Un borrador de una diatriba de 2012.

Con esto de la paulatina mudanza del blog de Livejournal a WordPress de vez en cuando me encuentro borradores de artículos que he dejado a medio escribir o que luego se han convertido en otra cosa. En general los borro, pero en este caso voy a hacer una excepción y voy a publicar, sin tocar ni una coma, un texto escrito a vuelapluma en diciembre de 2012 por si a alguien le interesa y porque hay alguna cosa curiosa. No le voy a poner ni links ni fotos por respetar exactamente lo que he encontrado.

Recordemos, por ponernos en situación, que en diciembre de 2012 Rajoy llevaba un año de gobierno, el paro seguía creciendo (no se estabilizaría hasta 2013), estaban a punto de aparecer los papeles de Bárcenas, Ciudadanos eran esos catalanes simpáticos del Boadella con nueve escaños en la Generalitat y Podemos no existía.

«De un tiempo a esta parte me cuesta muchísimo sentarme a escribir. Cada vez tengo menos ganas de comentar noticias o de tratar de explicar las cosas a la gente porque cada vez me voy dando más cuenta de la triste realidad, a saber: que la inmensa mayoría de la gente es tonta y no tiene ningún interés en dejar de serlo. Así de claro. No es simplemente que no estén de acuerdo conmigo y con mis argumentos, lo que es muy legítimo; es que ya se han vendido a una forma de ser y (no) pensar y se aferran a ella como un náufrago a una tabla sin querer saber nada más del mundo que su tabla, sin querer mirar a su alrededor a ver si hay alguna opción mejor que su tabla y despreciando a los que argumentan que lo que hay que hacer es soltar la tabla para nadar a la orilla o subir al bote salvavidas. Porque como todo el mundo sabe lo que hacen los náufragos es agarrarse a tablas, como mucho a barriles, y subirse al bote es de gente que no sabe lo que es un naufragio ni se preocupa por los náufragos porque no han nadado en su vida, y esto es así y no hay más que hablar, dónde se ha visto un naufragio con botes salvavidas y con sus ocupantes remando hacia la costa, mire usted, eso no es un naufragio ni es nada.

Hace año y medio empezaron los gritos exigiendo que los poderes públicos trataran a los españoles con respeto, como si fueran ciudadanos, que se acercaran al Pueblo y que reflejaran mejor nuestros deseos, esperanzas y opiniones en su forma de gobernar. Y me pareció muy bien y estuve muy de acuerdo. Pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que la inmensa mayoría de quienes reclamaban y reclaman esta sumisión del poder político a la ciudadanía no serían capaces de encontrarse el culo con las dos manos y un GPS, muchísimo menos de gobernar un país o una triste comunidad de vecinos. Se quejan de la demagogia quienes más la consumen y practican. Con una falta de cualquier cosa remotamente parecida a la autocrítica, la humidad o el conocimiento de uno mismo, gente que no tiene ni la más remota idea de leyes, de economía, de gestión o de administración pública se permite pontificar sobre temas extremadamente complejos como si fuera un experto y encima espera que le tomen en serio cuando en realidad ni siquiera está dando su opinión sino repitiendo como un papagallo el último slogan que ha leído en El País o que le ha oído a Federico Jiménez Losantos; cacareando palabras cuyo significado desconoce como si verdaderamente fueran suyas o entendiera de qué habla o pudiera seguir el proceso mental que ha llevado a quien verdaderamente pensó sobre el tema (si es que lo hizo) a decirlas en primer lugar. Y, sobre todo, esperando y exigiendo que se reconozca la absoluta verdad de lo que dice y reaccionando violentamente(1) ante quien la discute.

