo y el conocimiento que haces leyéndolo es más que suficiente. No lo puedo recomendar porque la voluntad de leer este tipo de cosas va en el temperamento de cada uno, pero sí puedo decir que a mi me ha gustado MUCHÍSIMO.
Pero leerlo cansa. Cuando lo terminé tenía Los Tres Primeros Minutos del Universo esperándome, pero como Ana podría haberlo quemado si seguía leyendo ciencia, y yo la verdad es que estaba volviéndome un poco monotemático decidí tomarme un respiro y, aprovechando un viaje a la cuesta de Moyano, me compré diez libros de Christian Jacq.
La Pirámide Asesinada y La Ley del Desierto son los dos primeros títulos de la trilogía del Juez de Egipto. Supongo que a estas alturas todo el mundo conoce a Christian Jacq, egiptólogo y escritor, pero para quien no lo haga permitidme recomendar al autor. Escribe fundamentalmente novela histórica ambientada en el antiguo Egipto, tema del que sabe un rato, con tramas sencillas y sin pretensiones pero que tienen la virtud de situarte en escena y de darte un baño de cultura egipcia: sus tradiciones, su modo de vivir, de hablar, de vestir… y también su medicina, sus leyes, su ingeniería y su química. Todo lo que he leído suyo es recomendable (dentro de que son best-sellers que se devoran en un par de días). Esta trilogía en concreto cuenta la historia de Pazair, un juez de un pequeño pueblo de provincias bajo el reino de Ramsés II que, sin comerlo ni beberlo, es llamado a ejercer en Menfis, donde su meticulosidad le hace investigar lo que parece un simple error administrativo y descubrir, tras él, un malvado plan para derribar al Faraón en persona y destruir para siempre al Egipto que conoce. Como os digo, recomendable como cualquier cosa del autor.
Hace tiempo, cuando era católico y rezaba, oía a Dios en mi mente. No es que le oyera exactamente, pero sentía sus respuestas a mis preguntas y a mis oraciones. Era como si, a medida que iba verbalizando y expresando mis sentimientos con palabras, o al menos a medida que iba siendo consciente de lo que sentía y pensaba, fuera descubriendo la respuesta de Dios en mi interior. Mis conversaciones con Dios consistían en un «descubrir», en un retirar una capa de duda o miedo o dolor que cubría una respuesta que siempre había estado en mi interior. No eran, como le pasa a otros muchos creyentes, un diálogo con un ente externo. Era mucho más parecido al eco de un pensamiento: yo concebía algo y sentía como «rebotaba» dentro de mi mente y se convertía en una respuesta. Pero la oración nunca salía de mi cabeza, no tenía que recorrer los vastos espacios interestelares hasta el borde del Universo para encontrarse con Dios. Cuando yo era católico y rezaba, Dios estaba en mi. Yo le sentía en mi, como un compañero de viaje, como un órgano más de mi cuerpo o una faceta de mi personalidad, más que como una especie de árbitro universal y sabelotodo
Por supuesto, nunca llegué a creerme esto del todo…
Yo aprendí a hipnotizar con 21 años(1) y es uno de los aprendizajes más importantes que he tenido a lo largo de mi vida. Siempre lo he dicho (y lo volveré a decir): quienquiera que desee adentrarse en el mundo de la magia, del ocultismo, de la brujería o de la religión debería aprender antes hipnosis. La hipnosis es una ciencia, no tiene nada de esotérico ni de arcano ni de mágico, está demostradísimo como funciona (los primeros estudios serios tienen 150 años(2)) y tiene efectos sorprendentes sobre la consciencia. Te enseña hasta que punto es maleable la mente, como en general no te puedes fiar de tus recuerdos y, en determinados estados, ni siquiera de tus percepciones inmediatas. Es un jarro de agua fría racionalista al entusiasmo que experimenta todo el que trastea con el mundo de lo sobrenatural cuando «le sale algo». Cuando te desdoblas y empiezas un viaje astral y verdaderamente ves tu cuerpo desde fuera; cuando te tiras media hora salmodiando en hebreo dentro de un pentáculo y, finalmente, ves ante ti las puertas del infierno; cuando estás desesperado y rezas y sientes de repente que Dios está ahí y tus penas desaparecen como por ensalmo(3)… Bueno, cree lo que quieras, por supuesto, pero lo más probable es que no haya nada sobrenatural en el tema y que te hayas hipnotizado sin saberlo.
Entre nosotros, fue una bendición que aprendiera hipnosis tan joven. Si no fuera así hubiera opuesto al naturalismo y al escepticismo metódico mi propia e innegable experiencia personal y vete tú a saber en qué rayos andaría metido ahora.
Pero, con todo y con eso, como ya dije una vez, no soy Spock. Por muchas barreras racionales y muchas salvaguardas que me pusiera a mi mismo para no convertirme en un fanático(4), por mucho que despreciara a los kumbayás y gente de semejante ralea, el hecho era que yo obtenía un beneficio genuíno de algo que sólo podía denominar comunicación con Dios. Si era sincero conmigo mismo y me preguntaba si esa voz que oía en mi interior era Dios o era producto de mi imaginación no podía evitar contestarme que tenía que tener un componente divino. No llegaba a creerme que tuviera un teléfono directo para hablar con Dios, pero sí que me parecía posible, incluso probable, que Dios hubiera diseñado el Universo, nuestras mentes y nuestros cerebros tal que, de alguna forma que no era capaz de explicar, cuando tratábamos de comunicarnos con Dios desde las circunstancias apropiadas de alguna forma nuestro pensamiento, nuestra oración, producía algún tipo de onda con una configuración determinada que interactuaba con la propia estructura de la Realidad de tal forma que volvía a nosotros, modificada, con algo así como la intuición de la respuesta. Puede sonar descabellado (y probablemente lo sea) pero, tal y como yo lo veía, si Dios existía verdaderamente y tenía la configuración que yo pensaba (un ente omnipotente y omnisciente que existía fuera del tiempo y el espacio y que se interesaba por nosotros hasta el punto de amarnos) me parecía una chapuza el que cada dos por tres anduviera interviniendo en la Creación a golpe de milagros y sucesos sobrenaturales. Una Creación verdaderamente bien diseñada, elegante, tenía que contener todas las respuestas en si misma, y eso implicaba un mecanismo inscrito, natural, de comunicación con el Creador. Desde mi punto de vista el Dios atemporal en el que creía había creado el universo, pasado, presente y futuro, como un todo perfecto en cuyo diseño ya estaban incluidas mis preguntas y sus respuestas. Todo lo que había que hacer era situarse en la circunstancia apropiada para activar ese mecanismo y establecer esa comunicación que en realidad no tenía nada de sobrenatural, para hablar con Dios.
Esa circunstancia era el estado de oración.
Lo del estado de oración es difícil de explicar a quien no ha estado allí. En primer lugar hay que decir que se trata, sin duda alguna, de un estado hipnótico. Te relajas, te concentras en ti y en Dios y Le buscas en tu interior. Cada uno tiene su procedimiento, hay miriadas de cosas que ayudan: las velas, el olor a cera o a incienso, un icono o un punto fijo al que poder mirar hasta que se extravíe la mirada, la música suave, simple, rítmica y repetitiva en tonos graves, el color azafrán, la salmodia, la postura… Te concentras en relajarte, te esfuerzas en relajarte y en «salir de ti», en, de alguna forma, dejar de pensar en ti mismo como indivíduo y disolverte con el resto de la Creación, en entrar en comunión lo que te rodea, en buscar a Dios dentro de ti y en la belleza y armonía del Universo. Buscas el amor de Dios dentro y fuera de ti, convenciéndote a ti mismo de que está ahí, de que es perceptible y al fin lo encuentras. Es como una especial densidad y calor en el aire que te rodea y un sentimiento de absoluta felicidad, de armonía, de abandono. En ese momento no te importa nada, contemplas a Dios y te humillas, agradecido porque tenga un rato para estar contigo y todo en lo que puedes pensar es en darle las gracias por lo que ha creado, en devolverle algo de toda la maravilla que sientes, en hacerle feliz. Sabes que nada malo te puede pasar porque, al final, allí está Dios que se ocupará de todo y no dejará que te pase nada. El futuro se desvanece, las dudas y las asociaciones a largo plazo se esfuman y todo lo que queda es una confianza infinita, un radical abandono del ego en las manos de Dios y una vocación, no una compulsión de servicio absoluta. Nada importa, sólo Dios y el amor que os tenéis y el deseo de servirle porque, sirviéndole, sirves al universo y en último término a ti mismo, y te das cuenta de la naturalidad y la lógica de esa relación Dios-mortal y, una vez más, te maravillas de que tenga un rato para estar contigo y que, siendo lo que es, todavía se interese por ti y quiera algo de ti, de que haya creado un objetivo para tu vida y que a través del mismo haya dado sentido a tu existencia.
