No sé si os acordaréis de que cuando Pedro Sánchez anunció la composición de su nuevo
gobierno comenté en Facebook que me entraban ganas de votar PSOE. Sí, sí, a mí, en serio, me entraron. Claro que luego se ha puesto a «gobernar» y se me han pasado muy deprisa porque por cada medida que propone que me parece buena (como la reforma del IRPF cuya iniciativa en realidad no es suya sino de Podemos) mete la pata hasta el corvejón en otras siete. Bueno, pues la actitud de la ministra Valerio con las putas sindicalistas me parece, con diferencia, lo peor que ha hecho hasta ahora este nuevo Gobierno.
Os supongo a todos enterados pero voy a hacer un breve resumen de los hechos. Gobernando todavía el PP las trabajadoras sexuales(1) de Barcelona decidieron organizarse en un sindicato y legalizar el mismo ante el Ministerio de Trabajo. El 4 de agosto el BOE publicó la constitución del mismo reconociendo su legalidad y personalidad jurídica. El jueves 30 de agosto la ministra de trabajo, Magdalena Valerio, se enteraba del asunto y se llevaba un disgusto espantoso, «uno de los más gordos que me he pillado a lo largo de mi vida profesional y política«, dijo, y anunciaba su intención de acabar con él por cualquier medio y a la mayor brevedad.
Según ella un sindicato como ese no tenía lugar bajo un gobierno feminista como el del PSOE porque no puede «avalar a un sindicato de una actividad que es ilegal y, además, vulnera los derechos fundamentales de las mujeres en general y también de los hombres que por necesidad o situaciones diversas se ven abocados a tener que ceder sus cuerpos a un tercero para que abusen de ellos«. En efecto, el lunes 3 de septiembre dimitían a Concepción Pascual, Directora General de Trabajo y máxima responsable por debajo de la ministra de esta legalización, y la abogacía del Estado recibía instrucciones de actuar «con contundencia» para anular el sindicato.
Estoy tentado de empezar el artículo con una sesuda y leguleya diatriba sobre cómo opino que la ministra está procediendo ilegalmente, que si una organización cumple los requisitos formales para constituirse como sindicato el Gobierno no puede hacer otra cosa que reconocerle tal condición independientemente del sesgo político que tengan gobierno y sindicato, que utilizar la abogacía del Estado para intentar declarar nulo un acto del Estado va en contra de la doctrina de los propios actos y otro montón de cosas leguleyas pero me voy a callar. Me voy a callar porque lo que en realidad quiero es transmitiros mi indignación moral porque un gobierno que se dice socialista actúe así. Es vergonzoso. Simplemente vergonzoso.
El origen de los sindicatos es la unión de obreros explotados para defenderse de forma colectiva de los abusos de sus patronos y exigir condiciones dignas de vida y de trabajo. En una lucha en la que un trabajador por sí mismo no puede tener esperanza de victoria
una unión organizada de personas con sus mismos problemas sí puede tenerla. La existencia de los sindicatos es fundamental para el correcto funcionamiento de la economía y para la existencia de la libertad en el sistema capitalista. Sin ellos la desigualdad entre quienes tienen y quienes no tienen es tan grande que quienes no tienen son explotados y tratados virtualmente como esclavos por quienes tienen porque lo primero que tiene el que tiene es poder. Divide et impera, decía César, y gran razón tenía. La unión y la organización de los trabajadores, más allá de ser un derecho humano, es un instrumento imprescindible para proteger los derechos humanos. Y cuanto menos cualificados, cuanto más reemplazables, cuanto más oprimidos, marginados y excluidos están esos trabajadores, más importante es su organización para salir de ese estado.
Bien, pues hoy en día no se me ocurre ninguna profesión cuyas trabajadoras estén tan marginadas, excluidas y explotadas que la prostitución. La necesidad de que las integrantes de este colectivo se organicen para defenderse de quienes las explotan es imperiosa. No hay más que hablar con alguna y conocer un poco el mundillo para entenderlo.