Cada vez tengo menos ganas de escribir porque es tomar armas contra el mar. La gente vive su vida moviéndose entre cuatro o cinco axiomas que aceptan como verdades de fe, como auténticos dogmas incuestionados e incuestionables, y construye su personalidad dentro de esos parámetros sin aplicar su sentido crítico, que rápidamente se atrofia hasta desaparecer, a la información que recibe siempre que se encuadre dentro de esos límites. No recuerdo quien dijo (aunque sí recuerdo que yo se lo oí a mi padre) que la gente no compra periódicos para informarse sino para que le confirmen lo que ya cree saber y es una gran verdad. Cuando la gente oye algo que es coherente con lo que cree se lo traga automáticamente, cebo, anzuelo, sedal y caña; el sentido crítico queda únicamente para lo que discute estas preconcepciones. En España todo dato encuadrado entre «no es culpa mía», “si es rico, algo malo habrá hecho”, “la derecha es mala” (¡esto se lo creen hasta los de derechas!) y “el Estado debería solucionar esto” es gol seguro y para todo lo demás está el Iker Casillas de los argumentos: «no me vengas con rollos que yo lo tengo todo muy claro». ¿Las SICAV son una triquiñuela que han montado los políticos para que los ricos paguen menos impuestos? ¡Claro, porque los ricos son malos y han comprado a los políticos, que ya son bastante ricos de por si así que son bastante malos! ¿El PP quiere privatizar la sanidad? ¡Claro, porque la derecha es mala! Y, ahora que lo pienso, ¿es malo privatizar la sanidad? ¡Claro, porque pondría empresarios al frente de los hospitales, y los empresarios son ricos, y los ricos son malos! ¡Y la prueba es que lo propone el PP, que es la derecha, y la derecha es mala! Esto, lector, es lo que pasa por razonamiento en las mentes de la inmensa mayoría de los españoles, y así nos luce el pelo. De cuestionar que el PP verdaderamente quiera privatizar la sanidad, pese a que es lo que ellos mismos repiten hasta la saciedad que no es lo que están haciendo, ni hablar. Por supuesto que quieren hacerlo, ¿no hemos dicho ya que la derecha es mala?

Pero volvamos al tema. De las cuatro esquinas de la portería argumentativa española, la más importante es sin duda alguna “no es culpa mía”. «No es culpa mía» es la panacea universal, el remedio para todos los males, el gran hakuna matata de la psicología española, la respuesta a todas las preguntass(2). ¿La empresa va mal? No es culpa mía. ¿Me van a echar a la calle? No es culpa mía. ¿Me he metido en una hipoteca que no puedo pagar? No es culpa mía. ¿Soy un zoquete sin el menor sentido crítico? No es culpa mía. ¿El Estado está endeudado hasta las cejas? No es culpa mía. Y para poder mantener este estado de gracia inmaculada que la Virgen María envidiaría todo el mundo está dispuesto a extenderlo a los demás con el entendimiento tácito de que si uno dice que algo no es culpa del otro, el otro dirá que otra cosa tampoco es culpa de uno cuando llegue el momento. Lo que, combinado con la premisa “el Estado debería solucionar esto” que comentaba anteriormente dan la respuesta inmediata a todos los males de los españoles. ¿Qué alguien tiene una hipoteca que no puede pagar? No es culpa suya y el Estado debería solucionarlo. ¿Una empresa va a despedir a alguien porque la empresa va mal? No es culpa suya y el Estado debería solucionarlo. ¿Qué alguien es un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer? No es culpa suya y el Estado debería solucionarlo.
No sé exactamente cuando se vio la sociedad española infectada con esos memes, pero sus efectos son desastrosos incluso en el ámbito personal, de la realización como ser humano. Nada es culpa de uno, nadie se mira en un espejo aunque sea de vez en cuando, diciéndose “vale, estoy bien, pero ¿hay alguna cosa que podría mejorar?” No, amigo, no. Aquí, “mirror, mirror on the wall, who is the fairest of them all?” y para de contar. Lo que es más, si la malvada reina fuera española, cuando el espejo eventualmente contestara que Blancanieves es más hermosa que ella, la reina no llamaría al cazador sino que murmuraría “no es culpa mía”(3) y no haría nada en absoluto al respecto(4). Los hermanos Grimm se habrían muerto de hambre en España. Nadie va a esforzarse para mejorarse a uno mismo porque las cosas que le pasan no son culpa suya; lo máximo que hará será, como la reina, buscar al culpable de su actual situación y quitarle de en medio. ¿No puedo pagar la hipoteca? No es culpa mía. Vale, pues ¿de quien es? De los banqueros que me dieron el préstamo. Pues a la horca con ellos, no somos esclavos de políticos y banquieros, muerto el perro se acabó la rabia y todas esas cosas. Genial, vamos.

La rutina “no es culpa mía” lleva al completo abandono moral e intelectual; a la más profunda de las irresponsabilidades. Si nada es culpa de uno, uno nunca cometió errores, así que no tiene nada de lo que aprender para evitar que nos vuelva a pasar en el futuro. Y, como no se puede cambiar el futuro porque nada es culpa de uno, se deja de pensar tanto en prepararse para el futuro como en las consecuencias de lo que uno hace. Esa forma de pensar permea rápidamente la estructura de ideas y, cuando te quieres dar cuenta, ya has dejado de pensar en general en las consecuencias a largo plazo y cuando te enfrentas a un problema solo puedes pensar en la solución más inmediata. ¿La solución al problema de los deshaucios? La dación en pago, claro. A nadie se le ocurre pararse un minuto a pensar qué consecuencias traería eso a los bancos que son los propietarios de esos pisos y como repercutiría a medio o largo plazo en la economía(6), claro que bien pensado… ¡No importa! No olvidemos que los bancos son malos porque tienen dinero y que si tienen dinero es que son ricos y que si son ricos algo malo habrán hecho; así que si los bancos van a la ruina, ¡pues mejor! Y, por supuesto, cuando el que escribe intenta que se paren un momento a pensar en el desastre que eso traería lo que consigue es que se enfaden, indignen y a veces incluso monten en cólera. Lo que, lo admito, es totalmente previsible que ocurra cuando a un tonto de remate le cuestionas las creencias y estructuras en las que basa su personalidad, pero que no por ser previsible es menos descorazonador.