A estas alturas tres o cuatro de vosotros ya habréis visto por donde voy. Es el subespacio del esclavo.
Recuerdo que cuando empezó a interesarme la D/s (a través de los amigos de Shmeng, o tempora!) y leí las historias sobre el subespacio del esclavo me resultó todo obvio. Todo era de cajón: lo que era, como se entraba y qué se experimentaba una vez dentro. Una de las razones por las que como instructor dejo bastante que desear es porque a mi me resulta sencillísimo entrar y salir del subespacio del esclavo (bueno, salir no tanto) y tiendo a pensar que mis esclavas lo tienen igual de accesible que yo, con la misma facilidad y la misma intensidad, cuando muchas veces ni siquiera entienden el concepto. Mucha gente (mucha vainilla) sólo es capaz de entender (o de concebir) el poder de la dominación y la satisfacción que siente el top, pero opinan que el under tiene que estar necesariamente enfermo. Poder coger a una tía y decirle en cualquier momento «pídeme que te deje comerme la polla hasta que me corra en tu boca» y que ella se arrodille al momento y comience a suplicar tiene obvias ventajas, pero ¿a quién puede gustarle que le peguen o que le exhiban o que le dominen y le manden hacer cosas humillantes, incluso en público, y encima obedecer de buen grado?
Por supuesto, esa gente no entiende nada de nada. Pero si leyendo hasta aquí no han entendido el origen de la satisfacción del esclavo y hasta qué punto es gratificante entregarte totalmente y ser sometido a pruebas y exigencias para profundizar más en esa entrega, tampoco creo que fueran a hacerlo aunque fuera más explícito…
Toda esa vainilla, sobre todo la religiosa, olvida la maravillosa sensación de seguridad, de abandono de uno mismo y de liberación que produce el estado de oración. La hagiografía está llena de ejemplos semejantes, de arrebatos, de santos y mártires que gozan en el dolor y el martirio no porque estén enfermos sino porque tienen el íntimo convencimiento de que ese es el plan que Dios, el Señor, tiene para ellos. ¡Incluso dan gracias a Dios por la posibilidad que les ofrece de dar la vida por Él! Y no nos vamos a poner a analizar medianamente a fondo ese mecanismo en le Biblia en general y en el Nuevo Testamento en particular. ¿A alguien se le puede ocurrir una frase más digna de la mejor de las esclavas que «he aquí a la esclava de mi Señor, hágase en mi según tu voluntad(5)«? ¿Quizá algo aun más explícito, como «no se haga mi voluntad, sino la tuya(6)«? ¿Estaban enfermos la Virgen María y Jesucristo en persona cuando eligieron renunciar a su voluntad en aras de la del Señor? ¡Claro que no!
Ya, ya sé que no es lo mismo. Lo que me lleva al punto de este artículo.
Si verdaderamente Dios existe, y si verdaderamente la forma que tiene de interactuar con nosotros y de escuchar nuestras oraciones y responder a ellas tiene algo que ver con lo que he expuesto, la dominación se convierte posiblemente en uno de los actos más perversamente antinaturales que existen. No es sólo que el sumiso se convierta automáticamente en un idólatra que adora a su amo, es que el amo ¡usurpa la posición de Dios! El BDSM toma un instrumento diseñado para realizar espiritualmente al ser humano y que pueda ponerse en contacto místico con su Creador y lo convierte en una método de amplificación del goce carnal, un disolvente de tabús y represiones, un canal para que el esclavo pueda entrar en contacto con sus deseos más inconfesables y hacerlos realidad sin preocuparse por las consecuencias ni por nada que no sea el aquí y el ahora, un instrumento que el amo puede utilizar para satisfacer más y más a su esclavo y que éste se le entregue cada vez más completamente y con más fervor. ¡Un pecado como éste no se le habría ocurrido ni al propio diablo!
Probablemente por eso es taaaan cojonudo…
Arthegarn
PS: Tengo que decir que, personalmente, dudo muchísimo que a Dios le importara tres pepinos que usáramos ese canal para aumentar nuestro goce. Al fin y al cabo… ¡ya lo sabía cuando lo creo! A.
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(1) En honor a la verdad he de decir que yo empecé a autohipnotizarme, sin saber lo que hacía, a los 12 años tras leer algo sobre meditación shugenja en el Manual de los Jóvenes Castores. Asimismo, la primera vez que hipnoticé a otra persona tendría 14 años pero, insisto, no sabía lo que estaba haciendo, sólo lo descubrí cuando me puse a estudiar hipnosis.
(2) P.ej. Neurohipnosis, de James Braid (1841) o Hipnotismo, de Albert Moll (1859). Más o menos a la altura a la que Ignaz Semmelweis descubrió, para su sorpresa, que lavarse las manos para atender partos reducía drásticamente la mortalidad infantil (1847) o a la que Christoph Hendrik Diederik Buys-Ballot se le ocurrió la genial idea de montar a una orquesta de trompetas que tocaba constantemente una única nota en un vagón descubierto de un tren que atravesaba la campiña holandesa a una velocidad determinada para demostrar experimentalmente el efecto Doppler (1845).
(3) Sí, yo he experimentado todas estas cosas.
(4) Ver En Amor a la Verdad.
(5) Lc. 1, 38 et. al.
(6) Lc. 22, 42 et.al.
Llevo toda la vida enamorado de la Verdad. Y no me he dado cuenta hasta que he constatado que no le pasa a todo el mundo.
No hay nada tan hermoso como la Verdad. No me preguntéis por qué, es lo que siento. Hay gente a la que le gusta la ensaladilla o los helados de queso de Cabrales y estoy seguro de que si les preguntas por qué no acertarán a decírtelo; a mí me pasa lo mismo. Quizá sea que estoy condicionado genéticamente a que me guste la Verdad, al igual que estoy condicionado a que me guste el dulce o el sexo; quizá sea que estoy mentalmente condicionado por la sociedad que me rodea o por los padres que me educaron y la familia de la que vengo. No lo sé, pero a mi la Verdad me pierde. Cada vez que consigo levantar una esquina del velo que la separa de mi y ver una pequeña porción de la Verdad siento una alegría infantil y despreocupada, un sentimiento de humildad y maravilla que me puede tener de buen humor durante semanas. Sólo puedo compararlo a la entrada en contacto con el Mundo de las Ideas, o la emoción artística, o cuando vuelves a ver a alguien a quien quieres de corazón después de mucho tiempo sin hacerlo y esa persona te ve y te sonríe.
