La Ilusión de la Consciencia (IV)

NOTA PRELIMINAR: Este es el cuarto y último artículo de una serie encadenada. Si llegas aquí de primeras deberías leerlos para aclarar algunos conceptos y comprender el objetivo de la disertación y el camino que nos ha traído hasta aquí. Si estás siguiendo la saga ya puedes saltar de alegría ante su tan esperado final.

Hablábamos en el último capítulo de la asignación de intencionalidad (la idea de que cuando algo -como una catedral, un termitero o esta larga disertación- parece hecho con un objetivo o siguiendo un plan es porque, existen ese objetivo, ese plan y sobre todo todo un agente que lo ha organizado todo y sabía lo que estaba haciendo) y decíamos que es universal, que ocurre a lo largo y ancho de la especie y la historia humanas. Me siento tentado de contaros, como introducción, la conmovedora historia de Percival Lowell, el astrónomo más estudió los canales de Marte, y sus implicaciones, pero no quiero alargar esto más de lo imprescindible así que os dejaré con la conclusión de Carl Sagan: En el fondo, Schiaparelli tenía razón: los canales que observaba en Marte implicaban la existencia de vida inteligente. En lo único en lo que se equivocó es en a qué lado del telescopio estaba la inteligencia.

Volvamos de nuevo al origen de la vida, la evolución de la vida inteligente y nuestras amigas las termitas, gigantescos “robots” construidos de acuerdo a los “planos” contenidos en sus genes y “programados” por esos genes para que reaccionen ante los estímulos del medio de una forma automática que maximiza las posibilidades de que esa cadena genética en concreto se multiplique y perpetúe. En los animales superiores las cosas funcionan de forma muy parecida, con la principal diferencia de que los genes ya no “mandan”(1) de forma tan obvia.

La evolución por selección natural nos demuestra que los genes cambian y dan como resultado individuos mejor adaptados al ambiente, pero esos cambios adaptativos se producen aleatoriamente(2) y, como mucho, una vez por generación, necesitando de hecho varias generaciones para consolidarse. No obstante, si los genes fueran capaces de crear un órgano capaz de cambiarse a si mismo dentro de la vida del organismo que “pilotan”, este órgano podría adaptarse al medio muchísimo más eficientemente que los genes y dar inmensas ventajas a los genes que contengan ese “plano”; la diferencia sería más o menos la misma que hay entre un libro y un ordenador capaz de propgramarse a si mismo…

Bien, como habréis imaginado ese órgano existe y es el cerebro (3).

A medida que vamos ascendiendo en la cadena evolutiva vemos animales cada vez más complejos, más rápidos, más adaptados al medio, con cerebros más grandes y útiles y reacciones menos predecibles que las de una termita o una ameba. Pero ¡ojo! El hecho de que el comportamiento de un perro sea menos predecible que el de una termita no quiere decir que no responda a una serie de procesos automáticos análogos a los de la termita; lo que ocurre es simplemente que esos procesos son tan complejos que no los entendemos. De la misma manera que una termita no sabe que es parte de un complejo sistema que está creando un arco, una neurona no sabe que es parte de un complejo sistema que está viendo un matorral, o intuyendo un tigre, o dando la orden de salir por patas… o creando un pensamiento. Lo que nos lleva de vuelta al inicio de la saga.

El hecho de que exista el pensamiento no quiere decir que exista el pensador, de la misma forma que el hecho de que existan castillos de termitas no quiere decir que exista un arquitecto termita, ni una entidad colectiva que es consciente de que está construyendo un castillo. Todo son, simplemente, cosas que pasan. Complejas, maravillosas, pero cosas que pasan.

“Eh, un momento”, me diréis. “Hay una diferencia fundamental entre mi cerebro y una colonia de termitas y es que aunque la colonia no sea consciente de si misma yo sí lo soy; de mi y de mi mente y de la diferencia entre ambas cosas. Si tu analogía fuera válida yo no sería consciente de mis pensamientos, (el “arco” que están creando mis “ternitas”) ni de mi mismo, solo del medio que es lo importante para los fines de los genes. Pero cuando yo me miro a un espejo me veo y sé que soy yo.

Bien, eso es relativamente cierto. Como ya hemos establecido, nuestro cerebro no funciona analizando exhaustivamente la realidad para extraer de ella toda la información, separar la relevante, extraer conclusiones y ordenar acciones a los músculos. Funciona tratando de anticipar, de adivinar esas conclusiones lo antes posible incluso con información incompleta y eso lo hace resumiendo la realidad, creando imágenes, modelos, simplificaciones. Permitidme un ejemplo: hay una leyenda que dice que los reptiles no ven los objetos que no se mueven, es totalmente falsa. Sí que los ven, los fotones impresionan la retina y el nervio óptico manda impulsos al cerebro se mueva el objeto o no, lo que pasa es que su cerebro no les da importancia y los descarta. Los reptiles funcionan con un modelo de la realidad simplificado en el que solo existen las cosas que se mueven porque solo las cosas que se mueven son relevantes. Como diría Pratchett, el universo del reptil está cuidadosamente dividido entre cosas (a) con las que copular (b) que comer, (c) de las que huir, y (d) piedras; así que estas últimas, como si no existieran. El reptil se comporta como si no viera lo que no se mueve, pero sí lo ve, lo que pasa es que no le importa. Pero como su comportamiento es indistinguible de si no lo viera la narrativa más sencilla, que es la que nos cuentan y la que nosotros contamos a otros es que no lo ve.

El cerebro humano (y el de algunos animales) funciona de forma muy semejante aunque muchísimo más compleja e incluye entre sus modelos el crucial concepto de “agente”, que es un ente identificable a lo largo del tiempo y que tiene interactúa con nosotros. Este concepto también se desarrolla evolutivamente, en el sentido de que el cerebro que es capaz de procesar la información a través de agentes tiene ventajas sobre el que no lo hace y la razón de esta ventaja es que la agencia nos permite identificar a un individuo a través del tiempo y de esa forma saber, por ejemplo, si nos ha atacado antes o ha colaborado con nosotros y poder predecir con mayor fiabilidad que hará en el futuro. Por ejemplo, el perro de Ana, Freddy, para mí es un agente: le identifico como el mismo a lo largo del tiempo, sé qué puedo esperar más o menos de él, como puede influir sobre mi y como puedo influir yo sobre él. Y para Freddy, por cierto, animal dotado de un cerebro lo suficientemente desarrollado, también yo soy un agente: sabe que cuando le digo que se siente se tiene que sentar mientras que a otros les puede ignorar tranquilamente, y sabe que si me pide comida lloriqueando no se la voy a dar mientras que si me la pide con la pata… a lo mejor. La agencia, la identificación del “otro” a través del tiempo es terriblemente útil porque nos permite influir sobre otros agentes con mecanismos estímulo-respuesta, premio-castigo; y está tan imbricado en nuestros cerebros que es lo que nos hace darle una patada al hardware cuando se estropea el software. Nuestro cerebro, como órgano, no sabe que el ordenador no está vivo y que no responde a esos estímulos. A nuestro cerebro eso le da lo mismo, al igual que no se para a pensar en P-zombis: si tiene pinta de ser un agente es un agente y ya está; el modelo funciona mejor y más eficientemente sin meterse en complicaciones.

Como habéis visto en el ejemplo de Freddy, por cierto, no es necesario ser consciente para asignar agencias en nuestro entorno. La agencia tiene que ver con reconocer a los demás y prever lo que harán, no con reconocernos a nosotros mismos. Los mecanismos automáticos y predecibles en el cerebro de Freddy están condicionados(3) para reaccionar de una manera cada vez que yo digo algo y de otra manera cuando lo dice otro, pero sigue sin haber nada especial en el cerebro de Freddy, nadie “a los mandos”, ningún sujeto de sus verbos que toma las decisiones. “Sólo” hay un cerebro maravillosamente complejo con una programación indeciblemente compleja, pero que al final sigue funcionando automáticamente y que asigna a determinadas entidades una agencia, una identidad a lo largo del tiempo, la tengan (como yo) o no la tengan (como el ordenador). Lo importante es que “los demás” “hacen cosas” “porque quieren” y que esas “querencias” pueden ser definidas y catalogadas en otros modelos llamados “personalidades” e incluso modificadas para que los agentes hagan “otras cosas” que son placenteras (como las golosinas o los mimos).

El modelo de la realidad evoluciona entonces para incluir la personalidad y responsabilidad del agente. Así, algunos individuos tienen características tal que si yo les rasco la espalda luego ellos me la rascan a mi, y otros hacen justo lo contrario: les rasco la espalda y pasan de mi. Ese tipo de rasgos definen, en un primer momento, la presonalidad, y la evolución apoya los cerebros que, cuando se enfrentan a un egoísta, no vuelven a prestarle atención. Si yo le rasco la espalda a alguien (o le despiojo, o le doy parte de mi comida) más me vale hacerlo con alguien que luego hará lo mismo conmigo, con un simbionte, y no con alguien que no lo hará, con un parásito. Eso hace que perciba la compañía de ciertos individuos como deseable, y que me sienta bien estando junto a cierta gente que me va a proteger a cambio de mi protección. Definimos así personalidades más o menos atractivas en función de lo que reportan de vuelta al modelador por sus esfuerzos. Con un mecanismo idéntico, si alguien nos pega con un palo y nos quita la comida, los cerebros que le hagan responsable a lo largo del tiempo y se protejan cuando le vean venir (o vayan a buscar un palo más grande y luego no se olviden de lo que iban a hacer) tienen ventaja frente a otros, no solo porque tienen mayores posibilidades de volver al status quo ante sino porque si le rompo la cabeza a quien me pegó con un palo existen muchas menos probabilidades de que vuelva a hacerlo porque sabe lo que le espera. Y el modelo de la realidad se vuelve cada vez más complejo, con amigos, enemigos, gente en la que se puede confiar, actividades que es mejor hacer con este que con aquel…

Y, finalmente, llegamos a un cerebro cuyo modelo de la realidad es tan elaborado que incluye un modelo del modelador (y no creo que sea necesario explicar las ventajas evolutivas de esto). Aparece entonces la consciencia, el ser humano, cuyo cerebro modela la realidad “como si él existiera”, sin que sea relevante si verdaderamente existe o no, y que como a todos los entes semejantes asigna la categoría suplementaria, adicional, de agente. Y con la agencia viene la asignación de una personalidad, de unas características, de una identidad. Primero fueron los demás, ahora somos nosotros mismos. La forma más sencilla que tiene uno de modelizar a los demás es crear una identidad, llamada “Papá” o “Mamá” o lo que sea, y asignarle unas características de acuerdo a la observación; la forma más sencilla de modelizar nuestra existencia es mirar alrededor, ver a Papá y Mamá y concluir que nosotros también existimos, que también somos agentes, que también controlamos nuestros actos como ellos controlan los suyos.