Mirad, con escasas excepciones quienes se dedican a la prostitución, sobre todo quienes entran en ese oficio, lo hacen porque sienten que no les queda otra (lo que suele ser, además, objetivamente cierto). Sus circunstancias vitales les han puesto en una situación que perciben como desesperada y necesitan dinero, lo necesitan ya y necesitan más de lo que pueden conseguir fregando escaleras o sirviendo hamburguesas en un McDonald’s. Me da igual si son chicas importadas de un pueblo de Bielorrusia mediante engaños, madres solteras y sin ingresos, paradas de larga duración, inmigrantes sin papeles que no pueden obtener un trabajo legal, drogadictas en busca de su siguiente pico, transexuales marginadas o gente de familia bien que no pueden ni concebir que alguien las vea fregando escaleras. Al final todas están anímicamente en el mismo sitio: desesperadas.
Y la tentación(2) de ganar bastante dinero de una forma rápida y discreta, aunque sea ilegal(3), está ahí y caen. Juno Mac lo cuenta maravillosamente en esta Ted Talk que recomiendo encarecidamente que escuchéis aunque habla de otro tema(4). Tenemos por tanto a un colectivo de personas que intenta ganarse la vida honradamente pero que están marginadas, desunidas y en muchos casos directamente explotadas por gente mucho más poderosa que ella que les quita parte de sus ganancias, de su justo o injusto salario de forma totalmente injusta, y hablo de explotación directa e inmediata, de la del puñetazo y la colilla, no de la que puede ejercer el cliente. ¿Se os ocurre alguien más necesitado de unión, de organización, de lucha para mejorar su situación y sus condiciones de vida y de trabajo que las prostitutas? Lo siento pero a mi no.
Oponerse a la creación de un sindicato de trabajadoras del sexo en nombre del feminismo me parece aberrante. El feminismo no tiene nada que ver con esto. El
problema no es la prostitución, el problema es la explotación y es contra la explotación contra lo que hay que luchar y una de las herramientas más poderosas que puede poner el Estado a disposición de estas ciudadanas es la capacidad de organizarse, ayudarse y defenderse mutuamente. O, por lo menos, maldita sea, no poner obstáculos a que lo hagan. No sé a quién cree la ministra que está ayudando oponiéndose a la creación de este sindicato pero desde mi punto de vista no es a quien más lo necesita sino, como siempre que se dificulta la organización del trabajo, al patrono. Al chulo, en este caso. Al explotador. Al que sí que es un delincuente y sí que es inmoral y despreciable.
Os prometo que si esto lo hubiera hecho el Partido Popular estaría casi igual de indignado. O Ciudadanos. Pero que lo hagan los socialistas, gente que debería llevar en su ethos la defensa del desvalido ante el poderoso me cabrea particularmente. Creo que solo
podría cabrearme más si lo hiciera la Iglesia.
Y luego podríamos discutir sobre muchísimas cosas más. Sobre si las prostitutas pueden sindicarse, sobre si son trabajadoras a cuenta ajena o autónomas, sobre si pagan o deberían pagar impuestos, sobre si deberíamos prohibir la prostitución o regularla o legalizarla o despenalizarla, sobre si es moral o no. Incluso podríamos montarnos una teoría de la conspiración según la cual este sindicato en realidad lo están montando los proxenetas mayoristas como parte de un largo y astuto plan para que se legalicen sus negocios y dejar la ilegalidad para pasar al cómodo y dignificado mundo empresarial como en el «sector del alterne» y dejar de perder entre el 30 y el 50% de sus pingües beneficios en el triste pero necesario proceso de blanqueo. Y si tenéis ganas pues lo hacemos, que a mí me encanta hablar.
Pero este artículo no es para eso. Este artículo es para denunciar que un colectivo de mujeres,
en general explotadas, marginadas y desesperadas, ha dado un importante paso para organizarse y dejar de serlo y que el Gobierno, en pro de la mojigatería y de la corrección política peor entendida, les ha puesto proa. Y que es injusto. Y que me cabrea.
Cuando alguien es explotado, cuando es débil y vulnerable, es cuando más necesita asociarse con quienes comparten su estado para poder defenderse. Prohibir que las explotadas se asocien para defenderse de una situación real, para intentar mejorar su situación, para intentar salir de la marginalidad no es feminista, es miserable.