Últimamente, merced sobre todo a conversaciones con Zylgrin y Mithur me he dado cuenta del compromiso tan intenso que he tenido siempre con la Verdad. Hace un año, en plena crisis espiritual, me estuve preguntando si tenía fe, si alguna vez había tenido fe. Cuando ahora lo miro con una cierta perspectiva me doy cuenta de que, en realidad, nunca he tenido fe. No, al menos, como la describen los Padres de la Iglesia, como un convencimiento firme e inamovible en una verdad revelada. Incluso en mis momentos de mayor fervor siempre he concedido una posibilidad a que pudiera estar equivocado y que, en realidad, Dios no existiera o no fuera como yo creía que era. Esa fe fanática, ese cerrar los ojos y apretar los puños mientras repites «las cosas son como yo creo, las cosas son como yo creo, las cosas son como yo creo» una y otra vez mientras la vida te muestra indicios y evidencias de que, en realidad, las cosas no son como tú crees, nunca me gustó. Me parecía la muerte del intelecto, el fin de todo posible crecimiento porque, si ya conocías la Verdad en su totalidad, ¿qué preguntas te quedaba por hacerte? ¿qué selvas por explorar y qué montañas por escalar? Por supuesto, era posible (eso creía yo entonces) que alguno de los que dicen eso realmente estuviera en posesión de la verdad pero ¿quién? ¿Y qué pasa con los otros millones de personas que mantienen que están en posesión de la Verdad con la misma certeza con la que lo hace ése cuando ambas con incompatibles? ¿Cómo saber cual de todos era el verdadero profeta, el que verdaderamente estaba tocado por el dedo de Dios y hablaba con Él, y cuáles eran los que hablaban solos? No había forma de saberlo, pero estaba claro que la mayor parte de la gente que basaba sus creencias en ese mecanismo estaba equivocada, porque sólo uno podía tener razón.
Creo que por eso nunca me gustó la fe. Porque si yo me dedicaba a cerrar los ojos y apretar los puños como todos los demás, aunque yo creyera sinceramente que tenía razón ¿acaso no lo creían verdaderamente todos los demás? Y, si mirándoles a ellos y cogiendo uno al azar las posibilidades de que fuera ese el que tuviera la Verdad era de una entre millones, ¿cuál era la posibilidad de que fuera yo el que la tuviera? ¿No sería también de una entre millones? ¿Y si consagraba mi vida a algo que me convencía que era cierto pero que luego, al morir, descubría que era falso? ¿No habría desperdiciado mi vida, cerrado a cal y canto a cualquier soplo de Verdad? Por eso nunca me gustó el fanatismo, porque parte de la base de que tienes toda la razón y eso es muy improbable. Muchas de mis lecturas posteriores en el plano teológico me llevaron al convencimiento íntimo de la relación del ser humano con Dios estaba basada precisamente en la búsqueda, en el eterno reconocimiento de que, a pesar de todo, podrías estar equivocado. De hecho el fanatismo llegó a parecerme un insulto a Dios y un verdadero pecado. No puedo evitar pensar que sí Dios existe y se comunica con nosotros lo hace a través de eso que llamamos realidad, luego si te encierras en tu creencia y no miras alrededor, ¿no estás expulsando de ti la realidad verdadera, la divina, la que ha creado Dios? Es difícil explicarlo, pero creo que quien renuncia a buscar la Verdad en la realidad le está dando con la puerta en las narices a Dios, y encima a un Dios particularmente humilde que no viene al hombre en una columna de fuego o en una nube de oro sino en una brizna de hierba, en un rayo de sol, en un soplo de la brisa(1).
Si de verdad Dios existe y de verdad se comunica con nosotros creo que lo hace a través de la globalidad de la Creación. Es sólo a través de entender el mundo que nos rodea, la realidad, como podemos hacernos alguna idea de cómo es Dios. Y, aunque Dios no exista, la Verdad tiene una importancia propia. ¿Quién necesita a Dios para buscar la Verdad, para maravillarse ante el universo? Sólo es a través de la búsqueda de la Verdad como podemos empezar a formarnos un modelo que responda a las grandes preguntas de la existencia, y que las responda de forma real, de forma que podamos crear en nuestras mentes una representación válida del universo y de nuestro papel en él. Si creamos un modelo que nos da tranquilidad, seguridad e incluso felicidad, pero en algún momento renunciamos a seguir perfeccionándolo por temor a que se estropee, ¿no estamos construyendo una casa sobre arena? ¿No estamos, de una forma u otra, encerrándonos en nuestra pequeña, segura y confortable realidad y tratando de aislarla de los ataques, suaves pero persistentes de la Verdad? ¿No nos engañamos a nosotros mismos, aunque sea un poco, no nos volvemos unos fanáticos «de baja intensidad», no viciamos todo aquello que queríamos obtener?
Fue por amor a la Verdad por lo que enfrenté mi fe en Dios a los mejores argumentos que encontré y, cuando Dios desapareció de mi vista, de mi modelo de la realidad, aunque dolió mucho, me quedó la Verdad. Muchas veces he estado tentado de sumergirme en una espiritualidad autohipnótica y recuperar mi vida espiritual donde la dejé; podría hacerlo y podría hacerlo sin problemas. Pero me parece una traición a mi mismo absolutamente inconmensurable. Si Dios existe, alegría; si las cosas son como yo quiero que sean, magnífico. Pero si no son así no cerraré los ojos y apretaré los puños. No puedo hacerlo. Si no estoy cerca de la Verdad, si renuncio a mi relación con ella… la vida no tendría sentido. Prefiero adentrarme en un naturalismo frío y sombrío con los ojos abiertos que ser feliz con ellos cerrados y engañarme a mi mismo con lo que sea. Puedo equivocarme, pero no me engañaré. No conscientemente.
Pero es que hay otra razón. Si Dios verdaderamente existe, Dios ES Verdad. Y estoy absolutamente convencido de que entendería y perdonaría que me perdiera buscándolo y que de hecho prefiere eso a la fe ciega de quien cree que lo ha encontrado cuando, como mucho y si tiene suerte y de verdad ha encontrado algo es solo es una minúscula esquina de Su manto. Quien se conforma con lo que ha encontrado y vive en un constante estado de comunión mística, extático, estático, y renuncia a buscar más y a conocer más puede que tenga una relación con Dios pero creo que esa percepción de Dios es análoga a como una cuchara percibe el sabor la comida. Si mi búsqueda de Dios , que es la Verdad, me cuesta a Dios (en realidad la imagen, el modelo, la idea que tengo de Dios), sea. Povo serán, más polvo enamorado.
En este mundo en el que vivo y en el que no es posible estar seguro de verdad metafísica alguna no me queda nada más que serme fiel a mi mismo. Porque Dios puede que exista, y puede que no, pero la Verdad sí que existe y ¿acaso no es ya de por sí suficientemente hermosa? Zylgrin dice que tengo que parar de dudar en algún momento, Mithur se sonríe y dice que soy el más enconado positivista que ha conocido pero es que ¿acaso me queda otra? Si no puedo estar seguro de nada, al menos lo estaré de mi mismo y de mi compromiso con encontrar la verdad y, en la medida en que lo logre, de intentar ocupar el lugar que me corresponde en el universo, sea el que sea.
Y, en serio, la Verdad es suficientemente hermosa por si misma para compensar cualquier penuria atravesada en su busca. Y puede que nunca la encuentre, pero ella no me abandonará.
Arthegarn____________________ (1) Concretamente en la estructura molecular del ADN de la hierba, en un fotón de alta energía y baja entropía, en las relaciones causa-efecto de la mecánica de fluídos. Supongo que por eso soy gótico, porque veo a Dios en todo eso.
Ya sé que estoy desaparecido, pero es que llevo unos meses de muchísimo trabajo, lo cual, con la que está cayendo, es más de agradecer que otra cosa. No obstante me las he ingeniado para hacer un rato y escribir un articulito, que considero importante, sobre las elecciones europeas.