Pero en realidad no es así. Es solo una ficción, una simplificación, un modelo útil. Al igual que el ordenador con el que me cabreo no es un agente aunque a mi cerebro se lo parezca, yo mismo no lo soy. Y no lo soy porque tampoco lo son Freddy, ni Ana, ni Papá ni Mamá. Somos organismos vivos, maravillosamente complejos que aparentamos tener personalidades y tomar decisiones y a los que es útil y simple considerar como dotados de personalidades y de libertad para decidir y de responsabilidad por nuestros actos. Pero en el fondo, en realidad, no somos más que hermosos termiteros, construidos por termitas que no saben ni lo que hacen ni por qué y que, cuando se miran en el espejo, se creen la Sagrada Familia.

No hay nadie a los mandos, nadie tras nuestros ojos tomando decisiones. Nuestros pensamientos no tienen pensador. No hay agente. No hay yo. Son conceptos que inventamos a lo largo de los milenios para simplificar la realidad de una forma que se nos hiciera comprensible y son conceptos bonitos y útiles pero, en el fondo, en realidad, son falsos.

What you see is all there is.

Arthegarn_______________________________________
(1) En realidad los han dejado de “mandar” mucho antes desde el punto de vista evolutivo: todo sistema nervioso, incluso el más simple, es básicamente el organismo reaccionando más deprisa de lo que los genes pueden reaccionar y, por tanto, “quitándoles control”. Las termitas no tienen cerebro como tal, pero a estos efectos su sistema nervioso hace las veces del mismo. El hecho de que su “programación” sea más obvia que la de, por ejemplo, un perro, no quiere decir esa programación no exista y que por tanto los genes no tienen ya control directo.
(2) Es importantíismo esto de que los genes mutan aleatoriamente. El error más común al entender la evolución por selección natural es precisamente la asaignación de intencionalidad a la misma, la concepción de que los genes cambian «para» adaptarse al medio. No es así. Cuando se produce una mutación en general es negativa y el ser producto de ella muere o queda estéril, pero algunas mutaciones mejoran el fenotipo, lo hacen más eficiente y competitivo y hacen que ese genoma se reproduzca más, eventualmente sustituyendo al modelo original. Pero no caigais en el sesgo cognitivo de la historia de éxito: el hecho de que la evolución solo os enseñe a los mutantes ganadores no quiere decir que todas las mutaciones mejoren la especie y muchísimo menos que los genes muten «para» adaptarse al medio. Es pura suerte. Somos el producto de 3.000 millones de años de muchísima suerte.
(3) En realidad cogerá el más útil, es decir, el que para igual cantidad de recursos invertidos produzca mejores resultados teniendo siempre en cuenta que los resultados se miden en progenie. Vuelvo a decir que esto es muchísimo más complicado de cómo lo cuento, la mejor forma de verlo y entenderlo en serio es mediante modelos matemáticos.
(4) Nota particularmente para los frikis de las ciencias: la única razón por la que escribo aquí “condicionados” en vez de “programados” o “determinados” es que no está demostrado que determinados sucesos cuánticos que suceden en los microtúbulos de las neuronas no tengan una influencia relevante en si esa neurona se “dispara” al recibir un estímulo determinado de las neuronas circundantes o no. En el primer caso nuestro cerebro sería un sistema determinista y determinable (sería hipotéticamente posible adquirir suficiente información como para predecir exactamente qué va a hacer en cada momento), en el segundo sería un sistema determinista pero indeterminable (sería imposible saber qué va a hacer exactamente en momento alguno con toda certeza porque el funcionamiento del sistema sería parcialmente aleatorio). En cualquier caso la conclusión es
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Para saber más:
• Sobre evolución por selección natural, El Gen Egoísta (1976, edición anotada y corregida de 2006), que también tiene mucha información sobre etología y “psicología” animal y, sobre todo, El Fenotipo Extendido (1982) del biólogo Richard Dawkins.
• Sobre la relación y comunicación entre genes y mente, El Error de Descartes (1994, edición revisada de 2011) del neurólogo y filósofo Antonio Damasio.
• Muchas de las ideas sobre la relación y diferencia entre mente y cerebro están mucho mejor desarrolladas en La Conciencia Explicada (1991) y La Evolución de la Libertad (2003) del filósofo Daniel Dennett. También de Dennett, pero para entender la evolución por selección natural, La Peligrosa Idea de Darwin (1995).
• Sobre el mismo tema, La Nueva Mente del Emperador (1989) del matemático Roger Penrose. El lector con suficiente base puede saltar a la parte X, pero a todo el que no tenga un máster en una disciplina científica le recomiendo muy encarecidamente que se arme de paciencia y se lea el libro entero, va a aprender una burrada de forma muchísimo más amena de lo que espera.
• Lo de los arcos de las termitas lo saqué, como muchas otras cosas, del maravillosa Gödel, Escher, Bach, un Eterno y Grácil Bucle (1979, Pullitzer en 1980) del también matemático y divulgador Douglas Hoftstadter. Aproximadamente a mitad de este libro uno se da cuenta de que el mundo se divide entre los que se lo han leído y los demás.

La Ilusión de la Consciencia (III)

NOTA PRELIMINAR: Este es el tercer artículo de una serie que dejé inconclusa en 2009. Si llegas aquí de primeras deberías leerlos para antes (aunque no es imprescindible) para aclarar algunos conceptos y comprender el objetivo de la disertación. Si estás siguiendo la saga… pues perdona por el retraso.

Decíamos ayer que el argumento del cogito cartesiano es lógicamente erróneo y que el hecho de que existan mis pensamientos no quiere decir que exista un “yo” inmaterial que los piense, rebatiendo el argumento filosófico más popular para probar la existencia del pensador-agente. Pero por supuesto, esto no demuestra que el pensador no exista, estamos muy lejos de eso. Simplemente demuestra que una prueba de su existencia es errónea, pero estamos muy lejos de evidenciar la inexistencia de la conciencia individual, de la que todos una experiencia íntima y directa. “Yo” existo y eso es obvio; antes nos resultaría más creíble que nos dijeran que todo lo que sabemos y percibimos es en realidad una ilusión, que vivamos en Matrix, que el que nos digan no existamos como agente pensante, que “yo” no estoy detrás de mis ojos, pensando mis pensamientos y tomando mis decisiones. Así pues, ¿qué puede llevar a Arthegarn a decir que la consciencia , esa percepción inmediata de uno mismo, es en realidad una ilusión?

Empecemos por ahondar en cómo funciona nuestro cerebro y, en concreto, en el campo de las ilusiones. Descartes escribió las Meditaciones Metafísicas al calor de la chimenea, sentado en un sillón, con su bata puesta y su coñac, pero por acercar la filosofía a las masas, estoy seguro que alguna vez os habréis sentado en la taza del váter y, mientras estáis a lo vuestro y bastante aburridos, habéis el gotelé frente a vosotros y habréis visto caras aparecer de la pared. No como las caras de Bélmez o en plan peli de miedo sino como si esas gotas sugirieran una caras que vuestro cerebro termina de montar. Es un fenómeno universal, muy estudiado por la psicología, llamado pareidolia, consistente en que nuestro cerebro toma percepciones vagas y aleatorias y les otorga significado. Y no es solo el gotelé, la pareidolia nos hacer ver caras en todas partes, y formas en las nubes, y tendencias en el IBEX. Realmente no están ahí, son ilusorias, pero las percibimos de cualquier modo. Hay una razón para este efecto y es una razón evolutiva: nuestro cerebro no evolucionó para analizar exhaustivamente la realidad  y encontrar la Verdad absoluta (aunque podamos usarlo para eso), sino para el mucho más mundano propósito de sobrevivir, reproducirnos y que nuestra progenie sobreviva y se reproduzca.

Imaginad hace unos cuantos millones de años dos pequeños mamíferos dotados de pequeños cerebros que están tranquilamente al sol cuando oyen un ruido en un matorral cercano. Los dos miran a ver qué ha causado el ruido y entre el follaje ven una forma difusa difícil de definir. El cerebro de uno de ellos coge esa forma difusa, le da contenido (“¡un tigre!”) y sale corriendo; el cerebro del otro, más meticuloso, busca más datos para elaborar una respuesta correcta y evitar equivocarse… y para cuando ha terminado su análisis es almuerzo de un tigre. El animal dotado de un cerebro que imaginó el tigre donde en realidad no lo había visto sobrevivió y tuvo crías con cerebros parecidos, el otro no. La evolución determina que hayamos desarrollado el tipo de cerebro que funciona con pareidolia, es un instrumento de supervivencia, una ventaja frente a quien no la tiene. Todos nuestros cerebros, y no solo los de nuestra especie sino todos los del planeta, funcionan de la misma manera en este sentido. Aunque la información sea incompleta, aunque de vez en cuando se equivoque, el que se equivoca en ver un tigre donde no lo hay vive para volver a equivocarse, pero el que se equivoca en no verlo donde lo hay, no(1)

Este suceso no se da solamente en el estadio de desarrollo del ejemplo, sino en ancestros muchísimo más remotos. No solo desde que se empieza a desarrollar un cerebro propiamente dicho, sino desde que se empieza desarrollar la vida autónoma, animal, semoviente, quien reacciona más deprisa tiene una ventaja, que es por lo que tenemos cerebros. Una ameba, por ejemplo, reacciona automáticamente a los estímulos tan deprisa como puede de acuerdo a una programación, extremadamente sencilla, determinada y desarrollada por sus genes. Una ameba no es más que la forma que tienen los genes de la ameba de hacer copias de si mismos. Para que nos entendamos, los genes de la ameba llevan codificados una especie de “robot” biológico, que les sirve a la vez como transporte y como protección, y que les da más posibilidades de copiarse que a las cadenas de ADN que no son capaces de desarrollar estos robots.