Un saludo,
Arthegarn
(1) «Las trabajadoras sexuales». Uso el femenino porque es un colectivo en el que la mayoría de sus pertenecientes son mujeres. Y hablo de trabajadoras sexuales por dos razones: es el término que usan ellas en los estatutos y es muy importante a efectos de la legalidad del sindicato.
(2) Por favor no interpretéis este uso de la palabra «tentación» como moralizante. No lo es. Personalmente opino que no hay nada de inmoral ni de degradante en la prostitución, como en tantas otras cosas. Lo que sí que es inmoral y degradante y contra lo que hay que luchar a brazo partido es contra la cosificación y sobre todo la explotación que es otra cosa distinta.
(3) No es delito pero sí que es ilegal. A eso se agarra la ministra precisamente.(4) Porque yo estoy hablando del sindicato de trabajadoras del sexo y no sobre si debería legalizarse o no la prostitución. Ese es otro tema, muy interesante y muy polémico, que será tratado si queréis en otra ocasión.

(leche, arroz, legumbres, pasta…) mientras los demás esperaban fuera a la policía para, al llegar esta, crear un tumulto para distraer su atención. Salvo el hecho de que
. Aquí tenemos a un político con un buen sueldo que, si verdaderamente tuviera interés en ayudar a su prójimo tendría muchísimas alternativas para hacerlo antes de acudir al robo. Digámoslo claramente: si tengo hambre y no tengo nada estoy justificado en robar mi comida, pero si tengo diez euros en el bolsillo y puedo comprarla si quiero no lo estoy. Si estoy cobrando el paro no lo estoy, si no me llega para pagar la hipoteca no lo estoy, y si puedo ir a Cáritas a que me den de comer tampoco lo estoy. Y le pese a quien le pese, en España la gente no se muere de hambre por la calle ni de lejos, así que no está justificada para robar. Puedo estar desesperada, pero no justificada. Y no hablemos de si en vez de estar en la miserable calle viviendo de la caridad y la solidaridad de los demás uno lo que está es cobrando tengo un sueldo de 55.000 al año. ¡Vamos hombre! Es una actitud que personalmente me repugna por lo que tiene de insulto a los que verdaderamente lo están pasando mal y que no roban, ni quieren que se robe por ellos.
i dinero a quien tiene menos porque me da pena, y que el que tiene menos que yo tenga derecho a meter la mano en mi bolsillo y quedarse con parte de mi dinero, pura y simplemente porque yo tengo más que él, sin pararnos a preguntar por qué eso es así. Que es lo que pasa ahora, aunque hemos disfrazado esa acción haciendo que la mano que se mete en mi bolsillo lo haga recubierta por el guante del Estado. Pero, al final, es lo mismo.
quien nos lo contaba, con lo que cuestionar esa identidad era cuestionar la autoridad de quien nos la inculcaba. Cuando este cuestionamiento inevitablemente ocurrió, cuando alguien dijo “la caridad no es buena en todos los casos” (o «la sopa boba hace más mal que bien»), la autoridad sintió atacada en si misma y se defendió desde el poder, con un simple argumento ad hominem, del tipo: “Los hombres buenos hacen cosas buenas. La caridad es buena. Quien discute que la caridad es buena es porque no quiere ser caritativo. Quien no es caritativo no es bueno. Quien no es bueno es malo. Quien discute que la caridad es siempre buena es un malvado”. Y, desde entonces, quien abre la boca para reivindicar el verdadero significado de la caridad es inmediatamente tachado de malvado egoísta(4)
eran pobres de solemnidad que necesitaban comer o si es que de esa forma se ahorraban unos reales para vino que era lo más habitual. De la misma forma, el Estado no se fija en si quien recibe el subsidio lo merece o lo necesita, solo en si cumple (o no) determinados requisitos formales, Hace cuatrocientos años el requisito formal era plantarse ante el convento, hoy en día es… bueno, quizá haber cotizado doce meses en los últimos seis años, por ejemplo. Pero ninguna de las dos cosas, ni la sopa boba ni los subsidios estatales, son verdadera caridad.