Hace muchísimos años Mingote publicó una serie de chistes sobre los primeros procesos electorales. El protagonista de muchos de ellos era Gundisalvo, un señor cincuentón con gafas, bigote y pinta de liberal-conservador inofensivo. Sin duda el mejor de estos chistes era uno en el que se veía un cartel electoral con su foto y el lema de la campaña:
VOTE A GUNDISALVO
¿Y a usted qué más le da?
Pues bien, yo quiero pediros que votéis a Francisco Sosa Wagner. Ya sabéis, la cabeza de lista de Unión, Progreso y Democracia. Del partido de Rosa Díez, vamos. Hay muchas buenas razones para hacerlo y, para los que estéis interesados en razones positivas, aquí tenéis el programa (particularmente interesantes propuestas como la 44. la 66, la 73 o los epígrafes 9 y 10 al completo). Pero lo que es obvio es que no se puede votar otra cosa.
La reflexión que me hago es más o menos así. No se puede votar al PSOE porque opino que lo están haciendo rematadamente mal. Pero mal, mal, mal, y si alguien cree que lo están haciendo bien podemos discutirlo con unas sidras. No digo que PetaZeta sea el responsable de la crisis, pero sí que digo que la está gestionando muy mal. A estupideces económicas como el reflotado de Martinsa-Fadesa se une una falta de sentido de Estado incalificable y una sucesión de tomaduras de pelo en forma de globos-sonda para distraer la atención que a mi, personalmente, me resultan insultantes. Yo no puedo votar, por principio, a un partido que opina que los españoles son tontos (aunque lo sean). El PSOE está descartado.
Pero es que tampoco se puede votar al Partido Popular, y eso lo digo yo que soy afiliado desde los años del «Palabra». Independientemente de que esté uno de acuerdo con su programa para las europeas (y yo lo estoy) el hecho es que en casa lo están haciendo igual de mal que los otros. Tampoco quiero convertir esto en una enumeración de los errores, bobaliconadas y majaderías del partido que «lidera» Marianico el Cortoporque creo que saltan a la vista. Y lo siento por Jaime Mayor, que es un político que siempre me ha parecido intachable, pero con cómo está haciendo las cosas el PP a nivel nacional tampoco se le puede votar.
No creáis que me he quedado en el análisis de esos dos partidos. Muchas de las razones que considero buenas para votar a UPyD son las que hacen que considere negativo votar a Coalición por Europa (CiU, PNV y adlateres), y no digamos ya a Europa de los Pueblos, que están más perdidos que el Wally ese. Y en cuanto a La Izquierda… pues si opino que el PSOE lo está haciendo mal opino que estos directamente confunden el movimiento con el avance. Y, por supuesto, la abstención no es una alternativa. A mi lo de abstenerse siempre me ha parecido de una falta de respeto con la historia apabullante. Ha hecho falta muchísimo esfuerzo para que lleguemos a tener un régimen democrático y de derechos como el que tenemos, y renunciar al voto me parece una actitud de niñato de papá que no sabe lo que tiene. De bofetada contínua, vamos. Y, por como está configurado el sistema, votar en blanco es votar PPSOE, conque…
Conque aquí estoy, animándoos a votar a UPD. El domingo pensad que es una buena manera de aplicarle un revulsivo a los dos grandes partidos, sobre todo si érais votantes habituales de uno o del otro (como yo). Es una forma de indicarles que lo están haciendo mal, que no nos gusta, que no creemos en ello y, sobre todo, que empieza a haber alternativa. Si UPD se pusiese al nivel de La Izquierda, por ejemplo, lo que es difícil pero no inalcanzable, tanto PP como PSOE verían que se puede producir una verdadera sangría de votos en las próximas generales y que pueden perder el centro que ahora comparten en favor de Rosa Díez. Y, con un poco de suerte, cambiarán su política y su forma de hacer las cosas hasta un punto en el que deje de dar vergüenza votarles. Animáos y no os quedéis en casa haciendo sillón-ball, que tenéis una posibilidad de ayudar a regenerar el sistema democrático en España.
Así que ya sabéis. Tanto como si es porque os léeis el programa y os gusta como si es porque estáis hartos de los defectos casi endémicos de vuestra formación política habitual, votad aUPD el domingo. Y si no es por ninguna de esas razones, pues hacedlo por hacerme un favor. Al fin y al cabo, y parafraseando a Gundisalvo, «¿A usted que le cuesta?»
Supongamos un universo suficientemente antiguo y con suficiente nivel de entropía…
Supongamos una fluctuación estocástica del nivel de entropía en ese universo que da como resultado (aleatorio) un ente consciente capaz de influir en lo que le rodea…
Supongamos que este ente consciente, primero y único en el universo, es capaz de mantener su cohesión el tiempo sufriciente para aprender a manipular lo que le rodea y crear una zona -un sub-universo- con un menor nivel de entroopía en el que pueden desarrollarse estructuras de alto nivel de organización…
(1) Esto no lo van a haber entendido más que Rusththoughts y Mithur, que deben estar muertos de risa por el suelo.
(2) Probablemente, ni ellos.
(3) Como dice Dennis Overbye, nobody in the field believes that this is the way things really work, however…
NOTA PRELIMINAR: Este es el segundo artículo de una serie de tres. En el primer artículo hice una serie de razonamientos y consideraciones necesarias para seguir el hilo de este, por lo que te recomiendo encarecidamente que lo leas. Si estás siguiendo la saga, probablemente merezca la pena que lo releas antes de embarcarte con la segunda parte. Dicho esto, sigamos.
Decíamos que «Lo que llamamos consciencia es la cualidad que tenemos, a diferencia de los animales, de darnos cuenta de ese tipo de existencia ideal, ultracarnal, ligada al pensamiento, de percibir de que existimos como algo abstracto, separado al resto de la realidad y de poder, por tanto, tomar decisiones que afectan a esa realidad desde un plano distinto. Podemos luego discutir si eso es el alma, el espíritu, o un patrón emergente, pero siguiendo esta línea de razonamiento está claro que, sea lo que sea, está ahí y que eso, y no otra cosa, es lo que soy.»
¿Seguro?
Todo este razonamiento se basa en nuestra percepción. Nosotros percibimos que existimos, que tomamos decisiones y que controlamos nuestro cuerpo, así que debe ser verdad. Sin embargo, todos sabemos que no todo lo que percibimos es cierto. Tanto quienes nos rodean como nuestros propios sentidos pueden darnos información errónea y hacernos pensar que algo inexistente efectivamente existe, los primeros en forma de mentiras o equivocaciones; los segundos en forma de alucinaciones, fantasías, imaginaciones e incluso sueños. Simplemente porque percibamos inmediatamente algo como cierto no podemos derivar necesariamente que sea, efectivamente, cierto. Así pues, ¿cómo podemos estar seguros de que existimos, más allá de porque tenemos experiencia de nosotros mismos?
Preguntas como estas se hizo Descartes en las Meditaciones Metafísicas. Supongo que muchos estaréis familiarizados con Descartes y su obra aunque sea de pasada, pero permitidme decir muy rápidamente que Descartes establece la duda metódica como instrumento para encontrar la verdad, dudar de absolutamente todo, y dudando de todo y pensando que incluso lo que ve y toca podría no ser cierto; podría estar soñando o ser víctima de un genio maligno que le hace ver ilusiones se acaba viendo reducido a si mismo. Y entonces…
«...enseguida advertí que mientras de este modo quería pensar que todo era falso, era necesario que yo, quien lo pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad: «yo pienso, por lo tanto soy» era tan firme y cierta, que no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos, juzgué que podía admitirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que estaba buscando.»
Esta es con diferencia la prueba más famosa, y más importante en la historia de la filosofía, de la existencia del ego, del pensador como fabricante de pensamientos. Todo lo demás puede ser dudoso, pero el hecho es que si dudo, pienso; y si pienso, existo. Pienso, luego existo, cogito ergo sum en su famosa formulación latina. Y este es el primer escollo a superar en nuestro viaje para descubrir que la consciencia es ilusoria, ya que desde luego no lo parece e incluso un filósofo de la talla de Descartes afirmó que no lo era e incluso basó todo su edificio filosófico y epistemológico sobre ella.