Una ameba reacciona a sus estímulos de forma independiente y distinta a como reaccionan sus genes. Los genes no saben hacer otra cosa más que copiarse, pero una ameba, por ejemplo, siempre se dirigirá a la zona de la placa Petri que tiene mayor concentración de glucosa. Como ser carente de cerebro debería estar claro que no está decidiendo hacerlo: una ameba se mueve respondiendo a instrucciones extremadamente simples que le hacen comportarse siempre de una forma determinada; instrucciones (esto es muy importante) que no están escritas en el genotipo de la ameba sino en su fenotipo. No son los genes de la ameba los que “deciden” buscar glucosa, “conduciendo” la ameba como quien condice un coche; los genes (sin voluntad ni mente) han construido una máquina (sin voluntad ni mente) que tiene la característica de que siempre va hacia la glucosa.  Pero no hay volición en absoluto en una ameba, se comporta así porque está físicamente determinada para comportarse así, no hay mente ni libertad ni alternativa alguna. Existe la tentación de asignar a la ameba algún tipo de volición rudimentaria, ya que la vemos comportarse de una forma, hacer cosas como si supiera qué le conviene. Bien, no es cierto. Al igual que un espejo es capaz de reflejar imágenes muy complicadas a través de un proceso físico muy simple y totalmente determinista (2) una ameba puede comportarse de forma aparentemente inteligente, pero no es más inteligente, ni tiene más libertad a la hora de decidir qué hacer, que la que un espejo tiene a la hora de decidir qué reflejar.

Este tipo de programación automática y determinista puede verse igualmente en animales muchísimo más desarrollados que una ameba y que tienen comportamientos infinitamente más complejos, pero no por ello menos predeterminados, que una ameba. Consideremos, por ejemplo, a las termitas. Una termita tiene un rango de libertad, de cursos posibles de acción, increíblemente mayor que el de una ameba, pero eso no quiere decir que tenga intencionalidad –es decir, capacidad para elegir dentro de ese rango de libertad en función de un objetivo- ni en su mínima expresión. Sus acciones están tan programadas y predeterminadas como las de la ameba, y siguiendo el mismo procedimiento. Una termita responde a una serie de instrucciones muy simples, inscritas en su sistema nervioso de forma parecida a cómo los circuitos impresos de una máquina(3) determinan su funcionamiento. Por ejemplo, una instrucción puede ser “si no estás haciendo nada, baja a la cámara inferior y coge un poco de arcilla”, otra, “si llevas arcilla ve hacia arriba hasta que la temperatura sea X”, otra “si la temperatura es X y detectas que otra termita ha pegado su pegote de arcilla cerca, pega el tuyo encima”, otra “si estás trepando para colocar tu piedra y detectas que otra termita ha colocado una piedra cerca pero no en vertical, coloca tu piedra lo más cerca posible de esta segunda”, etc. Y así, sin saber lo que están haciendo, sin saber ni siquiera que existen, respondiendo a programa un codificado en sus genes y escrito en sus sistemas nerviosos, las termitas construyen arcos y levantan la Sagrada Familia.

Y es que al observar la vida y obra de los insectos sociales surge en nosotros la idea de que es imposible que construyan sus hormigueros, colmenas y termiteros sin tener la más mínima idea de lo que están haciendo. Una obra tan compleja parece diseñada por alguien y quizá, aunque individualmente los insectos no tengan consciencia, en colonias desarrollen algún tipo de inteligencia colectiva que les da la capacidad de concebir y ejecutar estas obras que requieren de tanta coordinación y que a un ser humano le costaría diseñar. Pero en realidad no es así: ni la termita tiene consciencia ni decide nada, ni la colonia tiene consciencia ni decide nada. La presencia de otras termitas afecta al comportamiento de la termita individual exhibiendo conductas que no exhibe en soledad, pero eso es todo, y es parte de su programación como hemos visto. El hecho de que una acción o una obra parezcan ejecutados por un ente inteligente y consciente de lo que hace no implica que verdaderamente sea así. No obstante la asignación de intencionalidad, la idea de que las termitas tienen que saber lo que están haciendo o no serían capaces, también es un fenómeno universal, parecido aunque muy superior a la pareidolia, que es crucial para nuestro tema y del que hablaremos, junto con de la función y funcionamiento de los cerebros y las diferencias entre cerebro y mente, en el próximo capítulo.

(Continua.)

Arthegarn
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(1) Todo esto es, en realidad, muchísimo más complicado pero detallar pormenorizadamente cuales son exactamente los mecanismos evolutivos que llevan a la pareidolia y que determinan (por ejemplo) qué grado de la misma es el aconsejable y cual no (si saliéramos corriendo cada vez que vemos un matorral no ganaríamos para sustos, por ejemplo) excede con mucho el ámbito de este artículo. En particular quiero hacer notar que la evolución por selección natural no es determinista como la estoy describiendo, ese ejemplo es ilustrativo nada más. En realidad siempre deberíamos hablar de probabilidades: de unos genes que llevan codificado un cerebro con una estructura morfológica tal que es más tendente a la pareidolia que los demás, que da a su poseedor mayores posibilidades de supervivencia y reproducción y que por tanto tiene más probabilidades de fijarse en la cadena genética. Por el mismo proceso no se fijan en la cadena genética los genes que producen cerebros que tienen demasiada tendencia a la pareidolia e imaginan una realidad errónea demasiado a menudo y hacen que el animal salga corriendo cuando no debe demasiadas veces,, malgastando los recursos y reduciendo sus posibilidades de supervivencia. En términos estrictos, en el proceso de evolución por selección natural nunca podemos decir que un cambio se produjo “para” algo, simplemente se produjo, resultó útil en ese momento y se fijó en el ADN.
(2) La “intencionalidad” de la evolución (esa tentación de poner el “para”) es otra de las características de la mente humana, muy parecida a la pareidolia, y que veremos más adelante.
(3) Técnicamente, de una máquina no reprogramable.

Recuerdos y planchazos

Hoy, día internacional de la mujer trabajadora, quiero compartir un recuerdo de cuando era adolescente.

Tenía yo unos catorce años, debía de acabar de entrar al instituto, y una mañana de sábado en la que mi hermana Eva y yo estábamos estudiando (bueno, ella muy probablemente estaría estudiando, yo estaba preparando la partida de D&D de la tarde, de eso sí que estoy seguro) tuvimos una bronca de esas de hermanos porque decía que la música que estaba poniendo (Reinzi) no le dejaba concentrarse. Como, de cualquier manera, yo no tenía ninguna gana de seguir encerrado en el cuarto, tras los siete gritos de rigor que se tienen que pegar dos hermanos adolescentes que comparten cuarto, máxime si son de distinto sexo, quité la música, cogí mis papeles y me fui dando un portazo. Como misplanchar[1] otras hermanas estaban en la salita y mi padre leía en el salón (y, en cualquier caso, era muy pronto para poner la tele, que en mi casa no se ponía hasta el medio día) me fui a la cocina donde me encontré a mi bendita madre planchando.

Saludé, me senté en el banquito, puse mis papeles sobre la mesa pero, como en realidad estaba a medias entre aburrido, furioso y hormonado como solo un adolescente puede estarlo, no pude seguir. Mi mente divagaba y era incapaz de concentrarme en el esquema defensivo de combate en exterior que estaba diseñando, con el grupo formado en cuadro, los magos en el centro, los clérigos en segunda línea y los guerreros de mayor nivel en punta y ese tipo de cosas que antes se hacían con la imaginación y ahora requieren una consola y una conexión a internet de alta velocidad. Y mientras razonaba que la mejor forma de formar el cuadro era que el personaje de mi hermana, Lady Andruin, se colocara en la punta del cuadro opuesta a en la que estaría Sir Drymard (mi personaje) porque era claramente segundo personaje más poderoso en lucha cuerpo a cuerpo ya que podía hacer lo mismo que los otros caballeros y contra algunos monstruos como orcos y goblins era casi hasta mejor que yo cuando, al alzar la mirada distraídamente mientras meditaba sobre el tema, vi a mi madre planchando y algo hizo “click” en mi cabeza.

Por supuesto, eran otros tiempos así que para las generaciones actuales esto debe sonar más de la edad media que las armaduras que llevábamos, pero lo que pensé fue que ya no había chicas como mi madre. Que todas las chicas listas que conocía querían ir a la universidad y trabajar y tener carreras profesionales y que, aunque probablemente acabaran casándose y teniendo hijos y quedándose en casa, que era lo natural, ninguna de ellas estaba aprendiendo lo que tenía que aprender. Vale, sí, sabrían mucho de verbos intransitivos, y de enlaces covalentes y algunas (como mi hermana) podían ser mejores que yo con las ecuaciones de segundo grado, pero… ¿Cuántas de ellas iban a aprender a barrer, o a limpiar? ¿O a planchar, aquél país desconocido al que yo jamás me había ni siquiera acercado? Porque, aunque encontrara una chica como mi madre, algo totalmente imposible porque cuando Dios la hizo rompió el molde, una mujer que no entrara a la Universidad a buscar novio sino a cursar una ingeniería superior y que, en un momento determinado, decidiera cambiar las ecuaciones diferenciales por sus hijos y la plancha… Aunque encontrara a esa mujer, si se había dedicado a estudiar y no a aprender sus labores… ¿quién iba a planchar mis camisas?