Y en el ámbito público las cosas no solo no mejoran, sino que empeoran. Estamos en la situación que estamos entre otras cosas por las exigencias que se le han estado haciendo al Gobierno desde los tiempos de Felipe González de que lo solucione todo. La calle y los lobbies se han agitado durante treinta años exigiéndole al Estado que cada vez ofreciera más y más prestaciones a los ciudadanos, prestaciones que los gobernantes se veían obligados a dar (aunque algunos, como a ZP, no había que insistirles en absoluto e incluso iban a la vanguardia de la calle en este tema, véase la totalmente inasumible Ley de Dependencia o la seguridad social pagando operaciones de cambio de sexo) por el procedimiento de “tirar de VISA” o emitir deuda pública, que a todos los efectos es pedir la hipoteca para el pisito y ya de paso comprarnos un Audi e irnos una semana a Punta Cana “y ya veremos como lo pagamos”. O aun mejor: “que lo pague el siguiente”. Y cuando algún Gobierno intentaba poner coto a la cantidad de dinero que salía de las arcas públicas, cuando alguien medianamente sensato decía algo del estilo de «Oíd, ¿no créeis que deberíamos dejar de gastar más de lo que ingresamos? Al final esto va a reventar…», la calle se rebelaba a grito pelado y huelga general para denunciar los «recortes en los derechos» de los españoles que ese Gobierno intentaba imponer. ¡Y lo peor es que lo siguen haciendo!

A nadie le importa la verdad. Nadie está dispuesto a ver la realidad del Estado tal y como es. No Hay Dinero. No hay dinero, nos hemos endeudado como bestias para conseguir todas esas «conquistas sociales», que en realidad no son conquistas sino préstamos, gastándonos lo que no teníamos y pidiendo prestado para hacerlo, endeudándonos cada vez más y cada vez a un tipo de interés más alto, y encima con un sistema en el que cada vez que el dinero público cambia de manos a alguien se le queda algo en las uñas. Nunca debimos haber dado ni un solo paso en este sentido y deberíamos haber frenado hace diez años para dar marcha atrás y crear un estado social sostenible en vez de una isla de Jauja mantenida por la cornucopia de la deuda pública. Y ahora que finalmente echamos el freno (aunque tampoco os creáis que hemos metido un frenazo a las cuatro ruedas, si lo que está haciendo el Gobierno os parece duro e insensible ibais a flipar en toda la gama de colores con lo que harían los MiB si nos intervinieran), totalmente in extremis ¿qué nos encontramos? ¿A una ciudadanía agradecida porque por fin hemos frenado el gasto del Estado, aunque fuera cuando ya tenía el morro asomando por el borde del barranco? ¡En absoluto!

Lo que nos encontramos es, ante todo, a una inmensa cantidad de gente enfadadísima porque «les quitan lo que es suyo». Al igual que (y por las mismas razones que) si alguien te hace daño tu primera reacción es de miedo, ira y búsqueda de venganza, si el Gobierno elimina servicios sociales lo que van a sentir los afectados es, ante todo, miedo, ira y ganas de armarla. Esa reacción instintiva está ahí y es inevitable, pero podría y debería matizarse a través de la inteligencia, eso que media entre el estímulo y la respuesta . Depende de la inteligencia y sinceridad de cada uno darse cuenta de las razones que llevan a esa retirada del servicio y entender la misma no como un robo, sino como un sacrificio por el bien común. Pero esto no es nada fácil, ni directa ni indirectamente: cuando te retiran a la cuidadora de tu abuela o te congelan la pensión o te dicen que estas navidades te quedas sin paga extra lo último que quieres oír son las razones y si aun así las escuchas la respuesta inmediata es alguna versión de «sí, pero que recorten de otro lado «). Lo que quieres es que no ocurra y que las cosas vuelvan a ser como antes, y lo mismo pasa si el afectado es alguien próximo a ti. Incluso aunque tengas las cosas diáfanamente claras, resulta muy difícil decirle a quien se encuentra con que nadie va a llevar a su madre al centro de día que es lógico que nadie lo haga porque nunca hubo dinero para que el Estado pagara algo así; o al funcionario sin paga extra que en efecto, es injusto y que está pagando los platos rotos del despilfarro neto de los últimos treinta años pero que no le queda otra que apechugar