Ahora… ¿tenía razón)
Ya mencioné en el artículo anterior que el lenguaje configura nuestra manera de pensar. En general, la comunicación lingüística es algo maravilloso, pero a veces oculta trampas tan, tan imbricadas en la propia meta-estructura del pensamiento que se nos escapan. Consideremos el cogito. Pienso, luego existo. Si mi pensamiento existe, y existe, puesto que lo percibo de forma inmediata, es lógico que existe el actor de ese pensamiento, existe quien piensa, que soy yo. Existe el humo, ergo existe el fuego. No está mal, pero lo que pasa es que no hemos demostrado que no exista el humo sin existir el fuego.
«Pero eso es obvio» me contestaréis. «Quizá no en el caso del fuego y el humo, pero sí en el caso de yo y mi pensamiento. Nadie puede pensar mis pensamientos más que yo, y si existen mis pensamientos existo yo» Y yo os diré que caéis en el mismo error en el que cayó Descartes: estáis dejando que la forma en la que está estructurada vuestra cabeza os lleve a una perogrullada, a un truísmo. En el momento en el que introduces a la primera persona en la frase estás admitiendo que existe y todo el razonamiento que sigue está herido de muerte.
Volvamos al cogito. En latín (y en francés, idioma en el que pensaba Descartes; y en castellano idioma en el que pensáis casi todos) se da la figura de la omisión del sujeto: «Cogito, ergo sum» («pense, donc suis«; «pienso, luego existo»). En inglés, en cambio, no se da, y el error es mucho más aparente; «sI think, therefore I am«: «yo pienso, luego yo existo». El sujeto sale de detrás del verbo y el error se hace aparente: al usar la primera persona («pienso») estás dando por supuesto aquello cuya existencia estabas investigando: Yo. Desproveyamos el cogito de su sujeto y veamos si sigue funcionando
«Se piensa, luego yo existo»
No tiene precisamente la misma fuerza, ¿verdad?. Si vamos un paso más veremos que la utilización del verbo pensar, la sugerencia de la acción, es también errónea. El acto de pensar no es lo que Descartes está observando, lo que percibe es la existencia de los pensamientos en si mismos. Su percepción, en cada momento, le da cuenta de la existencia de un pensamiento (que erróneamente, como hemos visto, el asume como «suyo») y Descartes infiere que si existe el pensamiento ha de existir necesariamente el pensador. Pero en realidad lo que es observable es el pensamiento, por lo que la formulación exacta del cogito sería:
«Este pensamiento existe, luego yo existo».
Como veis, no se mantiene. Al formular el cogito Descartes dejó que la estructura de su pensamiento, articulado en torno a sujetos, acciones y objetos, le tendiera una trampa. Sólo porque gramaticalmente todo verbo requiera un sujeto no se infiere que en el mundo real toda acción requiera un actor. De hecho en el mundo natural la mayor parte de las cosas «pasan»; nadie «hace que pasen». Las piedras caen, pero de eso no se deduce la existencia de un agente inmaterial que las haga caer, simplemente caen porque el Universo está diseñado de esa manera, en otras palabras, porque sí. El hecho irrefutable de que las piedras caigan no implica que las piedras decidan caer, ni que exista un dios de la caída de la piedra cuya esfera de influencia son las piedras de todo el universo.
El mismo esquema se aplica a los pensamientos. Los pensamientos existen, y existen en el plano material, no sólo en el ideal o intelectual. Un pensamiento en concreto en un tiempo t en concreto existe en la forma de unos cuantos kilos de materia ordenados de una forma muy concreta para formar un cerebro en concreto; más unos cuantos microgramos de materia ordenados de otra forma muy concreta para formar una serie de neurotransmisores que, al interactuar con ese cerebro, producirán una serie de impulsos neuroquímicos (en el momento t+1, claro); más los impulsos neuroquímicos que se están produciendo en ese momento t, y que vienen determinados por la situación del cerebro y los neurotransmisores en el momento t-1*. En otras palabras, los pensamientos existen, y existen en el plano material como un estado instantáneo y fugaz de un sistema extremadamente complejo. Pero el hecho de que exista ese sistema extremadamente complejo, ese cerebro, esos neurotransmisores y esos impulsos electroquímicos que interactúan entre sí de acuerdo a las leyes generales que rigen el universo (al igual que las masas de la piedra y de la Tierra interactúan entre si de acuerdo a esas mismas leyes) no implica necesariamente que exista un ente inmaterial que los perciba, produzca o gobierne. Los pensamientos existen porque el Universo está diseñado de esa manera, en otras palabras, porque sí.
Permitidme que lo resuma y repita: el hecho de que existan tus pensamientos no quiere decir que existas tú, o al menos no ese tú inmaterial que crea los pensamientos y toma las decisiones y que buscaba Parménides y que creyó demostrar Descartes. El hecho de que pienses y de que te des cuenta de que piensas no quiere decir que existas, es un truco del lenguaje.
Por supuesto, estamos muy lejos de demostrar que en realidad no existes, que ese «yo» anímico que percibes de forma obvia e inmediata, que es más real que la pantalla que miras y que el artículo que lees y que te ha acompañado toda la vida, que ese «yo» en realidad no existe. Pero si eres capaz de darte cuenta de que el argumento del cogito es lógicamente falso y de que un pensamiento es algo material que puede existir sin un «yo» inmaterial que lo piense exactamente igual que una piedra puede existir sin alma; si eres capaz de aceptar esa posibilidad, (que no pido más ahora mismo que el que te abras a esa posibilidad) y liberarte de los truísmos gramaticales habrás dado el primer paso para liberarte de la ilusión de la consciencia.
Andaremos lo que queda del camino, o al menos hasta donde yo he llegado, en el próximo artículo.
Arthegarn___________ (*) Y, según algunos investigadores, una serie de sucesos cuánticos que hacen que nuestro cerebro no sea un sistema determinista y que cito como nota al pie como venda antes de la herida, aunque en mi opinión la cuestión de si nuestro cerebro es o no determinista no es relevante a la hora de definir qué es un pensamiento desde el punto de vista cerebral.
A raíz de la conversación que mencioné en mi última entrada me veo en la posición, empujado por alguno de mis más vivaces lectores, de escribir un artículo (que me temo que van a ser una serie de artículos) sobre qué es lo que quiero decir con la expresión «esa ilusión a la que llamamos consciencia». Aviso a los navegantes de que esto va a ser especialmente soporífero para los amantes del gothilleo, pero a riesgo de dormiros voy a escribirlo porque, como con el tema de la virginidad de la virgen, espero que estas entradas me puedan servir de referencia en discusiones posteriores.
Lo primero que tenemos que hacer es definir «consciencia». El diccionario, siempre tan útil para eso de definir, nos dice que es el «conocimiento inmediato que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones» o la «propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta». En si mismas esas definciones no tienen nada de malo, de hecho son bastante explicativas. El problema es que caen en el mismo error que el cogito: presuponer la existencia del «sujeto»(1) o del «espíritu»; pero ya llegaremos a eso. Lo que queda claro (creo yo) por las definiciones es que eso que llamamos consciencia consiste en darte cuenta de que existes, de que eres una unidad a lo largo del tiempo, de que hay identidad entre quien fuiste ayer, quien eres hoy y quien serás mañana. Ahora bien, ¿qué es eso que decimos que existe? «Yo», contestará cada uno. «¿Y qué es «yo»?» preguntaré yo.