Así que, tras considerar brevemente la posibilidad de restringir mis posibles esposas a solo aquellas que supi38655_1491556801583_5561391_neran planchar y desechar la idea por ser tan restrictiva como estúpida, le dije a mi madre: “mamá, ¿me enseñas a planchar?”

Hoy en día mi hermana, además de madre, es ingeniera aeroespacial, una de las mejores y más consideradas en su campo en Europa. Mis otras dos hermanas, emigrantes por desgracia, son: la rubia, madre y científica dedicada a la investigación (en Francia) y la morena productora del cine que se ve en Cannes y en la Berlinale (en Costa Rica). Y yo soy un virtuoso de la plancha. Con mi carrera profesional también, desde luego, pero os apuesto cualquier cosa a que plancho mejor que todas ellas. Y, a diferencia de cómo era en aquella época en las que daba tantas cosas por sentado, también soy feminista.

La moraleja de esta historia es que, en este día de la mujer trabajadora no quiero quedarme simplemente en recordar los problemas adicionales a los que se enfrentan sus mujeres en sus vidas profesionales. Quiero recordar también a todas las mujeres que hacen de sus labores su laboro y que tienen que luchar contra el increíblemente injusto estigma de que lo hacen porque no saben hacer otra cosa, o porque han fracasado en la vida profesional, o porque están psicológicamente sometidas a sus maridos. Y quiero recordar a los hombres que, por contra, saben que con tener una carrera profesional fuera de casa no está todo hecho y que la igualdad no es solo de puertas a fuera sino también de puertas a dentro; los hombres que viven en pareja y planchan, cosen, barren, friegan y se ponen los guantes de plástico para rascar bien la taza del váter los fines de semana; y los hombres que no viven en pareja… pero no esperan que lo hagan sus madres.

Que aquí, o todos moros o todos cristianos pero para todo.

Feliz día de la mujer trabajadora,

Arthegarn

Spock wouldn’t like this post.

Leonard Nimoy, the actor who portrayed Spock died yesterday.

And my heart is broken. And my throat hurts. And my eyes are wet. And it’s all highly illogical.

I never met the guy. He meant nothing to me. I hear he was a wise, kind, charitable person who had grown into the shoes that fiction had him wear, but I never met him, or talked to him, or shook his hand. I therefore shouldn’t be this sad,

But I am.

Spock died today. In an awful way that is so diminishing to the actor who was Spock, and in which the Catholic in me feels so guilty, Spock died today. And my heart is broken.

I modelled the best part of my life after Spock. When I was a small, four-eyed skinny kid whom other kids would abuse because they could – and because I was clever – I stuck it out because, in that twisted, convoluted and basically mistaken thing that is a child’s mind, there was Mr. Spock. He was the odd kid too, the one nobody understood, the one who ran circles around all the rest and the one on whom nobody picked – because he was so above them they couldn’t reach him. Spock was a beacon on hope during my beating years. If there was such an adult as him, imprevious to harm and ridicule, watching the puny mortals crawl around their business as harmless clockwork pieces while saving their lives all the time, even of they were nothing to him, then there was a chance for me, a chance that life would be bearable at some point, a chance that I would be able to live just by myself, and my thoughts, and reason. Logic was there to save nimoy-star-trek-khanme. Whenever pain and loneliness would become too hard, I could just run into Spock mode and shrug them away. He taught me the difference between alone and lonely, and he made me love logic, reason, in the end, science.

Then I grew up, of course, and I realized Spock was not just about that. He had friends, even loves, and he deeply cared about them. He was not a marble statue against which life would bounce, he craved for life, and knowledge, and experience, and feelings. Even if they hurt. It was not about how he deflected life, it was about how he managed life. And I fell in love with him again, and I saw how wise that approach was, and I followed him again as a young adult. He was one of the best role models a man can have, one that will grow with you and not simply teach you, but demand and urge of you that you become all that you are capable of, despite the circumstances. You must do your best, always; all other alternatives are illogical. And you can do it, look at me, I did it and succeeded; I am doing it, if I can do it, so can you. So pick up your soul from the floor and move along, moaning won’t help and you know it. It’s not that it doesn’t hurt, it’s about how you handle hurt: harness it, turn it into logic, ride on that pain to go further than those who inflict it, ride it to go where no man has gone before.

Spock was -is- one of the best role models anyone can have. He made me believe I was invincible, he made me believe in me when nobody else would, he made me carry on. In ways that I don’t care to explain, he saved my lefe many times. And now Leonard Nimoy, the actor who played him so elloquently, is dead. And with him, in my puny, little, illogical human mind, dies Spock. And in that death I am reminded that we are finite, that even an idol like Spock, the imprevious, the ever-reliable eyebrow-cocked imaginary friend, can cease to exist; that we walk a path all our lives towards ideas and models that, in the end, are as fallible, breakable… as human as we are.

And, although I already knew that, being reminded in such a way hurts. My heart hurts. And my mind hurts, because I shouldn’t be hurting just because someone I never knew, somebody I never met or shook hands with, someone who just played a fictional character who appeared in a series I liked, died yesterday. And -I guess- it’s diminishing to the man he was that I just mourn a part of him, and a fictional part at that. Just the symbol. His friends and family, who knew and loved him for what he was, must be having an awful time. And my heart and thoughts go with them.

But, I’m sorry, I can’t help feeling the way I do. Spock died yesterday. And that, in my world, is an unspeakabgle tragedy. A beacon of light, logic and charity has gone off forever and I’m not sure where will I run to next time that darkness surrounds me.

Farewell, Mr. Nimoy. You don’t know it but, through your acting, you shaped my life. As epitaphs go, I don’t think many actors get one like that.

And, for the rest of you, live long and prosper.

Arthegarn

Balance y memoria de 2013

Se acerca el fin de año y, una vez más, siguiendo la tradición inaugurada por mi hermana Zalasa, llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2013:

  • Seguir con la política de ver más a la gente que quiero, Incumplido, en parte porque me robaron el coche a principios de año y no he tenido la movilidad que esperaba. Lo que más rabia me da es no haber organizado la quedada de La Aventura.
  • Hacer ejercicio: Incumplido, en parte porque dejé Vestas y me quedé sin gimnasio
  • No beber nada que no sea vino con la cena: Incumplido, pero tengo que decir que estoy muy orgulloso porque me he quedado muy cerca y el objetivo era muy ambicioso.
  • No agarrarme ni una curda en todo el año. Incumplido, pero una vez más solo han sido dos o tres, lo cual para mi está espectacularmente bien.
  • Escribir más. Horriblemente incumplido. Este es el duodécimo artículo del año, he escrito uno por mes y quería escribir uno por semana. De pena.
  • Arthegarn punto com. Algo se ha hecho gracias a Mithur. Ahora me lo está mirando Nelson a ver qué se puede hacer…
  • Ahorrar por encima del 15% de mis ingresos netos. No cumplido, pero por un 1%.
  • Dejar Vestas e irme a otro sitio donde me paguen más y tenga más proyección: Superado. Superadísimo, diría yo. Ver la sección de cosas buenas.
  • Minimizar las incertidumbres administrativas del Gastrochigre. Superado. O algo. Desde luego, ya no hay incertidumbre administrativa alguna…
  • Ser padre. Incumplido, pero bueno. Ya caerá.

Cosas buenas de 2013:

  • Cerberus. Me encanta mi nueva empresa, mi nuevo jefe y mi nueva posición. Independientemente de estar cobrando un 25% más que en Vestas, estoy como loco de contento por haber vuelto a la élite profesional que dejé cuando me fui de Clifford Chance, de echarle todos los días diez horas y fines de semana porque me da la gana y llegar a casa cansado pero orgulloso. Mucha gente me ha dicho que me ve más delgado. En realidad no lo estoy, lo que pasa es que estoy más contento y se me nota en la cara.
  • Mi nuevo trabajo, que no es lo mismo que mi nueva empresa. En mi nuevo puesto he pasado de ser una fotocopiadora bilingüe glorificada a tener un puesto de auténtica responsabilidad, a tener iniciativa y capacidad de decisión (aunque sea delegada); a que consejeros delegados y directores generales pidan reuniones conmigo; a que me den la inefable Blackberry (ya la odio), el portátil, la tarjeta de crédito, la plaza de garaje en el centro y a que me monten un puesto de trabajo en casa para cuando trabajo desde aquí. Nada más llegar mi jefe decidió darme cuerda a ver si me ahorcaba y aquí seguimos, él dándome cuerda, yo sin ahorcarme, y los dos tan contentos.
  • Haberme ido de Vestas,que una vez más no es lo mismo que lo anterior. Mientras estaba allí pensaba que, quitando a algún imbécil redomado, la cosa no estaba mal. Pocas semanas antes de irme me di cuenta de cómo era la gente en realidad (con honrosas excepciones) y, por lo que he hablado con quienes se han quedado allí, las cosas no hacen más que empeorar. La falta de excelencia reinante me estaba acogotando y yo no me daba ni cuenta; y es que un mediocre puede estar trabajando con uno de los mejores de España en lo suyo y no solo no darse ni cuenta, sino reírse de él. Pues mira, your loss, my gain.
  • Ana, que me sigue queriendo. Haber superado cum laude la prueba de irnos a vivir solos en pareja.
  • Mi familia y mis seres más queridos siguen bien, felices, animosos, con salud, con trabajo los más que los menos y más tiempo que no y de general buen rollo. No news, good news, pero es que hay que incluirlas entre las buenas noticias.
  • Londres. Me encanta esa ciudad, cada vez que voy me gusta más, y este año he podido ir cinco veces; la mayoría de ellas pagadas por la empresa.
  • Evolucionar con mis amigas y amigos. Cambiar y adaptarme con ellos pero siguiendo siendo nosotros, conocer algunos nuevos de todas las edades, poder hablar y conversar y discutir y crecer y disfrutar de las mañanas y las tardes, además de delas noches.
  • El autocontrol. Este año ha supuesto la prueba de que soy capaz de obligarme a cambiar mis rutinas para dejar las más dañinas y adquirir otras más saludables. Ver que puedo hacer ejercicio regularmente, o beber menos, o hacer dieta, o lo que sea.
  • El tío Mike en particular y los Delos en general. Este año les he visto mucho más que otros, he podido profundizar en la relación con esa parte de la familia y llevármelos de copas y tal, y la verdad es que me lo paso muy bien y disfruto mucho. Cada uno a su manera son gente muy maja.
  • El papa jesuita aunque no haya tenido nada que ver con ello. Vale y, además, el hecho de que ya casi no me duela el corazón cuando pienso en Dios.