Y lo peor de todo es el grupo de arribistas de la peor especie que, estando informados y sabiendo cómo funcionan verdaderamente las cosas, intentan sacar ganancia del malestar popular que produce el recorte de gasto y alientan y aprovechan ese malestar a sabiendas de que si ellos tuvieran que tomar la decisión harían prácticamente lo mismo mientras juran y perjuran lo contrario y critican a quien lo ha hecho con el único propósito de erosionar la imagen del Gobierno para, con suerte, llevarse alguno de sus votos de rebote(6).

Qué malo es no tener ganas de terminar las cosas. Esto seguro que lo habría abierto para hacer dos o incluso tres artículos independientes, hay uno que podríamos titular «No es culpa mía» escrito casi por completo. En fin, os dejo con las notas al pie.

Salud y evolución,

A.

(1) No me refiero necesariamente a la violencia física, hay muchos tipos de violencia… pero tampoco la descarto.
(2) Sobre todo si va acompañada de un encogimiento de hombros. El encogimiento de hombros es al «no es culpa mía» lo que los escudos deflectores a la Enterprise.
(3) Probablemente acompañado con un encogimiento de hombros.
(4) Bueno, sí, probablemente exija que lo solucione el Estado….
(5) Muchísimo menos se van a parar a pensar si es remotamente justo cambiar por decreto y de forma retroactiva un contrato firmado libremente entre las partes, por supuesto. La culpa de todo la tiene el banco que me puso una pistola en la cabeza para que pidiera la hipoteca y la ampliara para irme una semana a Punta Cana y comprarme un Audi 80.
(6) Y esto lo hacen TODOS. Por desgracia. No tiene nada de raro que el PSOE acuse al PP de insolidario y neoliberal (ya se sabe que la derecha es mala), pero que a nadie se le olvide el PP haciendo exactamente lo mismo cuando el PSOE tuvo que congelar las pensiones el año pasado. Y si esto lo hacen, con una hipocresía y demagogia insultante, los partidos con capacidad de gobierno, os diré los que no la van a tener en su vida como Izquierda Unida o, por desgracia últimamente, UPyD, que se había mantenido al margen de la demagogia hasta ahora.

5 opiniones en “Un borrador de una diatriba de 2012.”

  1. Buenísimo artículo. El 99% de los problemas de España vienen de la incapacidad congénita de diferenciar «responsabilidad» de «culpa». Y de asumir ninguna de las dos.

    Sobre los debates y las posturas, decir que estás luchando no contra una ideología o una posición política, si no contra la educación que los padres españoles han dado desde pequeñitos a unos hijos que, una vez crecidos, aplicarán su relación con su autoridad paterna (sobreprotectora y nunca «culpabilizadora», no vaya a ser que «se traumatice mi niño»), con la autoridad estatal. Y así nos va.

    Un argumento racional, por muy bien construído que esté, nunca va a lograr cambiar la manera de ser ni la cosmovisión de un adolescente de cuarentaypico años. Por eso al final, lo del cambio político viene precedido muchas veces ,de un cambio vital o casi si me apuras, «espiritual» del invididuo. Por eso la educación de verdad, la que se da a los hijos, importa mucho más que los debates sesudos.

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    1. Cierto, es otra cosa que quería haber dicho, que en españa no hay responsabilidad sino cupla. Y luego tenemos a los católicos, que se liberan de la culpa con un rito mágico, y a los anticatólicos, que rechazan todo a lo que huela a católico empezando por el concepto de culpa. Y en medio entre católicos y anticatólicos ya sabes quienes estamos ¿no? Pista: cabemos en un 600 😉

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      1. Los liberales españoles somos gente que simplemente no hemos encontrado todavía la nave nodriza que nos lleve de vuelta a nuestro planeta :p

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  2. Os diré: Se vive de putísima madre en el «No es culpa mía». Llevo viviendo maravillosamente bien en el «No es culpa mía» al menos 35 años. Qué diablos, incluso actualmente sigo viviendo en él. Es que se está con mucho calorcito en el «No es culpa mía». Pero quizás, si saliese, si me esforzase… pero no, qué diablos, que inventen otros… ¿o no? Bueno, al menos me hago esa pregunta. Supongo que eso ya es algo.

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