La primera respuesta, instintiva, es volver las palmas hacia arriba y hacer un gesto rápido que va de las axilas a las caderas mientras se piensa «yo». Este gesto significa una mezcla entre «este que está aquí», «este que te está hablando» y «¿es que no me estás viendo, capullo?» Hace referencia a la integridad y a la obvia presencia física. Es elemental que existo, es de cajón, es física y empíricamente contrastable que existo. Tengo un cuerpo que cualquiera puede ver, tocar y, si no me ducho lo suficientemente a menudo, incluso oler. Existe mi cuerpo ergo existo yo.
¿Seguro?
Uno de los descubrimientos más interesantes que haces cuando hablas más de un idioma es hasta que punto el lenguaje configura el pensamiento. Es un error pensar que tu idioma (cualquiera) tiene suficiente léxico como para describir la realidad en todos sus matices. Por ejemplo, hace unos minutos, comentando en el LJ deTristan Lenfent, me enfrentaba a la tarea de traducir al castellano el verbo inglés «tooutlive«. To outlive X quiere decir «vivir más que X». Podríamos traducirlo, de forma correcta, como «sobrevivir a», pero las connotaciones son completamente diferentes y, de hecho, si yo tuviera que traducir «sobrevivir» al inglés diría «survive» y no «outlive«. Uno sobrevive (survive) a las cosas a través de la lucha, el valor y el esfuerzo; hay una nota heroica en el uso de ese verbo; pero uno «vive más que X» (outlive) a través de la invulnerabilidad, del estoicismo y, a veces, del cinismo. Mientras survive habla de Robinson Crusoe, outlive hace referencia a ese proverbio que recomienda sentarse en la puerta de casa para ver pasar el cadáver del enemigo(2). En español sencillamente no tenemos un verbo apropiado para ese concepto y precisamente por eso no tenemos muy desarrollado el mismo. Podemos explicar a alguien lo que queremos decir para que cree un concepto, pero no lo tenemos en la vernácula y no lo pensamos, no lo utilizamos como herramienta al formar ideas.
Algo semejante pasa con el yo y el cuerpo. Si os fijáis en las expresiones que usamos, el cuerpo es una propiedad del «ser», de la consciencia. Es «mi» cuerpo, no es «yo». Yo «tengo» cuerpo, no «soy» cuerpo. Esta forma de hablar, esta configuración del idioma y razonamiento, sorprendentemente extendida por todo el mundo (o quizá no tan sorprendentemente, como veremos) hace que, de forma completamente subconsciente, estructuremos toda nuestra filosofía y toda nuestra forma de ver el mundo en torno a la figura y la existencia de alguien («yo») que «posee» el cuerpo; en torno a un dualismo entre el cuerpo (poseído) y yo (poseedor). Este dualismo implica necesariamente la existencia del mundo espiritual(3) (o de las ideas, o…) ya que, si quien posee mi cuerpo (yo) es algo distinto a ese cuerpo, que es mi «yo físico», entonces ese «yo» es un «yo no físico», o sea, espiritual (o ideal, o…)
Si no me equivoco ya en Parménides podemos encontrar disquisiciones acerca de la auténtica naturaleza del ser humano. El filósofo griego se preguntaba: «¿Es esto lo que soy? Supongamos que me quitan un brazo, ¿seguiría siendo yo?» «Sí», se respondía. Y a base de quitarse partes del cuerpo o de reemplazarlas por otras, o de imaginarse en el cuerpo de un animal y hacer la misma pregunta y encontrar la misma respuesta, encontramos que desde hace milenios pensamos que «yo» es «algo más» que el cuerpo, lo que implica que el concepto «yo» es distinto al concepto «cuerpo»: una unidad de pensamiento, contínua a lo largo del tiempo, que recuerda el pasado, experimenta el presente y predice el futuro y que, de forma casi accidental (o platónicamente accidental) se manifiesta en el plano físico a través de este cuerpo, y no de otro.
Un paso más y encontramos que el cuerpo (circunstancia) es enteramente prescindible: al igual que «yo» sigo siendo «yo» en un cuerpo que no es «el mío», «yo» puedo ser «yo» incluso totalmente sin cuerpo. Acabamos de descubrir la ψυχή, la psique como algo distinto del cuerpo (σώμα), la idea (ίδεα) de «yo», aquello sin lo cual mi cuerpo es simplemente un cuerpo, pero no yo; idea que no es más que la materialización de la diferencia que veíamos antes entre el «yo» poseedor y el «cuerpo» poseído. Podéis darle el nombre que quéráis: alma, ego, espíritu, psique, pensamiento puro… pero esta línea de razonamiento, esta configuración del pensamiento y el lenguaje implica de forma inmediata que existe algo que soy yo y que va más allá de mi cuerpo; algo que controla mi cuerpo y toma decisiones sobre él. Puede que sea una realidad inmanente e inmortal o puede que esté asociada indisolublemente a mi cuerpo y que desaparezca con él, puede que tenga un origen divino o que sea creada de forma totalmente natural por mi cuerpo, pero está claro que hay «algo» que, aunque incluso aunque esté creado y mantenido por el cuerpo (en la vertiente más naturalista(4) de esta línea de pensamiento) y dependa de él, es distinto al cuerpo y es quien lo controla, quien piensa, quien ve, quien siente. Volviendo a la definición del diccionario de la consciencia, es el «sujeto» que tiene «consciencia de si mismo», es el «espíritu humano» que tiene esta y aquella cualidades. Es ese ente que está detrás de mis ojos, que puedo sentir detrás de mis ojos, recibiendo y procesando información, pensando y expresándose. Es el sujeto de todos mis verbos.
Lo que llamamos consciencia es la cualidad que tenemos, a diferencia de los animales, de darnos cuenta de que existimos de esa forma ideal, ultracarnal, ligada al pensamiento; de percibir de que existimos como algo abstracto, separado al resto de la realidad y de poder, por tanto, tomar decisiones que afectan a esa realidad desde un plano distinto. Podemos luego discutir si eso es el alma, el espíritu, o un patrón emergente, pero siguiendo esta línea de razonamiento está claro que, sea lo que sea, está ahí y que eso, y no otra cosa, quien manda aquí, es lo que soy.
Arthegarn_________ (1) Lo del «sujeto» me resulta particularmente doloroso. Cuando me di cuenta de que la consciencia era ilusoria mi primera forma de verbalizarlo fue «no hay nadie detrás de mis ojos» y la segunda, que aun uso, fue «no hay un sujeto de mis verbos».
(2) Hablando de otra cosa, ¿alguien conoce a ciencia cierta el origen de este proverbio? A mi me lo enseñaron como árabe, pero he leído por ahí que es derivación de otro semejante indio («siéntate a la orilla del río y espera, el cadáver de tu enemigo no tardará en pasar») o incluso chino («siéntate a la orilla del río y verás pasar flotando el cadáver de tu enemigo»).
(3) Nota aclaratoria: no quiero decir con esta frase que el mundo espiritual, o el mundo de las ideas, existan realmente sólo porque la dicotomía que estoy presentando si lo haga. Lo que estoy queriendo decir es que, si esa diferencia entre el cuerpo poseído y el yo distinto al cuerpo poseedor es cierta, el mundo espiritual tiene que existir. El hecho que una forma de estructurar el pensamiento esté muy extendida no quiere decir que sea cierta, como veremos.
(4) Es decir: la que requiere menos elementos sobrenaturales.
Este fin de semana, después de varios años queriendo hacerlo, me acerqué finalmente a una de las fiestas de Dark Sabbat.