Cosas malas de 2013:

  • El “cierre” de mi “relación abierta”. Darme cuenta de que, en contra de lo que yo pensaba, mi relación era un helado de vainilla con una especie de cláusula de escape digna de un chiste de físicos. Y enterarme dos semanas antes de mi cumpleaños, para el que estaba preparando un fiestón del que se hubiera hablado durante una década.
  • El robo de mi coche. LOS robos de mi coche, de hecho, porque primero me lo robaron, apareció, me gasté varios miles en arreglarlo y al mes me lo volvieron a robar.
  • El cierre del Gastrochigre, con el que se van, además de la ilusión y el trabajo de HK y compañía, los ahorros de cinco años y un crédito que pedí para ampliar capital; eso sin contar la parte de Ana.
  • El despido de Ana en octubre de un trabajo que le gustaba y en el que era feliz.
  • La recaída en una enfermedad muy complicada de un amigo mío muy querido y su inicial desánimo aunque luego le haya echado cojones.
  • La marcha de Cribby a Estados Unidos. Otros amigos también han emigrado este año (notablemente Haplo) pero están mucho más cerca y si les echo de menos me puedo plantar ir a verles un fin de semana. Lo de Cribby me da muchísima rabia y, como ya he dicho alguna vez, salir por el centro de Madrid sabiendo que no te vas a tropezar con ella de casualidad… está bien pero no es lo mismo.
  • La mala gestión de mi tiempo libre que me ha llevado, entre otras cosas, a leer poquísimo y a escribir todavía menos mientras que me he tirado, por ejemplo, horas y horas y horas enganchado al Game of Thrones: Ascent.
  • El nihilismo que está empezando a impregnar mi psique y del que no he hablado con nadie que me haya querido escuchar. Mi falta de capacidad para manejar el materialismo y mi dificultad para encontrarle un sentido a la vida si no existen realidades trascendentes (i.e. sobrenaturales). La repetición en mi cabeza muchas noches, de forma espontánea, cuando me estoy quedando dormido, de las frases “todo es mentira” y “en realidad nada importa” (sobre todo de la primera). La verdad es que me parece un pésimo sustituto del Padrenuestro…

Propósitos para 2014:

  • Ir a ver a Zalasa y Jotapé a Costa Rica.
  • Hacer ejercicio 200 de los 365 días.
  • Cumplir rigurosamente mi plan de adelgazamiento ligado al alcohol que ensayé en 2013 y que tan buen resultado me ha dado (Básicamente: no puedo beber alcohol si pero más de 73 Kg, sólo vino con las comidas si pero más de 72, lo anterior pero incluyendo cerveza y tapeos, aperitivos, coñac tras los cenorrios, etc. si peso más de 71; lo anterior más cerveza hasta la medianoche si pero más de 70 y lo que quiera si peso menos de 70).
  • Escribir más.
  • Leer más
  • Ahorrar por encima del 20% de mis ingresos netos.
  • Montar una Noche de Walpurgis que tiemble el Misterio.
  • Aunque no depende totalmente de mi, ser padre.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2014 a todos.

Abrazos,

Arthegarn

 

El uniforme gótico de emergencia

Hubo una vez, en otra vida, en aquel tiempo en el que en vez de que la definición de mi trabajo dijera «ayudante» decía «director», cuando era joven, homófobo (todo lo homófobo que jamás he sido, al menos, que comparado con mi actual heteroflexibilidad es mucho), católico (lo cual no tiene NADA que ver con lo anterior), abogado, consultor de calidad, profesor de universidad y virgen (lo cual probablente explique ciertos adjetivos anteriores); hubo unavez que tenia en la oficina un Uniforme Gótico de Emergencia.

En el armario de guardar los abrigos yo lo dejaba todo. Una camisa negra, una chaqueta negra y una corbata negra. Vale, y unos vaqueros negros para emergencias. En aquella época a veces salía de trabajar (como hoy) a las nueve o las diez y lo que más me apetecía era irme a tomar unas cervezas al Phobia. O, para ser exactos, que Arthegarn se fuera a tomar unas cervezas al Phobia y dejara al «otro» en la oficina. Y eso solo lo conseguía vistiendome de Arthgarn y dejando las camisas blancas, las corbatas de colores y la corrección polític1928728_1084118135871_1437_na en el armario de los abrigos.

Hoy las cosas son totalmente distintas. Hoy Arthegarn se disfraza de normal para ir a trabajar. Pero hay noches en las que, después de catorce horas trabajando, cuando sale de la oficina y se va al irlandés de al lado (desde el que escribe esto) porque tiene wifi y puedes vigilar que todo vaya bien en la teleconferencia que ha conseguido organizar entre Chicago, Nueva York, Madrid, Amsterdam, Londres y Pekín…Hay veces que, de verdad, rodaeado de todos estos pijos que creen que soy uno de los suyos, en las que me gustaría volver a tener el uniforme gótico de emergencia para seguir trabajando y seguir siendo el excelente profesional que soy, que se queda lo que haga falta hasta que las cosas salgan bien… pero dejando claro que soy yo. Arthegarn. No lo que ellos creen. No otro «de ellos», otro «trajeado» con «éxito» que trabaja a las once de la noche más. No. Ese no. Arthegarn.

Hay otra forma de vivr, otra forma de ser, otra forma de pensar y comportarse… y a veces uno tiene el suficiente éxito como para que, si le ves disfrazado de profesional, pienses que es «uno de los tuyos». Pero no lo somos, somos gente distinta, real, como tú, que seguro que estás encantado con la ropa que llevas, pero mucho más parecido a los hermanos Alcázar que a José María Aznar.

Y no somos mejores, ni nos creemos mejores, solo distintos. Pero, desde luego, vosotros tampoco lo sois. Mejores, digo, distintos sí.

Y he tenido que arreglar esa teleconferencia tres veces en lo que escribía esto. Porque primero uno es un profesional y luego, si puede, Arthegarn.

¡A trabajar! ¡A las once de la noche! ¡A levantar España!

Arthegarn.
(A mucha honra)

De martillos y destornilladores

Hay mucha gente que no cree en las bondades de la psicología, particularmente de la psicología aplicada a los recursos humanos. No me cuento entre ellos, pero al igual que opino que un martillo es una magnífica herramienta para clavar clavos, opino que si lo intentas utilizar para atornillar tornillos lo máximo que vas a conseguir es una infecta chapuza. Y una cosa así me ha pasado últimamente.

Como algunos ya sabréis, llevo desde principios de diciembre en un proceso de selección para dejar Vestas, que se hunde lentamente como el Titanic, e irme a un fondo estadounidense de capital privado(1) al que llamaremos Garmr que viene a comprar inmuebles del Sareb. Es un puesto francamente bueno y de mucha confianza por lo que, como por otro lado es habitual en estos casos, el proceso de reclutamiento no lo está llevando Garmr directamente sino a través de una empresa (en realidad un grupo de empresas), también estadounidense, de cazatalentos a la que llamaremos por ejemplo Seite Mannschaften. A la hora de escribir estas líneas solo quedamos dos candidatos y parece que, tras dos entrevistas con Garmr y no menos de cuatro con Seite, voy en cabeza; pero no precisamente por el buen hacer de los headhunters.

Como parte de las pruebas de selección (que hay muchas y lo que me queda, esta tarde tengo que hacer otra) Seite me pidió que contestara a un test psicológico online y que tuviera con ellos algo llamado entrevista por competencias. Así que, sin encomendarme ni a Dios ni al diablo y sin haberme informado antes de qué rayos era aquello (mal, Arthegarn, mal) contesté al test y me planté en sus oficinas para la entrevista.

El test online en cuestión, que hice en 15 minutos, consistía en 85 preguntas del tipo «¿Se siente usted más cómodo: a) vestido de negro o b) escuchando el último álbum de Lacrimosa?» A medida que lo iba haciendo me iba dando cuenta de que las preguntas estaban traducidas (no demasiado bien) del inglés y que llovían de forma aleatoria. Específicamente, me tocó responder a exactamente la misma pregunta dos veces, y una tercera con una formulación ligeramente diferente pero que en ese caso motivaba una respuesta diferente (la pregunta cambiaba de «Usted se describiría como…» a «Diría usted que los demás le ven como…»), lo que me puso de bastante mal humor porque tengo una idea de como funcionan esos tests y sé que contestar de forma diferente a la misma pregunta no arroja precisamente resultados positivos. En cualquier caso, e intentando confiar en que el test estaría bien hecho y sería bien interpretado, seguí las instrucciones que me dieron de no pensar demasiado las preguntas y contestar lo primero que me viniera a la cabeza en vez de darle la vuelta a algunas preguntas porque estaban mal traducidas y con falsos cognados. No quedé nada contento, pero en fin.

