Los libros de diciembre

9788466330831La ley del desierto

Los Alatristes ya caen en mi casa por tradición. Este El Puente de los Asesinos, sin estar a la altura de los mejores volúmenes de la saga (en mi opinión, los tres primeros), continúa la línea ascendente que ésta está trazando desde Corsarios de Levante, tras la mediocre El Oro del Rey y la completamente infumable El Caballero del Jubón Amarillo. Literatura de aventuras, de capa y espada, fácil de leer, nada exigente, impecablemente ambientada y documentada, mantiene el estilo soldadesco y cuartelario de los otros seis libros. Imprescindible para los amantes de la saga, pero poco recomendable para quienes no hayan leído (al menos) Las Aventuras del Capitán Alatriste, ya que los niveles de antiheroicidad que alcanza el personaje en este relato casi seguro que impedirán al lector primerizo identificarse con él. Particularmente cierto esto que digo en lo que, a mi ver, es la mejor parte de la novela: la relación entre Alatriste y su némesis, Gualterio Malatesta, con quien se ve obligado a trabajar codo con codo en esta aventura, y que no es comprensible (sobre todo al final) sin haber leído los tomos anteriores, por más que Pérez-Reverte intente poneros en situación a base de comentarios y recuerdos.

Si ya habéis leído otros Alatristes, probablemente leáis este, y si no lo habéis hecho todavía, hacedlo. Aunque la saga tenga luces y sombras, los tres primeros son realmente buenos, y (al menos para alguien como yo) leer las aventuras de este héroe tan políticamente incorrecto y con una psicología y valores tan del siglo de oro resulta harto refrescante. Una pena que la película fuera un espanto de semejante calibre.

Y, por fin, después de casi un año, fui capaz de terminarme Gödel, Escher, Bach, un Eterno y Grácil Bucle, libro que me recomendó Zor, prestándome su ejemplar (so pena de ser atropellado por un portaaviones si no se lo devolvía en perfecto estado, tal es el cariño que le tiene) y del que, aproximadamente a las 200 páginas, me compré mi propia copia, no solo porque veía que la lectura se alargaba y temía que le ocurriera algo al tapa dura de Zor sino porque me estaba gustando tanto que quería incluirlo en mi biblioteca.

Es difícil decir de qué va Gödel, Escher, Bach, pero lo voy a intentar. Lo primero que diría, aunque parezca una paradoja, es que es un libro de metafísica materialista. Es un libro de metafísica, porque las preguntas a las que intenta responder (¿Qué es la mente? ¿Puede la mente comprenderse totalmente a si misma? ¿Puede una mente residir en una máquina? ¿Es imprescindible un cerebro biológico para la existencia de la mente?) son de índole metafísico; pero los métodos y razonamientos que utiliza son estrictamente materialistas, científicos, matemáticos y, como mucho, cuánticos. Lo segundo que diría es que es un libro de divulgación científica; aunque aviso que no estoy hablando de divulgación a la Carl Sagan o Stephen Weimberg. Es divulgación seria, exigente, 700 páginas de razonamiento complicado y de datos, datos, datos y creación de estructuras para asimilar, procesar y aprovechar esos datos (y estructuras). Zor me dijo que suponía que me gustaría pero que, en cualquier caso, sería más inteligente al terminármelo, y estoy de acuerdo con él. No es un libro que simplemente te enseñe cosas sino que se las ingenia, a través de paralelismos con el arte y la, digamos, “vida real”, para que crees mecanismos intelectuales que interpretan la realidad de forma distinta (y me atrevería a decir que más precisa y, por lo tanto, más hermosa) a como lo hacías antes de leerlo. No llega a ser La Nueva Mente del Emperador (por ejemplo) en lo que tiene que ver con la rigurosidad y la aridez, desde luego, pero tampoco es un paseo por el campo.

Desde mi punto de vista, además, el libro tiene dos partes muy diferenciadas. Una en la que habla de la mente humana, preciosa y fascinante, y otra en la que habla de la inteligencia artificial que, a mi, me ha resultado bastante pesada. Supongo que como humanista que soy me interesa mucho más como funciona nuestro cerebro, por ejemplo, a todos los niveles (lo de los niveles en la estructura de ideas es fascinante); que como funciona un ordenador y cuales son sus posibilidades y limitaciones. Y, a pesar de que cualquier aficionado a las matemáticas que lea el título ya conoce la respuesta a la pregunta troncal (¿Puede un sistema representarse a sí mismo?) el camino recorrido y el paisaje observado desde la pregunta a la respuesta es tan hermoso como enriquecedor.

En definitiva, un libro magnífico, pero que solo es recomendable para los aficionados a la filosofía o, como mínimo, a la informática. Hace falta una cierta actitud ante la vida para disfrutarlo, algo así como una poderosa curiosidad y capacidad para maravillarse, mezclada con inteligencia, tenacidad y flexibilidad conceptual. Para que os hagáis idea, quitando a mi familia directa (y no las tengo todas conmigo sobre Zalasa) no se me ocurre mucha gente a quien le fuera a gustar, A Zor (claro), a , probablemente a , quizá a y HK… y poco más.

Ah, por cierto, se liga muchísimo leyendo este mamotreto a las cuatro de la mañana en un bar de lesbianas. Ya ves tú.

7 opiniones en “Los libros de diciembre”

  1. Terminarse el EGB se merece una celebración 😛

    Es un tocho de cuidado, que no está nada mal (aun no lo he terminado), pero me da la impresión de que mete a Escher un poco a calzador.

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