Para quien no lo sepa, Dark Sabbat es un club (algunos dicen que el club) de BDSM de Madrid. Seguro que a más de uno le sorprenderá que un hombre de pro como yo, católico y con carné del P.P. de con sus huesos en un antro de BDSM(1), por lo que supongo que habría que aclarar que la historia viene de muy largo. A mi el bondagemás light me ha gustado desde siempre y hace cosa de diez años, a través de esa página tan entrañable para mi que es Shmeng(2), empecé a interesarme por el BDSM en general y por la Dominación / sumisión (D/s) en particular, curiosamente debido a mi faceta de hombre religioso. Cosa muy diferente, por supuesto. es que haya tenido alguien a mi lado con quien poder desarrollar una relación D/s más allá de los juegos de una noche. Quien conozca mis amores de los últimos, digamos, cinco años, se dará cuenta de inmediato de que de parecen mucho más a cinco orquídeas que a cinco rosas. Sin ir más lejos, en la época en la que Dark Sabbat comenzó su andadura, allá cuando el Angst salía en la Guía del Ocio, yo andaba ya con Fridaluna, a quien no creo que nadie se pueda imaginar acercándose a menos de cinco metros de nada que tuviera remotamente que ver con el BDSM. No obstante, y como en aquella época las cosas tampoco estaban tan serias como luego se volvieron, me hice socio y desde entonces vengo recibiendo puntualmente mis invitaciones a sus fiestas y, para mi pesar, rechazándolas una tras otra.
Hasta este fin de semana.
Como Ana no es precisamente Fridaluna (Deo gratias), hacía ya mucho que habíamos hablado de los conceptos básicos de la D/s y llevábamos unas semanas experimentando. Bueno, más que experimentando lo que estábamos haciendo hacía unas semanas era sacarla de la cama, porque en ella llevábamos mucho
Arthegarn en la epoca en la que escribía en Shmeng y casi no sabía de BDSM. Creo que he mejorado con el tiempo…
tiempo practicándola con buenos resultados (no hay más que recordar mi regalo de cumpleaños del año pasado). Primero decidimos quién sería qué (en la cama es muy fácil asumir uno u otro rol, pero fuera no tanto) y Ana quiso someterse y yo la acepté. Luego lo probamos 24/2 y Ana estuvo tan contenta que quiso ampliarlo inmediatamente a 24/7 y desde entonces en ello estábamos, profundizando en la sumisión (qué técnicamente no es D/s sino M/s) con calma y tranquilidad, concretando nuestros gustos y nuestros límites y explorando todo lo que nos ofrecía este tipo de relación. Y entonces, el fin de semana de antes de Halloween recibimos un sugerente mensaje de Chrome (que, a menos que me equivoque, no sabía nada de esto) en el que nos proponía hacer de su cumpleaños «el mejor cumple del mundo» en el Dark Sabbat de este sábado, que se celebraba en la misma fecha.
La idea nos encantó inmediatamente a los dos, no sólo por lo bien que nos llevamos los cuatro sino porque es de todos sabido que en lo que tiene que ver con el bondage las habilidades y conocimientos de Chrome y HK superan con mucho a las de un diletante como yo, con que probablemente aprendiéramos mucho. Así que durante esa semana comenzamos un adiestramiento más serio, discutimos y afinamos el contrato, me compré mi primera correa seria y el mismo sábado le compré a mi esclava un par de regalitos para que los llevara en la fiesta, incluyendo por supuesto un collar serio(3) , y nos fuimos para allá.
Mi esclava, leyendo en la cama una noche como otra cualquiera. ¿A que soy afortunado?
He de decir que al meterme en el taxi estaba bastante nervioso ya que, no habiendo ido a ningún Dark Sabbat, no sabía a qué atenerme. El abanico de prácticas y personas que incluye el BDSM es, en mi opinión, incluso más amplio que el que permite el gotiqueo. En teoría no hay una forma «correcta» de ser gótico y en teoría cada uno hace más o menos lo que le da la gana; pero en la práctica hay mucha hipocresía con el tema y, al final, todo el mundo pone verde a todo el mundo (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) por ser demasiado melifluo, ambiguo, poser o incluso por pasarse de rosca. Pero en el BDSM las cosas no son así y se asume de verdad que no hay una forma «correcta» de practicar esto o aquello(3). Pese a que me considero una persona de mente abierta me preocupaba que no estar preparado para… bueno, para cualquier cosa, carape. Para decirlo con todas las letras me ponía nervioso la posibilidad de encontrarme con una orgía chabacana de cuero, sudor, coca, latigazos y scat. De hecho me preocupaba bastante que mi traje de tres piezas no fuera aceptable, pese a que el dress code del Dark Sabbat solo pedía negro. Y si estaba preocupado por mi estaba el triple de preocupado por Ana, no porque sea una damisela en apuros (para nada), sino porque una mala primera experiencia podía fastidiarlo todo. Toda esta ansiedad se veía, además, acrecentada por el hecho de que finalmente y HK no habían podido venir al estar atareados en la preparación de la inauguración de su restaurante por lo que, independientemente de que les echaríamos de menos, lo cierto es que íbamos completamente a la aventura y sin conocer a nadie en absoluto de un círculo que es, por razones obvias, intrínsiecamente cerrado
Bueno, pues tengo que decir que son escasas las veces en las que mis temores han estado más infundados.
Llegamos a la fiesta puntuales, o sea de los primeros. A medida que nos acercábamos al ático (porque las fiestas son en un ático) me fui tranquilizando y empecé a pensar que era posible que el asunto, después de todo, tuviese clase. Cuando por fin subimos mis temores desaparecieron por completo ante la vista del portero, impecablemente trajeado de negro y rojo, de la decoración, sobria pero no espartana, también
No todo va a ser Castleevents.com y tampoco son 500 euros…
en rojo y negro, elegante y sugerente y del hecho de que estuviera sonando Dead can Dance. En la misma entrada me encontré con Lord Warden, también muy elegante pero sin corbata, que para quien no lo sepa es uno de los organizadores del club y, específicamente, con quien me había puesto en contacto(4) . Tuvo Lord Warden la gentileza de hacernos de cicerone, y nada más entrar se desveló el misterio de la magnífica música que estaba oyendo cuando vi a Arastis en la cabina del DJ (sabía que pinchaba en Dark Sabbat pero no tenía la certeza de que lo hiciera esa noche).
El local de Dark Sabbat es un ático moderno y recién reformado, pintado completamente de negro con detalles de rojo y con una iluminación suave pero no tenue. Hablando mal y pronto, se lo han currado. No quiero aburrir con detalles descriptivos de la sala principal, pero Vieja Bruja y el resto del Core me entenderán si les digo que si existiera nuestro Café des Vampyrs sería así. A los demás les diré que sugiere mucho más Eyes Wide Shut o el Bal du Masque que Sodoma y Gomorra o el Blue Oyster Club. Todo está escrupulosamente limpio, con dos zonas de sofás modulares y mesas bajas y una tercera «de café» y un mobiliario que os garantizo que no ha salido del contenedor más cercano, precisamente. Además de esta zona principal el ático cuenta con una terraza (que en esta fiesta estaba cerrada por obvias razones climatológicas) y dos «salas de juegos»: una mazmorra bien equipada, con algunos adminículos que (no me importa reconocerlo) no tengo ni idea de para qué pueden servir; y una segunda sala más convencional.
Mientras Lord Warden me lo enseñaba todo yo pensaba que es posible que hubiera gente que considerara que la entrada es cara, pero que yo la pagaría gustoso solo por el ambiente, la música y la decoración.
Se impone en este momento dedicar unas líneas para elogiar a los organizadores: el Conde de St.Germaine, Dávide, y Lord Warden, no sólo por que el resultado final de su labor me parece excelente, sino que sus propias actitudes personales lo acompañan. Ya he dicho que yo iba un tanto escamado entre otras cosas porque no conocía a nadie, pero el Conde y Lord Warden realizaron sus labores de anfitriones a la perfección y consiguieron que me relajara en seguida. A Dávide no le conocimos hasta que llegó, unas horas después, pero me pareció un tío simpatiquísimo y, una vez más, sinceramente interesado en nuestra comodidad.
Ya se que quereis fotos de la fiesta, pero como comprendereis esta estrictamente prohibido hacerlas. Conque toma wikipedia.