La tarde siguiente acudí a las oficinas d Seite hacer la entrevista de marras. Me recibieron la persona encargada del proceso y una consultora senior (psicóloga por la UAM  y con titulación específica en RR.HH., añado yo) que me explicó de qué iba el tema. La entrevista iba a evaluar determinados aspectos de mi personalidad, motivaciones y aptitudes que no tenían nada que ver con mi experiencia profesional ni, de hecho, con el puesto que tengo ahora ni con el que estaban seleccionando. «De hecho» añadió «yo ni siquiera me he mirado tu currículum, es irrelevante para esta entrevista». Con mucho detalle, debía describir cinco o seis situaciones que ella me iría preguntando, referidas a los últimos 18 meses, siempre hablando en primera persona y como si fuera una película. A mi aquello me recordó al método pseudohipnótico que utilizan en Criminal Minds ara ayudar a recordar a los testigos y, curioso como soy, me pareció fascinante así que nos pusimos a ello.

«Bien» me dijo «Cuéntame una situación en que las circunstancias te fueran favorables».

Así que durante la siguiente hora le estuve contando como pasamos el año pasado en el departamento legal la auditoría de la ISO 9001 en Vestas, algo para lo que estaba particularmente capacitado ya que, afortunadamente, había trabajado hace años como consultor de calidad y de hecho había enseñado esa norma en la universidad. Hace diez años, vale, pero la eficacia es como montar en bici y los cambios normativos te los miras y ya está. A eso de los 50 minutos entró en la sala una de sus compañeras para avisarlas de una cita y, para mi moderada sorpresa, cuando terminé de contar aquello la psicóloga me dijo que ya tenía todos los datos que necesitaba y que habíamos terminado.

Yo me quedé helado. No soy psicólogo, pero leo mucho y no soy particularmente imbécil, así que me di cuenta de que es imposible emitir un informe coherente sobre la personalidad de un candidato basándose en una única anécdota de entre 15 años de carrera profesional. Cualquier estudiante de estadística os confirmará que si intentas extrapolar resultados de un universo tan pequeño tu desviación típica tiende a infinito, o lo que es lo mismo: si vas por la calle y le preguntas al primero que te cruzas qué va a votar, concluir que ese partido se va a llevar el 100% de los votos porque el 100% de la gente a la que has preguntado te ha contestado que votará a ese partido es una soberana estupidez. Hace falta analizar varias situaciones para poder apreciar si verdaderamente existe un patrón de conducta en el entrevistado,mech-korolya-Artura la forma que tiene de encarar los problemas o las responsabilidades, pero asumir que porque una vez en concreto, en unas circunstancias en concreto, el sujeto X se portó de una manera quiere decir que siempre hará lo mismo, en todas las circunstancias y ante todas las situaciones es… En fin, de locos. Si todo lo que sabes del candidato Arturo Pendragón es la anécdota de la espada en la piedra rápidamente llegarás a la conclusión de que es un individualista que no sabe trabajar en equipo, que lo hace todo solo, que no se apoya en nadie y que encima es inseguro y manipulable porque hace todo lo que le dice Merlín; en definitiva una pésima opción para ser rey. Claro, claro…

Conclusión de todo esto Seite mitió un informe sobre mi, basado en dos herramientas válidas pero pésimamente utilizadas, que es para tirarse de los pelos.

Tuve acceso a los resultados del test online porque uno se lee los disclaimers y descubrí que tenían la obligación de compartirlo conmigo así que, después de batallar un poco con ellos, conseguí que me lo mandaran. El informe era tan disparatado (y negativo) que me lo llevé a mi última entrevista con Edward Lewis y, cuando él hubo terminado, lo saqué y le dije que quería comentarlo porque era absurdo. Era tan absurdo, le dije, que mi actual jefe de Vestas, (que es todo un caballero) , con quien lo había compartido se ofrecía a hablar con él, pese a que me dijo que no quería perderme para el equipo, para despejar cualquier duda que pudiera tener sobre mi actitud o aptitud y aquí está su tarjeta. «This is how introverted, unsure of myself and unable to form connections at work I am, sir.» Al rato de estar hablando del test de internet, que era encima diferente a la información que había recibido, Edward sacó el informe que le había mandad Seite nos pusimos a analizarlo.

Por comentar algunas de las perlas de penetrante psicología recogidas en ese informe…

  • Soy introvertido y no me gusta comunicarme. Manifiesto reticencias a la hora de expresarme abiertamente. (Este blog se autodestruirá en 5, 4, 3…)
  • Considero preferible desvelar mis opiniones a un número limitado de personas que elijo en función de nuestras afinidades (no sea que me discutan).
  • Tengo problemas para expresarme con exactitud, tanto oralmente como por escrito.
  • No me gusta ser el centro de interés (por eso me visto de forma tan discreta…)
  • Experimento «cierto malestar» ante la necesidad de tomar decisiones urgentes o actuar bajo la presión de los acontecimientos. (¿Y quien no?)
  • Los proyectos ambiciosos tienen como efecto dejarme indiferente. (WTF?)
  • Carezco de confianza en mi mismo, me cuestiono todo lo que hago y creo. (Se llama duda metódica, cretinos, es una de las bases del razonamiento científico y hace falta tenerlos muy bien puestos para aplicarla a la vida personal de uno).
  • Soy un conformista que apenas tiene curiosidad intelectual (y que lee física cuántica en sus ratos libres para disimular, supongo).
  • No me gustan la confrontación ni la polémica, y tiendo a dar mi brazo a torcer en busca del consenso antes que a defender mis opiniones. (De hecho, uno de los rasgos definitorios de mi personalidad, como todo el mundo sabe.)
  • En definitiva, soy adecuado con reserva para mi puesto (para el que, mandando la modestia a hacer puñetas un rato, en realidad soy de los mejores de España).

Afortunadamente he sido capaz de darle la vuelta a todo esto en la última entrevista con Garmr, pero si no hubiera conseguido estos resultados, si no hubiera sabido un poco de psicología y si no hubiera cogido el toro por los cuernos, vete a saber si hubiera pasado a la siguiente fase. Los tests y las entrevistas por competencias y las evaluaciones psicológicas son herramientas muy útiles en la selección de personal, pero si las usas mal, si te empeñas en atornillar con un martillo, si emites un informe sin tener suficiente información, te arriesgas a meter la pata como la ha metido esta psicóloga y, a lo que es peor, a hacer que el cliente acabe contratando a un candidato menos idóneo basándose en el informe erróneo, lleno de lagunas y de invenciones, que le has presentado. Si no tienes tiempo o datos para poder elaborar un informe díselo así al cliente, pero no te lo inventes(2). Porque todo el mundo va a salir perjudicado: el cliente, el candidato… y como te pillen, como es el caso probablemente tu compañía y tú.

Y cosas de estas, en España, a patadas. Chapucera. Que eres una chapucera.

En fin…

Arthegarn________________
(1) O sea, a un Private Equity Fund, que tiene una malísima traducción al español porque parece ser lo que no es. Por abreviar mucho y para que os hagáis una idea de lo que hace la empresa, digamos que me voy a trabajar para Edward Lewis.
(2) He de añadir que existe a mi alrededor cierta gente que está siguiendo el tema de cerca (como Ana) y que tienen la idea de que lo que pasa es que en Seite me están haciendo la cama porque quieren que el puesto se lo den al otro candidato. No voy a decir que no sea así pero me extraña de un cazatalentos de esa reputación. Claro que también me extraña que digan estas barbaridades de mi, así que… ¿Quién sabe?

Balance y memoria de 2012

Se acerca el fin de año y, una vez más, siguiendo la tradición inaugurada por mi hermana Zalasa, llega el momento de hacer balance del año que acaba y propósitos para el año nuevo.

Propósitos que me marqué para 2012:

  • Seguir avanzando en mi vida y en mi relación. Asegurar el futuro.: Conseguido Ana yo estamos tan bien como siempre o mejor y (por fin) nos mudamos a vivir solos en abril. Ocho meses después podemos afirmar que el experimento ha funcionado y que nos aguantamos incluso viviendo solos, no necesitamos estados-tapón entre nosotros. Creo que ya no vemos la relación de la misma manera, hemos dado un paso adelante muy importante. Quizá uno de sobresaliente cum laude, pero aun es pronto para afirmarlo.
  • Dejar la cerveza. No emborracharme ni una sola vez en todo el año. Pues no me lo puedo creer, pero conseguido. En todo el año no ha habido ni una sola vez que haya tenido que lamentar a la mañana siguiente la descomunal borrachera que me agarré anoche. Y cuando digo “no me lo puedo creer” es porque he ido a mi tabla de Excel donde lo anoto todo a ver cuántas me había pillado este año… y me he encontrado, sinceramente para mi sorpresa, con que ninguna. Curdas ha habido, pero pocas y ninguna mala de verdad.
  • Ser más sincero y espontáneo con Ana. Conseguido. Vale que apuntarte en la agenda recordatorios para ser espontáneo puede que no sea el colmo de la espontaneidad, pero ha funcionado.
  • Seguir perdiendo peso. Hacer ejercicio cinco días de cada siete. Conseguido. Las fiestas invernales hacen engordar al más pintado, pero he perdido cosa de kilo y medio y se nota; me lo dicen a todas horas y hay mucha diferencia de talla entre mis trajes antiguos y los que me compré en septiembre. Lo de la bici es un poco más complicado, pero va bien.
  • Sacarme el título de traductor jurado de inglés. No superada, pero no por mi culpa: el MAEC no ha convocado el examen. Sin embargo este es el primer año en el que me han dicho, sin buscarlo yo, que tengo acento británico. Y una noche me hice pasar por galés a un grupo de estadounidenses que conocí de copas y se lo tragaron sin problemas. La ingestión a mansalva de Dr. Who y Torchwood ha dado grandes resultados.
  • Comprarme un ordenador: No superado. Me sigue dando miedo gastarme dinero en algo que en realidad no necesito con como están las cosas.
  • Arthegarn punto com. Bueno, algo hemos avanzado. Ya hay algo en el dominio gracias a Mithur, que me ha prometido que me la hará y ha dado el primer paso. Ya le he mandado especificaciones, a ver a ver…
  • Ver más a la gente que quiero.: Parcialmente conseguido. Dos remordimientos principales: no haber quedado con Alma y Vigara en todo el año y no haber cogido el coche para ir a ver a Ignatius e y Inaeternitas a su morada. Hay que seguir en esta línea.
  • Progresar profesionalmente, en Bestias o en otro sitio. Conseguido en todos los ámbitos… salvo en el de más dinero, claro, pero con la que está cayendo, bastante tenemos con no cobrar menos. Si finalmente me cogen en Garmr, entonces sí que ya superado cum laude.
  • Seguir ahorrando: Pues no sé qué decir, la verdad. Ahorro, lo que se dice ahorro he conseguido ahorrar un 8,6 %, casi todo al plan de pensiones. Pero si contamos la inversión que estoy haciendo en el 13, que se ha llevado este año entre amortizaciones e inyecciones de capital exactamente el 19,4% de mis ingresos… pues resulta que en realidad he ahorrado una monstruosidad. Llevo meses sintiendo que, no importa lo que haga para reducir gastos, siempre parezco gastar más de lo que gano y ahora, al echar las cuentas, lo entiendo: uno de cada cinco euros que he ganado en 2012 ha ido al 13. En fin, la voy a dar por conseguida con mucho miedo.