Pero volvamos al relato. Tras el tour, se sentó con nosotros y nos estuvo dando conversación durante cosa de una hora mientras iba llegando la gente y sonaba la magnífica música que estaba seleccionando Arastis (permitidme otro paréntesis para volver con mi cantinela de que es una vergüenza que haya que salir de la Escena para oír a, por ejemplo, Type-0-Negative sin tener que mendigarlo, es increíble que DJs como él o como Antonio (La Parada de los Monstruos) estén fuera del circuito habitual). A medida que pasaba la noche y la gente iba llegando nuestro anfitrión se excusó para circular entre los clientes, a los que como ya digo se trata más bien como invitados, y Ana y yo nos quedamos solos de ahí en adelante y nos dedicamos a nuestras cosas. En el ámbito personal la fiesta supuso varias revelaciones para los dos: era la primera vez que salíamos de casa como amo y esclava (de forma explícita) y creo que los dos aprendimos muchísimo del otro y de lo que buscábamos y esperábamos de la sumisión. Yo aprendí que mi sierva tiene unas necesidades a las que he de atender y que el camino que lleva hasta el subespacio del esclavo es largo y debe recorrerse delicadamente. No me cabe duda de que a quien todo esto no le suene a chino mandarino le resultará una obviedad lo que acabo de decir, pero por razones que explicaré en un próximo artículo en abierto(5) a mi me resulta(6) tan sencillo entrar y salir del subespacio como ponerme y quitarme un collar y daba por hecho que para todo el mundo debía ser más o menos igual de fácil, olvidándome de que es muy fácil entrar y salir de una habitación cuando sabes donde está. Respecto a mi esclava, ya contará ella lo que aprendió si le apetece.
La noche pasaba y la fiesta se iba animando. Yo la verdad es
Un flogger o latigo de colas. No confundir con un flagelo o una fusta.
que estaba como en casa rodeado de un montón de gente que, vestida o desvestida, destilaba savoir faire mientras iban a lo suyo. Frente a nosotros un ama y sus amigas cubrían la espalda de un esclavo, semidesnudo y de hinojos, con cera caliente para luego arrancársela con látigos de colas. A la derecha un grupo de dos o tres parejas bien entradas en los cuarenta hablaban de técnicas de dominación y de cómo reconocían su uso en discusiones de negocios y relaciones de oficina. A nuestra izquierda otra ama pinzaba los pezones de su siervo para retirarlas luego con precisos latigazos, todo ello en un ambiente que, aunque haya gente que no me crea, estaba impregnado de buen rollo, de cordura y de joie de vivre. En las fiestas de Dark Sabbat pasan cosas muy curiosas, algunas de las cuales en otras circunstancias (e incluso en ausencia de las mismas) yo tildaría de enfermizas, pero lo cierto es que a mi no me parecía que el esclavo a quien le estaban poniendo un bocado(7) de cuerda recién anudado ni el ama con el corsé de látex y las tetas al aire que se lo estaba poniendo estuvieran enfermos, ni que el distinguido caballero de unos 50 años al que estaban dando una azotaina de aupa con palas en la sala «convencional» necesitara un psiquiatra o un confesor. Me pareció un grupo de gente extraordinariamente viva y que compartían aficiones y modos poco ortodoxos de disfrutar de la vida y que habían desarrollado el erotismo a espacios y prácticas muy poco convencionales. Pero yo no veía perversiones sexuales. Veía, insisto, erotismo, del griego ερως, que significa amor. Poco convencional, sí, pero os garantizo que había en esa fiesta más afecto y más respeto que… que en Myspace, por decir algo.
Si algo nos soprendió fue la edad moda de los participantes. Supongo que, estando como estamos acostumbrados a ver gente joven (y jovencísima) en la escena ataviados con elementos propios del BDSM (sobre todo collares de esclavo) esperábamos ver muchos más veinteañeros. Pero no, la verdad es que las edades parecen repartidas de forma sorprendentemente uniforme entre los 20 y los 50 años. También me sorprendió, aunque mucho menos, la absoluta ausencia de góticos en Dark Sabbat. La verdad es que Lord Warden y yo ya habíamos comentado el tema en alguna otra ocasión, como a él le había soprendido el escaso o nulo interés de la comunidad gótica por el BDSM de verdad, más allá de la llevanza de algunos adminículos y de algunas prácticas más vainilla que otra cosa. Supongo que a mi no me extrañó tanto habida cuenta de la cantidad de gente que ha leído a Baudelaire, ustedes me entienden…
La verdad es que en la escena son comunes accesorios… y actitudes.
Ana y yo nos fuimos, después de «jugar» cosa de una hora y de degustar unos ibéricos que nos ofreció Dávide sobre el cuerpo de «su perrita». Se había tirado cosa de cuarenta minutos envolviéndola en alambre y colgando el cátering con pinzas sobre su cuerpo desnudo, hablando con ella todo el tiempo y mirándola de una forma que me recordaba poderosísimamente a como hablas con un caballo para tranquilizarlo mientras lo ensillas; probablemente él no se diera cuenta pero yo le estaba mirando de vez en cuando desde mi propio juego, fascinado con su técnica. A las cuatro y media, y con la fiesta en plena ebullición, nos volvimos con una alegría en el cuerpo soberbia y, eso sí, lamentando que no se hubieran venido HK y Chrome, con quienes sin duda la noche hubiera sido aun más memorable.
No me cabe duda de que repetiremos en las fiestas de Dark Sabbat, que por su horario se me antojan una magnífica forma de seguir la noche cuando cierran el 666. A los que me leéis, si sois aficionados a alguna de las prácticas que componen el BDSM no puedo menos que recomendároslo. No es barato, pero os garantizo que ofrece una excelente relación calidad-precio. Si no lo sois y simplemente tenéis curiosidad no sé que deciros, pero lo mejor sería que os pusiérais en contacto con alguno de los organizadores, que insisto en que son gente absolutamente encantadora, y que siguiérais sus recomendaciones. Y a los que no estéis interesados para nada en todo esto, pues un abrazo, gracias por léetrme y que sigáis disfrutando de vuestras vidas, vuestros cuerpos y vuestro erotismo como os da la realísima gana. Igual que hace la gente de Dark Sabbat. Al fin y al cabo todos sois gente interesante.
Cum Deo;
Arthegarn
__________________________ (1) A pesar de que, estando esta entrada restringida como está a friends, debería haber muy poca gente a la que le sorprenda, quizá a Mercherokee que me conoce sobre todo del trabajo, o a , que igual tiene la idea de que soy un conservador retrógrado a ultranza por como nos conocimos, o a mi hermano pequeño adoptivo un poco por lo mismo…
(2) Pienso sobre todo en Devin, Callei , Shade, Bettie_X, Rayce, Rogue y MRD, ( a quien sigo leyendo). Y no puedo menos que acordarme, aunque no tenga nada que ver, de mi queridísima Schizo, de quien Penélope llegó a tener celos y no voy a decir que sin razón
(3) Lo de la seriedad lo digo porque en realidad ya teníamos collar y correa. Los habíamos comprado en Gijón la víspera de la boda de Chrome y HK, pero a mi me la correa me parecía una mariconada impresionante y con muy poco alcance y el collar, además de ser demasiado alto para resultar cómodo, estaba pensado para Chewbacca y no para el lindo y delicado cuello de mi esclava.
(4) La primera vez que acudes a Dark Sabbat tienes que ponerte en contacto con un organizador que (si lo considera apropiado) te mete en lista y te da la dirección, estrictamente confidencial, del club.
(5) Debería decir resultaba, claro..
(6) Que tengo pensado desde hace una semana y que titularé algo así como «Oración, hipnosis y BDSM»..
(7) Instrumento que se compone de embocadura, camas y barbada, y que sirve para sujetar y gobernar las caballerías..