Cosas buenas de 2012:

  • El nacimiento de mi sobrina Iria en octubre y el de Héctor/Ettore en marzo.
  • La boda de mi hermana Zalasa con JotaPé. Su visita en verano.
  • Ana. Que haya encontrado un trabajo estable, seguro, decentemente pagado y que le gusta. La mudanza de La Mazmorra a Delyre con todo lo que implica. El crecimiento y evolución de nuestra relación.
  • Mi madre. Mi padre. Mi familia. Mis amigos.
  • Ser y sentirme cada vez más sano.
  • El viaje a Londres. Volver a ver a Rustythoughts y sentir que seguimos teniendo la misma afinidad y química que cuando discutíamos del libre albedrío cada fin de semana.
  • El impresionante doctorado, sobresaliente cum laude por unanimidad, de mi hermana Zylgrin, que además es hasta donde yo sé el primer doctorado de la familia en sus 2.225 años de historia.
  • The Circle of Vicious Philosophers. Dos o tres libros maravillosos.
  • Darme cuenta de que tengo opciones y que si quiero puedo (podemos) emigrar a Reino Unido y ganarme la vida bastante bien allí. My brand new British accent.
  • El viaje a Islandia.
  • Darme cuenta de que en mi trabajo se me aplica aquello que decía Muerte de que cuando cierren el departamento y despidan a todos los abogados seré yo quien ponga las sillas sobre las mesas, apague las luces y eche la llave al salir.

Cosas malas de 2012:

  • La enfermedad, el progresivo deterioro y finalmente la muerte de Luis, paterfamilias de la Casa de Scaevola. El impacto que su muerte parece haber tenido en cierta gente a la que quiero mucho.
  • El sufrimiento de mis amigos en situaciones económicas o laborales inciertas, delicadas, nefastas o directamente inexistentes. Ver como algunos empiezan a perder la esperanza, sobre todo alguno que encima soporta una situación personal dificilísima.
  • Las incertidumbres de todo tipo con el 13, los cabrones que las rodean: el vecinito fuera de planeamiento, el FAC (¡qué bien estaba Gijón con los socialistas!), los funcionarios, las huelgas en Asturias…
  • La más previsible (y, por mi, prevista) degeneración del 15-M en el 25-S lo que ha implicado el entierro de toda posibilidad de un movimiento reformista de base. Ahora solo nos queda esperar que los políticos, una vez superada la crisis, introduzcan las reformas sistémicas y democráticas que España necesita. Yo que vosotros me pondría cómodo.
  • Mi progresiva pérdida de ilusión y esperanza en los españoles. Darme cuenta de la inmensa proporción de idiotas que compone la ciudadanía española, de que muchos saben que son idiotas y de que en realidad quieren seguir siendo idiotas y viviendo en los mundos de Yupi; que lo que no quieren es que les digas que lo son o les pongas la realidad (o un espejo) delante. Temer que si nadie les detiene salten por un barranco con la esperanza de que no sea tal y nos lleven a todos con ellos antes de elegir quitarse la venda de los ojos. Estar empezando a volverme un elitista orteguiano pero de verdad, porque no me queda otra, no porque quiera verme como parte de la élite.
  • En la línea de lo anterior, perderle el respeto intelectual a individuos a quien se lo había otorgado (y ya se sabe que no es fácil ganar mi respeto).
  • En la línea de lo anterior, tener cada vez menos ganas de escribir.
  • El progresivo deterioro de la situación de y en Bestias. Los despidos de Copito de Nieve, Sonja, y Luna. La moral totalmente por los suelos.
  • La casi completa desaparición de góticos menores de 25 años en Madrid. Hay que decir, no obstante, que esto ha venido de la mano con una mejora impresionante de la música en las salas de siempre (aunque siga a cañonazos). ¿Estamos ante un pendulazo como el de finales de los 90, o es el preludio del fin?
  • El dolor que sigo sintiendo cada vez que pienso en Jesús.

Propósitos para 2013:

  • Seguir con la política de ver más a la gente que quiero, lo que se traduce en ver una vez al mes a alguien que quiero y a quien no veo habitualmente por iniciativa mía. Este año no doy lista pero no cuentan a estos efectos ni Chrome y HK ni Vieja Bruja y Ercole y deberían estar los que me han faltado este año y organizar una quedada de La Aventura.
  • Hacer ejercicio 200 de los 365 días.
  • No beber nada que no sea vino con la cena (y asimilados) 200 de los 365 días.
  • No agarrarme ni una curda en todo el año. Definimos “curda” como “beber lo suficiente como para portarme como un cretino”.
  • Escribir más. En concreto, escribir al menos 50 artículos al año.
  • Arthegarn punto com. O lo cierro ya.
  • Ahorrar, sin contar inversión, por encima del 15% de mis ingresos netos.
  • Aunque no depende totalmente de mi, dejar Bestias e irme a otro sitio donde me paguen más y tenga más proyección.
  • Aunque no depende totalmente de mi, minimizar las incertidumbres administrativas del 13. Bastante tenemos con las de mercado, muchas gracias.
  • Aunque no depende totalmente de mi, ser padre.

Veremos como se da todo. De momento, felices fiestas, y feliz 2013 a todos.

Abrazos,

Arthegarn

 

«¿Y a usted qué le importa?»

Ayer por la tarde estaba yo a eso de las ocho y media de la tarde volviendo a casa en metro cuando un mozalbete de unos veinte años se saltó la barrera sin pagar. Ocurrió en el acceso al ascensor a la línea 6 de la estación de Pacífico, una zona sin vigilancia a bastante distancia de las taquillas donde se aburre soberanamente el encargado de la estación: el pollo cogió carrerilla y saltó, largo y delgado como era, limpiamente la puerta de acceso apoyado en la mano izquierda.

Yo iba tranquilamente leyendo mi libro y, al verlo por el rabillo del ojo, sentí la rabia y el asco que siento siempre ante ese tipo de actitudes, pero preferí, como siempre, no decir nada y seguir a lo mío. “No merece la pena” pensé, como pienso siempre. Pero no todo el mundo estaba de acuerdo. Mientras el zagal en cuestión demostraba sus dotes acrobáticas, la puerta del ascensor (que acababa de llegar) se abría y salía de ella una señora bajita de unos cincuenta y tantos que se encaró con el truhán y le dijo, golpeándose la cara con la mano:

  – “Menuda cara dura, ¿no?”

Hizo el mancebo ademán despectivo, como si no pudiera creer lo que oían sus oídos y repitió la dueña:

– “Sí, tú, que menuda cara. Que aquí pagamos todos menos tú.”

A lo que el chorvo, poniendo cada vez más cara de asco, replicó mientras entraba en el ascensor:

– “¿Y a usted que le importa, señora?”

Y entonces no sé qué se apoderó de mi, que iba tranquilamente sumido en mi lectura sobre el sesgo que producen las anclas en la estimación de un dato estadístico desconocido, pero sin apenas levantar la mirada de la página desenvainé mi metafórica Übelschlächter y le dije, mientras se cerraban las puestas del ascensor lleno de gente:

– “Pues claro que le importa. Le importa porque cada vez que tú o alguien como tú se cuela en el metro lo paga ella. Le importa porque te estás aprovechando de lo que pagamos entre todos sin poner nada de tu parte. Le importa porque el metro, y todos los servicios públicos, tienen un coste que se reparte entre todos y cada vez que alguien los usa sin pagar hace que los que sí pagamos tengamos que pagar un poco más. Le importa por la misma razón que a ti te importaría tener piojos, porque los aprovechados que se cuelan en el metro son parásitos de los que sí lo pagamos. Así que, macho, si no tienes dinero para coger el metro no lo cojas o, cuando te afeen tu conducta, agacha la cabeza y explica que es que no tienes dinero; pero en cualquier otro caso si haces lo que no debes y te cuelas en el metro y alguien se queja, cállate y encima no te encares con ella porque lo que has hecho está mal y lo sabes. Y si crees que no está mal, podemos seguir esta discusión con el jefe de estación.”

Y luego, in continente, calé el chapeo, requerí la espada, miré al soslayo, fuese y no hubo nada.

Todo esto lo cuento porque quiero rendir un homenaje a esa señora, que es mucho mejor ciudadana que yo porque no permite a su alrededor ese tipo de conductas antisociales. Una de las máximas liberales (1) es que” all that's necessary for the forces of evil to win in the world is for enough good men to do nothing.(2)” y la verdad es que yo mismo hago “nada” demasiadas veces. Todas, en realidad, no como esta señora que se comportó como el ser más civilizado de la estación.

En una sociedad verdaderamente civilizada una escena como la que protagonizó nuestro imberbe Dick Frosbury es impensable. La gente verdaderamente civilizada, como esta señora, reprime esas conductas antisociales. El pícaro, el sinvergüenza, el aprovechado… son vistos como una lacra y la sociedad reacciona contra ellos, estigmatizándoles como los parásitos que son y, en general, sufriendo el rechazo de la gente común, de la gente de bien. Pero en España no, en España al pícaro se le sonríe, al que se aprovecha del sistema se le admira y al que es honrado, sobre todo al que es honrado cuando no le ve nadie(3), se le tiene por tonto. Y así nos va, claro. Menos mal que hay alguna gente, como esta señora, que hace lo que puede para que los sinvergüenzas que se aprovechan de todos y cada uno de nosotros, de una forma mucho menos espectacular que la de un político corrupto pero cumulativamente mucho más perniciosa(4), no se vayan de rositas. No vamos a meterles en la cárcel por colarse en el metro pero, por lo menos, que se pongan colorados.

Olé, señora. Se descubre ante usted,

Arthegarn____________________
(1) Esta frase la he oído atribuida a Thomas Paine, Thomas Jefferson y Edmund Burke y admito que no sé de quién es. Lo que sí que puedo decir es que no es de Gandhi, ni de Einstein, y ni siquiera de Lenin o Engels como he leído por ahí.
(2) “Lo único que hace falta para que las fuerzas del mal triunfen sobre la Tierra es que suficientes hombres buenos no hagan nada”.
(3) Como el que paga todos sus impuestos, sin ir más lejos.
(4) Si alguien quiere discutir esto estaré encantado de hacerlo. Precisamente el libro que iba leyendo habla de este tema (entre otros) y de hasta qué punto el ser humano yerra con pasmosa regularidad en lo que tiene que ver con las intuiciones estadísticas.

Yo sí quiero tener hijos

(Nota preliminar: esta entrada es una respuesta a vuelapluma a este artículo del amigo Haplo Schaffer.)

Haplo, si te bajas un momento del caballo verás que lo que impulsa a “otra gente” a tener hijos es de lo más obvio: estamos genéticamente condicionados para ello. Puede que además haya razones intelectuales o socioculturales para ello, pero el impulso genético, natural, está ahí. Estamos genéticamente condicionados a tener hijos exactamente igual a que estamos genéticamente condicionados a que nos guste el sexo (y por las mismas razones) o a que nos guste el dulce. Esa es la posición biológica de partida y “lo raro”, “lo antinatural”(1) es no querer tenerlos. A esto se le suman las razones socioculturales: estamos impresionantemente condicionados por la sociedad a tener hijos porque es lo que hemos visto toda la vida, a saber: lo normal era que yo, y mi hermanita, y mis amiguitos, tuvieran su papá y su mamá. De hecho, lo normal es que “los mayores” tengan hijos(2) y el contacto íntimo y normalizado de un infante con adultos que no los tienen es escaso porque, quitando algún profesor del cole, ¿qué interés tienen? ¡No tienen con quien jugar! (3)

Sin meterme a valorar tus argumentos, algunos de los cuales tienen decididamente más mérito que otros desde un punto de vista objetivo (desde un punto de vista subjetivo, a saber “yo siento esto” son totalmente irrebatibles y solo pueden contestarse con un sentido “tú mismo y buena suerte”), puedo intentar resolver tus dudas sobre por qué los demás, o al menos por qué yo, queremos tener hijos.

  1. Porque me sale. Porque quiero. Porque estoy genéticamente condicionado a ello y quiero tener hijos como quiero comer dulce. Porque lo deseo.
  2. Porque soy una persona sana, inteligente y feliz hijo de dos personas sanas, inteligentes y felices, a su vez con padres inteligentes, sanos y felices. Además soy hermano y tío de personas sanas, inteligentes y felices por lo que tengo razones para pensar que mis hijos serán también sanos, inteligentes y felices. Eso hace que crea que el hecho de que yo tenga hijos va a aportar (y no a disminuir) tanto al total de felicidad como a la media de la felicidad del planeta, algo que me parece bueno en si mismo.
  3. Porque mi experiencia es que la gente como yo que tiene hijos es inmensamente feliz por ello y yo quiero ser feliz. Porque conozco muchísima más gente, tanto cualitativa como cuantitativamente, que se arrepiente de no tener / haber tenido hijos que gente que se arrepiente de sí haberlo hecho (e incluyo casos de laboratorio como mujeres violadas).
  4. Porque creo sinceramente en una extraña especie de rebus sic stantibus, de justicia universal según la cual yo tengo una inmensa deuda con mis padres que, simplemente, no puedo pagar porque se sigue acrecentando cada día. Porque creo sinceramente que esa deuda tiene que ser saldada y que solo lo es cuando se la cobran mis hijos, no mis padres, que a su vez la pasaran a sus propios hijos; y que si no tienes hijos que se cobren esa deuda estás, de alguna manera, en deuda con la humanidad(4), con el universo y porque yo no soy, en mi más último fuero interno, en ese núcleo al que uno es fiel cuando todo lo demás falla, el tipo de persona que deja sus deudas sin pagar.
  5. Porque honestamente creo que es justo y bueno.
  6. Porque creo que la vida es cambio y que cada etapa de la vida “está hecha” para ser vivida de una manera. Porque creo que todas las cosas de las que hablas están muy bien para la juventud, pero creo que el tiempo pasa, la gente cambia, y las cosas que te hicieron feliz en una etapa de tu vida (viajar, tener mucho dinero, llevarte a todas las titis de calle, etc.) se van debilitando con el éxito y el tiempo hasta que te embarcas en una aventura de la que nunca te puedes aburrir porque siempre va a estar cambiando para ofrecerte nuevos desafíos: ser un buen padre para tus hijos, incluso cuando tengan 40 años.
  7. Porque a mi me encanta la vida, me maravilla el mundo, no puedo dejar de dar gracias por existir y contemplar todo lo que existe y porque me gustaría hacer que alguien más pueda hacerlo. Porque el mundo es hermoso y traer a alguien a él me parece bueno, es un pensamiento que me hace feliz.
  8. Porque, quizá por mi condicionamiento católico, quizás porque soy capaz de ver un poco más allá de mis narices, nunca he pensado que mi vida “me pertenezca”, nunca he pensado en mi mismo como un ser aislado dueño de su destino sino como algo así como un viajero que se despierta amnésico en un barco e intenta averiguar a donde va y por qué, sabiendo que en el fondo tampoco va a poder alterar el curso del buque. ¿Y entonces qué importa, me preguntarás? Bueno, pues no lo sé, pero a mi me importa. Lo que quiero decir con esto es que no tengo “nada que perder” desde el punto de vista de mi “independencia” por tener hijos. Seguiré siendo yo, pero lo seré de un modo diferente. Todos estamos conectados en una tupida red de relaciones de todo tipo, pensar que no es así, o que eres “más libre” por no cultivar determinadas relaciones (como la paternofilial) se me antoja un error. Por esa misma regla de tres tampoco tendría amigos, ni pareja, treparía a mi torre de marfil a serme todo lo posible… pero es que dudo muchísimo que eso me hiciera feliz ni que lo que experimentara así sea, y perdona el misticismo, “cierto”.
  9. Porque tener hijos es una decisión voluntaria, es lo que quiero hacer luego no es cierto que reduzca mis horas de ocio. Eso es como decir que comprarte el Diablo III reduce tus horas de ocio a cero porque desde que te lo compres no vas a hacer más que jugar con él y ya no vas a hacer otras cosas. ¡Claro, no te fastidia, pero es que yo quería jugar al Diablo III, en eso consiste mi ocio! Oh, seguro que algún sociólogo dirá que dejo de vivir para mi y empiezo a vivir para el Diablo III, pero ¿qué sabrá él?
  10. Porque tener hijos es (o debería ser) una decisión voluntaria a la que te entregas porque quieres, después de pensarlo. Porque, si tener hijos está configurado así en tu personalidad, no es una carga, es un objetivo.

Bueno, no me quiero alargar mucho más. Para terminar déjame decir que creo que, en general, el problema o la razón por la que no entiendes por qué los demás queremos tener hijos, es (y esto te lo digo desde el más profundo cariño) porque tienes un ego como un piano de cola. Y con esto no me refiero pura y simplemente a que los argumentos que das en contra de tener un hijo sean egoístas (que lo son y a mucha honra, los míos también) sino porque no te cabe en la cabeza que el resto del mundo no sea como tú, que no tenga las mismas aspiraciones y los mismos deseos, que lo que a ti te parece un sacrificio intolerable en aras de otra persona a ellos les parezca de lo más normal o, como mucho, el precio que tienen que pagar para obtener la felicidad que esa otra persona les proporciona, que para ellos puede ser la misma (o incluso mayor, uau) que la que tú obtendrías dedicando esos recursos a viajar, o a leer, o a escribir un libro. En lo más profundo de tu ser crees que se equivocan, que se engañan a si mismos, que serían más felices libres, con tiempo para viajar y la libertad de hacer el pino en pelotas, por eso no lo entiendes. Pero es que partes de una base que no es cierta, a saber: que todo el mundo desea las mismas cosas que tú y con la misma intensidad.

Y si no es así, entonces no entiendo por qué no entiendes que la gente quiera tener hijos cuando tú no.

Hala, un abrazo,

Arthegarn_________________

(1) Por supuesto, yo no tengo nada en contra de lo raro y lo antinatural pura y simplemente porque sea raro y antinatural. Yo soy bastante raro y bastante aficionado a cosas tan antinaturales como la lectura o que me la chupen. Estoy haciendo una descripción, no un juicio de valor.
(2) O sean curas.
(3) Con esto lo que quiero decir es que las relaciones sociales de los infantes están mediatizadas para que lo que se encuentran alrededor, el concepto a través del cual desarrollan su concepto de la normalidad, sean adultos con hijos. Una vez más, no hago juicios de valor.
(4) A menos que hagas algo verdaderamente extraordinario con tu vida, por supuesto, consagrándote a los demás o aportando de alguna forma a sus vidas.